Universidad Veracruzana

Kaniwá

Bibliotecas, Información y Conocimiento



Su sangre llega hasta nosotros: nuestros hermanos de allá

Tormenta

Por Jacques Roumain (Haití, 1907-1944)

El viento espantó un rebaño de bisontes blancos en la
[vasta pradera
del cielo. Silenciosos y poderosos aplastaron
el sol: el sol se apagó.
El viento aulló como una mujer en mal de parto:
La lluvia acudió, hija del fuego y del mar;
llegó danzando
y lanzó sobre el mundo cortinas de bruma.
Las hojas cantaron
temblando como debutantes de music-hall;
vino el trueno
y aplaudió. Entonces todo se calló para dejar
aplaudir al trueno; las flores
murieron sin haber vivido; las palmeras agitaron
sus abanicos contra el calor.
Un rebaño de bisontes emigra del oriente al
occidente, y la noche llegó como una mujer de luto.

Tomado de: Roumain, Jacques. Gobernadores del rocío y otros textos. Fundación Biblioteca Ayacucho. Gobierno Bolivariano de Venezuela. Texto completo en línea.



2010: un año que tenemos que pensárnoslo

Y pensárnoslo mucho, en solitario y colectivamente, porque tal vez antes del 2012 no haya otro momento decisivo en nuestra historia como éste. Y tenemos que pensárnoslo en el sentido que señala Jorge Mendoza, retóricamente: «El pensamiento retórico: Otro argumento sobre la mente«.
Y recordar a Solón, reunirnos con él en la memoria, con el legislador griego, el de los orígenes de la civilización occidental: si el pueblo padece hambre e injusticia, si el pueblo no tiene trazado un camino, si el pueblo sufre de carencias y de desazón, si algunos abusan de esta condición para sacar provecho y beneficiarse, si nos roban lo que nos pertenece, si los bolsillos están vacíos y hay esta especie de esclavitud bochornosa, existen causas identificables de todo ello, y está en las manos de la propia sociedad, el corregir o eliminar dichas causas.



Valor e importancia de los recursos de información

Las universidades públicas mantienen una oferta importante, interesante, de recursos de información que se contratan, desarrollan y mantienen con recursos públicos.
La vida académica de las universidades debería girar en torno a los problemas sociales, económicos y culturales que demandan solución imperiosa, aprovechando, para encontrar dichas soluciones, los recursos de información más adecuados existentes en el orbe.
No obstante, hay que advertirlo, parece existir una cultura de la autosatisfacción de la demanda de información entre muchos docentes, investigadores y estudiantes. ¿Cuáles son las consecuencias de dicha cultura? ¿Qué ocurre cuando académicos y bibliotecarios trabajan separados, sin una estrecha comunicación y sin conocer bien a bien, lo que piensan unos de otros, y especialmente sin que se conozcan las necesidades y las propuestas de todos?
Sin duda, la red de redes -Internet- ha facilitado que cualquier persona pueda obtener vasta información en pocos instantes y, en función de cuán hábil es la persona para hacer las consultas y cuán flexible es para enriquecer sus estrategias de búsqueda, la información puede ser desde pobre y poco confiable desde el punto de vista académico, hasta muy valiosa.
Para sortear el problema de la calidad de la información, que es fundamental en cualquier proceso de generación, construcción y organización del conocimiento, las bibliotecas universitarias mantienen convenios de servicio con proveedores de información ampliamente reconocidos en el mercado de información y editorial a nivel internacional. La experiencia compartida entre instituciones de educación superior, y la demanda de información por parte de sus cuerpos académicos, conforma el acervo o los repositorios con que éstas proveen de información a sus docentes, investigadores y estudiantes.
A partir de la experiencia que hemos acumulado en los servicios bibliotecarios, podemos postular dos hipótesis: la primera es que los docentes, investigadores y estudiantes están autosatisfaciendo sus necesidades de la mejor manera que pueden, muchas veces pasando por alto la existencia de los servicios bibliotecarios; la segunda es que los bibliotecarios han estado extendiendo una oferta más que generosa de recursos de información de excelente calidad, de la que poco están informados por diversas razones los universitarios y acaba por ser subutilizada.

