Universidad Veracruzana

Kaniwá

Bibliotecas, Información y Conocimiento

  

Terminó Iniciativa México con el país descendiendo en el IDH

México descendió dos posiciones en el Indice de Desarrollo Humano, del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo, a la vez que las televisoras transmitieron la «final» del reality show de proyectos para «cambiar México».
Ayer por la noche, se entregaron simbólicamente los respectivos cheques de 10, 3 y un millón y medio de pesos a los ganadores, en función de la selección realizada por un comité de notables y de quienes, entre el teleauditorio, «votaron» telefónicamente -a un costo, por supuesto- por el proyecto «favorito».
Llama la atención que, el que pudiera ser hoy el principal reclamo nacional, el reclamo por seguridad, seguridad que paulatinamente y paradójicamente la guerra contra el narcotráfico de Felipe Calderón, ha venido destruyendo día con día, impactando cada vez más a sectores claramente inocentes de la sociedad: niños, adolescentes y padres de familias trabajadoras, conforme nos acercamos a la pavorosa cifra de 50 mil muertos; dicho reclamo estuvo en los medios, en cadena nacional, representado de alguna forma por uno de los proyectos finalistas, el de Miguel Barrera, pero alcanzó «apenas» el 10% de las «preferencias» del auditorio.
Un tema tan álgido, delicado, incómodo y con aristas que apuntan a todos los estratos sociales y sectores económicos y que implica decisiones políticas de carácter nacional como es la de mantener o cambiar la estrategia gubernamental contra el narcotráfico, fue superado y por mucho -según los resultados mostrados por las televisoras- por la preocupación por dar proteína a los niños desnutridos, cuidar el agua y alentar la creación de servicios de ayuda psicológica telefónica.
A contentillo de las televisoras, parece, se dieron los premios.
Estas le harían un verdadero favor a la nación si dejaran de bombardear hasta con 12 mil anuncios de comida chatarra, al año, a cada niño del país. Pero ese es su negocio.
Por otro lado, la presencia del propio presidente de la República, Felipe Calderón, resaltó la intervención del representante del Proyecto Marabunta, que reclamó ante él un cambio de estrategia en la política de combate al crimen organizado, manifestó su rechazo a la «militarización» del país, repudiando los hechos trágicos en que jóvenes han perdido la vida, solicitando que por fin una política de estado sensata canalice recursos y acciones de aliento para rescatar con educación, cultura y trabajo al «bono demográfico», que representa la juventud del país.
Por otro lado, y en concordancia con el tratamiento que ha recibido el asunto de la seguridad a manos de las grandes cadenas televisoras, en esta ocasión también había una propuesta para «vestir de blanco» a México, en señal de deseos de paz y seguridad, paz y seguridad que, en cada vez más lugares de la república, parecen hoy más lejanas que nunca.



Karl, nuestro Katrina (se necesita agua, alimentos y enseres de higiene personal)

Emerge constantemente información sobre las secuelas del fenómeno meteorológico Karl en tierras del sureste del país. Veracruz, en especial, ha sido afectado de manera severa. Cálculos diversos hablan de medio millón y hasta de un millón de afectados por las intensas lluvias que resultaron equivalentes a la precipitación de cinco años sobre el territorio veracruzano en unas pocas horas.

