Universidad Veracruzana

Kaniwá

Bibliotecas, Información y Conocimiento



Alfabetización informacional, ineludible en la Agenda Digital Nacional

En fecha reciente, la Asociación Mexicana de la Industria de las Tecnologías de la Información (AMITI), la Asociación Mexicana de Internet (AMIPCI) y la Cámara Nacional de la Industria Electrónica, de Telecomunicaciones y  Tecnologías de la Información (CANIETI), demandaron a las autoridades del país, el establecimiento de una Agenda Digital Nacional (ADN), lo que supone la revisión, evaluación y mejora -o reemplazo- del proyecto preexistente, e-México, de la administración foxista, el cual ha sido criticado duramente casi desde su origen.
El primer desafío de dicha Agenda, pero no él único y quizás tampoco el más importante -pues pesa sobre nuestro país una gigantesca deuda social, una grave parálisis económica, los embates del cambio climático, el agravamiento de la inseguridad, etcétera-, tiene que ver con la escandalosa brecha digital que existe entre una cuarta parte de la población que tiene acceso y tres cuartas partes de la población que no lo tienen.
La brecha tecnológica es una brecha de capacidades económicas, pero también de capacidades humanas. No será suficiente con allanar o puentear la brecha desde el punto de vista de facilitar la adquisición o compra de la tecnología necesaria para llevar a los hogares la televisión digital interactiva, sino que habrá que superar rezagos de muy diversa índole que se relacionan con capacidad básicas como la lectura, la escritura y la resolución de problemas simples. Y ésto debería ser sólo el principio.
Antes, en este blog, se ha subrayado la importancia y la necesidad de la alfabetización informacional para sustentar sólidamente los procesos de enseñanza-aprendizaje, el aprendizaje significativo y de por vida, el autoaprendizaje, la autonomía cognitiva, para alentar verdaderamente los procesos de investigación e  innovación, así como la responsabilidad social y la formación en valores.
Hemos afirmado que un ciudadano alfabetizado en información, reconoce que necesita información, busca la información que necesita, sabe adónde buscarla y cómo recuperarla, y utiliza de manera ética, legal y estratégica la información obtenida, para propósitos individuales y colectivos legítimos; además -y ésto es muy importante- es capaz de reconocer y discriminar la propaganda comercial y política, de entre toda la información revelante sobre la economía, el gobierno y la cultura, la ciencia y la tecnología, así como de todos los demás rubros que afectan su vida.
Desde la perspectiva de la educación, y de las bibliotecas en particular, en la Agenda Digital Nacional, por definir, no deben privilegiarse visiones que antepongan el comportamiento de indicadores económicos -productividad, competitividad, índice de penetración de las tecnologías de información y comunicación en el gobierno y las empresas, etc.- al ideal de una formación humanista e integral de los individuos, ni a la aspiración de una vida verdaderamente democrática, de respeto al medio ambiente e inclusión y respeto de la diversidad cultural.
Por ello, cuando las asociaciones mencionadas incluyen, entre los puntos obligados de la agenda, la necesidad de extender a toda la población acciones de alfabetización digital, advertimos que ésta no debe reducirse al desarrollo de competencias o capacidades para el uso de las tecnologías de información, nada más.
Si ocurre eso, seguiremos arrastrando rezagos en el ámbito de la lectura, la escritura, la comprensión de textos, y el razonamiento matemático básico, la resolución de problemas y el desarrollo en última instancia de una convivencialidad dialogante que contribuya a restituir el tejido social que ha sido destruido y erosionado por la aplicación autoritaria de las crudas medidas económicas, sociales y culturales del neoliberalismo. Hablamos de que más que alfabetización digital, se impone la urgencia de que la alfabetización informacional sea un eje rector de políticas públicas en esta y otras materias.
Por ello, en el sitio de la alfabetización digital en la Agenda, debe asentarse el compromiso de todos, de impulsar la alfabetización informacional de todos los ciudadanos, como parte de una política pública integral, con expresiones y compromisos concretos y progresivos, en las distintos ámbitos de la educación, la ciencia, tecnología, los medios de comunicación, las tecnologías de información, la innovación para el desarrollo y el desarrollo con sustentabilidad.

Foto tomada de: solucionpolítica.com, Evacúan Tlacotalpan por las inundaciones.