La cultura del autoservicio de información, en la que de manera individual cada integrante de la comunidad universitaria se autoprovee de los recursos de información que están a su alcance, o conforme a sus habilidades, debe ser elevada a una cultura de la compartición de información, a la comparación y discusión sobre las fuentes de información impresas y electrónicas que utilizamos, en busca de las más adecuadas y pertinentes,  a una cultura de la búsqueda de la excelencia en términos de la actualidad, autoridad y completitud de la información que manejamos, información que forma parte -o debería formar parte- de nuestros planes y programas de estudio, de nuestros programas académicos y nuestros proyectos institucionales.
La información ha tenido siempre y mantendrá siempre esa condición de ser un elemento de importancia estrátegica para la acción. Por lo anterior, es importante que los universitarios den a conocer cuáles son sus necesidades de información a los académicos y a los bibliotecarios, y si no están muy seguros de cuáles son esas necesidades de información, es posible que organizados en comités, uno por cada facultad e instituto, y trabajando con bibliotecarios interesados en el asunto,  se elaboren mapas de necesidades de información, para que las adquisiciones de recursos y servicios de información correspondan, de la mejor manera, con dichos mapas y resuelvan en la mayor medida posible dichas necesidades de información. Un punto de partida seguro, para establecer dichos mapas de necesidades de información, puede ser la consideración meticulosa de los planes y programas de estudio, comparando dichos planes y programas con los existentes en otras partes del mundo, con la bibliografía actualizada que generan las diversas casas editoriales nacionales y extranjeras y considerando tanto como sea posible el estado del arte del conocimiento en cada disciplina. Estas consideraciones, por tanto, demandan la socialización de nuestros conocimientos y la determinación del alcance de nuestros saberes en los diversos terrenos de las ciencias y las humanidades. De esa manera, reconociendo lo que sabemos y admitiendo lo que no sabemos, podemos crear un paisaje informativo -nuestro paisaje informativo- más definido, uno que nos permita conocer cuáles son los terrenos con los que estamos familiarizados y aquellos sobre los que requerimos bibliografía nueva, o acceso a bases de datos, que nos sirvan como una «cartografía del saber».
En nuestra búsqueda de la excelencia informativa, además, debemos tener en cuenta las diversas modalidades y soportes de la información. Actualmente existen excelentes fuentes de información de acceso público, pero muchas fuentes de información de primera magnitud son productos que comercializan casas especializadas en ciertas áreas. Otras fuentes de información pueden encontrarse en formatos sonoros, ópticos, magnéticos, etcétera.
Por otro lado, debemos considerar la propia información que producen los claustros, laboratorios y gabinetes de investigación en nuestras universidades. Al ser esta investigación financiada con recursos públicos, existe en principio un compromiso ético de compartir y difundir tanto como sea posible dicha información. Debemos cerrar el ciclo de la información-conocimiento que va desde la lectura hasta la publicación, y lograr que más universitarios estén enterados e interesados en lo que produce como nueva información la propia universidad. La diversidad, la libertad y la claridad conceptual que alcancemos, como consecuencia de un proceso semejante, será determinante para conformar nuestro bagaje cultural como universitarios, pero sobre todo como seres humanos inmersos en una sociedad agobiada por la incertidumbre, pero capaces de encontrar soluciones.
En un país en crisis, como el nuestro, la crisis más grave en un siglo, los universitarios debemos y podemos hacer un esfuerzo adicional para comenzar a poner en orden el vasto campo de nuestros intereses universitarios y trabajar para enriquecer, fortalecer o ampliar aquellas áreas en que ésto sea necesario.

La sociedad nutre en todos los aspectos a la Universidad, por lo que nuestra deuda mayor es con ella, pues ella nos dota de toda nuestra razón de ser y de todo nuestro sentido.



Tormentoso final de año

Parece que no amaina la tormenta de malas noticias para los mexicanos en lo económico, lo social y lo político -pero también, y desde luego éste es el tema que más nos interesa, en lo cultural y educativo-. Apenas ayer se difundió en la prensa nacional que ocupamos el lugar 107 de 108 en términos de lectura.

