Universidad Veracruzana

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Bibliotecas, Información y Conocimiento



Haití: desastre natural sobre la infamia de la historia

Guillermo Fernández Ampié*

La última tragedia que azota Haití ha atraído los focos de las empresas internacionales comercializadoras de noticias que no se cansan de repetir cuán pobre, qué falta de infraestructuras y servicios resulta la sociedad haitiana. El periódico español El País reseña «la crueldad» de la historia de esa nación caribeña: «crisis gubernamentales arbitradas a machetazos, pobreza, hambre y migraciones masivas». Otro análisis de la agencia Ap cita a algunos «expertos» que explican la desgracia por la conjugación de una serie de factores «asesinos»: geografía, problemas sociales, chapuceros estándares en la construcción de edificios «y mala suerte». De remate, el predicador estadunidense y alguna vez precandidato presidencial republicano Pat Robertson afirma que existe una maldición sobre el pueblo haitiano porque éste habría hecho un pacto con el demonio para destruir la esclavitud e independizarse del yugo francés.

De lo que se cuidan de hablar estos medios y sus fuentes «expertas», o que apenas aluden, es de la responsabilidad de Estados Unidos y Europa en la postración de Haití. Si algo ilustra la crueldad en la historia haitiana es precisamente la continua agresión de la que ha sido objeto el país (registrada por Gregorio Selser en su monumental obra sobre las intervenciones extranjeras en América Latina). Vale la pena recordar, aunque sea de forma sucinta, algunos de estos otros «factores asesinos» que han contribuido a la pobreza endémica de los haitianos.

En primer lugar mencionemos la exigencia de Francia, en 1838, para que Haití pagara 90 millones de francos de la época, para indemnizar los dueños de esclavos y plantaciones, y como condición ineludible para reconocer al país como nación independiente (cifra abonada religiosamente por los haitianos hasta ser cancelada en 1883).

Otro es el «incidente Lüders», que más bien pareciera un cuento del realismo mágico. La historia va así: En 1897, unos policías haitianos quisieron detener a un individuo a quien su anterior patrón acusó de un robo menor. El nuevo empleador del acusado, el comerciante Emile Lüders, trató de impedir utilizando bastonazos que se ejecutara la orden judicial. Lüders era hijo de madre haitiana y de padre alemán, y detentaba la ciudadanía haitiana. Con su actitud violó las leyes haitianas, fue juzgado y condenado a un año de prisión. Apeló entonces a su ascendencia alemana, y fue liberado poco después gracias a las gestiones de un diplomático de Estados Unidos. Lüders se trasladó a Alemania donde gestionó represalias contra Haítí. El káiser, ni corto ni perezoso, envió varias naves de guerra y un ultimátum para los haitianos: la entrega de 20 mil dólares como indemnización para Lüders, además de ofrecer disculpas al representante alemán y saludar con 21 cañonazos la bandera de Alemania. De no cumplirse la demanda, Puerto Príncipe sería arrasada por las cañoneras alemanas. El gobierno haitiano se vio obligado a ceder al chantaje.

Un tercer elemento es el de la invasión militar estadunidense que engendró la dictadura de Francois Duvalier, Papá Doc, y de su hijo Jean-Claude, el igualmente corrupto y asesino Baby Doc. Estos siniestros personajes duraron tanto en el poder gracias a la alimentación recibida por el cordón umbilical de la complicidad «americana».

Hechos más contemporáneos también merecen mención. Entre ellos el ascenso y la caída de Jean Bertrand Aristide, a quien El País identifica como «el cura populista que nunca pudo o supo erradicar las causas» de la postración haitiana (como si un solo hombre pudiera transformar, en algunos meses de gobierno, las secuelas de un sistema que tiene siglos de castigar a los haitianos). Aristide fue derrocado con la complicidad estadunidense, y restituido en el poder tras comprometerse a aplicar unas políticas neoliberales que desangraron todavía más a una población hundida ya en la miseria. Bill Clinton, hoy irónicamente nombrado enviado especial de Naciones Unidas para Haití, era entonces el presidente estadunidense cuando esto ocurrió.

Como podemos ver, una de las principales claves para entender la tragedia haitiana está en lo que menciona, casi sin querer, el periódico español: el protectorado que de hecho ejerce la Casa Blanca sobre Haití desde 1915. Si alguna maldición ha caído sobre el pueblo haitiano es precisamente la del intervencionismo de Estados Unidos; una maldición que al parecer continúa hasta el día de hoy, cuando todo indica que el gobierno de Estados Unidos toma la nueva tragedia como un pretexto para ocupar militarmente, una vez más, a tan desdichada nación.

