Universidad Veracruzana



Divertida, ¿o trágicamente?, los universitarios nos tomamos el pelo

Shantal Meseguer Galván
Coordinadora de Licenciatura
UVI, Xalapa

.

Pasé un agradable día sábado en el UVFest en compañía de mi hijo Moha, disfrutamos de la belleza de los espacios de la USBI, conocimos proyectos ambientales, apreciamos el trabajo de videoastas, recibimos como regalo una buena dotación de condones y pudimos satisfacer juntos nuestros diversos gustos musicales, lo cual no siempre es fácil, considerando su adolescencia y mis treinta y tantos…

Por mi parte, pude escuchar La Voz del Sur, grupo de los estudiantes de la UVI Selvas, quienes además elaboran sus propios instrumentos en el taller de laudería que desde hace varios semestres organizaron en su Sede.

También tuvimos oportunidad de apreciar el rock náhuatl de la Nunk Muerta Rebelión y la presentación del Grupo de Música Prehispánica de la UVI, Grandes Montañas, ambos proyectos relacionados o surgidos a partir del interés de los estudiantes por investigar y difundir la diversidad musical que forma parte de la cultura actual de las comunidades de la Sierra de Zongolica. Por su parte, Moha, mi hijo, disfrutó del grupo de son de la Secundaria Xallitic, que es su álma máter en este momento, y pudo asimismo gozar con la energía y el ímpetu de los Vecinos Nocivos, a los que desde hace tiempo quería escuchar en vivo, pues se han hecho famosillos en la ciudad.

Así que con un muy buen ánimo, transmitido por los grupos musicales y por la convivencia con los estudiantes venidos de las cuatro Sedes UVI y demás amigos que encontramos por allí, nos dispusimos a comer. Fue justo entonces cuando, como una basura en el ojo, la escena de los comensales, casi todos estudiantes organizadores del festival, nos sacudió. La comida llegaba en grandes, vistosas y rayadas bolsas de nailon, que contenían empaques de unicel, así como otra bolsita transparente y pequeña, más envases de plástico con bebidas refrescantes. Entonces, tan sólo de imaginar la cantidad de material contaminante, no biodegradable, de los envoltorios, multiplicado por el número de estudiantes y por los dos días del festival, me resultó escalofriante. Luego cuando quise comer me di cuenta que ninguna de las opciones disponibles me libraba de usar desechables, así que Moha y yo, aunque tomamos del mismo vaso, contribuimos con nuestra dotación de basura que tardará según pudimos aprender en uno de los stands más de 1000 años en deshacerse.

Ya no pude parar y, entrada en los auto-reproches ecológicos, me di cuenta de que no había una estrategia para el manejo de residuos sólidos, es decir, para separar las distintas clases de basura: sólo había grandes recipientes para echar todo junto.

Algo descompuso el buen ambiente que había disfrutado por varias horas. Me quedé reflexionando, y así, mientras enormes camiones de empresas de refrescos y de cerveza surtían envases y latas para el Concierto de Salsa, me preguntaba si al festejar a la Tierra de este modo no nos estamos tomando el pelo a nosotros mismos. . .

.

.