Universidad Veracruzana

Kaniwá

Bibliotecas, Información y Conocimiento



Somos libros…

Cada uno de nuestros días es como una página. Nuestro hablar y actuar es la portada. Según es nuestro proyecto de vida, ahí está el índice. Libros andantes y parlantes, y cuyo autor somos nosotros mismos, y también los otros. Nuestros amigos y maestros. Nuestros padres. Pero sobre todo nosotros mismos. Libros de sangre y de luces y sombras mezcladas. Libros siendo escritos a cada momento ¿más de qué están llenas -o vacías- estas páginas? Conocernos mutuamente es leernos. Comprendernos. Pero antes de poder ser realmente libres, debemos asumir que somos para nosotros mismos y para otros, como libros.

   

¿Aprender en las nubes?

La proliferación del acceso inalámbrico a Internet y la paulatina separación entre dispositivos de acceso y contenidos, adonde éstos permanecen más tiempo o de manera indefinida en repositorios de información en línea (Google Docs, Youtube, Flickr, Slideshare), nos aproximan a la idea de acceso ubicuo a la información generada de manera individual y colectiva. La «nube».
Gracias a redes como WiFi y WiMax, el acceso a comunicaciones, textos, imágenes, videos y audio es factible en prácticamente cualquier entorno. En algunas ciudades del mundo el acceso es gratuito y las constituciones de algunos países consagran ya esa libertad de acceso como un derecho de los ciudadanos.
¿Cómo es la experiencia de «aprender» en las «nubes» de datos?
Realmente, la autodidaxia se vuelve una condición deseable del estudiante «en las nubes»: la capacidad para establecer sus propios caminos, su derrotero, y de adivinar, suponer y proponerse metas cognitivas. La autodidaxia supone una enorme dosis de autonomía para investigar, consultar y generar productos.
Si tomamos en cuenta que el aprendizaje se sustenta en cuatro funciones cognitivas fundamentales ineludibles, propongamos un repaso general de lo que el aprendiz autónomo está haciendo cuando interactúa con otros y con los contenidos en la nube.
Atención. Todo aprendizaje supone la capacidad de concentrar nuestros sentidos y nuestra atención conciente en algo. A partir de ahí escalamos gradualmente desde una percepción parcial y confusa de ese algo, hasta una percepción más clara y definida de ello.
En el caso de la nube, con su proliferación de contenidos y estímulos de todo tipo -vía correo, chat, video y audioconferencia, multimedia, etc.- el aprendiz debe elegir un punto de enfoque, un sendero que lo llevará hacia algo nuevo desconocido, o familiar pero que no ha comprendido cabalmente.
Comprensión. Sin atención no podemos aspirar a la comprensión. La atención puesta en el sendero reflexivo, la observación o la asimilación de nuevos conceptos, nos aproxima a la comprensión, como ese estado mental en el que los conceptos, las ideas, las teorías adquieren un estatus de coherencia, veracidad, confiabilidad, es decir, en el que se vuelven instrumentos para nuevas interpretaciones, análisis y compresiones, como en un ciclo de retroalimentación. Pero como no somos capaces de una comprensión total, absoluta y definitiva, la comprensión también nos obliga a regresar sobre nuestros pasos, y plantear nuevas preguntas, nuevas interrogantes. Cuando comprendemos, deseamos comprender aún más. Y es la comprensión de una nueva información, de un nuevo conocimiento, cuando vemos que ocupa un lugar en el contexto más amplio de la ciencia, la cultura, la producción artística o humana, cuando percibimos su origen, desarrollo y posible evolución futura, que nos volvemos capaces de transformar o de influir en la transformación de ese conocimiento.
En la nube existe un inmenso conjunto de herramientas que facilitan la comprensión. Podemos encontrar una variedad de explicaciones o comentarios sobre un mismo tema, podemos establecer comparaciones, podemos ver la fuerza de la argumentación o de la explicación como una variable del dominio y la autoridad de quien la emite. Podemos acudir a diccionarios en línea y traductores, con lo que allanamos el camino a las dudas o problemas terminológicos. Podemos hacer consultas en catálogos de cientos de miles de bibliotecas de todo el mundo, para conocer qué se ha escrito o publicado sobre tal o cual tema. Tenemos literalmente al alcance de la mano una biblioteca de millones de volúmenes, de la que podemos valernos para comprender con cierta claridad casi cualquier asunto.
Elaboración. Aquí entramos de lleno en el aprendizaje. Si estoy atento al nuevo conocimiento, a la nueva información, si la comprendo, la descifro, puedo decodificarla e interpretarla, estoy en la frontera misma de reelaborar, reconstruir y recodificar esa nueva información. No hay aprendizaje sin elaboración. Elaboro cuando resumo, cuando esquematizo, cuando simplifico, cuando parafraseo, cuando explico, cuando presento, cuando articulo una diversidad de saberes actuales y previos y genero un nuevo producto. Esta fase de la elaboración puede ser breve o de larga duración. Hay obras intelectuales que conllevaron procesos de elaboración de muchos años. El producto es, casi siempre, la fusión de una actitud atenta y perseverante, de un afán comprensivo que no dejó cabos sueltos, áreas oscuras o en la ambigüedad, de lo que resultan obras que nos presentan la grandeza del genio humano.
