Universidad Veracruzana

Kaniwá

Bibliotecas, Información y Conocimiento



¿Vamos bien?

En el Informe Nacional sobre Desarrollo Humano México 2006-2007, publicado por el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) se exhibe, con el apoyo de una amplia documentación, el estado que guarda nuestra entidad -Veracruz- en términos de desarrollo humano, con respecto al resto de los estados de la república.

Considerando que de acuerdo con el Proyecto del Presupuesto de Egresos de la Federación de 2009, para el estado de Veracruz se planearon transferencias de recursos federales hasta por 63,446 millones de pesos, es decir un incremento de 6,693 millones de pesos, equivalente a un 8.0% sobre el año anterior 2008, en que se proyectaron recursos por 56,753 millones de pesos, resulta difícil explicar cómo, a pesar de disponer de tantos recursos económicos para detonar el desarrollo de la entidad, seguimos ocupando los últimos lugares en términos del Indice de Desarrollo Humano planteado por el PNUD.

Los fondos que recibió el estado equivalen, en términos generales, al doble de los fondos que recibe el estado de Campeche (noveno lugar en el IDH), el triple de los fondos que recibe Coahuila (lugar cuarto en IDH), seis veces lo que recibe el estado de Colima (decimosegundo lugar en el IDH), una vez y media los fondos que recibe el estado de Nuevo León (segundo lugar en el IDH), -la mayoría estados no petroleros, con excepción de Campeche- y así; las comparaciones que son siempre chocantes, nos deberían obligar a todos los ciudadanos a revisar ¿qué sucede en nuestro Estado, que a pesar de la inyección generosa de recursos económicos procedentes de la Federación, no logramos ascender en el IDH y permanecemos rezagados apenas por arriba de los estados de Chiapas, Oaxaca y Guerrero, que califican por abajo de Veracruz, en términos de ese índice?

Los efectos de este estancamiento económico son sufridos crudamente de manera cotidiana por la inmensa mayoría de la población del estado. Por si no fuera suficiente, en Veracruz se encuentran dos de los municipios más pobres del país, Mixtla de Altamirano y Tehuipango, a pesar de que un municipio como el de Boca del Río cuenta con un índice de desarrollo cercano a 1 (0.88%).

Veracruz cuenta con el «40% de los municipios del país con mayor desigualdad y son Xalapa, Fortín, Boca del Río –que tiene mayor índice de desarrollo pero que hay personas más ricas de las ricas y otros más pobres de los pobres o sea miserables– , Mariano Escobedo, Minatitlán, Coatzacoalcos, Nogales y Tuxpan«.

Urge revisar las políticas de desarrollo de nuestra entidad, porque tanto en términos socioeconómicos, como en términos ambientales y culturales, las cosas indican que no vamos bien, en realidad.



Hipatias del Siglo XXI

A pesar del sexismo y el machismo, de la desigualdad y la pobreza, millones de mujeres a lo largo y ancho del planeta disputan hoy, por sus méritos propios, las posiciones de poder y control que durante siglos han sido prerrogativas de los hombres.
En las ciencias y el arte, en la economía y la filosofía, en la arena política y en la técnica, no es dable explicar el formidable avance que la humanidad ha experimentado desde la más antigua historia, sin la acción de las mujeres.
Ya en el antiguo Egipto, bajo el imperio romano, nació una formidable mujer que descolló en las ciencias, especialmente en las matemáticas y la astronomía, y de la que diversos historiadores dejaron numerosos elogios. Hipatia de Alejandría de quien se dice «logró tales alcances en literatura y ciencia, que sobrepasó en mucho a todos los filósofos de su propio tiempo». Consejera de prominentes políticos de su tiempo, Hipatia fue perseguida y murió en el periodo llamado de Cuaresma, a manos de fanáticos religiosos que la consideraban un enemigo de los cultos y el poder clerical de la época, en tiempos en que el cristianismo empezaba a gozar de fuerza política y económica en el imperio romano.
Invocada siempre que se trata de exaltar las capacidades reprimidas, por el predominio patriarcal, de las mujeres en todos los ámbitos en que el varón goza de dominancia, Hipatia seguirá inspirando y conmoviendo a generaciones, y su legado se extenderá a lo largo y ancho de la sociedad mientras haya mujeres capaces de desarrollar su inteligencia, su creatividad y su exuberancia vital, a pesar de los obstáculos.
Cuando hablamos de sociedad de la información, o de sociedad del conocimiento y más aún cuando avizoramos lo que serán las sociedades del aprendizaje, ninguno de estos proyectos humanos es concebible sin la participación plena de las mujeres.
Es nuestro deber refrendar en la práctica, en la vida cotidiana, a cada momento, el respeto y la admiración que merecen todas las mujeres, a sabiendas de que es la parte de la humanidad sobre la que recaen los mayores sufrimientos, privaciones y exclusiones, y que no habrá hombres verdaderos si no somos capaces de honrarlas y protegerlas, procurando su inserción y participación plena en condiciones de igualdad en todos los ámbitos de la vida humana.
Nuestro reconocimiento para ellas debe ir mucho más allá del simbolismo que encierra ese cráter en forma de corazón, que ostenta el nombre de la filósofa Hipatia allá, en la Luna, pues ella representa la capacidad de las mujeres para orientar el rumbo de la humanidad aquí en la Tierra.