* Periodista, ex editor de la revista Barricada Internacional.

(Fuente: La Jornada, 17 de enero de 2010.)

Para allegarse información y puntos de vista generadores de apreciaciones más profundas sobre la tragedia haitiana, recomendamos la lectura de el último suplemento semanal de La Jornada.



Su sangre llega hasta nosotros: nuestros hermanos de allá

Tormenta

Por Jacques Roumain (Haití, 1907-1944)

El viento espantó un rebaño de bisontes blancos en la
[vasta pradera
del cielo. Silenciosos y poderosos aplastaron
el sol: el sol se apagó.
El viento aulló como una mujer en mal de parto:
La lluvia acudió, hija del fuego y del mar;
llegó danzando
y lanzó sobre el mundo cortinas de bruma.
Las hojas cantaron
temblando como debutantes de music-hall;
vino el trueno
y aplaudió. Entonces todo se calló para dejar
aplaudir al trueno; las flores
murieron sin haber vivido; las palmeras agitaron
sus abanicos contra el calor.
Un rebaño de bisontes emigra del oriente al
occidente, y la noche llegó como una mujer de luto.

Tomado de: Roumain, Jacques. Gobernadores del rocío y otros textos. Fundación Biblioteca Ayacucho. Gobierno Bolivariano de Venezuela. Texto completo en línea.



2010: un año que tenemos que pensárnoslo

Y pensárnoslo mucho, en solitario y colectivamente, porque tal vez antes del 2012 no haya otro momento decisivo en nuestra historia como éste. Y tenemos que pensárnoslo en el sentido que señala Jorge Mendoza, retóricamente: «El pensamiento retórico: Otro argumento sobre la mente«.
Y recordar a Solón, reunirnos con él en la memoria, con el legislador griego, el de los orígenes de la civilización occidental: si el pueblo padece hambre e injusticia, si el pueblo no tiene trazado un camino, si el pueblo sufre de carencias y de desazón, si algunos abusan de esta condición para sacar provecho y beneficiarse, si nos roban lo que nos pertenece, si los bolsillos están vacíos y hay esta especie de esclavitud bochornosa, existen causas identificables de todo ello, y está en las manos de la propia sociedad, el corregir o eliminar dichas causas.



Valor e importancia de los recursos de información

Las universidades públicas mantienen una oferta importante, interesante, de recursos de información que se contratan, desarrollan y mantienen con recursos públicos.
La vida académica de las universidades debería girar en torno a los problemas sociales, económicos y culturales que demandan solución imperiosa, aprovechando, para encontrar dichas soluciones, los recursos de información más adecuados existentes en el orbe.
No obstante, hay que advertirlo, parece existir una cultura de la autosatisfacción de la demanda de información entre muchos docentes, investigadores y estudiantes. ¿Cuáles son las consecuencias de dicha cultura? ¿Qué ocurre cuando académicos y bibliotecarios trabajan separados, sin una estrecha comunicación y sin conocer bien a bien, lo que piensan unos de otros, y especialmente sin que se conozcan las necesidades y las propuestas de todos?
Sin duda, la red de redes -Internet- ha facilitado que cualquier persona pueda obtener vasta información en pocos instantes y, en función de cuán hábil es la persona para hacer las consultas y cuán flexible es para enriquecer sus estrategias de búsqueda, la información puede ser desde pobre y poco confiable desde el punto de vista académico, hasta muy valiosa.
Para sortear el problema de la calidad de la información, que es fundamental en cualquier proceso de generación, construcción y organización del conocimiento, las bibliotecas universitarias mantienen convenios de servicio con proveedores de información ampliamente reconocidos en el mercado de información y editorial a nivel internacional. La experiencia compartida entre instituciones de educación superior, y la demanda de información por parte de sus cuerpos académicos, conforma el acervo o los repositorios con que éstas proveen de información a sus docentes, investigadores y estudiantes.
A partir de la experiencia que hemos acumulado en los servicios bibliotecarios, podemos postular dos hipótesis: la primera es que los docentes, investigadores y estudiantes están autosatisfaciendo sus necesidades de la mejor manera que pueden, muchas veces pasando por alto la existencia de los servicios bibliotecarios; la segunda es que los bibliotecarios han estado extendiendo una oferta más que generosa de recursos de información de excelente calidad, de la que poco están informados por diversas razones los universitarios y acaba por ser subutilizada.

