En el Informe Nacional sobre Desarrollo Humano México 2006-2007, publicado por el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) se exhibe, con el apoyo de una amplia documentación, el estado que guarda nuestra entidad -Veracruz- en términos de desarrollo humano, con respecto al resto de los estados de la república.
Considerando que de acuerdo con el Proyecto del Presupuesto de Egresos de la Federación de 2009, para el estado de Veracruz se planearon transferencias de recursos federales hasta por 63,446 millones de pesos, es decir un incremento de 6,693 millones de pesos, equivalente a un 8.0% sobre el año anterior 2008, en que se proyectaron recursos por 56,753 millones de pesos, resulta difícil explicar cómo, a pesar de disponer de tantos recursos económicos para detonar el desarrollo de la entidad, seguimos ocupando los últimos lugares en términos del Indice de Desarrollo Humano planteado por el PNUD.
Los fondos que recibió el estado equivalen, en términos generales, al doble de los fondos que recibe el estado de Campeche (noveno lugar en el IDH), el triple de los fondos que recibe Coahuila (lugar cuarto en IDH), seis veces lo que recibe el estado de Colima (decimosegundo lugar en el IDH), una vez y media los fondos que recibe el estado de Nuevo León (segundo lugar en el IDH), -la mayoría estados no petroleros, con excepción de Campeche- y así; las comparaciones que son siempre chocantes, nos deberían obligar a todos los ciudadanos a revisar ¿qué sucede en nuestro Estado, que a pesar de la inyección generosa de recursos económicos procedentes de la Federación, no logramos ascender en el IDH y permanecemos rezagados apenas por arriba de los estados de Chiapas, Oaxaca y Guerrero, que califican por abajo de Veracruz, en términos de ese índice?
Los efectos de este estancamiento económico son sufridos crudamente de manera cotidiana por la inmensa mayoría de la población del estado. Por si no fuera suficiente, en Veracruz se encuentran dos de los municipios más pobres del país, Mixtla de Altamirano y Tehuipango, a pesar de que un municipio como el de Boca del Río cuenta con un índice de desarrollo cercano a 1 (0.88%).
Urge revisar las políticas de desarrollo de nuestra entidad, porque tanto en términos socioeconómicos, como en términos ambientales y culturales, las cosas indican que no vamos bien, en realidad.


Cabe esperar que las fuerzas que impulsan a la razón y a la vida ética acabarán por imponerse a los intereses meramente económicos y materiales, los intereses políticos y el afán de dominación de cualquier tipo, aunque esto suene a utopía. Pero, en algún momento futuro la humanidad, para asegurarse de perdurar, deberá hacer planes y proyectos encaminados a la conquista de ese tiempo futuro de inmensas posibilidades, en el cual puedan expresarse de forma cada vez más perfecta los valores que han impulsado a la humanidad desde su origen: la libertad, la fraternidad, la paz, el crecimiento individual y colectivo, la prosperidad y la seguridad alimentaria, el derecho a una vida creativa, el derecho a aprender desde la cuna hasta la tumba, el derecho a gozar y legar los mejores bienes culturales y espirituales de las generaciones pasadas y hacia las generaciones futuras, el derecho a un ambiente limpio, a un entorno protegido, los derechos de otras especies biológicas, en suma, el derecho a la continuidad por tiempo indefinido de la vida en la Tierra y, con suerte, en otros lugares.





Puede ser la biblioteca municipal, ese lugar casi siempre cerrado, vacío y a oscuras, adonde nada invita a entrar, pero que el bibliotecófilo encuentra poco menos que subyugante. O puede ser la biblioteca «de la ciudad» (como si una biblioteca bastara en nuestros tiempos para servir información y documentos a todos los habitantes «de una ciudad»; si acaso, las bibliotecas «de la ciudad», sirven a los estudiantes de los centros escolares más cercanos, o a aquellos cuyos padres pueden costearles el viaje desde la periferia hasta la biblioteca de la ciudad). Hay que decirlo: en las colonias hay iglesias, hay parques, hay comercios, hay cantinas, pero en México es raro que haya una biblioteca. Uno puede esperar décadas a que se abra una biblioteca de barrio o colonia, y lo más probable es que, de acuerdo con la forma en que se «administra» el presupuesto, jamás se abra una.