Apagón analógico, fugas de información, bibliotecas, internet y sustentabilidad

El gobierno federal anunció que en un lapso de cinco años -de 2011 a 2015- las transmisiones de televisión analógica serán totalmente reemplazadas con transmisiones de televisión digital.
Acostumbrado como está, el pueblo de México, a un escaso repertorio de ofertas televisivas -al menos en la televisión abierta-, es previsible que la posibilidad de recibir en los hogares, posiblemente decenas o centenas de señales televisivas a través del cable telefónico o de Internet, le represente un salto cualitativo enorme, y hasta un reto, a la inmensa mayoría de la población nacional.
Aunque la tasa de adopción del nuevo formato digital de televisión sea lenta al inicio por razones económicas y técnicas, en 2015 la oferta de canales y programaciones se habrá diversificado a una tasa aún desconocida.
Lo anterior plantea interrogantes en cuanto al impacto que tendrá esta transición, sobre la formación de la opinión pública en México.
¿Cuál será el papel de los grandes consorcios de comunicación en la conformación de auditorios y opinión pública, frente a una oferta ampliada, plural -y crítica, en el mejor de los casos-? ¿Podrán éstos consorcios volver a imponer puntos de vista de manera masiva en lo concerniente a lo político y electoral? ¿Qué nuevos actores tomarán la delantera en términos de creatividad e influencia, y cómo?
¿Abandonarán los espectadores los «canales» tradicionales, ante una oferta variada de mensajes y propuestas de comunicación?
¿Estarán dispuestos y preparados para elegir mejores contenidos? ¿Cuál será el impacto de este cambio en la cultura popular, en la educación, en los hábitos de la gente?
¿Sabrán los diferentes actores culturales -y, de manera destacada, las universidades públicas y las asociaciones civiles- aprovechar de la mejor manera estos nuevos espacios y auditorios para generar una revolución cultural como la que se esperaría?
¿Qué lugar ocupará el libro, la lectura y las bibliotecas en este nuevo panorama?
¿Será realmente accesible a todos la nueva oferta de entretenimiento y noticias, o seguirá manifestándose la brecha digital, brecha de oportunidades, entre los segmentos de mayores y menores ingresos de la población?
¿Se dará el mismo fenómeno de acaparamiento con las concesiones, pero ahora con la venta de decodificadores, servicios de instalación, etcétera?
¿Será la vigilancia total y permanente, el control social total -de lo que lee, escribe, ve y oye la gente en las nuevas redes de «servicios» digitales- el futuro de nuestras sociedades?
Todas estas preguntas no son triviales, si se considera el papel que ya tiene la red Internet a nivel mundial en el flujo de información alternativa o que, a pesar de que es considerarada por algunos gobiernos como «secreta», se filtra hasta amplios sectores de la población, como ha ocurrido a través del sitio de activistas informacionales y ciberperiodistas, Wikileaks, cuya filosofía se puede resumir -de acuerdo con una expresión de Julian Assange–  en «vigilar a los perpetradores», para contribuir a la autodefensa de las sociedades que, en la mayoría de los casos, sufren las consecuencias de las malas decisiones económicas, financieras o en el ámbito de las relaciones exteriores, de sus gobiernos. Mucho puede avanzarse hacia una sociedad más igualitaria y adonde se respeten las normas básicas del derecho gracias a sitios como Wikileaks, si ponderamos lo expresado por Assange, durante una reciente entrevista que dio para las conferencias TED.
Así que, si se cumplen las expectativas del anuncio sobre el apagón analógico, más ciudadanos deberían tener la oportunidad de tener acceso a más información y conocimiento que no ha sido controlado o filtrado previamente por las empresas y los gobiernos.
Esto debería conducirnos tarde o temprano a un resurgimiento de aspiraciones democráticas e igualitarias, y a un debilitamiento del poder de grupos de élite, puesto que la participación en la toma de decisiones es imposible sin información, pero cuando ésta aparece, viene de la mano el interés de la gente por opinar, decidir y participar.
Por lo anterior, y tomando en cuenta el ejemplo de Colombia, es previsible que un cambio en la política bibliotecaria nacional, para abrir, consolidar y mantener nuevos y mejores espacios para las bibliotecas públicas en las zonas urbanas y rurales, más conflictivas del país, podría reorientar el desarrollo de regiones enteras, involucrar a la enorme masa de jóvenes, que no trabajan ni estudian, y de adultos desempleados, en actividades culturales y recreativas que ensanchen sus horizontes de realización personal y colectiva, reduzcan las probabilidades de que sean captados por el crimen organizado para trasegar estupefacientes, delinquir, robar, secuestrar y asesinar, y contribuyan a reactivar el desarrollo económico a través de un impulso al emprendimiento y la inversión productiva.
¿Cuál es el nuevo papel del bibliotecario, ante una sociedad que, a la vez, carece de la información fundamental para participar, y por otro lado vive saturada de mensajes que es incapaz de jerarquizar, filtrar y discriminar, a la velocidad que se generan y los recibe?
Esta es una de las razones más importantes para impulsar acciones de alfabetización informacional en todos los niveles de la enseñanza, y bajo modalidades tanto formales como informales, que cubran a todo el espectro social.
Sin ciudadanos alfabetizados en información será muy difícil, o acaso imposible, hacer avanzar cualquier política pública en todos aquellos ámbitos que impactan de raíz la vida nacional, estatal, regional y local: en educación, salud, productividad, sustentabilidad.
Una población más informada, necesariamente debe ser capaz de tomar mejores decisiones, y de actuar con mayor claridad y creatividad.
Así ocurre con los temas que se relacionan con el desarrollo regional y la sustentabilidad. Si en el proceso de convergencia de Internet y televisión podemos encontrar un punto de equilibrio, que transforme los sentidos de la comunicación, y ésta deje de ser unidireccional -de las empresas a los consumidores, de los gobiernos a los gobernados- y se vuelva bidireccional y multidireccional, las comunidades de consumidores y ciudadanos, podrán intercambiar entre sí experiencias exitosas y fallidas sobre el manejo de los recursos, los desechos y su efecto en el medio ambiente. Los ciudadanos podrán efectivamente calificar la actuación de las autoridades, a través de mecanismos de observación de las actividades de sus representantes, lo cual se vería reforzado si se crearan herramientas legislativas para participación pública, como el referéndum y la revocación de mandato.
Además de las repercusiones en lo social y político, la columna vertebral de intercomunicaciones que es Internet, tiene el potencial de servir para articular la acción de comunidades dispersas, de grandes sectores de la población tanto para el compostaje, como para el reciclamiento de residuos, el ahorro energético y el cuidado del agua. El impacto de dicha columna vertebral en la educación y el desarrollo económico debe explorarse, pero los beneficios parecen estar fuera de duda.
Si no se toman medidas a gran escala en torno a estos problemas, empleando las tecnologías de información y comunicación disponibles a nivel nacional, estaremos desaprovechando el potencial de estas para que México viva un gran proceso necesario de reconstrucción y reorientación nacional.