¿Cómo puede explicarse que un país como México, un país con, hasta hace poco, codiciables recursos energéticos que ahora ya -se dice- están agotándose; con inmensos litorales y recursos mineros -nos damos el lujo de dar concesiones para extracción de oro a empresas extranjeras enmedio de la peor crisis económica en siete decádas-, uno de los más ricos en biodiversidad a nivel planetario, con una inmensa riqueza histórica y cultural, un gigante emporio potencial turístico, esté en esa condición la de un país de iletrados?

¿Cómo es posible que -a pesar de todo eso- estemos entre los pueblos del mundo que menos leen? ¿Cómo se ha permitido que ocurra ésto?

¿Qué parte de responsabilidad tiene cada sector de la sociedad -empezando por el gubernamental, pero también el sector privado, los educadores, los medios de comunicación, las empresas y los grupos religiosos? ¿Alguien puede decirse ajeno a las causas de este indicador?

Tiene razón José Emilio Pacheco, cuando dice que experimenta una «sensación de irrealidad» en la entrega de los premios literarios y culturales a los que por su esfuerzo y obra se ha hecho merecedor, pues ¿cómo es posible que a pesar del abandono cultural en que está hundido el país, aún hay hombres y mujeres creadores y sabios -como él- que obtienen reconocimiento mundial?

¿Cuántos premios más no recibirían los hijos de este país, si hubiera un sistema educativo eficaz, que realmente impulsara el desarrollo integral de los mexicanos a lo largo de toda la vida? ¿Cuántos premios más no recibirían los estudiosos mexicanos si la búsqueda de la excelencia en ciencia y humanidades no estuviera motivada por la búsqueda del «estímulo» económico, de los fondos de apoyo al «desempeño» -desempeño académico que, como podemos ver, a la hora de las comparaciones internacionales, se traduce en casi nada…-, sino por la plena certidumbre de que cualquier aportación al conocimiento y a la preparación de los mexicanos es un factor de grandeza nacional, algo de lo que por cierto ya no se habla?

Y la escalada de precios que viene ¿a cuántos mexicanos impedirá terminar sus estudios, o siquiera empezarlos? ¿cuántas familias optarán por poner a sus hijos a trabajar, sólo para garantizar la subsistencia, sacándolos del nivel educativo en que se encuentren? ¿cómo impactará la inflación venidera las adquisiciones de recursos bibliográficos, de computadoras, de materiales para laboratorios? ¿acaso vamos a enseñar química con piedras, física con modelos de cartón, biología con estampas?

¿Cómo recompensa el actual sistema educativo al esfuerzo que realizan las familias para enviar a sus hijos a las escuelas? A nadie se le oculta el hecho de que gran parte de la educación en realidad la imparten los padres de familia, de sus propia mano y, para usar una expresión local pintoresca: «como Dios les da a entender»…

¿A qué entonces la élite de maestros-funcionarios que desde sus cubículos, cobrando sus grandes sueldos, planean y diseñan reformas que no reforman nada?

Lo dicen especialistas en Israel, en Europa y en Estados Unidos: en educación menos es más, pero nuestras autoridades educativas parece que no han entendido lo que esa frase significa. No significa que las escuelas puedan cumplir su función sin presupuesto, tampoco que pueda prescindirse de libros y de computadoras, no significa que los maestros puedan ver reducidos todavía más sus -ya de por sí erosionados- sueldos; lo que quieren decir es que es preferible abordar tres o cuatro temas y verlos con profundidad, con la mayor profundidad posible, desde todas las perspectivas, a lo largo del año, dando oportunidad a los alumnos para pensar y valorar, que atiborrar su mente con veintitantas materias a las que acuden en una suerte de turismo cultural.

Por ese camino, llegamos a la obesidad intelectual -que es también una forma de raquitismo intelectual-, un mal que nos impide discernir con claridad quiénes somos y cuál es nuestro papel como nación en el mundo. Por el camino de la sobrecarga informativa en planes y programas de estudio estamos apostando por la dependencia de aquellos pueblos que en lugar de poner a sus ciudadanos a repetir mecánicamente parrafadas de contenidos obsoletos, les enseñan los métodos y los procedimientos para problematizar, debatir, analizar, sintetizar y crear nuevos conocimientos.

