Universidad Veracruzana



Celebración Día de Muertos

Juan Oscar García Rivera
Estudiante, Facultad de Ciencias Químicas
Campus Poza Rica

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Juan Oscar García Rivera, Universidad Veracruzana

Para las culturas prehispánicas, la muerte era una continuación de la vida, un suceso glorioso y un motivo de celebración, pues marcaba el principio de un largo viaje a la región de los muertos, para llegar al encuentro predestinado con los dioses, hasta el día de hoy la UNESCO ha declarado esta festividad cien por ciento mexicana como Patrimonio Cultural Intangible de la Humanidad.

En el estado de Veracruz, usamos flores y frutas, para las ofrendas; de este modo, los altares son adornados no sólo con cempasúchil, sino también con moco de pavo, mano de león y alhelí, tronos de plátano para colocar velas, y la utilización de incienso para las oraciones a nuestros fieles difuntos, además de mandarinas, guayabas, tejocotes, naranjas, jícamas y camotes, calaveritas de azúcar y ataúdes de chocolate y gomitas, papel picado de mil colores, cirios, sal, agua y una cruz de tierra. También suelen colocarle ofrendas que acostumbraban en vida tales como un platillo de mole, dulce de calabaza, atole o chocolate, una cerveza, algún cigarrillo etc.

En Papantla, bajo la tradición totonaca, en espectaculares altares o pachaus, se recuerda desde el 31 de octubre a quienes murieron de muerte natural; el 1ro de noviembre a los niños fallecidos, y el 2 de noviembre, a los adultos.

Existe entre los papantecos la creencia de que los difuntos regresan en forma de insectos a comerse las ofrendas porque su olor les despierta el apetito. A quienes en vida se les consideró “malas personas”, se les coloca un altar sencillo fuera de las casas, en virtud de que, debido a su mal comportamiento no tienen permiso para entrar a los hogares; al octavo día, se recibe a las almas de quienes no pudieron viajar a la tierra de los vivos los primeros días del mes.
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