Las bibliotecas y el futuro de la humanidad

Con el nombre actual (bibliotecas) o con otros nombres -infotecas, cibertecas, mediatecas, o Casas de Salomón (como imaginaba Francis Bacon, que las tendría la utópica Bensalem, descrita en La Nueva Atlántida) las bibliotecas alcanzarán una integración cada cada vez más orgánica -con todo lo que implica el término- con la vida de las comunidades a las que sirven.
En los tiempos que corren, de precariedad económica y política, de gran polarización entre un sector cada vez más reducido de la población con acceso a la mayor parte de la riqueza global y vastos sectores de la humanidad padeciendo los ancestrales estigmas del hambre, la ignorancia, la enfermedad, la desocupación y la falta de acceso a los bienes informativos y culturales, es difícil imaginar qué futuro aguarda a la humanidad, ya no digamos en un lapso de 10 años, ni de 50, sino de cientos o miles de años.
Cabe esperar que las fuerzas que impulsan a la razón y a la vida ética acabarán por imponerse a los intereses meramente económicos y materiales, los intereses políticos y el afán de dominación de cualquier tipo, aunque esto suene a utopía. Pero, en algún momento futuro la humanidad, para asegurarse de perdurar, deberá hacer planes y proyectos encaminados a la conquista de ese tiempo futuro de inmensas posibilidades, en el cual puedan expresarse de forma cada vez más perfecta los valores que han impulsado a la humanidad desde su origen: la libertad, la fraternidad, la paz, el crecimiento individual y colectivo, la prosperidad y la seguridad alimentaria, el derecho a una vida creativa, el derecho a aprender desde la cuna hasta la tumba, el derecho a gozar y legar los mejores bienes culturales y espirituales de las generaciones pasadas y hacia las generaciones futuras, el derecho a un ambiente limpio, a un entorno protegido, los derechos de otras especies biológicas, en suma, el derecho a la continuidad por tiempo indefinido de la vida en la Tierra y, con suerte, en otros lugares.
¿Qué papel juegan y jugarán las bibliotecas en ese futuro distante?
El auge de las telecomunicaciones que está en la puerta -Google podría empezar a comercializar conexiones de red tan rápidas como 1 gigabit por segundo- aunado al de enormes capacidades para almacenar y procesar información -al respecto, la sociedad ingenieril que establece estándares para las memorias Flash, acaba de dar a conocer un especificación que, si los fabricantes la adoptan, permitirá almacenar más de un centenar de petabytes en el espacio de una estampilla postal -el tamaño aproximado de una memoria Flash- y la conexión a las redes de información de sectores cada vez más amplios de la humanidad, son elementos fundamentales del futuro de las bibliotecas.
El avance tecnológico asegurará la capacidad para digitalizar, almacenar, transmitir y visualizar, volúmenes crecientes de la experiencia, pensamientos, ideas y visiones digitalizados de la humanidad, mientras que, por otro lado, los sistemas de cómputo serán capaces de realizar tareas como el meta-etiquetado automático de ese acervo textual, visual y sonoro, con el apoyo de sistemas expertos y de la inteligencia artificial. Lo anterior, combinado con el poder ampliado de análisis, síntesis y organización de la información y el conocimiento que traerá de la mano la Web Semántica, permiten imaginar que en poco tiempo, tal vez aún antes de que termine esta década, los habitantes de la Tierra contarán con una megabiblioteca de conocimientos tan grandiosa, tan vasta y completa, que ni los mejores filósofos e intelectuales del pasado hubieran podido soñar con una mejor, más rica y más diversa.
No nos referimos solamente al acceso a documentos que por sí mismo es fundamental, nos referimos a la posibilidad de que todas las disciplinas confluyan en estudios sobre la experiencia de sociedades enteras, más allá de la fruición por el control, la vigilancia y el castigo, de que un gran cuerpo de especialistas de todas las disciplinas se enfrasquen en una verdadera autoobservación de la humanidad, a escala global, facilitada por la tecnología.
¿Deberemos temer que, como en algunas novelas o historias de anticipación, nos volveremos esclavos de los mecanismos que hemos inventado?
Jacque Fresco ofrece una perspectiva semejante, con su proyecto Venus: ciudades recreadas de novo sobre las ruinas de las anteriores, pero controladas por ordenadores y en una elegante interacción con su entorno.
Fresco propone una arquitectura futurista que cambiará para siempre el paisaje de la humanidad, los entornos en los que se desarrollan los seres humanos. Como resulta claro, no todos los países podrán emprender planes de refundación, como el que Fresco plantea con su Proyecto Venus.
Todavía debemos esperar a ver qué clase de urbanismo, qué clase de soluciones ambientales, qué clase de eco-urbanismo surge de la inteligencia latinoamericana, ahora que las oportunidades de cooperación e integración regional son tal vez las mejores de la historia.
Los europeos ya trabajan desde hace tiempo en sus propias líneas de arquitectura ecológica y sustentable. También se impone el reto energético. El desafío que supone el cambio climático -ya como calentamiento, ya como glaciación- y esta oleada inusual de eventos sísmicos (Haití, Chile…), deberá reflejarse -tarde o temprano- en la forma que los hombres damos a nuestro hábitat en las ciudades, las metrópolis, el campo.
Y está, siempre, la cuestión de la sustentabilidad, de los derechos humanos y de los derechos de otras especies. El futuro hipercomplejo al que tiende la humanidad, amerita de los mejores esfuerzos de inteligencia e investigación colectivas, esfuerzos que parecen impensables sin bibliotecarios, ni bibliotecas de algún tipo. ¿Estamos listos?
Imagen tomada de The Project Venus.