Claro, crear nuevos conocimientos no puede hacerse si no hay libertad. Y de todos los derechos y afanes humanos, parece que es la libertad -la libertad de elegir, la libertad de pensar, la de participar- el que más temen los intereses creados en el México del siglo XXI. Todos somos responsables de ésto, pero hay quienes lo son más.



¿Somos altruístas, los universitarios?

Llamamos su atención sobre un texto que, como otros que hemos señalado en este blog, a nuestro parecer no tiene desperdicio, y éste lo tiene menos en la medida en que hace hincapié en una conducta que, si es cierto lo que dicen algunos biólogos evolucionistas, es un parteaguas en la historia de la conducta animal sobre nuestro planeta: somos nosotros, los seres humanos, los mejor predispuestos para ayudar a otros -y a otras especies- de manera desinteresada, no egoísta.
Esta noción choca, desde luego con la explotación irracional que hacemos de nuestros recursos naturales, tanto los renovables como no renovables, la desidia con que manejamos nuestros desperdicios, el daño que hacemos constantemente con nuestros sistemas de transporte, productivos, etc., a la atmósfera y la hidrósfera, y el daño colectivo que unos grupos realizan a otros ya sea por vías económicas, políticas, culturales, cuando no francamente bélicas y militares, etcétera.
Como contrapeso al ecocidio egocentrista con que a diario dañamos la naturaleza y a nuestros congéneres, tenemos muchas actividades de resarcimiento que buscan en la medida de lo posible aminorar o contener tales daños: la educación, las manifestaciones artísticas, la investigación científica, y el avance de una cultura de la sustentabilidad biológica y ecológica. Lamentablemente las cotas más altas de la sensibilidad bióetica son aún dominio de unos cuantos, tal vez los menos, a contracorriente de la fuerte deriva socioeconómica consumista y depletoria de recursos.
De ahí la pregunta ¿somos altruístas los universitarios? Y si lo somos ¿en qué medida? Mirando el paisaje social, no encontramos en el ámbito de la instituciones, ninguna llamada con mayor intensidad al altruismo, que la propia universidad pública.
Más allá del interés propio, la Universidad dispone los espacios, las personas y los recursos para el engrandecimiento de la vida comunitaria y de los individuos. Una obra de teatro o musical no solamente es el momento para la exhibición de dotes individuales, sino también ofrece un espejo para que la sociedad pueda mirarse a si misma, en sus potencialidades y logros. Una lección impartida con todos los sentidos puestos en el aprendizaje de los estudiantes y esa comunicación prodigiosa que llegan a establecer ciertos docentes-alumnos, son una promesa de una mejor sociedad, un mejor país.
Una biblioteca -como es el caso de las universitarias- es un tesoro acumulado por generaciones, preservado hoy en día por acuciosos bibliotecarios que la ordenan y la disponen de la mejor manera para su utilización y para la obtención del mayor beneficio de ella.
¿Por fuera de las universidades, qué otras entidades tendrían tal interés y pasión natural por el rescate de lo que ha sido y es nuestra memoria colectiva, los rasgos esenciales de nuestro caracter? ¿Adónde se gestaría con mayor responsabilidad y autenticidad la voz de todos, que no sea entre los muros de un aula universitaria? Así es, o así debería de ser.
Por eso hacemos este llamado a la reflexión a todos los universitarios, para que dirijan una mirada hacia su propio bien, que es un bien social tan grande, la propia universidad, a la que los universitarios llamamos con gran elocuencia y tino: ALMA MATER, madre de nuestra alma, la Universidad que nos dota de los saberes necesarios para superar día con día, individualmente y en grupos, nuestra condición humana ¿acaso no merece todo nuestro apoyo y respeto, así sea en la medida escasa o pequeña con que cada uno de nosotros podamos reforzarla?

Fuente: Araque y otros. El altruísmo en el ámbito universitario. Universitat Jaime I. España. Consultado el 3 de noviembre de 2006 en : http://www.uji.es/bin/publ/edicions/jfi1/altruismo.pdf.