La población damnificada, que debe ser el interés prioritario de las autoridades, necesita con urgencia, además, el apoyo de toda la población del país. La solidaridad entre los mexicanos es legendaria, como lo han demostrado una y otra vez en el caso de desastres naturales como terremotos e inundaciones.
Sin embargo, nuestros recursos intelectuales, los de la sociedad mexicana toda, también deben moverse para buscar las causas de el grave saldo en pérdidas de vidas humanas y daños materiales, que representan décadas en muchos casos de esfuerzo tesonero, trabajo y cuidado del patrimonio nacional -y veracruzano, en este caso.
Así, tenemos grandes segmentos de infraestructura urbana y rural, afectados. Caminos y puentes. Campos de labranza y tierras ganaderas. Impactos directos a infraestructura educativa -particularmente de interés para los bibliotecarios universitarios, es el caso de la USBI en Boca del Río, Veracruz, en el corazón de las zonas más afectadas. La situación que semanas atrás se había presentado en Tlacotalpan, ahora se replican en uno de los puertos más importantes del país y en una zona densamente poblada.
¿Cómo se llega a estas situaciones de catástrofe, si se toma en cuenta que una formación básica, mínima en geografía, enseña que vivimos en una zona tanto sísmica, como propensa al embate de diversos fenómenos meteorológicos? Sabemos que vivimos en una zona montañosa -volcánica- que sirve de barrera geográfica natural a la humedad del Golfo, en su recorrido hacia el altiplano ¿cómo no prever los efectos de temporales y huracanes sobre los ríos existentes y, de acuerdo a su perfil orográfico, sobre todas las posibles cuencas y vertientes, espacios que por razones absolutamente naturales, físicas, tenderá a ocupar o cruzar durante su escurrimiento, el agua?
Hay que decirlo: Karl, como otros fenómenos meteorólogicos causan un daño que se ve magnificado por la imprevisión, la indolencia y hasta la perversidad humana. O ¿cómo se explica la proliferación de asentamientos humanos en zonas que evidentemente tarde o temprano recibirán los efectos directos del cambio climático? ¿No tenemos meteorólogos, geógrafos, geofísicos, topógrafos, ingenieros que puedan interpretar los signos del terreno, que sepan anticiparse a los fenómenos más comúnes de la madre naturaleza? ¿Quiénes se benefician con el trasiego de materiales de construcción para la improvisación de «viviendas» en terrenos en riesgo, de manera irregular? ¿A qué fines políticos y conveniencias económicas, sirven los enormes aún recursos que dispone el Congreso para la atención de poblaciones en situación de desastre, el famoso FONDEN? ¿Qué porcentaje de la población damnificada podría asegurar que de tales millonarios recursos no reciben nada en ayuda, pero absolutamente nada? Seguramente las respuestas a estas interrogantes moverían a sorpresa e indignación.
No terminaba todavía el gobierno federal de celebrar lo mucho que, efectivamente, se ha avanzado gracias a movimientos sociales como la guerra por la Independencia de la corona española, y la guerra revolucionaria, que buscó dar tierra y libertad a los peones acasillados de la hacienda porfirista, cuando este revés de la naturaleza vuelve a poner a flote la imprevisión, la incapacidad y la ineficiencia que, aunadas a una dosis escandalosa de corrupción, arrodillan al país frente a una tormenta.
Se dice entonces que ha sido el fenómeno más devastador en 70 años. Los mismos 70 años que llevan los descendientes directos de los revolucionarios de 1910, esperando que se establezca un orden justo y verdadero en nuestras convulsionadas tierras.
Mucho se ha avanzado, pero cuando se miran los indicadores de todo tipo, México aparece al final de las listas en todo aquello que es crucial y fundamental para construir nuestro futuro: educación, ciencia y tecnología, salud, oportunidades laborales, culturales, alimentación y vivienda.
Números rojos parpadean en todos los cuadros de mando del país. Que alguien señale el aspecto de la vida nacional en que hay, de verdad, buenas noticias. ¡Estabilidad macroeconómica, dicen algunos, pero no los que sobreviven con un salario mínimo destrozado por las incesantes alzas a los precios de las gasolinas, servicios y productos de primera necesidad!
Descrédito internacional por la masacre de inmigrantes en Tamaulipas. Descrédito interno por una celebración del Bicentenario de la Independencia que exigiría, al menos, que el secretario de Educación riendiera cuentas de la forma en que se utilizó dinero que hacía más falta en la rehabilitación y construcción de escuelas, bibliotecas, equipamiento educativo, recursos que se quemaron en un festejo que no ha dejado ningún buen sabor de boca. ¿Qué celebramos: que descendemos cada año en los resultados de la prueba PISA, de aprovechamiento académico de los jóvenes, los más de 7 millones de ninis que son parte de nuestro «bono demográfico» y una oportunidad dorada -aunque condenada, por lo visto, a servir de paja para mantener encendida la llama de la «guerra contra el narcotráfico»- para sacar adelante al país? ¿celebramos los casi 30 mil muertos de manera totalmente irregular, extralegal, en el contexto de dicha guerra, o que seis de cada diez ayuntamientos estén de hecho, bajo el control de delincuentes? ¿o que ha prevalecido la impunidad en el caso de los 49 bebés que murieron calcinados en una guardería en Hermosillo, Sonora, cuyos dueños están relacionados directamente con la familia del presidente?
Y en nuestro propio Estado -Veracruz- ¿celebramos que estamos en los últimos lugares del Indice de Desarrollo Humano, a pesar de nuestras incontables riquezas y enorme potencial humano? ¿Que la migración de campesinos ha convertido gradualmente al agro veracruzano en un páramo? ¿Que puede correr dinero a raudales a las campañas electorales, mientra la infraestructura educativa se viene abajo, junto con carreteras y puentes, y mientras los pensionados ven esfumarse sus escasos medios de sobrevivencia?
Por eso, los recursos intelectuales de esta sociedad deben moverse en busca de las causas de estos desastres acumulados. Si las causas perduran, seguiremos padeciendo los mismos efectos. Si no se hace así y si no lo hacemos los habitantes de estas tierras ¿quiénes van a ponerse a pensar por nosotros?
Imagen tomada de El Economista.



Alfabetización informacional, ineludible en la Agenda Digital Nacional

En fecha reciente, la Asociación Mexicana de la Industria de las Tecnologías de la Información (AMITI), la Asociación Mexicana de Internet (AMIPCI) y la Cámara Nacional de la Industria Electrónica, de Telecomunicaciones y  Tecnologías de la Información (CANIETI), demandaron a las autoridades del país, el establecimiento de una Agenda Digital Nacional (ADN), lo que supone la revisión, evaluación y mejora -o reemplazo- del proyecto preexistente, e-México, de la administración foxista, el cual ha sido criticado duramente casi desde su origen.
El primer desafío de dicha Agenda, pero no él único y quizás tampoco el más importante -pues pesa sobre nuestro país una gigantesca deuda social, una grave parálisis económica, los embates del cambio climático, el agravamiento de la inseguridad, etcétera-, tiene que ver con la escandalosa brecha digital que existe entre una cuarta parte de la población que tiene acceso y tres cuartas partes de la población que no lo tienen.
La brecha tecnológica es una brecha de capacidades económicas, pero también de capacidades humanas. No será suficiente con allanar o puentear la brecha desde el punto de vista de facilitar la adquisición o compra de la tecnología necesaria para llevar a los hogares la televisión digital interactiva, sino que habrá que superar rezagos de muy diversa índole que se relacionan con capacidad básicas como la lectura, la escritura y la resolución de problemas simples. Y ésto debería ser sólo el principio.
Antes, en este blog, se ha subrayado la importancia y la necesidad de la alfabetización informacional para sustentar sólidamente los procesos de enseñanza-aprendizaje, el aprendizaje significativo y de por vida, el autoaprendizaje, la autonomía cognitiva, para alentar verdaderamente los procesos de investigación e  innovación, así como la responsabilidad social y la formación en valores.
Hemos afirmado que un ciudadano alfabetizado en información, reconoce que necesita información, busca la información que necesita, sabe adónde buscarla y cómo recuperarla, y utiliza de manera ética, legal y estratégica la información obtenida, para propósitos individuales y colectivos legítimos; además -y ésto es muy importante- es capaz de reconocer y discriminar la propaganda comercial y política, de entre toda la información revelante sobre la economía, el gobierno y la cultura, la ciencia y la tecnología, así como de todos los demás rubros que afectan su vida.
Desde la perspectiva de la educación, y de las bibliotecas en particular, en la Agenda Digital Nacional, por definir, no deben privilegiarse visiones que antepongan el comportamiento de indicadores económicos -productividad, competitividad, índice de penetración de las tecnologías de información y comunicación en el gobierno y las empresas, etc.- al ideal de una formación humanista e integral de los individuos, ni a la aspiración de una vida verdaderamente democrática, de respeto al medio ambiente e inclusión y respeto de la diversidad cultural.
Por ello, cuando las asociaciones mencionadas incluyen, entre los puntos obligados de la agenda, la necesidad de extender a toda la población acciones de alfabetización digital, advertimos que ésta no debe reducirse al desarrollo de competencias o capacidades para el uso de las tecnologías de información, nada más.
Si ocurre eso, seguiremos arrastrando rezagos en el ámbito de la lectura, la escritura, la comprensión de textos, y el razonamiento matemático básico, la resolución de problemas y el desarrollo en última instancia de una convivencialidad dialogante que contribuya a restituir el tejido social que ha sido destruido y erosionado por la aplicación autoritaria de las crudas medidas económicas, sociales y culturales del neoliberalismo. Hablamos de que más que alfabetización digital, se impone la urgencia de que la alfabetización informacional sea un eje rector de políticas públicas en esta y otras materias.
Por ello, en el sitio de la alfabetización digital en la Agenda, debe asentarse el compromiso de todos, de impulsar la alfabetización informacional de todos los ciudadanos, como parte de una política pública integral, con expresiones y compromisos concretos y progresivos, en las distintos ámbitos de la educación, la ciencia, tecnología, los medios de comunicación, las tecnologías de información, la innovación para el desarrollo y el desarrollo con sustentabilidad.