Entre la debacle y la esperanza

Pasada la mitad de su periodo, la actual administración federal no ha logrado concitar el respaldo mayoritario de los mexicanos a sus políticas económica, educativa, cultural, fiscal, social, ni de seguridad. Las dudas que prevalecen aún sobre la legitimidad de su mandato y la evidente descomposición que se ha vivido en la escena política en estos tres años, no solamente han conducido al país a «la peor crisis económica de nuestras vidas», como reconocen los más documentados y acuciosos análisis, sino también a un crisis social y política de consecuencias insospechadas. Justo ahora, varias ciudades y entidades del norte del país, como en su momento ha ocurrido también en el centro y sur del país, viven horas de angustia y tensión porque la seguridad y la convivencia pacífica han sido suplantadas por los espectros de la violencia, las ejecuciones y el narcotráfico.
Convendría aprontar estrategias que fueran al fondo del asunto de la inseguridad, el desempleo, la pobreza y la informalidad en la economía. Para ello, algo o mucho pueden y deben hacer las bibliotecas de todo tipo. En lugar de hablar de inversiones raquíticas en espacios para la práctica de deportes, como recientemente se propuso ante la grave oleada de violencia que afecta a Ciudad Juárez, cabría esperar una acción contundente del estado para recuperar espacios públicos y para afianzar y consolidar el capital social de esas y otras partes del país. Un proyecto de bibliotecas regionales, regionales no sólo por el membrete, sino por las funciones específicas que tendrían que realizar dentro de su ámbito geográfico de influencia, enclavadas en lugares altamente estratégicos, y con una oferta significativa de recursos de información, de actividades culturales y de foros y espacios para la interacción social, podrían detonar procesos de reflexión y recreación que opusieran una importante resistencia al ocio estéril, la falta de horizontes vitales, y acabar paulatinamente con la falta de oportunidades de acceso a la cultura en esas zonas. Un proyecto como el de las bibliotecas-parque que con visión generosa realizó el gobierno de Colombia.
Cuando se piensa en las graves irregularidades que reporta la Auditoría Superior de la Federación en torno al manejo de cuantiosos recursos públicos, uno se pregunta ¿por qué no se transparenta el ejercicio de esos recursos y se invita a los diversos sectores profesionales y empresariales para erigir proyectos como el de Parques Bibliotecas en Medellín, Colombia, como un primer paso en un vasto proceso de restauración del tejido social y de la actividad cultural y educativa en las zonas del país que hoy por hoy parecen tierra de nadie?
Se habla de capitales excedentes originados en la renta petrolera hasta por un billón de pesos, que han ido a parar a un barril sin fondo de gastos gubernamentales. ¿Es así como se piensa colocar a nuestro país en condiciones de competir y colaborar con otros países de América Latina y del mundo? El caso de Haití debe brindarnos suficientes lecciones a todos los latinoamericanos, acerca de cierta incapacidad histórica para gobernarnos de acuerdo con principios democráticos, pero también del papel que juega la injerencia extranjera en asuntos que deberían ser de interés principalmente de los habitantes de este país.
Deberíamos, los bibliotecarios todos, pero también los docentes y los propios estudiantes, apurar el paso para que aún las bibliotecas municipales más pequeñas, esas que ocupan un cuarto al lado de la intendencia en muchos palacios municipales, estén abiertas todo el día, exijan la conectividad mínima para usar Internet, exijan cursos de capacitación y actualización tanto en procesos bibliotecarios como en el uso efectivo de las nuevas tecnologías, para conformar así, gradualmente, una verdadera red inteligente de bibliotecas que compartan toda clase de recursos y servicios, que permitan orientar y educar al usuario, que brinden información oportuna sobre cuestiones económicas, sobre la salud, el medio ambiente y una infinidad de temas que son de interés de todos los ciudadanos.
Las bibliotecas escolares, por su parte, deberían mantener colecciones vivas tanto impresas como electrónicas, en torno a los asuntos que interesan o inquietan a los jóvenes, con información completa y suficiente sobre las consecuencias del uso de drogas, las prácticas sexuales riesgosas, el cuidado de su entorno inmediato y de su integridad física y psicológica.
Aunque tal vez sea imposible establecer correlaciones entre el nivel educativo y el nivel cultural de la población y su proclividad al consumo y trasiego de drogas, es casi seguro que la ignorancia, la pobreza y la escasez de oportunidades para trabajar, estudiar, aprender y desarrollar el propio potencial, constituyen el campo de cultivo perfecto para los comerciantes de enervantes y otras sustancias dirigidas a alterar el funcionamiento cerebral de los individuos. El acceso a la información y el uso cooperativo de la misma (como es el propósito de la Biblioteca Virtual de la Cooperación Internacional, por ejemplo) pueden ser una clave que falta por explotar en la recuperación de  una convivencia social pacífica y un estado democrático.