 



Inventar el libro, un texto de Juan Villoro

A continuación nos tomamos la licencia de reproducir un texto sorprendente y que nos anima a apreciar con nuevos ojos a los libros, las bibliotecas y el acto de leer.

Inventar el libro: Juan Villoro

4 de septiembre de 2009.

¿Qué tan novedoso debe ser un invento? La importancia de un producto suele depender de su capacidad de sustituir a otro. La tecnología necesita contrastes; sus aportaciones se miden en relación con lo que había antes. El inventor es el hombre que llega después.

Lo nuevo existe en serie: es la última parte de una secuencia, requiere de algo que lo anteceda. Esto lleva a una pregunta: ¿podemos inventar hacia atrás? ¿Qué pasa si le asignamos otro orden a la historia de la técnica?

Imaginemos una sociedad con escritura y alta tecnología, pero sin imprenta. Un mundo donde se lee en pantallas y se dispone de muy diversos soportes electrónicos. Abundan los receptores de textos e incluso se han diseñado pastillas con resúmenes de libros y métodos hipnóticos para absorber documentos. Esa civilización ha transitado de la escritura en arcilla a los procesadores de palabras sin pasar por el papel impreso. ¿Qué sucedería si ahí se inventara el libro? Sería visto como una superación de la computadora, no sólo por el prestigio de lo nuevo, sino por los asombros que provocaría su llegada.

Los irrenunciables beneficios de la computación no se verían amenazados por el nuevo producto, pero la gente, tan veleidosa y afecta a comparar peras con manzanas, celebraría la ultramodernidad del libro.

Después de años ante las pantallas, se dispondría de un objeto que se abre al modo de una ventana o una puerta. Un aparato para entrar en él.

Por primera vez el conocimiento se asociaría con el tacto y con la ley de gravedad. El invento aportaría las inauditas sensaciones de lo que sólo funciona mientras se sopesa y acaricia. La lectura se transformaría en una experiencia física. Con el papel en las manos, el lector advertiría que las palabras pesan y que pueden hacerlo de distintos modos.

La condición portátil del libro cambiaría las costumbres. Habría lectores en los autobuses y en el metro, a los que se les pasaría la parada por ir absortos en las páginas (así descubrirían que no hay medio de transporte más poderoso que un libro).

La variedad de ediciones fomentaría el coleccionismo; los pretenciosos podrían encuadernar volúmenes que no han leído y los cazadores de rarezas podrían buscar títulos esquivos y acaso inexistentes. Sólo los tradicionalistas extrañarían la primitiva edad en que se leía en pantalla.

En su variante de bolsillo, el libro entraría en la ropa y sería llevado a todas partes. Esta ubicuidad fomentaría prácticas escatológicas en las que no nos detendremos. Baste decir que acompañaría a quienes necesitaran de distracción para ir al baño.

Las más curiosas consecuencias del invento tardarían algún tiempo en advertirse. Una de ellas está al margen de la ciencia y la comprobación empírica, pero sin duda existe. El libro se mueve solo. Lo dejas en el escritorio y aparece en el buró; lo colocas en la repisa de los poetas románticos y emerge en un coloquio de helenistas. Las bibliotecas no conocen el sosiego.

El hecho de que incluso los tomos pesados se desplacen sin ser vistos representaría un misterio menor, como el de los calcetines a los que se les pierde un par en el camino a la azotea, si no fuera porque los libros se mueven por una causa: buscan a sus lectores o se apartan de ellos. Hay que merecerlos. El password de un libro es el deseo de adentrarse en él.

Las pantallas son magníficas, pero les somos indiferentes. En cambio, los libros nos eligen o repudian.

Otras virtudes serían menos esotéricas. ¡Qué descanso disponer de una tecnología definitiva! El sistema operativo de un libro no debe ser actualizado. Su tipografía es constante. Eso sí: su mensaje cambia con el tiempo y se presta a nuevas interpretaciones.

Para quienes vivimos en tristes ciudades en las que se va la luz, el libro representa un motor de búsqueda que no requiere de pilas ni electricidad.