La cultura del autoservicio de información, en la que de manera individual cada integrante de la comunidad universitaria se autoprovee de los recursos de información que están a su alcance, o conforme a sus habilidades, debe ser elevada a una cultura de la compartición de información, a la comparación y discusión sobre las fuentes de información impresas y electrónicas que utilizamos, en busca de las más adecuadas y pertinentes,  a una cultura de la búsqueda de la excelencia en términos de la actualidad, autoridad y completitud de la información que manejamos, información que forma parte -o debería formar parte- de nuestros planes y programas de estudio, de nuestros programas académicos y nuestros proyectos institucionales.
La información ha tenido siempre y mantendrá siempre esa condición de ser un elemento de importancia estrátegica para la acción. Por lo anterior, es importante que los universitarios den a conocer cuáles son sus necesidades de información a los académicos y a los bibliotecarios, y si no están muy seguros de cuáles son esas necesidades de información, es posible que organizados en comités, uno por cada facultad e instituto, y trabajando con bibliotecarios interesados en el asunto,  se elaboren mapas de necesidades de información, para que las adquisiciones de recursos y servicios de información correspondan, de la mejor manera, con dichos mapas y resuelvan en la mayor medida posible dichas necesidades de información. Un punto de partida seguro, para establecer dichos mapas de necesidades de información, puede ser la consideración meticulosa de los planes y programas de estudio, comparando dichos planes y programas con los existentes en otras partes del mundo, con la bibliografía actualizada que generan las diversas casas editoriales nacionales y extranjeras y considerando tanto como sea posible el estado del arte del conocimiento en cada disciplina. Estas consideraciones, por tanto, demandan la socialización de nuestros conocimientos y la determinación del alcance de nuestros saberes en los diversos terrenos de las ciencias y las humanidades. De esa manera, reconociendo lo que sabemos y admitiendo lo que no sabemos, podemos crear un paisaje informativo -nuestro paisaje informativo- más definido, uno que nos permita conocer cuáles son los terrenos con los que estamos familiarizados y aquellos sobre los que requerimos bibliografía nueva, o acceso a bases de datos, que nos sirvan como una «cartografía del saber».
En nuestra búsqueda de la excelencia informativa, además, debemos tener en cuenta las diversas modalidades y soportes de la información. Actualmente existen excelentes fuentes de información de acceso público, pero muchas fuentes de información de primera magnitud son productos que comercializan casas especializadas en ciertas áreas. Otras fuentes de información pueden encontrarse en formatos sonoros, ópticos, magnéticos, etcétera.
Por otro lado, debemos considerar la propia información que producen los claustros, laboratorios y gabinetes de investigación en nuestras universidades. Al ser esta investigación financiada con recursos públicos, existe en principio un compromiso ético de compartir y difundir tanto como sea posible dicha información. Debemos cerrar el ciclo de la información-conocimiento que va desde la lectura hasta la publicación, y lograr que más universitarios estén enterados e interesados en lo que produce como nueva información la propia universidad. La diversidad, la libertad y la claridad conceptual que alcancemos, como consecuencia de un proceso semejante, será determinante para conformar nuestro bagaje cultural como universitarios, pero sobre todo como seres humanos inmersos en una sociedad agobiada por la incertidumbre, pero capaces de encontrar soluciones.
En un país en crisis, como el nuestro, la crisis más grave en un siglo, los universitarios debemos y podemos hacer un esfuerzo adicional para comenzar a poner en orden el vasto campo de nuestros intereses universitarios y trabajar para enriquecer, fortalecer o ampliar aquellas áreas en que ésto sea necesario.

La sociedad nutre en todos los aspectos a la Universidad, por lo que nuestra deuda mayor es con ella, pues ella nos dota de toda nuestra razón de ser y de todo nuestro sentido.



LULA 2010

El proyecto LULA 2010: Linux para Universidades Latinoamericanas, de la Universidad de Extremadura, España, promete ser uno de los proyectos más interesantes de integración de las nuevas tecnologías, y particularmente del software libre, en el ámbito de la educación superior.

Cabe decir que la oferta inicial del proyecto está dirigida a todos aquellos interesados en conocer el potencial de las aplicaciones de software libre basadas en Linux para la enseñanza y el aprendizaje en disciplinas especializadas del curriculo universitario.