Su sangre llega hasta nosotros: nuestros hermanos de allá

Tormenta

Por Jacques Roumain (Haití, 1907-1944)

El viento espantó un rebaño de bisontes blancos en la
[vasta pradera
del cielo. Silenciosos y poderosos aplastaron
el sol: el sol se apagó.
El viento aulló como una mujer en mal de parto:
La lluvia acudió, hija del fuego y del mar;
llegó danzando
y lanzó sobre el mundo cortinas de bruma.
Las hojas cantaron
temblando como debutantes de music-hall;
vino el trueno
y aplaudió. Entonces todo se calló para dejar
aplaudir al trueno; las flores
murieron sin haber vivido; las palmeras agitaron
sus abanicos contra el calor.
Un rebaño de bisontes emigra del oriente al
occidente, y la noche llegó como una mujer de luto.

Tomado de: Roumain, Jacques. Gobernadores del rocío y otros textos. Fundación Biblioteca Ayacucho. Gobierno Bolivariano de Venezuela. Texto completo en línea.



2010: un año que tenemos que pensárnoslo

Y pensárnoslo mucho, en solitario y colectivamente, porque tal vez antes del 2012 no haya otro momento decisivo en nuestra historia como éste. Y tenemos que pensárnoslo en el sentido que señala Jorge Mendoza, retóricamente: «El pensamiento retórico: Otro argumento sobre la mente«.
Y recordar a Solón, reunirnos con él en la memoria, con el legislador griego, el de los orígenes de la civilización occidental: si el pueblo padece hambre e injusticia, si el pueblo no tiene trazado un camino, si el pueblo sufre de carencias y de desazón, si algunos abusan de esta condición para sacar provecho y beneficiarse, si nos roban lo que nos pertenece, si los bolsillos están vacíos y hay esta especie de esclavitud bochornosa, existen causas identificables de todo ello, y está en las manos de la propia sociedad, el corregir o eliminar dichas causas.