Foto tomada de: solucionpolítica.com, Evacúan Tlacotalpan por las inundaciones.



Apagón analógico, fugas de información, bibliotecas, internet y sustentabilidad

El gobierno federal anunció que en un lapso de cinco años -de 2011 a 2015- las transmisiones de televisión analógica serán totalmente reemplazadas con transmisiones de televisión digital.
Acostumbrado como está, el pueblo de México, a un escaso repertorio de ofertas televisivas -al menos en la televisión abierta-, es previsible que la posibilidad de recibir en los hogares, posiblemente decenas o centenas de señales televisivas a través del cable telefónico o de Internet, le represente un salto cualitativo enorme, y hasta un reto, a la inmensa mayoría de la población nacional.
Aunque la tasa de adopción del nuevo formato digital de televisión sea lenta al inicio por razones económicas y técnicas, en 2015 la oferta de canales y programaciones se habrá diversificado a una tasa aún desconocida.
Lo anterior plantea interrogantes en cuanto al impacto que tendrá esta transición, sobre la formación de la opinión pública en México.
¿Cuál será el papel de los grandes consorcios de comunicación en la conformación de auditorios y opinión pública, frente a una oferta ampliada, plural -y crítica, en el mejor de los casos-? ¿Podrán éstos consorcios volver a imponer puntos de vista de manera masiva en lo concerniente a lo político y electoral? ¿Qué nuevos actores tomarán la delantera en términos de creatividad e influencia, y cómo?
¿Abandonarán los espectadores los «canales» tradicionales, ante una oferta variada de mensajes y propuestas de comunicación?
¿Estarán dispuestos y preparados para elegir mejores contenidos? ¿Cuál será el impacto de este cambio en la cultura popular, en la educación, en los hábitos de la gente?
¿Sabrán los diferentes actores culturales -y, de manera destacada, las universidades públicas y las asociaciones civiles- aprovechar de la mejor manera estos nuevos espacios y auditorios para generar una revolución cultural como la que se esperaría?
¿Qué lugar ocupará el libro, la lectura y las bibliotecas en este nuevo panorama?
¿Será realmente accesible a todos la nueva oferta de entretenimiento y noticias, o seguirá manifestándose la brecha digital, brecha de oportunidades, entre los segmentos de mayores y menores ingresos de la población?
¿Se dará el mismo fenómeno de acaparamiento con las concesiones, pero ahora con la venta de decodificadores, servicios de instalación, etcétera?
¿Será la vigilancia total y permanente, el control social total -de lo que lee, escribe, ve y oye la gente en las nuevas redes de «servicios» digitales- el futuro de nuestras sociedades?
Todas estas preguntas no son triviales, si se considera el papel que ya tiene la red Internet a nivel mundial en el flujo de información alternativa o que, a pesar de que es considerarada por algunos gobiernos como «secreta», se filtra hasta amplios sectores de la población, como ha ocurrido a través del sitio de activistas informacionales y ciberperiodistas, Wikileaks, cuya filosofía se puede resumir -de acuerdo con una expresión de Julian Assange–  en «vigilar a los perpetradores», para contribuir a la autodefensa de las sociedades que, en la mayoría de los casos, sufren las consecuencias de las malas decisiones económicas, financieras o en el ámbito de las relaciones exteriores, de sus gobiernos. Mucho puede avanzarse hacia una sociedad más igualitaria y adonde se respeten las normas básicas del derecho gracias a sitios como Wikileaks, si ponderamos lo expresado por Assange, durante una reciente entrevista que dio para las conferencias TED.
Así que, si se cumplen las expectativas del anuncio sobre el apagón analógico, más ciudadanos deberían tener la oportunidad de tener acceso a más información y conocimiento que no ha sido controlado o filtrado previamente por las empresas y los gobiernos.
Esto debería conducirnos tarde o temprano a un resurgimiento de aspiraciones democráticas e igualitarias, y a un debilitamiento del poder de grupos de élite, puesto que la participación en la toma de decisiones es imposible sin información, pero cuando ésta aparece, viene de la mano el interés de la gente por opinar, decidir y participar.
Por lo anterior, y tomando en cuenta el ejemplo de Colombia, es previsible que un cambio en la política bibliotecaria nacional, para abrir, consolidar y mantener nuevos y mejores espacios para las bibliotecas públicas en las zonas urbanas y rurales, más conflictivas del país, podría reorientar el desarrollo de regiones enteras, involucrar a la enorme masa de jóvenes, que no trabajan ni estudian, y de adultos desempleados, en actividades culturales y recreativas que ensanchen sus horizontes de realización personal y colectiva, reduzcan las probabilidades de que sean captados por el crimen organizado para trasegar estupefacientes, delinquir, robar, secuestrar y asesinar, y contribuyan a reactivar el desarrollo económico a través de un impulso al emprendimiento y la inversión productiva.
¿Cuál es el nuevo papel del bibliotecario, ante una sociedad que, a la vez, carece de la información fundamental para participar, y por otro lado vive saturada de mensajes que es incapaz de jerarquizar, filtrar y discriminar, a la velocidad que se generan y los recibe?
Esta es una de las razones más importantes para impulsar acciones de alfabetización informacional en todos los niveles de la enseñanza, y bajo modalidades tanto formales como informales, que cubran a todo el espectro social.
Sin ciudadanos alfabetizados en información será muy difícil, o acaso imposible, hacer avanzar cualquier política pública en todos aquellos ámbitos que impactan de raíz la vida nacional, estatal, regional y local: en educación, salud, productividad, sustentabilidad.
Una población más informada, necesariamente debe ser capaz de tomar mejores decisiones, y de actuar con mayor claridad y creatividad.
Así ocurre con los temas que se relacionan con el desarrollo regional y la sustentabilidad. Si en el proceso de convergencia de Internet y televisión podemos encontrar un punto de equilibrio, que transforme los sentidos de la comunicación, y ésta deje de ser unidireccional -de las empresas a los consumidores, de los gobiernos a los gobernados- y se vuelva bidireccional y multidireccional, las comunidades de consumidores y ciudadanos, podrán intercambiar entre sí experiencias exitosas y fallidas sobre el manejo de los recursos, los desechos y su efecto en el medio ambiente. Los ciudadanos podrán efectivamente calificar la actuación de las autoridades, a través de mecanismos de observación de las actividades de sus representantes, lo cual se vería reforzado si se crearan herramientas legislativas para participación pública, como el referéndum y la revocación de mandato.
Además de las repercusiones en lo social y político, la columna vertebral de intercomunicaciones que es Internet, tiene el potencial de servir para articular la acción de comunidades dispersas, de grandes sectores de la población tanto para el compostaje, como para el reciclamiento de residuos, el ahorro energético y el cuidado del agua. El impacto de dicha columna vertebral en la educación y el desarrollo económico debe explorarse, pero los beneficios parecen estar fuera de duda.
Si no se toman medidas a gran escala en torno a estos problemas, empleando las tecnologías de información y comunicación disponibles a nivel nacional, estaremos desaprovechando el potencial de estas para que México viva un gran proceso necesario de reconstrucción y reorientación nacional.