Partiendo de esa idea, el grupo de universidades latinoamericanas participantes en este proyecto de la Cátedra Telefónica para la aplicación de las tecnologías de información y comunicación en el entorno universitario, han integrado un repertorio inicial de aplicaciones de software libre que pretenden satisfacer los requerimientos de aprendizaje de los estudiantes en formación.

Una lista detallada de las aplicaciones incluídas en esta distribución de Linux, que puede descargarse en forma gratuita del portal del proyecto, puede verse aquí. Y destacamos algunas de las aplicaciones que nos parece pueden aprovecharse ampliamente en el entorno de nuestra propia casa de estudios:

  • KDevelop 3.5.3: Entorno de desarrollo integrado para C/C++
  • Eclipse 3.5 (Galileo): Entorno de desarrollo integrado. Preparado por defecto para C/C++ y Java EE.
  • Code:Blocks 8.02: Entorno de desarrollo integrado para C/C++.
  • Anjuta 2.26: Entorno de desarrollo integrado para C/C++.
  • MonoDevelop 2.0: Entorno de desarrollo integrado para C# y otros lenguajes .NET.
  • GCC / G++ 4.3.3: Compiladores de GNU para los lenguajes C y C++ respectivamente.
  • Protégé 3.4.1: Editor de ontologías y framework para bases de conocimiento.
  • CMapTools 5.0.3: Herramienta para crear mapas conceptuales.
  • Freemind 0.7.1: Herramienta para crear mapas conceptuales.
  • TkGate 1.8: Diseño y simulación de circuitos digitales.
  • GNU Octave 3.0.1: Aplicación orientada al análisis numérico.
  • Python 2.6.2: Lenguaje de Programación Python.
  • Dia 0.96: Herramienta para dibujar diagramas estructurados.
  • Scilab 5.1: Programación de alto nivel para cálculo científico.
  • Intérprete R 2.8.1: Computación estadística y generación de gráficas con R.
  • R-Commander 1.5-2: Interfaz gráfica para el lenguaje de programación R.
  • ArgoUML 0.28: Herramienta de modelado UML basada en Java.
  • Wireshark 1.0.7: Analizador de protocolos de red, conocido anteriormente como Ethereal.
  • Kompozer 0.7.10: Editor HTML basado en Nvu.
  • Audacity 1.3.7: Grabación y edición de archivos de audio.
  • KiCad 20080825c: Creación de esquemas electrónicos y circuitos impresos.
  • GeoGebra: Herramienta complementaria para la enseñanza de geometría, álgebra y cálculo.
  • eXeLearning: 1.04.0.3532 Editor de recursos educativos.
  • JClic 0.2.0.4: Entorno para la creación, realización y evaluación de actividades educativas multimedia.
  • Praat 5.1.0: Herramienta para el estudio fonético del habla.
  • GRASS GIS: 6.2.3 Sistema de información geográfica.
  • PSPP 0.6.1: Herramienta para análisis estadístico.
  • Apache 2.2.11: Servidor web HTTP.
  • Tomcat 5.5.26: Servidor web con soporte para servlets y páginas JSP.
  • PHP 5.2.6: Lenguaje de programación interpretado para programación web.
  • MySQL 5.1: Sistema gestor de bases de datos.
  • PostgreSQL: 8.3: Sistema gestor de bases de datos.
  • phpMyAdmin 3.1.2: Administración vía web de MySQL.
  • phpPgAdmin 4.2.2: Administración vía web de PostgreSQL.

Estas, entre otras, son las aplicaciones a las que pueden acceder de manera gratuita los estudiantes universitarios en las instituciones que decidan instalar LULA 2010 en algunas computadoras.

Resulta evidente que la oferta de programas comerciales para ámbitos especializados enfrenta una importante competencia de opciones gratuitas como las mencionadas, y corresponde a los usuarios finales la decisión de elegir una opción libre o una opción con costo, en la medida en que cuente con parámetros de comparación y la experiencia en el uso de ambos tipos de programas. Muchas versiones comerciales ofrecen versiones demo, cuya duración o funcionalidad está limitada por razones obvias.

Esta es sin duda una interesante noticia de la que los universitarios veracruzanos y mexicanos pueden beneficiarse con suma facilidad.