Valor e importancia de los recursos de información

Las universidades públicas mantienen una oferta importante, interesante, de recursos de información que se contratan, desarrollan y mantienen con recursos públicos.
La vida académica de las universidades debería girar en torno a los problemas sociales, económicos y culturales que demandan solución imperiosa, aprovechando, para encontrar dichas soluciones, los recursos de información más adecuados existentes en el orbe.
No obstante, hay que advertirlo, parece existir una cultura de la autosatisfacción de la demanda de información entre muchos docentes, investigadores y estudiantes. ¿Cuáles son las consecuencias de dicha cultura? ¿Qué ocurre cuando académicos y bibliotecarios trabajan separados, sin una estrecha comunicación y sin conocer bien a bien, lo que piensan unos de otros, y especialmente sin que se conozcan las necesidades y las propuestas de todos?
Sin duda, la red de redes -Internet- ha facilitado que cualquier persona pueda obtener vasta información en pocos instantes y, en función de cuán hábil es la persona para hacer las consultas y cuán flexible es para enriquecer sus estrategias de búsqueda, la información puede ser desde pobre y poco confiable desde el punto de vista académico, hasta muy valiosa.
Para sortear el problema de la calidad de la información, que es fundamental en cualquier proceso de generación, construcción y organización del conocimiento, las bibliotecas universitarias mantienen convenios de servicio con proveedores de información ampliamente reconocidos en el mercado de información y editorial a nivel internacional. La experiencia compartida entre instituciones de educación superior, y la demanda de información por parte de sus cuerpos académicos, conforma el acervo o los repositorios con que éstas proveen de información a sus docentes, investigadores y estudiantes.
A partir de la experiencia que hemos acumulado en los servicios bibliotecarios, podemos postular dos hipótesis: la primera es que los docentes, investigadores y estudiantes están autosatisfaciendo sus necesidades de la mejor manera que pueden, muchas veces pasando por alto la existencia de los servicios bibliotecarios; la segunda es que los bibliotecarios han estado extendiendo una oferta más que generosa de recursos de información de excelente calidad, de la que poco están informados por diversas razones los universitarios y acaba por ser subutilizada.

La cultura del autoservicio de información, en la que de manera individual cada integrante de la comunidad universitaria se autoprovee de los recursos de información que están a su alcance, o conforme a sus habilidades, debe ser elevada a una cultura de la compartición de información, a la comparación y discusión sobre las fuentes de información impresas y electrónicas que utilizamos, en busca de las más adecuadas y pertinentes,  a una cultura de la búsqueda de la excelencia en términos de la actualidad, autoridad y completitud de la información que manejamos, información que forma parte -o debería formar parte- de nuestros planes y programas de estudio, de nuestros programas académicos y nuestros proyectos institucionales.
La información ha tenido siempre y mantendrá siempre esa condición de ser un elemento de importancia estrátegica para la acción. Por lo anterior, es importante que los universitarios den a conocer cuáles son sus necesidades de información a los académicos y a los bibliotecarios, y si no están muy seguros de cuáles son esas necesidades de información, es posible que organizados en comités, uno por cada facultad e instituto, y trabajando con bibliotecarios interesados en el asunto,  se elaboren mapas de necesidades de información, para que las adquisiciones de recursos y servicios de información correspondan, de la mejor manera, con dichos mapas y resuelvan en la mayor medida posible dichas necesidades de información. Un punto de partida seguro, para establecer dichos mapas de necesidades de información, puede ser la consideración meticulosa de los planes y programas de estudio, comparando dichos planes y programas con los existentes en otras partes del mundo, con la bibliografía actualizada que generan las diversas casas editoriales nacionales y extranjeras y considerando tanto como sea posible el estado del arte del conocimiento en cada disciplina. Estas consideraciones, por tanto, demandan la socialización de nuestros conocimientos y la determinación del alcance de nuestros saberes en los diversos terrenos de las ciencias y las humanidades. De esa manera, reconociendo lo que sabemos y admitiendo lo que no sabemos, podemos crear un paisaje informativo -nuestro paisaje informativo- más definido, uno que nos permita conocer cuáles son los terrenos con los que estamos familiarizados y aquellos sobre los que requerimos bibliografía nueva, o acceso a bases de datos, que nos sirvan como una «cartografía del saber».
En nuestra búsqueda de la excelencia informativa, además, debemos tener en cuenta las diversas modalidades y soportes de la información. Actualmente existen excelentes fuentes de información de acceso público, pero muchas fuentes de información de primera magnitud son productos que comercializan casas especializadas en ciertas áreas. Otras fuentes de información pueden encontrarse en formatos sonoros, ópticos, magnéticos, etcétera.
Por otro lado, debemos considerar la propia información que producen los claustros, laboratorios y gabinetes de investigación en nuestras universidades. Al ser esta investigación financiada con recursos públicos, existe en principio un compromiso ético de compartir y difundir tanto como sea posible dicha información. Debemos cerrar el ciclo de la información-conocimiento que va desde la lectura hasta la publicación, y lograr que más universitarios estén enterados e interesados en lo que produce como nueva información la propia universidad. La diversidad, la libertad y la claridad conceptual que alcancemos, como consecuencia de un proceso semejante, será determinante para conformar nuestro bagaje cultural como universitarios, pero sobre todo como seres humanos inmersos en una sociedad agobiada por la incertidumbre, pero capaces de encontrar soluciones.
En un país en crisis, como el nuestro, la crisis más grave en un siglo, los universitarios debemos y podemos hacer un esfuerzo adicional para comenzar a poner en orden el vasto campo de nuestros intereses universitarios y trabajar para enriquecer, fortalecer o ampliar aquellas áreas en que ésto sea necesario.