Aquí comienza la libertad…

Trabajo en una biblioteca desde hace varios años. Empecé a ensayar el trabajar en una biblioteca -que básicamente consiste en desordenarla mientras se leen los libros e ir reordenándola al mismo tiempo, para poderlos localizar y releer- en la biblioteca de un tío, en mi infancia. En realidad, ahora lo sé, el trabajo de una biblioteca es muchas veces más complejo, involucra la participación de muchas personas y es una actividad colaborativa de creación social de conocimientos.
Desde niño siempre me fascinó que hubiera tanto por leer… los libros estaban ahí, esperando y había que poner manos a la obra.
Así lo hice, así lo he hecho, desde entonces hasta la fecha. Sin embargo, muy en contra de lo que pueda parecer, soy un pésimo lector. Lo confieso. A veces, los libros imponen un respeto y una autoridad que nos hace alejarnos de ellos: «ese libro es demasiado para mí»; pero otras veces son tanto o más entrañables que un hermano o una hermana, más atractivos que un amigo o un amante.
El libro guarda y brinda siempre el consejo que no nos puede dar por mil razones un padre, o una madre, un anciano, un maestro.
El libro nunca es ruín, aunque también es un hijo del hombre. Le salva, que espera.
El libro puede acumular polvo durante muchos años en un librero, en un estante, hasta que te percatas de su existencia, o te acuerdas de él o lo redescubres. Entonces vas, lo abres y éste empieza a decirte ese secreto tan bien guardado, y que sólo uno conoce: la verdad sobre uno mismo, la verdad sobre el mundo y sobre las cosas, la verdad sobre el Otro -que también en cierta forma es uno mismo-: la verdad del alma.
Yo por eso pienso que en todas las bibliotecas del mundo, las grandes y las pequeñas, las suntuosas y las humildes, debería haber una leyenda bien visible que dijera: «Aquí comienza la libertad…».

 



Dimensiones ecológica, económica y social de las bibliotecas

(Este documento está en desarrollo, gracias por sus comentarios y aportaciones).