En la nube hay todas las herramientas dispuestas y accesibles para elaborar. Hay foros adonde podemos aproximarnos para plantear dudas, hacer sugerencias o francamente exponer nuestra visión sobre un tema, o una cosa. Hay herramientas para colaborar, para crear documentos textuales, visuales, audiovisuales; con el conocimiento correspondiente, podemos volvernos autores, escribir y publicar libros, ensayos, novelas. Podemos hacer mapas conceptuales y esquemas, crear productos multimedia o sencillas presentaciones. Podemos integrar saberes de distintas personas, tiempos y lugares, aprovechando las capacidades de recuperación de información de la red. Con la red y en la red, podemos elaborar una infinidad de productos que ponemos a consideración de otros sujetos aprendices, para conocer sus puntos de vista, recibir retroalimentación, críticas. Es en esta fase social de la elaboración que el aprendizaje y la crítica se enriquecen a partir de las interacciones entre individuos con mayor o menor experiencia.
Memorización. Hay quienes estudian para memorizar. No para comprender, no para elaborar nuevas ideas y nuevos conocimientos. La memorización es un proceso cognitivo de gigantesca influencia en el aprendizaje. Hay quienes se lamentan de tener mala memoria. Pero podríamos decir que si se quejan de tener mala memoria, posiblemente es que no estuvieron atentos, no comprendieron y tampoco hicieron un esfuerzo para elaborar algo con eso que estaban «aprendiendo». Pasar de la atención, a una comprensión superficial de las cosas y de ahí imponernos la tarea de memorizar -cosa a la que obligan a los estudiantes muchos programas educativos- obtendremos como resultado un profundo estrés académico, aparentemente buenos resultados en las evaluaciones, pero pobres resultados prácticos y concretos en la interacción académica, profesional y personal. ¿Cuántos estudiantes de posgrado creen en la mala o buena suerte? ¿Cuántos, incluso, acudirían a una limpia para mejorarla? ¿Cuántos se preocupan más por la evolución de los encuentros deportivos, que por la situación compleja que vive en estos tiempos no sólo nuestro país, sino el mundo? Deberíamos estudiar para comprender. Todo universitario debería poder fungir potencialmente como un facilitador del aprendizaje de los demás, en la misma medida en que su capacidad autodidáctica le permite ser un aprendiz eficaz.
En la nube, la memorización externa de la información no es problema. Pero a la par que podemos almancer grandes cantidades de información en repositorios en línea, adonde pueden ser comentados y criticados, es muy importante que contemos con esquemas de organización de esa información almacenada o preservada en un soporte tecnológico externo. La parte más importante de la memorización ocurre, sin embargo, a nivel interno. Porque no es una memorización a secas, como si nuestra mente fuera una grabadora o contara con espacios, como un almacén, adonde se coloca todo lo que se debe recordar. La memorización interna es activa y generalmente implica una relectura, una reflexión y estar volviendo de manera metacognitiva sobre nuestros propios pasos. ¿Qué quiero hacer, qué he hecho, cómo lo quiero hacer, cómo lo estoy haciendo? ¿De dónde vengo, adónde voy? ¿Cubre este aprendizaje mis expectativas como persona, como ser humano, o simplemente lidio con este contenido, con este asunto, para obtener un puntaje, una calificación y luego, como no me importa, ni me involucra, lo olvidaré? Cuando atravesamos de manera legítima las fases del interés cognitivo, la atención, la comprensión y la elaboración en un «ciclo» que a la vez no es tal, sino todas las fases ocurriendo de manera cuasi simultánea, ocurre el fenómeno asombroso de la retención: entonces ese saber que nos es significativo y vital, queda impregnado en nosotros, posiblemente para toda la vida.
A partir de cierto punto, por el camino de la autodidaxia, nos empezamos a reconocer como herederos legítimos y honrosos de alguna tradición, y empezamos a pensar como humanistas, marxistas, nietzscheanos, hegelianos, aristotélicos o platónicos, por que en el fondo todo conocimiento es inseparable de la filosofía. Los más audaces -por su parte- serán los que creen una nueva tradición.
Por último, no podemos obviar el hecho de que a lo largo de todo el proceso de aprendizaje, lidiamos con información de diversos tipos, con diversos formatos y en diversos soportes. Hasta los canales de acceso a la información implicada en el aprendizaje son diversos. Por ello, y como bibliotecarios, somos partícipes de la idea de que sin alfabetización en información todos los esfuerzos por mejorar los procesos de aprendizaje estarán carentes de un apoyo fundamental: las habilidades para el acceso y uso de la información.