La sociedad nutre en todos los aspectos a la Universidad, por lo que nuestra deuda mayor es con ella, pues ella nos dota de toda nuestra razón de ser y de todo nuestro sentido.



LULA 2010

El proyecto LULA 2010: Linux para Universidades Latinoamericanas, de la Universidad de Extremadura, España, promete ser uno de los proyectos más interesantes de integración de las nuevas tecnologías, y particularmente del software libre, en el ámbito de la educación superior.

Cabe decir que la oferta inicial del proyecto está dirigida a todos aquellos interesados en conocer el potencial de las aplicaciones de software libre basadas en Linux para la enseñanza y el aprendizaje en disciplinas especializadas del curriculo universitario.

Partiendo de esa idea, el grupo de universidades latinoamericanas participantes en este proyecto de la Cátedra Telefónica para la aplicación de las tecnologías de información y comunicación en el entorno universitario, han integrado un repertorio inicial de aplicaciones de software libre que pretenden satisfacer los requerimientos de aprendizaje de los estudiantes en formación.

Una lista detallada de las aplicaciones incluídas en esta distribución de Linux, que puede descargarse en forma gratuita del portal del proyecto, puede verse aquí. Y destacamos algunas de las aplicaciones que nos parece pueden aprovecharse ampliamente en el entorno de nuestra propia casa de estudios:

  • KDevelop 3.5.3: Entorno de desarrollo integrado para C/C++
  • Eclipse 3.5 (Galileo): Entorno de desarrollo integrado. Preparado por defecto para C/C++ y Java EE.
  • Code:Blocks 8.02: Entorno de desarrollo integrado para C/C++.
  • Anjuta 2.26: Entorno de desarrollo integrado para C/C++.
  • MonoDevelop 2.0: Entorno de desarrollo integrado para C# y otros lenguajes .NET.
  • GCC / G++ 4.3.3: Compiladores de GNU para los lenguajes C y C++ respectivamente.
  • Protégé 3.4.1: Editor de ontologías y framework para bases de conocimiento.
  • CMapTools 5.0.3: Herramienta para crear mapas conceptuales.
  • Freemind 0.7.1: Herramienta para crear mapas conceptuales.
  • TkGate 1.8: Diseño y simulación de circuitos digitales.
  • GNU Octave 3.0.1: Aplicación orientada al análisis numérico.
  • Python 2.6.2: Lenguaje de Programación Python.
  • Dia 0.96: Herramienta para dibujar diagramas estructurados.
  • Scilab 5.1: Programación de alto nivel para cálculo científico.
  • Intérprete R 2.8.1: Computación estadística y generación de gráficas con R.
  • R-Commander 1.5-2: Interfaz gráfica para el lenguaje de programación R.
  • ArgoUML 0.28: Herramienta de modelado UML basada en Java.
  • Wireshark 1.0.7: Analizador de protocolos de red, conocido anteriormente como Ethereal.
  • Kompozer 0.7.10: Editor HTML basado en Nvu.
  • Audacity 1.3.7: Grabación y edición de archivos de audio.
  • KiCad 20080825c: Creación de esquemas electrónicos y circuitos impresos.
  • GeoGebra: Herramienta complementaria para la enseñanza de geometría, álgebra y cálculo.
  • eXeLearning: 1.04.0.3532 Editor de recursos educativos.
  • JClic 0.2.0.4: Entorno para la creación, realización y evaluación de actividades educativas multimedia.
  • Praat 5.1.0: Herramienta para el estudio fonético del habla.
  • GRASS GIS: 6.2.3 Sistema de información geográfica.
  • PSPP 0.6.1: Herramienta para análisis estadístico.
  • Apache 2.2.11: Servidor web HTTP.
  • Tomcat 5.5.26: Servidor web con soporte para servlets y páginas JSP.
  • PHP 5.2.6: Lenguaje de programación interpretado para programación web.
  • MySQL 5.1: Sistema gestor de bases de datos.
  • PostgreSQL: 8.3: Sistema gestor de bases de datos.
  • phpMyAdmin 3.1.2: Administración vía web de MySQL.
  • phpPgAdmin 4.2.2: Administración vía web de PostgreSQL.

Estas, entre otras, son las aplicaciones a las que pueden acceder de manera gratuita los estudiantes universitarios en las instituciones que decidan instalar LULA 2010 en algunas computadoras.

Resulta evidente que la oferta de programas comerciales para ámbitos especializados enfrenta una importante competencia de opciones gratuitas como las mencionadas, y corresponde a los usuarios finales la decisión de elegir una opción libre o una opción con costo, en la medida en que cuente con parámetros de comparación y la experiencia en el uso de ambos tipos de programas. Muchas versiones comerciales ofrecen versiones demo, cuya duración o funcionalidad está limitada por razones obvias.