  • ¿Qué es el desarrollo sustentable?
  • Tecnologías sucias
  • La biblioteca como nodo de actividades individuales y colectivas
  • La biblioteca como matriz de conductas sustentables e innovadoras
  • La biblioteca como reflejo de la diversidad ambiental y línea de defensa del ambiente
  • Por una agenda ambiental en las bibliotecas

¿Qué es el desarrollo sustentable?
La noción de desarrollo sustentable surge de la exigencia legítima, un reclamo de cambio, de una parte gigantesca de la humanidad que ve crecer la acumulación de riquezas y los índices de bienestar en unas pocas regiones, a costa de la exclusión y la humillación en que viven millones de personas, a lo largo y ancho del mundo, a costa del cambio climático global con su secuela de desastres por inundaciones, de los cambios en el regimen pluvial y sus efectos agrícolas, y de la destrucción de la naturaleza y el resto de las especies biológicas.

Desde el punto de vista de la sustentabilidad, las instituciones que heredamos del proceso histórico civilizatorio de los últimos veinte siglos, representan una fortaleza que debe ser puesta al servicio de los fines del desarrollo sustentable, de una nueva modernidad que supere y trascienda el individualismo económico y el hedonismo tecnológico, que resuelva el hambre de más de mil millones de seres humanos, el analfabetismo de cientos de millones de hombres y mujeres de todas las edades y la precariedad de vida o la franca supervivencia de comunidades enteras en lo países más pobres, que ponga un alto a las guerras de dominación y al saqueo de recursos naturales de naciones enteras, a manos de unos cuantos; no se trata de reanunciar un utopismo conservacionista romántico, hartamente superado, de un retorno a la naturaleza y a la vida simple y sencilla en el campo, en comunidades alternativas. Es preciso armonizar de manera democrática, y a escala masiva, nacional e internacional, global, los frutos del desarrollo institucional con lo mejor de la ciencia y la tecnología, ambiental y ecológicamente viables. Aprovechar los avances tecnológicos para ponerlos al servicio de una relación justa entre los hombres y de éstos con la naturaleza.

Tecnologías sucias
Muchos sectores industriales y sus líderes, encabezan la primera linea de resistencia al cambio a favor del medio ambiente y la naturaleza. Les interesa la sustentabilidad siempre y cuando puedan seguir manteniendo sus ganancias y conservando sus lucrativos negocios. Pensemos en la industria automotriz. Tiempo atrás ya ha sido viable, tecnológicamente, otra forma de transporte, eficiente, sustentable, que no contamine y que integre a las comunidades, lo opuesto a lo que ha logrado la pseudoreligión consumista del automotor individual de combustión interna: «dime cuántos caballos de potencia tienes, y te diré de que nociones medioambientales adoleces».
Otras industrias generadoras de desechos tóxicos, son reacias a pagar el precio por la renovación de sus prácticas productivas y el tipo de materiales que emplean para producir sus productos de consumo. Aunque predomina la gadgetería con prestaciones impresionantes de pixelaje de sus cámaras, capacidades multimedia, acceso multimodal a la red, etcétera, ni Nokia, ni Google, ni Apple, ni Research in Motion han logrado imponer en la mente del consumidor -que no, como debería ser, ciudadano– el anhelo, la aspiración por un verdadero teléfono celular solar.
¿Qué porcentaje alcanzará la basura tecnológica entre los desechos urbanos, en los próximos años, cuando cada ser humano tenga o haya tenido ya uno o varios disposiivo de éstos? ¿Cuál será el destino de las baterías, carcasas, cables, etc.?
La industrialización ha dado frutos de enorme trascendencia, que configuran la globalización actual: dos muy destacables son el auge de la industria editorial y el desarrollo de la red mundial de información. En ese plano, las bibliotecas han crecido a ritmos desiguales al amparo de la incontenible industrialización; a pesar de ello, pueden constituirse a su vez en puntos de avanzada hacia una nueva cultura de la sustentabilidad.
El acopio de recursos de información que ha ocurrido de manera natural en las bibliotecas, debe y puede generar ahora una segunda ola de flujos de información hacia la sociedad: cómo manejar los residuos, cómo optimizar la energía, cómo aprovechar el espacio cultivable de manera racional, cómo diversificar y enriquecer la alimentación, cómo determinar la calidad del agua, el aire y el suelo, son saberes sobre los cuales existen documentos, obras científicas y técnicas, en las bibliotecas… falta el proceso de divulgación de dichos conocimientos, la capacitación del usuario, así como la participación más activa de las bibliotecas en la promoción de la dimensión ambiental de la vida de individuos y comunidades. Las bibliotecas representan un contrapeso natural a la esquizofrenia consumista de los medios masivos de comunicación y el culto a los excesos de todo tipo, que promueven. «El producto tal, que brinda la sensación más extrema, por desgracia, es también el más extremadamente nocivo para tu salud o para el ambiente».
Por otro lado, las bibliotecas son promotoras del aprovechamiento y uso óptimo de los recursos de información impresos y electrónicos, así como impulsoras de la digitalización y distribución electrónica de un volumen cada vez mayor de información, que de este modo no requiere el soporte impreso ni el consumo de tintas que no dejan de tener consecuencias para el ambiente.

La biblioteca como nodo de actividades individuales y colectivas
La biblioteca digital global, la red de bibliotecas digitales de todo el mundo, cuenta entre sus bondades directas e indirectas una mayor cobertura y distribución social del saber, así como con la preservación de recursos naturales como los árboles.
La biblioteca debe impulsar mecanismos para que las comunidades de aprendices-maestros y para que los ciudadanos todos en las diversas ramas de su actividad, aporten información relevante a las bibliotecas, información ciudadana, regional y para que se evite el dispendio de recursos como el papel.

La biblioteca como matriz de conductas sustentables e innovadoras
En la vertiente económica, las bibliotecas representan bancos de conocimientos e información, que son tan necesarios como el capital y el trabajo para activar los procesos económicos, con un agregado: que las bibliotecas prestan sus conocimientos sin réditos y que a diferencia del banco capitalista, los conocimientos depositados en el tesoro de la bibliotecas pueden compartirse prácticamente en forma inagotable, prestarse y distribuirse, sin que se agoten.