Aquí comienza la libertad…

Trabajo en una biblioteca desde hace varios años. Empecé a ensayar el trabajar en una biblioteca -que básicamente consiste en desordenarla mientras se leen los libros e ir reordenándola al mismo tiempo, para poderlos localizar y releer- en la biblioteca de un tío, en mi infancia. En realidad, ahora lo sé, el trabajo de una biblioteca es muchas veces más complejo, involucra la participación de muchas personas y es una actividad colaborativa de creación social de conocimientos.
Desde niño siempre me fascinó que hubiera tanto por leer… los libros estaban ahí, esperando y había que poner manos a la obra.
Así lo hice, así lo he hecho, desde entonces hasta la fecha. Sin embargo, muy en contra de lo que pueda parecer, soy un pésimo lector. Lo confieso. A veces, los libros imponen un respeto y una autoridad que nos hace alejarnos de ellos: «ese libro es demasiado para mí»; pero otras veces son tanto o más entrañables que un hermano o una hermana, más atractivos que un amigo o un amante.
El libro guarda y brinda siempre el consejo que no nos puede dar por mil razones un padre, o una madre, un anciano, un maestro.
El libro nunca es ruín, aunque también es un hijo del hombre. Le salva, que espera.
El libro puede acumular polvo durante muchos años en un librero, en un estante, hasta que te percatas de su existencia, o te acuerdas de él o lo redescubres. Entonces vas, lo abres y éste empieza a decirte ese secreto tan bien guardado, y que sólo uno conoce: la verdad sobre uno mismo, la verdad sobre el mundo y sobre las cosas, la verdad sobre el Otro -que también en cierta forma es uno mismo-: la verdad del alma.
Yo por eso pienso que en todas las bibliotecas del mundo, las grandes y las pequeñas, las suntuosas y las humildes, debería haber una leyenda bien visible que dijera: «Aquí comienza la libertad…».