Muchos estudiantes no van a estar felices con ésto

Sin embargo, en virtud de una educación más integral, que incluya el respeto al derecho de autor y la sana costumbre de dar el crédito, de no abusar del texto preparado con dificultad por otros, en fin, de poner en práctica las capacidades propias de las personas alfabetizadas informacionalmente, Approbo es una herramienta gratuita, cuyo registro no toma más de 3 minutos y que le permitirá a cualquier profesor interesado -ésto es lo importante- en saber de dónde y en qué proporción, un estudiante presenta como propio un texto que, previsiblemente ha sido armado a base del típico «copiar-pegar» o «copy-paste» de fuentes indistintas de Internet.

Approbo tiene una utilidad variada. Permite comparar el texto elaborado por el estudiante con la fuente más probablemente relacionada, independientemente del idioma. Permite saber el porcentaje de la «transcripción» o «copia» que hizo el estudiante, y permite conocer el documento fuente de donde se obtuvo presumiblemente el texto. Esta triple funcionalidad es todo un regalo navideño para los docentes universitarios que «no tienen tiempo» -¿y quién lo tiene?- para hacer revisiones exhaustivas de los trabajos académicos encomendados.

Para los investigadores, también resulta muy interesante conocer las fuentes probables de algún documento, y con estas dos vertientes de servicio, Approbo es un acierto total que seguramente verá crecer su base de usuarios de un modo impresionante en el tiempo venidero.

Felicidades a Citilab por esta aportación para hacer del mundo académico un lugar más transparente y para reducir el plagio.

P.D.: Una alternativa al empleo de Approbo es diseñar las actividades de investigación y búsqueda de información de tal manera que copiar y pegar no sea la estrategia más adecuada para cumplir con las mismas. La elaboración de productos como cuadros, tablas comparativas, mapas conceptuales y otro tipo de documentos, como ensayos, entrevistas, crónicas, etc., pueden ayudar a reducir el plagio, e incentivar más a los alumnos a buscar información y a procesarla de manera analítica y crítica.

Otra actividad posible para desatar procesos de autoaprendizaje e investigación autónoma, que por años ha estado al alcance de los profesores, pero para la cual deben tomar por aliados y cómplices a los bibliotecarios, son las «búsquedas del tesoro».



Bibliotecofília y medicina basada en evidencias.

«En la destrucción de la Biblioteca de Bagdad hubo más de un millón de libros asesinados, objetos antiquísimos sustraídos o destrozados, y mil intelectuales iraquíes ejecutados. Aquella fue la cena, opípara. Antes, había sido el tentempié: habían saqueado y quemado el Museo Arqueológico de Bagdad.» C. Castello

Todos los profesionales, en todas las áreas del conocimiento, debemos -o deberíamos- ser bibliotecófilos.

La jactancia, la autosuficiencia o el orgullo por las colecciones personales de libros,o el sentimiento de «¿qué me puede dar esa biblioteca, que camina a tientas?», son actitudes propias de un ciego.

La bibliotecofília, o amor por las bibliotecas, tiene muchas formas de expresarse. Tal vez la más simple sea acudir a ellas. Acudir a buscar cualquier cosa, por el afán de descubrir algo, de estar en ellas. Los libros en las bibliotecas son puertas que, una vez abiertas, conducen a lugares y épocas que rara vez decepcionan. Es posible que algunos profesionales evitemos los libros porque, tal vez, nos hacen reflexionar en nuestros propios errores, nos hacen vernos desconocedores e ignorantes. Pero eso al bibliotecófilo le tiene sin más cuidado que el tamaño de la biblioteca, o de su acervo.

Puede ser la biblioteca municipal, ese lugar casi siempre cerrado, vacío y a oscuras, adonde nada invita a entrar, pero que el bibliotecófilo encuentra poco menos que subyugante. O puede ser la biblioteca «de la ciudad» (como si una biblioteca bastara en nuestros tiempos para servir información y documentos a todos los habitantes «de una ciudad»; si acaso, las bibliotecas «de la ciudad», sirven a los estudiantes de los centros escolares más cercanos, o a aquellos cuyos padres pueden costearles el viaje desde la periferia hasta la biblioteca de la ciudad). Hay que decirlo: en las colonias hay iglesias, hay parques, hay comercios, hay cantinas, pero en México es raro que haya una biblioteca. Uno puede esperar décadas a que se abra una biblioteca de barrio o colonia, y lo más probable es que, de acuerdo con la forma en que se «administra» el presupuesto, jamás se abra una.