Un asunto aparte, relacionado con esto tiene que ver con la pérdida, mutilación y robo de libros, que no deja de ocurrir, lamentablemente aún en entornos cultos, como el universitario.

De la veta de conocimientos e información que salvaguarda la biblioteca, el ciudadano puede extraer riquezas incalculables que, si son adecuadamente aplicadas a la vida productiva, social y cultural en el campo y la ciudad, pueden hacer una enorme diferencia por su impacto económico, humano y civilizatorio.

Una economía creativa y el uso socialmente útil y provechoso del tiempo libre, pueden favorecerse y apuntalarse en un vasto, atractivo y siempre actualizado sistema de bibliotecas públicas, escolares y académicas.
En la literatura y la poesía, la humanidad puede reconocer el fruto de su esfuerzo de milenios, y reconocerse como la parte creadora y productora, en el plano de lo histórico, lo ético y lo estético.
Así, la biblioteca y sus recursos físicos y digitales, está llamada a atemperar los afanes consumistas e individualistas que impone como última motivación a los hombres el sistema mercantil; las bibliotecas pueden contribuir a que las justificaciones últimas que buscan los hombres a las limitaciones y precariedades reales de su existencia, no sean meramente materiales, o económicas, sino, principalmente sociales, históricas, éticas y estéticas.
Si privamos a los jóvenes y a los niños de los bienes incalculables de la cultura escrita e impresa que resguardan las bibliotecas, estaremos condenando a los ciudadanos a ser no más que meros engranes involuntarios e inconcientes de un mecanismo económico global, genocida y ecocida, que jamás será revisado, puesto en cuestión o en duda, con las consecuencias globales del caso.
Las bibliotecas tienden a ocupar espacios privilegiados dentro de las comunidades a las que sirven y cuentan con un prestigio merecido, que les es dado en asociación con su función como distribuidoras y preservadoras del saber. La preservación del saber de la humanidad, está íntimamente relacionada -o debería estarlo- con la preservación de la diversidad biológica y cultural de las regiones; así como la difusión y el conocimiento de las expresiones culturales está estrechamente relacionado con la vida de otras especies y con las interacciones del hombre en comunidad y con aquéllas, del mismo modo que con el paisaje y el entorno natural.

La biblioteca como reflejo de la diversidad ambiental y culltural y como línea de defensa del ambiente
Las bibliotecas representan por ello nodos activos de una red que abarca a la humanidad entera en el campo de la etnociencia y de las prácticas seculares productivas y culturales que en muchos casos caen en el olvido y están condenadas a perderse. Habrá que ver cuánto y cuál de ese conocimiento regional-local acumulado, apuntala una nueva ética a favor del entorno y un despliegue de capacidades regionales, en función de la herencia cultural y biológica que sustentan, para rescatar el medio ambiente.
Arte, ciencia y humanidades tienen cabida por igual en las bibliotecas, que deben promover el diálogo entre todas las disciplinas. El diálogo interdisciplinario debe permearse con esta preocupación por el ambiente, por el entendimiento entre los distintos enfoques disciplinarios, para diseñar una forma de desarrollo que mitigue el deterioro de la naturaleza, la desigualdad social y que aliente la expansión de una cultura de la información y el conocimiento a favor del hombre y del medio ambiente.
Las bibliotecas son espacios públicos por antonomasia, espacios de convivencia y diálogo al amparo de los ideales de la racionalidad y el humanismo basados en el conocimiento multicultural, por ende, constituyen ámbitos donde se alientan la cohesión social, el enriquecimiento intelectual recíproco entre los individuos, un reservorio de saberes para la comunidad, que refuerza, amplifica y multiplica la función de la escuiela, el centro de investigación y la universidad. A su modo, las bibliotecas suplen una función esencial en el terreno de la vida espiritual de las comunidades humanas, alternando ese papel con el de algunas iglesias.

Por una agenda ambiental en las bibliotecas
La biblioteca es, en cierto sentido, un templo laico a la humanidad y a la naturaleza -a través de la recogida, organización y puesta en circulación de las ciencias del hombre, del cosmos y de la naturaleza-, un «oráculo» apoyado ya no en la intermediación del chamán o del sacerdote y en la intervención o los favores de los espíritus o de los dioses, sino uno adonde el propio ciudadano despliega su inteligencia, agudiza su juicio, e interroga, escruta, busca, lee hasta que logra abrir sus ojos y sus oídos a las vastas realidades consignadas en los libros escritos en todas partes del mundo y a lo largo de todas las épocas.
En ese diálogo con el libro y con las redes de información en el ciberespacio, el ciudadano inevitablemente se encontrará con este llamado a un cambio de conciencia que le permita valorar, defender y cuidar de la naturaleza y de sí mismo.



La información y el conocimiento para una vida democrática está en las bibliotecas

