Universidad Veracruzana

Kaniwá

Bibliotecas, Información y Conocimiento



Bibliotecofília y medicina basada en evidencias.

«En la destrucción de la Biblioteca de Bagdad hubo más de un millón de libros asesinados, objetos antiquísimos sustraídos o destrozados, y mil intelectuales iraquíes ejecutados. Aquella fue la cena, opípara. Antes, había sido el tentempié: habían saqueado y quemado el Museo Arqueológico de Bagdad.» C. Castello

Todos los profesionales, en todas las áreas del conocimiento, debemos -o deberíamos- ser bibliotecófilos.

La jactancia, la autosuficiencia o el orgullo por las colecciones personales de libros,o el sentimiento de «¿qué me puede dar esa biblioteca, que camina a tientas?», son actitudes propias de un ciego.

La bibliotecofília, o amor por las bibliotecas, tiene muchas formas de expresarse. Tal vez la más simple sea acudir a ellas. Acudir a buscar cualquier cosa, por el afán de descubrir algo, de estar en ellas. Los libros en las bibliotecas son puertas que, una vez abiertas, conducen a lugares y épocas que rara vez decepcionan. Es posible que algunos profesionales evitemos los libros porque, tal vez, nos hacen reflexionar en nuestros propios errores, nos hacen vernos desconocedores e ignorantes. Pero eso al bibliotecófilo le tiene sin más cuidado que el tamaño de la biblioteca, o de su acervo.

Puede ser la biblioteca municipal, ese lugar casi siempre cerrado, vacío y a oscuras, adonde nada invita a entrar, pero que el bibliotecófilo encuentra poco menos que subyugante. O puede ser la biblioteca «de la ciudad» (como si una biblioteca bastara en nuestros tiempos para servir información y documentos a todos los habitantes «de una ciudad»; si acaso, las bibliotecas «de la ciudad», sirven a los estudiantes de los centros escolares más cercanos, o a aquellos cuyos padres pueden costearles el viaje desde la periferia hasta la biblioteca de la ciudad). Hay que decirlo: en las colonias hay iglesias, hay parques, hay comercios, hay cantinas, pero en México es raro que haya una biblioteca. Uno puede esperar décadas a que se abra una biblioteca de barrio o colonia, y lo más probable es que, de acuerdo con la forma en que se «administra» el presupuesto, jamás se abra una.

In extremis, el bibliotecófilo, a falta de bibliotecas, se volverá «librerófilo», y encontrará fascinantes las cada vez más escasas librerías «de viejo» y por supuesto las nuevas, que también ya escasean.

Y es que la crisis también hace estragos entre los bibliotecófilos, porque pueden estar seguros de que las colecciones de las bibliotecas serán vandalizadas, de que no habrá presupuesto para restaurarlas ni mucho menos para ampliarlas y así, todos los tesoros editoriales que produce el intelecto humano de nuestro tiempo, quedarán vedados para ellos por un largo tiempo. En algunos casos, tal vez para siempre.

Así las cosas, decíamos que el bibliotecófilo experimenta que entra a través de la biblioteca a un nuevo mundo, siempre que se trata de una biblioteca desconocida: ¿qué libros raros o curiosos se hallarán en los estantes? ¿estará aquí, por casualidad, esa obra oscura que es referida en alguna de las letanías bibliográficas de Borges?

Visitar la biblioteca por visitarla, es -según parece- la forma más elemental de demostrar en los hechos ese «afecto», ese amor, esa filiación por la biblioteca. Pero conforme madura la bibliotecofília, que es en el fondo una extensión de la bibliofilia, también crecen las maneras de expresarla.

Entonces se vuelve de interés el origen del acervo, y cada cuándo se actualiza, y quién decide qué secciones se actualizan -o no- de esa biblioteca en particular. Interesa que tenga computadoras y que cuente con acceso a Internet, e interesa que el bibliotecario esté preparado para dar servicios. Muchos bibliotecófilos se decepcionan de los bibliotecarios y algunos han de pensar que seguramente ellos serían, si estuvieran en ese lugar, mejores bibliotecarios.

Bibliotecarios bibliotecófilos: se conocen algunos, pero no abundan. Hay bibliotecarios eficientes y responsables, y son buenos, pero el bibliotecario bibliotecófilo es el que urge.

¿Y qué hay de la medicina basada en evidencias, que figura en el título de esta entrada?

Que los médicos bibliotecófilos deberían tener mucho interés en ella.