Esta es sin duda una interesante noticia de la que los universitarios veracruzanos y mexicanos pueden beneficiarse con suma facilidad.



Bibliotecofília y medicina basada en evidencias.

«En la destrucción de la Biblioteca de Bagdad hubo más de un millón de libros asesinados, objetos antiquísimos sustraídos o destrozados, y mil intelectuales iraquíes ejecutados. Aquella fue la cena, opípara. Antes, había sido el tentempié: habían saqueado y quemado el Museo Arqueológico de Bagdad.» C. Castello

Todos los profesionales, en todas las áreas del conocimiento, debemos -o deberíamos- ser bibliotecófilos.

La jactancia, la autosuficiencia o el orgullo por las colecciones personales de libros,o el sentimiento de «¿qué me puede dar esa biblioteca, que camina a tientas?», son actitudes propias de un ciego.

La bibliotecofília, o amor por las bibliotecas, tiene muchas formas de expresarse. Tal vez la más simple sea acudir a ellas. Acudir a buscar cualquier cosa, por el afán de descubrir algo, de estar en ellas. Los libros en las bibliotecas son puertas que, una vez abiertas, conducen a lugares y épocas que rara vez decepcionan. Es posible que algunos profesionales evitemos los libros porque, tal vez, nos hacen reflexionar en nuestros propios errores, nos hacen vernos desconocedores e ignorantes. Pero eso al bibliotecófilo le tiene sin más cuidado que el tamaño de la biblioteca, o de su acervo.

Puede ser la biblioteca municipal, ese lugar casi siempre cerrado, vacío y a oscuras, adonde nada invita a entrar, pero que el bibliotecófilo encuentra poco menos que subyugante. O puede ser la biblioteca «de la ciudad» (como si una biblioteca bastara en nuestros tiempos para servir información y documentos a todos los habitantes «de una ciudad»; si acaso, las bibliotecas «de la ciudad», sirven a los estudiantes de los centros escolares más cercanos, o a aquellos cuyos padres pueden costearles el viaje desde la periferia hasta la biblioteca de la ciudad). Hay que decirlo: en las colonias hay iglesias, hay parques, hay comercios, hay cantinas, pero en México es raro que haya una biblioteca. Uno puede esperar décadas a que se abra una biblioteca de barrio o colonia, y lo más probable es que, de acuerdo con la forma en que se «administra» el presupuesto, jamás se abra una.

In extremis, el bibliotecófilo, a falta de bibliotecas, se volverá «librerófilo», y encontrará fascinantes las cada vez más escasas librerías «de viejo» y por supuesto las nuevas, que también ya escasean.

Y es que la crisis también hace estragos entre los bibliotecófilos, porque pueden estar seguros de que las colecciones de las bibliotecas serán vandalizadas, de que no habrá presupuesto para restaurarlas ni mucho menos para ampliarlas y así, todos los tesoros editoriales que produce el intelecto humano de nuestro tiempo, quedarán vedados para ellos por un largo tiempo. En algunos casos, tal vez para siempre.

Así las cosas, decíamos que el bibliotecófilo experimenta que entra a través de la biblioteca a un nuevo mundo, siempre que se trata de una biblioteca desconocida: ¿qué libros raros o curiosos se hallarán en los estantes? ¿estará aquí, por casualidad, esa obra oscura que es referida en alguna de las letanías bibliográficas de Borges?

Visitar la biblioteca por visitarla, es -según parece- la forma más elemental de demostrar en los hechos ese «afecto», ese amor, esa filiación por la biblioteca. Pero conforme madura la bibliotecofília, que es en el fondo una extensión de la bibliofilia, también crecen las maneras de expresarla.

Entonces se vuelve de interés el origen del acervo, y cada cuándo se actualiza, y quién decide qué secciones se actualizan -o no- de esa biblioteca en particular. Interesa que tenga computadoras y que cuente con acceso a Internet, e interesa que el bibliotecario esté preparado para dar servicios. Muchos bibliotecófilos se decepcionan de los bibliotecarios y algunos han de pensar que seguramente ellos serían, si estuvieran en ese lugar, mejores bibliotecarios.

Bibliotecarios bibliotecófilos: se conocen algunos, pero no abundan. Hay bibliotecarios eficientes y responsables, y son buenos, pero el bibliotecario bibliotecófilo es el que urge.

¿Y qué hay de la medicina basada en evidencias, que figura en el título de esta entrada?

Que los médicos bibliotecófilos deberían tener mucho interés en ella.



Tormentoso final de año

Parece que no amaina la tormenta de malas noticias para los mexicanos en lo económico, lo social y lo político -pero también, y desde luego éste es el tema que más nos interesa, en lo cultural y educativo-. Apenas ayer se difundió en la prensa nacional que ocupamos el lugar 107 de 108 en términos de lectura.