Qué alegrías aportaría el inesperado invento del libro en una comunidad electrónica. Después de décadas de entender el conocimiento como un acervo interconectado, un sistema de redes, se descubriría la individualidad. Cada libro contiene a una persona. No se trata de un soporte indiferenciado, un depósito donde se pueden borrar o agregar textos, sino de un espacio irrepetible. Llevarse un libro de vacaciones significaría empacar a un sueco intenso o a una ceremoniosa japonesa.

Con el advenimiento del libro, la gente se singularizaría de diversos modos. Esto tendría que ver con los plurales contenidos y la manera de leerlos, pero también con el diseño. Los fetichistas podrían satisfacer anhelos que desconocían.

¿Hasta dónde podemos apropiarnos de un artefacto? El libro es el único aparato que se inventó para ser dedicado, ya sea por los autores o por quienes lo regalan. Qué extraño sería instalar un programa de Word dedicado con cariño a la esposa de Bill Gates. En cambio, el libro llegó para ser firmado y para escribir un deseo en la primera página.

Las novedades deslumbran a la gente. El libro ya cambió al mundo. Si se inventara hoy, sería mejor.



23 de septiembre de 2009, 9 de la mañana

El punto de reunión es la escalera que va del nivel de acceso al primer nivel, de la USBI Xalapa, y de ahí nos dirigiremos a una de las salas de lectura, adonde, junto con la Lic. Olivia Jarvio Fernández, coordinadora institucional de los Talleres de Lectura de la Dirección General de Bibliotecas de la Universidad Veracruzana, daremos inicio a un ciclo de Lecturas en voz alta, bajo el esquema que será presentado en su momento. Invitamos a los interesados en leer en voz alta, o simplemente en escuchar las lecturas, a acudir a esta cita. Las sesiones del ciclo tendrán lugar cada miércoles, a partir de la fecha señalada, a las 9 de la mañana y tendrán duración de una hora.
A manera de propuesta inicial, se leerán algunos cuentos de Ray Bradbury.



Cien beneficios de la lectura

Por Carlos Alberto Sánchez Velasco

Hablamos de un beneficio cuando nos referimos a algo que nos reporta un bien, o nos produce o causa un bien. Un bien es algo que abona nuestra riqueza, nuestro bienestar, nuestra felicidad, nuestra seguridad, nuestra confianza.

Poder ver es ya un bien inapreciable. Poder caminar también lo es. Poder leer es un bien mayúsculo, sin duda alguna. No sé adónde me conducirá esta reflexión sobre los beneficios de la lectura, pero sospecho que me conducirá a un bien. El bien de poder compartir con un lector potencial esta reflexión que dejará de ser así una reflexión solitaria y, con suerte, tal vez, el bien de haber alentado una compartición de ideas al respecto y haber impulsado una reflexión de algunos o de muchos, una experiencia colectiva.

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Escena del final de Stalker (Tarkovsky, 1979), lectura en silencio.