 



La información y el conocimiento para una vida democrática está en las bibliotecas

Desde la decáda de los 60, en plena erupción de las luchas por los derechos civiles en los Estados Unidos, algunos bibliotecarios estadounidenses enfatizaban ya el importante papel educativo, concientizador y de cambio social de las bibliotecas -en particular, el de las bibliotecas públicas-.
En nuestro país, tradicionalmente, las bibliotecas públicas han actuado como complemento o reemplazo de las diminutas -cuando existen- bibliotecas escolares y por ello, un segmento importante de la población tiene la idea de que las bibliotecas públicas sirven principalmente para que los estudiantes puedan ir a hacer sus tareas. Pero poco más que eso.
No obstante, las bibliotecas públicas -y las escolares, académicas- constituyen un bien social, un bien público, y por lo tanto un bien de interés público, que tiene por finalidad el garantizar el acceso, de todos los ciudadanos, a todo el conocimiento humano; en última instanca, así debería ser.
En realidad, la pobreza de la inversión pública en el ámbito de las bibliotecas públicas y de otros tipos, en nuestro país es un síntoma, o bien de la desinformación y, por lo tanto, de la insensibilidad de quienes toman las decisiones que afectan a este sector, olvidando o haciendo a un lado la obligación de un Estado verdaderamente democrático, de proveer a los ciudadanos información en cantidad y calidad suficiente, para que éstos a su vez puedan actuar como ciudadanos informados y responsables que mantengan vivos los rasgos de la democracia; o bien, aquello es evidencia del rechazo a que grupos crecientes de ciudadanos, informados y responsables, críticos y concientes gracias al acceso a la información y el conocimiento depositado en las bibliotecas, utilicen esos instrumentos de la razón y el intelecto, de la cultura, de la historia y de la ciencia, para diseñar alternativas, organizar y organizarse en acciones de largo aliento, con objetivos y metas claros, para transformar -de acuerdo a sus necesidades e intereses- las estructuras políticas, culturales y económicas existentes.
A la riqueza muchas veceses desestimada de las colecciones impresas de algunas bibliotecas públicas, académicas y escolares debe sumarse la inmensa oferta de información y conocimientos, muchos de ellos de acceso libre y gratuito, y que están depositados en la red mundial de Internet.
Han emergido en las dos últimas decádas nuevas posibilidades para la lectura y para la interacción con los conocimientos, que se suman a la oferta de servicios tradicionales de las bibliotecas, que complementan y refuerzan dichos servicios con modalidades virtuales o electrónicas.