¿Cómo puede explicarse que un país como México, un país con, hasta hace poco, codiciables recursos energéticos que ahora ya -se dice- están agotándose; con inmensos litorales y recursos mineros -nos damos el lujo de dar concesiones para extracción de oro a empresas extranjeras enmedio de la peor crisis económica en siete decádas-, uno de los más ricos en biodiversidad a nivel planetario, con una inmensa riqueza histórica y cultural, un gigante emporio potencial turístico, esté en esa condición la de un país de iletrados?

¿Cómo es posible que -a pesar de todo eso- estemos entre los pueblos del mundo que menos leen? ¿Cómo se ha permitido que ocurra ésto?

¿Qué parte de responsabilidad tiene cada sector de la sociedad -empezando por el gubernamental, pero también el sector privado, los educadores, los medios de comunicación, las empresas y los grupos religiosos? ¿Alguien puede decirse ajeno a las causas de este indicador?

Tiene razón José Emilio Pacheco, cuando dice que experimenta una «sensación de irrealidad» en la entrega de los premios literarios y culturales a los que por su esfuerzo y obra se ha hecho merecedor, pues ¿cómo es posible que a pesar del abandono cultural en que está hundido el país, aún hay hombres y mujeres creadores y sabios -como él- que obtienen reconocimiento mundial?

¿Cuántos premios más no recibirían los hijos de este país, si hubiera un sistema educativo eficaz, que realmente impulsara el desarrollo integral de los mexicanos a lo largo de toda la vida? ¿Cuántos premios más no recibirían los estudiosos mexicanos si la búsqueda de la excelencia en ciencia y humanidades no estuviera motivada por la búsqueda del «estímulo» económico, de los fondos de apoyo al «desempeño» -desempeño académico que, como podemos ver, a la hora de las comparaciones internacionales, se traduce en casi nada…-, sino por la plena certidumbre de que cualquier aportación al conocimiento y a la preparación de los mexicanos es un factor de grandeza nacional, algo de lo que por cierto ya no se habla?

Y la escalada de precios que viene ¿a cuántos mexicanos impedirá terminar sus estudios, o siquiera empezarlos? ¿cuántas familias optarán por poner a sus hijos a trabajar, sólo para garantizar la subsistencia, sacándolos del nivel educativo en que se encuentren? ¿cómo impactará la inflación venidera las adquisiciones de recursos bibliográficos, de computadoras, de materiales para laboratorios? ¿acaso vamos a enseñar química con piedras, física con modelos de cartón, biología con estampas?

¿Cómo recompensa el actual sistema educativo al esfuerzo que realizan las familias para enviar a sus hijos a las escuelas? A nadie se le oculta el hecho de que gran parte de la educación en realidad la imparten los padres de familia, de sus propia mano y, para usar una expresión local pintoresca: «como Dios les da a entender»…

¿A qué entonces la élite de maestros-funcionarios que desde sus cubículos, cobrando sus grandes sueldos, planean y diseñan reformas que no reforman nada?

Lo dicen especialistas en Israel, en Europa y en Estados Unidos: en educación menos es más, pero nuestras autoridades educativas parece que no han entendido lo que esa frase significa. No significa que las escuelas puedan cumplir su función sin presupuesto, tampoco que pueda prescindirse de libros y de computadoras, no significa que los maestros puedan ver reducidos todavía más sus -ya de por sí erosionados- sueldos; lo que quieren decir es que es preferible abordar tres o cuatro temas y verlos con profundidad, con la mayor profundidad posible, desde todas las perspectivas, a lo largo del año, dando oportunidad a los alumnos para pensar y valorar, que atiborrar su mente con veintitantas materias a las que acuden en una suerte de turismo cultural.

Por ese camino, llegamos a la obesidad intelectual -que es también una forma de raquitismo intelectual-, un mal que nos impide discernir con claridad quiénes somos y cuál es nuestro papel como nación en el mundo. Por el camino de la sobrecarga informativa en planes y programas de estudio estamos apostando por la dependencia de aquellos pueblos que en lugar de poner a sus ciudadanos a repetir mecánicamente parrafadas de contenidos obsoletos, les enseñan los métodos y los procedimientos para problematizar, debatir, analizar, sintetizar y crear nuevos conocimientos.

Claro, crear nuevos conocimientos no puede hacerse si no hay libertad. Y de todos los derechos y afanes humanos, parece que es la libertad -la libertad de elegir, la libertad de pensar, la de participar- el que más temen los intereses creados en el México del siglo XXI. Todos somos responsables de ésto, pero hay quienes lo son más.