In extremis, el bibliotecófilo, a falta de bibliotecas, se volverá «librerófilo», y encontrará fascinantes las cada vez más escasas librerías «de viejo» y por supuesto las nuevas, que también ya escasean.

Y es que la crisis también hace estragos entre los bibliotecófilos, porque pueden estar seguros de que las colecciones de las bibliotecas serán vandalizadas, de que no habrá presupuesto para restaurarlas ni mucho menos para ampliarlas y así, todos los tesoros editoriales que produce el intelecto humano de nuestro tiempo, quedarán vedados para ellos por un largo tiempo. En algunos casos, tal vez para siempre.

Así las cosas, decíamos que el bibliotecófilo experimenta que entra a través de la biblioteca a un nuevo mundo, siempre que se trata de una biblioteca desconocida: ¿qué libros raros o curiosos se hallarán en los estantes? ¿estará aquí, por casualidad, esa obra oscura que es referida en alguna de las letanías bibliográficas de Borges?

Visitar la biblioteca por visitarla, es -según parece- la forma más elemental de demostrar en los hechos ese «afecto», ese amor, esa filiación por la biblioteca. Pero conforme madura la bibliotecofília, que es en el fondo una extensión de la bibliofilia, también crecen las maneras de expresarla.

Entonces se vuelve de interés el origen del acervo, y cada cuándo se actualiza, y quién decide qué secciones se actualizan -o no- de esa biblioteca en particular. Interesa que tenga computadoras y que cuente con acceso a Internet, e interesa que el bibliotecario esté preparado para dar servicios. Muchos bibliotecófilos se decepcionan de los bibliotecarios y algunos han de pensar que seguramente ellos serían, si estuvieran en ese lugar, mejores bibliotecarios.

Bibliotecarios bibliotecófilos: se conocen algunos, pero no abundan. Hay bibliotecarios eficientes y responsables, y son buenos, pero el bibliotecario bibliotecófilo es el que urge.

¿Y qué hay de la medicina basada en evidencias, que figura en el título de esta entrada?

Que los médicos bibliotecófilos deberían tener mucho interés en ella.



Tormentoso final de año

Parece que no amaina la tormenta de malas noticias para los mexicanos en lo económico, lo social y lo político -pero también, y desde luego éste es el tema que más nos interesa, en lo cultural y educativo-. Apenas ayer se difundió en la prensa nacional que ocupamos el lugar 107 de 108 en términos de lectura.

¿Cómo puede explicarse que un país como México, un país con, hasta hace poco, codiciables recursos energéticos que ahora ya -se dice- están agotándose; con inmensos litorales y recursos mineros -nos damos el lujo de dar concesiones para extracción de oro a empresas extranjeras enmedio de la peor crisis económica en siete decádas-, uno de los más ricos en biodiversidad a nivel planetario, con una inmensa riqueza histórica y cultural, un gigante emporio potencial turístico, esté en esa condición la de un país de iletrados?

¿Cómo es posible que -a pesar de todo eso- estemos entre los pueblos del mundo que menos leen? ¿Cómo se ha permitido que ocurra ésto?

¿Qué parte de responsabilidad tiene cada sector de la sociedad -empezando por el gubernamental, pero también el sector privado, los educadores, los medios de comunicación, las empresas y los grupos religiosos? ¿Alguien puede decirse ajeno a las causas de este indicador?

Tiene razón José Emilio Pacheco, cuando dice que experimenta una «sensación de irrealidad» en la entrega de los premios literarios y culturales a los que por su esfuerzo y obra se ha hecho merecedor, pues ¿cómo es posible que a pesar del abandono cultural en que está hundido el país, aún hay hombres y mujeres creadores y sabios -como él- que obtienen reconocimiento mundial?

¿Cuántos premios más no recibirían los hijos de este país, si hubiera un sistema educativo eficaz, que realmente impulsara el desarrollo integral de los mexicanos a lo largo de toda la vida? ¿Cuántos premios más no recibirían los estudiosos mexicanos si la búsqueda de la excelencia en ciencia y humanidades no estuviera motivada por la búsqueda del «estímulo» económico, de los fondos de apoyo al «desempeño» -desempeño académico que, como podemos ver, a la hora de las comparaciones internacionales, se traduce en casi nada…-, sino por la plena certidumbre de que cualquier aportación al conocimiento y a la preparación de los mexicanos es un factor de grandeza nacional, algo de lo que por cierto ya no se habla?