Por lo anterior, y por que las bibliotecas son espacios ideales para realizar una extensa oferta de acceso a la tecnología de la información, se refuerza el papel de éstas en la transformación de nuestra sociedad.
Los bibliotecarios no podemos obviar, ni ser indiferentes a los ofensivos contrastes socioeconómicos, la insuficiencia de oportunidades reales para los productores, los manufactureros y los comerciantes del país, ya no digamos oportunidades para competir, sino tan sólo para participar activamente en los mercados internos y externos, ni podemos se ajenos al escaso o nulo acceso de la juventud a una oferta consistente, permanente y variada, de opciones para acceder a la cultura, la salud, la educación y un empleo digno; la acción de los bibliotecarios es indispensable para procurarnos una sociedad más igualitaria y justa, una adonde los individuos adopten concientemente una forma de vida basada en los valores de la democracia, la fraternidad, la sustentabilidad.
No se trata solamente de cubrir los requisitos formales de una democracia representativa -un modelo que cada día parece más insuficiente-, brindando información a los potenciales electores, sino de que los espacios bibliotecarios contribuyan a la búsqueda de una democracia participativa, en la que vida política y la vida privada de los individuos no sean más como compartimentos ajenos o estancos, sino adonde cada ciudadano asuma esa responsabilidad y esa congruencia que debe existir entre la vida privada y la pública en un sistema de vida democrático, como la que señalaba Pericles en su Discurso Fúnebre, pues «[…] no es posible que tomen decisiones equitativas y justas, quienes no exponen a sus hijos a que corran peligro como los demás».
Los 7 y medio millones de ninis -como ya se conoce a los jóvenes que ni estudian, ni trabajan- que hay en el país -como acusa el rector Narro, de la UNAM- son el fruto de las decisiones  de sus padres, tomadas en los últimos 30 o 40 años.
De haber actuado en lo político y decidido en lo electoral de un modo distinto, todo ese potencial, hoy, estaría rindiéndole al país un lugar destacado en el ámbito internacional, viviríamos una de las etapas más dinámicas de nuestra historia: veríamos un florecimiento del genio y la cultura, de la ciencia, el arte y la tecnología, etc., pero no es así.
El destino a mediano y largo plazo de este número gigantesco de jóvenes es incierto, a falta de políticas públicas que, como en el caso de Colombia, orienten el esfuerzo social, entre otras medidas en el ámbito socioeconómico, educativo y cultural, a la creación de numeros espacios bibliotecarios, sumamente atractivos y bien equipados, en áreas cercanas a la población pobre, en la periferia de las ciudades -aún en regiones conflictivas-  para brindar, en primer lugar, la oportunidad de que cada ciudadano se haga de una educación informal, audodidacta, de una formación basada en sus inquietudes e intereses, entre la lectura de libros y de la información disponible en las redes de datos, el diálogo y el intercambio, con la asesoría de bibliotecarios capacitados y con un alto espíritu de servicio y compromiso social, para avanzar en la construcción de una nueva ciudadanía, más informada y creativa, participativa, responsable y dispuesta a hacer frente al rezago económico y la injusticia social, no por la vía de las drogas, las armas y el delito, sino por la vía del trabajo conjunto, la creatividad y la participación en la vida política.
La realidad del país nos plantea un grave dilema: condenamos a 7 y medio millones de jóvenes a la demencia del mercado de las drogas y las armas, los abandonamos para que los absorban en sus filas los enemigos de México, o abrimos espacios bibliotecarios a lo largo y ancho del país adonde esos millones de jóvenes puedan acudir a aprender cosas nuevas, a nutrir su inteligencia con la cultura universal; o los involucramos en un gran proyecto de reactivación nacional basada en la educación para adultos, el fomento a la lectura y el uso inteligente de las nuevas tecnologías, o simplemente esperamos a que sigan cayendo sin vida, como frutos cosechados a destiempo, derramada su sangre inútilmente sobre los aparentemente interminables campos de la muerte.
(Imagen: Wikimedia Commons. Discurso fúnebre de Pericles).

   

La biblioteca universitaria al servicio de la comunidad

¿Siente que su hijo sabe mucho de computación? ¿Le hace preguntas sobre Internet que no sabe cómo responder?
Me es muy grato comunicarles a todos nuestros lectores que, como parte de la preocupación permanente de los bibliotecarios por contribuir al bienestar social, al desarrollo cultural y a la distribución social del conocimiento -que es un leit motiv de la educación superior a nivel mundial- la Dirección General de Bibliotecas está emprendiendo una actividad de largo aliento, para brindar cursos gratuitos dirigidos a sectores particularmente sensibles de nuestra sociedad veracruzana y xalapeña, en particular.
Por lo anterior, los días 16, 20, 23, 27 y 30 de julio de los corrientes, se impartirá un curso-taller dirigido a amas de casa (y padres de familia), con la finalidad de que conozcan las generalidades que necesitan saber acerca de las herramientas informáticas, el uso básico del correo electrónico, la búsqueda de información en Internet y algunos recursos de información que consideramos que serán de su interés.
La invitación está abierta, pues, para esos cinco días del mes próximo. El curso-taller se realizará con un horario de las 10 a 12 horas del día. La invitación es extensiva tanto a madres como padres de familia con nociones mínimas elementales de computación.
Nos importa mucho la asistencia de madres de familia. Nos vemos en el Módulo de Servicios Informáticos ubicado en el Primer Nivel de la Unidad de Servicios Bibliotecarios y de Información (USBI) de Xalapa.
Por cuestiones de espacio y equipamiento existe un número límite de asistentes al curso-taller, por lo que rogamos confirmar con anticipación su participación en el curso, o inscribiéndose a otros cursos semejantes en los meses siguientes, llamando al teléfono 8-42-17-00, extensión 12126, con nuestra compañera Nora Olivares. Favor de llamar en un horario de 10 de la mañana a 6 de la tarde.