1. La soberbia se alivia leyendo un gran libro.
2. La tristeza revela su inagotable riqueza a la luz de la lectura de un gran libro.
3. La lectura mejora la visión de las cosas y permite ver lo que antes nunca se había visto.
4. La lectura brinda experiencias en mente propia.
5. La lectura es dinamita pura para la imaginación.
6. La lectura nos permite estar siempre acompañados, aunque también respeta nuestra soledad.
7. La lectura nos dota de las palabras para expresar nuestros sentimientos, emociones, creencias.
8. La lectura nos acerca cada vez más a la autocomprensión.
9. La lectura es constructora de sociedades y de sueños.
10. La lectura es algo que podemos hacer en todas partes.
11. La lectura enseña que el mundo entero puede ser como un libro.
12. En 20 o 30 años, la frase anterior deberá decir: La lectura enseña que el mundo entero puede ser como una computadora.
13. La lectura brinda beneficios económicos: entender las cláusulas de los contratos ahorra dolores de cabeza y juicios.
14. La lectura nos transporta gratuitamente a través de todo el espacio y todo el tiempo.
15. La lectura nos da una voz.
16. La lectura es lo más cercano a la telepatía y a la mediumnidad.
17. La lectura nos da el placer de ver cómo nuestra mente crea universos.
18. La lectura sirve también como un espejo.
19. La lectura es como una hermosa melodía sin instrumentos, o cuyo único instrumento es la palabra.
20. La lectura puede ser, para un niño, un juego perfecto.
21. La lectura es mejor -pero mucho, mucho mejor- que el cine y la televisión.
22. Cuando leo, lee el universo.
23. A veces, cuando leo, descubro lo que pienso.
24. La lectura evita infracciones de tránsito.
25. Los malos gobiernos temen a los buenos lectores.
26. Los tiranos no soportan a los lectores que se empeñan.
27. Los olvidadizos tienen en la escritura y la lectura su mejor herramienta.
28. La lectura eleva el alma.
29. La lectura rejuvenece a la vez que nos hace sabios.
30. Se puede leer cómo es morirse, sin haber muerto o morir al hacerlo.
31. Leer es dejar que el amor suceda.
32. Leer es viajar sin pagar nada.
33. Leer nos guía a través del mundo.
34. Leer las palabras de un padre, o de una madre, escritas hace tiempo, los vuelve vivos.
35. Leer el escrito de un niño, obliga a redescubrirlo todo.
36. Leer es una escuela, un templo, un hospital: me educo, me elevo, me repongo.
37. Leer es una riqueza que se lleva a todas partes sin ostentar.
38. Leer cultiva la humildad.
39. Leer nos conduce a paradojas y se hace imposible aburrirse.
40. Leer acaba por volverse una actividad de tiempo completo.
41. Leer en sueños: ojalá se pudiera recobrar todo lo así leido.
42. Leer en una biblioteca, es como un safari en la selva pero sin víctimas.
43. Leer enriquece los sueños.
44. Leer cambia vidas.
45. Leer salva.
46. Leer es un examen.
47. Leer nos permite ver la inmensidad de nuestra ignorancia.
48. Leer brinda un gozo que, cultivado, puede durar toda nuestra vida.
49. Leer -esto lo escribió otro- es hablar con los muertos por los ojos.
50. Leer evita enfermedades, intoxicaciones y envenenamientos.
51. Leer evita costosas reparaciones y composturas.
52. Leer es algo sumamente productivo.
53. Leer es siempre perfecto.
54. Leer da temas de conversación.
55. Leer, a veces, espanta.
56. Cuando leer algo nos horroriza, somos afortunados.
57. Leer la prensa es toda una escuela: se descubre la mentira y el engaño pero entre líneas siempre está la realidad.
58. Leer las palabras ayuda a leer los síntomas, los rasgos, el clima, los rostros, las estrellas.
59. Leer poesía es reinar en uno mismo, o en otro.
60. Leer frenéticamente y en vehículos en movimiento, puede ocasionar mareos (éste no es un beneficio).
61. Releer es un placer supremo.
62. Leer es el máximo placer casto.
63. Leer a otros es encarnar las palabras.
64. Leer tiene mucho de ser llevado, pero sin tiranías, por mundos desconocidos y hay un arte en ese viaje.
65. Leer es descubrir.
66. Leer es explorar.
67. Leer nos exige lo mejor de nosotros mismos.
68. Leer es escuchar.
69. Leer enriquece insospechadamente.
70. Leer es una herencia magnífica.
71. Leer buenos libros es un arte que cultivan pocos.
72. Ejercer el derecho de leer es el principio de la sabiduría.
73. Un gobierno que no alienta lectores, alienta fracasos.
74. Un gobierno que no alienta lectores, no tiene esperanza.
75. Leer es la savia de la democracia.
76. Leer es un lujo que todos debemos darnos.
77. Leer debe reducir la pobreza, la marginación, la exclusión y la injusticia.
78. Leer abre innumerables puertas e ilumina incontables caminos.
79. Leer nos da alas, aletas, agallas y vista de rayos X. (Es broma).
80. Leer nunca es tiempo perdido.
81. Leer nos hace amigos y nos da amigos.
82. Leer educa la mente, la memoria y la imaginación.
83. Leer obliga a escribir.
84. Leer obliga a aprender a escuchar.
85. Leer nos hace pensar severamente en los otros.
86. Leer humaniza.
87. Leer libera.
88. Leer alimenta la autoreflexión.
89. Leer eleva la autoestima.
90. Leer nos abre el mundo.
91. Leer nos da un sentido de anticipación.
92. Leer manuales nos impide ser engorrosos.
93. Leer es siempre una lección de humildad y humanidad.
94. Leer ilumina.
95. Leer es arriesgarse, exponerse, aventurarse.
96. Leer es correr el riesgo de cambiarlo todo.
97. Leer es una de las formas más nobles del amor.
98. Leer es recibir mucho a cambio de casi nada.
99. Leer es un excelente negocio.
100. Leer transforma el mundo.