Y la escalada de precios que viene ¿a cuántos mexicanos impedirá terminar sus estudios, o siquiera empezarlos? ¿cuántas familias optarán por poner a sus hijos a trabajar, sólo para garantizar la subsistencia, sacándolos del nivel educativo en que se encuentren? ¿cómo impactará la inflación venidera las adquisiciones de recursos bibliográficos, de computadoras, de materiales para laboratorios? ¿acaso vamos a enseñar química con piedras, física con modelos de cartón, biología con estampas?

¿Cómo recompensa el actual sistema educativo al esfuerzo que realizan las familias para enviar a sus hijos a las escuelas? A nadie se le oculta el hecho de que gran parte de la educación en realidad la imparten los padres de familia, de sus propia mano y, para usar una expresión local pintoresca: «como Dios les da a entender»…

¿A qué entonces la élite de maestros-funcionarios que desde sus cubículos, cobrando sus grandes sueldos, planean y diseñan reformas que no reforman nada?

Lo dicen especialistas en Israel, en Europa y en Estados Unidos: en educación menos es más, pero nuestras autoridades educativas parece que no han entendido lo que esa frase significa. No significa que las escuelas puedan cumplir su función sin presupuesto, tampoco que pueda prescindirse de libros y de computadoras, no significa que los maestros puedan ver reducidos todavía más sus -ya de por sí erosionados- sueldos; lo que quieren decir es que es preferible abordar tres o cuatro temas y verlos con profundidad, con la mayor profundidad posible, desde todas las perspectivas, a lo largo del año, dando oportunidad a los alumnos para pensar y valorar, que atiborrar su mente con veintitantas materias a las que acuden en una suerte de turismo cultural.

Por ese camino, llegamos a la obesidad intelectual -que es también una forma de raquitismo intelectual-, un mal que nos impide discernir con claridad quiénes somos y cuál es nuestro papel como nación en el mundo. Por el camino de la sobrecarga informativa en planes y programas de estudio estamos apostando por la dependencia de aquellos pueblos que en lugar de poner a sus ciudadanos a repetir mecánicamente parrafadas de contenidos obsoletos, les enseñan los métodos y los procedimientos para problematizar, debatir, analizar, sintetizar y crear nuevos conocimientos.

Claro, crear nuevos conocimientos no puede hacerse si no hay libertad. Y de todos los derechos y afanes humanos, parece que es la libertad -la libertad de elegir, la libertad de pensar, la de participar- el que más temen los intereses creados en el México del siglo XXI. Todos somos responsables de ésto, pero hay quienes lo son más.



Copenhagen (Dinamarca), Inglaterra y el calentamiento global

Si resulta abrumadora la evidencia existente entre los 10 años de comunicaciones que, un grupo -hasta ahora no de identificado- de hackers sustrajo del servidor de una Unidad de Investigación Climática, de una universidad inglesa y que han hecho públicos en la red, y pone en entredicho la fiabilidad de las afirmaciones de la inmensa mayoría de los científicos -pero, ciertamente, no de todos-, relativas al ascenso global de la temperatura en las últimas décadas (fenómeno al que desde hace más de una década se le da el nombre de «calentamiento global», y que será motivo de la Conferencia de la ONU sobre el Cambio Climático, en Copenhagen, para diseñar políticas de carácter internacional, como la creación de un mercado de «bonos de carbono», como un instrumento económico-financiero para combatir tal calentamiento), se estaría ante uno de los fiascos científicos -deliberados o no- más grandes de los últimos tiempos, si no es que de la historia de la ciencia.

Si la forma en que se procesa la información bajo el sistema de «revisión por pares» (peer reviewed) está ocurriendo o ha ocurrido en el caso de publicaciones respetables, en otras disciplinas como revelan que ha ocurrido -entre climatólogos- algunos de los correos electrónicos filtrados por los hackers al ciberespacio ¿qué confiabilidad pueden tener en las publicaciones arbitradas, los investigadores científicos y los académicos, y los estudiantes de ciencias, los futuros científicos, sobre la validez de los conocimientos que -se supone- representan el estado del arte en los diferentes dominios de la ciencia?

La crisis financiera internacional tiene, entre otras causas, su origen en una profunda pérdida de confianza, por abuso de confianza ¿puede extenderse también al -hasta ahora- aparentemente sólido edificio de las ciencias?