Desde la decáda de los 60, en plena erupción de las luchas por los derechos civiles en los Estados Unidos, algunos bibliotecarios estadounidenses enfatizaban ya el importante papel educativo, concientizador y de cambio social de las bibliotecas -en particular, el de las bibliotecas públicas-.
En nuestro país, tradicionalmente, las bibliotecas públicas han actuado como complemento o reemplazo de las diminutas -cuando existen- bibliotecas escolares y por ello, un segmento importante de la población tiene la idea de que las bibliotecas públicas sirven principalmente para que los estudiantes puedan ir a hacer sus tareas. Pero poco más que eso.
No obstante, las bibliotecas públicas -y las escolares, académicas- constituyen un bien social, un bien público, y por lo tanto un bien de interés público, que tiene por finalidad el garantizar el acceso, de todos los ciudadanos, a todo el conocimiento humano; en última instanca, así debería ser.
En realidad, la pobreza de la inversión pública en el ámbito de las bibliotecas públicas y de otros tipos, en nuestro país es un síntoma, o bien de la desinformación y, por lo tanto, de la insensibilidad de quienes toman las decisiones que afectan a este sector, olvidando o haciendo a un lado la obligación de un Estado verdaderamente democrático, de proveer a los ciudadanos información en cantidad y calidad suficiente, para que éstos a su vez puedan actuar como ciudadanos informados y responsables que mantengan vivos los rasgos de la democracia; o bien, aquello es evidencia del rechazo a que grupos crecientes de ciudadanos, informados y responsables, críticos y concientes gracias al acceso a la información y el conocimiento depositado en las bibliotecas, utilicen esos instrumentos de la razón y el intelecto, de la cultura, de la historia y de la ciencia, para diseñar alternativas, organizar y organizarse en acciones de largo aliento, con objetivos y metas claros, para transformar -de acuerdo a sus necesidades e intereses- las estructuras políticas, culturales y económicas existentes.
A la riqueza muchas veceses desestimada de las colecciones impresas de algunas bibliotecas públicas, académicas y escolares debe sumarse la inmensa oferta de información y conocimientos, muchos de ellos de acceso libre y gratuito, y que están depositados en la red mundial de Internet.
Han emergido en las dos últimas decádas nuevas posibilidades para la lectura y para la interacción con los conocimientos, que se suman a la oferta de servicios tradicionales de las bibliotecas, que complementan y refuerzan dichos servicios con modalidades virtuales o electrónicas.

Por lo anterior, y por que las bibliotecas son espacios ideales para realizar una extensa oferta de acceso a la tecnología de la información, se refuerza el papel de éstas en la transformación de nuestra sociedad.
Los bibliotecarios no podemos obviar, ni ser indiferentes a los ofensivos contrastes socioeconómicos, la insuficiencia de oportunidades reales para los productores, los manufactureros y los comerciantes del país, ya no digamos oportunidades para competir, sino tan sólo para participar activamente en los mercados internos y externos, ni podemos se ajenos al escaso o nulo acceso de la juventud a una oferta consistente, permanente y variada, de opciones para acceder a la cultura, la salud, la educación y un empleo digno; la acción de los bibliotecarios es indispensable para procurarnos una sociedad más igualitaria y justa, una adonde los individuos adopten concientemente una forma de vida basada en los valores de la democracia, la fraternidad, la sustentabilidad.
No se trata solamente de cubrir los requisitos formales de una democracia representativa -un modelo que cada día parece más insuficiente-, brindando información a los potenciales electores, sino de que los espacios bibliotecarios contribuyan a la búsqueda de una democracia participativa, en la que vida política y la vida privada de los individuos no sean más como compartimentos ajenos o estancos, sino adonde cada ciudadano asuma esa responsabilidad y esa congruencia que debe existir entre la vida privada y la pública en un sistema de vida democrático, como la que señalaba Pericles en su Discurso Fúnebre, pues «[…] no es posible que tomen decisiones equitativas y justas, quienes no exponen a sus hijos a que corran peligro como los demás».
Los 7 y medio millones de ninis -como ya se conoce a los jóvenes que ni estudian, ni trabajan- que hay en el país -como acusa el rector Narro, de la UNAM- son el fruto de las decisiones  de sus padres, tomadas en los últimos 30 o 40 años.
De haber actuado en lo político y decidido en lo electoral de un modo distinto, todo ese potencial, hoy, estaría rindiéndole al país un lugar destacado en el ámbito internacional, viviríamos una de las etapas más dinámicas de nuestra historia: veríamos un florecimiento del genio y la cultura, de la ciencia, el arte y la tecnología, etc., pero no es así.
El destino a mediano y largo plazo de este número gigantesco de jóvenes es incierto, a falta de políticas públicas que, como en el caso de Colombia, orienten el esfuerzo social, entre otras medidas en el ámbito socioeconómico, educativo y cultural, a la creación de numeros espacios bibliotecarios, sumamente atractivos y bien equipados, en áreas cercanas a la población pobre, en la periferia de las ciudades -aún en regiones conflictivas-  para brindar, en primer lugar, la oportunidad de que cada ciudadano se haga de una educación informal, audodidacta, de una formación basada en sus inquietudes e intereses, entre la lectura de libros y de la información disponible en las redes de datos, el diálogo y el intercambio, con la asesoría de bibliotecarios capacitados y con un alto espíritu de servicio y compromiso social, para avanzar en la construcción de una nueva ciudadanía, más informada y creativa, participativa, responsable y dispuesta a hacer frente al rezago económico y la injusticia social, no por la vía de las drogas, las armas y el delito, sino por la vía del trabajo conjunto, la creatividad y la participación en la vida política.
La realidad del país nos plantea un grave dilema: condenamos a 7 y medio millones de jóvenes a la demencia del mercado de las drogas y las armas, los abandonamos para que los absorban en sus filas los enemigos de México, o abrimos espacios bibliotecarios a lo largo y ancho del país adonde esos millones de jóvenes puedan acudir a aprender cosas nuevas, a nutrir su inteligencia con la cultura universal; o los involucramos en un gran proyecto de reactivación nacional basada en la educación para adultos, el fomento a la lectura y el uso inteligente de las nuevas tecnologías, o simplemente esperamos a que sigan cayendo sin vida, como frutos cosechados a destiempo, derramada su sangre inútilmente sobre los aparentemente interminables campos de la muerte.
(Imagen: Wikimedia Commons. Discurso fúnebre de Pericles).