Carlos Monsiváis, nos deja la sabia ironía para luchar

Siempre que en nuestro país se cometa una injusticia, se atropellen los derechos fundamentales de algún ciudadano, se violen las normas básicas para una convivencia civilizada ya sea por explotación, enajenación, abuso del poder, corrupción o clientelismo político, cada vez que la riqueza generada por el trabajo de los mexicanos salga del país, se dilapide o sea robada llanamente, vendrán a la memoria las palabras mordaces e irónicas -siempre justicieras y denunciadoras- de Carlos Monsiváis.
Sus singulares e inteligentes expresiones, ponen al desnudo la estupidez, la simplicidad y la banalidad del mal, de la injusticia y de la corrupción.
Esa derrota inflingida a las obras de la ignorancia, la avaricia, la estulticia y la indolencia, fruto de las altas esferas de decisión -políticas, económicas y culturales- del país, por la luminosa alegría del intelecto y la astucia, es algo de lo que los compatriotas de Carlos Monsiváis nos podremos sentir orgullosos por siempre.
Más vale una sola verdad socarrona y dolorosa en la mano, que cientos de miles de mentiras volando por los espacios mediáticos. Carlos Monsiváis nos deja como herencia la sabia ironía y el espíritu de crítica como formas indispensables de la inteligencia social. En contrapartida, la sociedad debería aprender a organizarse para pensar y actuar.
Carlos Monsiváis, escritor, periodista, ensayista, cronista, coleccionista, luchador social con la palabra impresa y hablada, siempre al lado de las mejores causas, explorador del alma de México, ya no estará más físicamente con nosotros, pero aquí estará toda su obra para aprender algo nuevo sobre este país, día a día.
Gracias a Carlos Monsiváis, los mexicanos que leen podrán darse cuenta mejor de quiénes somos y dónde estamos. Esperamos que eso nos ayude a pensar con seriedad y lucidez, a partir de aquí y de ahora ¿adónde vamos?
(Foto: Luis Fernando Fernández, tomada de: La Gaceta de la Universidad Veracruzana.



Migrar o morir: el dilema de los jornaleros agrícolas de la Montaña de Guerrero

En la obra «Migrar o morir: el dilema de los jornaleros agrícolas de la Montaña de Guerrero«, publicada por Tlachinollan, Centro de Derechos Humanos de la Montaña, se presenta en todo caso y se analiza la difícil situación que viven los trabajadores del campo -jornaleros- en el estado de Guerrero, y los vericuetos y peligros asociados a la emigración a estados fronterizos, o inclusive más allá de la frontera con Estados Unidos, en busca de medios de subsistencia.
Se presenta información detallada sobre algunos casos en que la desolación es el paisaje interminable en que se desarrollan las vidas de mexicanas y mexicanos, para los cuales los programas paternalistas, asistencialistas y clientelares de las instituciones de gobierno, representan más que una solución a sus problemas, un aldabonazo más que perpetúa su situación de exclusión, pobreza e injusticia.
La lectura de este libro invita a reflexionar sobre las inmensas posibilidades de desarrollo económico sustentable que se desperdician no sólo en Guerrero, sino en la gran mayoría de las zonas rurales, campesinas e indígenas del país, por la ausencia de una política económica clara en el renglón de lucha contra la pobreza, el aprovechamiento inteligente de los recursos agrícolas, pesqueros, marítimos y forestales con que contamos, y el aprovechamiento y desarrollo de las capacidades humanas, a partir del reconocimiento de la identidad cultural y diversidad de prácticas de los pueblos originales, a través del desarrollo de una etnociencia fuerte, que rescate saberes y haceres tradicionales y los refuerce, potencie y amplíe con el conocimiento científico y tecnológico más avanzado disponible en el momento. La obra hace pensar en el caso de Veracruz, que se encuentra entre los estados con altas tasas de migración, especialmente a los Estados Unidos y a la zona fronteriza. El libro data de 2005 y han transcurrido cinco años sin que pierda su vigencia.