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Video de la sorprendente y enigmática escena final de Stalker, relacionada con la lectura.

http://www.youtube.com/watch?v=dNiVFCWMrqI

Tomado de: Scribd.com


¿Cuánto ha costado, hasta ahora, la RIEB?

«En entrevista, el yerno de la maestra Elba Esther Gordillo [Fernando González Sánchez, subsecretario de Educación Básica] aseguró que los viajes, las asesorías, las consultas, los libros, la formación de maestros, como parte de la Reforma Integral de la Educación Básica (RIEB), han tenido un costo de alrededor de 400 millones de pesos.» (Tomado de La Jornada).

Contrasta esta cifra con el dinero que paga anualmente el gobierno federal para mantener membresías en organizaciones internacionales en el ámbito educativo:

Tan sólo: «La Secretaría de Educación Pública, a cargo de Josefina Vázquez Mota [el documento, publicado en Voltaire.net está fechado el 23 de julio, de 2008 ], asigna 14 millones 935 mil 36 dólares (164 millones 285 mil 396 pesos ) a 13 organismos internacionales: el Centro de Cooperación Regional para la Educación de Adultos en América Latina y el Caribe, 8 millones 194 mil 528 dólares; la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales, 4 millones 800 mil pesos; el Instituto Latinoamericano de la Comunicación Educativa, 800 mil 230 [dólares]; la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura, 425 mil 24 dólares; la Organización de los Estados Iberoamericanos para la Educación, la Ciencia y la Cultura, 262 mil 392 dólares; los programas de la OCDE, 191 mil 370 dólares; la Unión Internacional de Geodesia y Geofísica, 100 mil dólares; el Centro Internacional de Estudios para la Conservación y Restauración de Bienes Culturales, 57 mil 706 dólares, y el Convención del Patrimonio Mundial, 50 mil dólares, entre otras.»

En dicho documento, se afirma que  «El gobierno de Felipe Calderón entrega anualmente casi 2 mil 442 millones de pesos (222 millones de dólares) por concepto de “pago de membresía” para pertenecer a 243 organismos internacionales», y se presenta un desglose detallado de dichas aportaciones.

La cantidad representada anualmente por los gastos de «membresía» de México en diversos organismos internacionales, según el primer dato sobre el costo de la RIEB, equivale al costo de seis reformas educativas de la educación básica, al año.

Esa misma cifra equivale a dos terceras partes del presupuesto anual para educación de adultos en todo el país (que se estima en 22 mil millones de pesos a ejercer a lo largo de seis años).

No obstante el enorme gasto social que generan tan importantes actividades y membresías -nos referimos a la RIEB y a la pertenencia a organismos interncionales-, en fecha reciente, docentes de diversos puntos del país, incluso especialistas en temas educativos, cuestionaron que en los libros de texto gratuitos de la materia de Historia, editados por dicha dependencia, se omite información sobre periodos como la Conquista y la Colonia.

Sin embargo las autoridades educativas del país explican que será hasta 2011, en el libro de texto para cuarto año, cuando se aborden esos periodos de nuestra historia.

Para obtener más información:

Ramírez, Ericka. Despilfarra México 222 mdd en cuotas internacionales. Consultado el 26 de agosto de 2009,  en http://www.voltairenet.org/article157732.html

Robles, Manuel. Libros de texto gratuitos, la historia mutilada. Consultado el 26 de agosto de 2009, en http://www.proceso.com.mx/noticias_articulo.php?articulo=33072