Alfabetización informacional, científica y ambiental

Aunque a nivel internacional es creciente el interés por la alfabetización en información -o más correctamente: alfabetización informacional (AI), es decir aquella alfabetización relacionada con la capacidad de cada individuo, para definir sus propias necesidades de información, el conocimiento de y la habilidad para utilizar las fuentes de información que permiten resolver dichas necesidades y el uso eficaz, ético y legal de la información así obtenida, para los fines individuales y colectivos que se plantea-; por más que en algunos círculos bibliotecarios y bibliotecológicos, la AI aún es una idea marginal, considerada como un matiz de las actividades académicas de las instituciones educativas, adonde las bibliotecas suelen estar enclavadas, la alfabetización informacional es un asunto pendiente de una profunda reflexión colectiva, reflexión que cobra cada día mayor urgencia e importancia.
Lo mismo se puede decir de las otras alfabetizaciones, que pueden verse como preparaciones indispensables para una ciudadanía plena, efectiva, en una sociedad cada vez más convulsa y compleja, arrastrada de manera incesante hacia diversas contradicciones: entre la tecnología y la naturaleza, el bien individual y el colectivo,  el mercado, la mercadotecnia y las variadas formas de realización humana. Hablamos de la alfabetización científica y la ambiental, que suponen o implican también una alfabetización para los medios de comunicación, para los derechos humanos y para la salud, en suma: todas las alfabetizaciones que suponen lo que podría considerarse en el fondo una alfabetización política.
Se piensa que la escuela y las experiencias educativas formales brindan, ya, dicha alfabetización. Sin embargo, observamos que en el lenguaje de los especialistas de la pedagogía, de la biblioteconomía, de las ciencias del ambiente, aún el de las ciencias de la salud, suele pasarse por alto el asunto de la alfabetización en sus disciplinas, tal vez porque se trata de algo -a primera vista- muy fundamental y básico, que se da por supuesto.
Pero es precisamente en la base de la idea de educación, adonde las nociones alfabetizadoras tienen un enorme potencial de transformación y de cambio. El fin de la alfabetización es la autonomía, la responsabilidad y el aprendizaje de por vida: un proyecto de vida conciente, creativo, único y por ello potencialmente alternativo.
Una persona autónoma y responsable debería ser capaz de regular sus procesos de autosostenimiento, autoaprendizaje, dirigir éticamente su labor creativa, su gestión tanto individual como grupal, en el marco del primer círculo de quienes le rodean, y también en el de las comunidades más extensas a las que está integrado.
El problema parece ser que hemos diseñado, alimentado y nutrido un sistema educativo, un sistema de medios masivos de comunicación y entornos laborales que promueven, o al menos parecen facilitar la desintegración y la atomización, aún la disolución, la dispersión de las individualidades.
Zapatero a tus zapatos -parece que es el leit motiv en muchas instancias educativas y aún científicas– y se hacen todos los esfuerzos para mantener intactas las murallas que mantienen estancos los cuerpos de conocimiento de las distintas especialidades, y a salvo los intereses -profesionales, en el mejor de los casos- de los miembros con la voz cantante.
Hacer algo distinto -se predice- lleva ya el signo del fracaso, en primer lugar, porque la eliminación de fronteras no conviene a esos cuerpos de intereses constituidos: la política. En segundo lugar, porque la inercia obliga a verlo todo desde la óptica de la propia disciplina y ¡qué difícil es adoptar un punto de vista diferente, ya no digamos contrario!
Precisamente la riqueza problemática en las «fronteras» disciplinarias, es lo que puede garantizar una serie de descubrimientos e integraciones, que el trabajo de investigación, disperso y atomizado por ahora, no se permite.
Las bibliotecas representan una matriz cultural, cognitiva e intelectual para los pueblos. Viendo la fortaleza -o las debilidades- del sistema bibliotecario en cualquier sociedad dada, podemos hacernos una idea bastante acertada de las inequidades y asimetrías que existen dentro de dicha sociedad.
Muchas injusticias sempiternas en nuestra sociedad tienen como fundamento, principalmente, la ignorancia del pueblo. Las que son producto de la violencia o el monopolio de las distintas fuerzas sociales -la religión, la educación, los medios, los cuerpos armados- tal vez sean más difíciles de desterrar. pero un pueblo medianamente informado debería ser capaz de redescubrir tarde o temprano el espíritu griego de la democracia.
No se trataría, entonces, nada más de una democracia representativa, que termina en el recuento numérico -ahora siempre sospechoso- de papeletas electorales, sino de una democracia participativa, de una verdadera representación y rendición de cuentas, en la que el funcionario público es conceptualizado realmente como un servidor público y en la que el gobierno es una continua autoevaluación del camino recorrido y del destino trazado.
Justo en la era de la información y del conocimiento, cuando la ubicuidad de la información y la movilidad de la conexión y el acceso a las redes de datos, van a propagarse como un polvorín en toda la sociedad -al menos, entre la que cuenta con recursos económicos para poder pagársela- que vemos, en Colombia, una interesante apuesta por las bibliotecas de libros -claro, dotadas con la más moderna tecnología para aprovechar también lo que ofrece la red Internet, que es mucho-: bibliotecas parques, centros culturales en el más amplio sentido de la palabra, enclavadas en aquellos lugares de las urbes colombianas adonde se hizo evidente la disrupción de la convivencia, el desgaste de las relaciones sociales y el agravamiento de todas las crisis la educativa, la económica, la de seguridad… Construyeron bibliotecas, allí adonde la juventud y la niñez, estaban en peligro: como obedeciendo el espíritu del verso de Hölderlin: «Allí donde se vive en peligro, crece lo que salva».
Bibliotecas, computadoras y libros, eso le están dando -sus legisladores- a los colombianos, que conocen y viven desde años atrás su propia versión de una guerra intestina. con un alto costo en vidas humanas.
¿No tendríamos que ver con más detenimiento experiencias como ésta, y aprender de ellas, ahora que en nuestro país andan sueltos los demonios de la inseguridad y la delincuencia? ¿Y si se dotara de inteligencia a las comunidades, construyendo bibliotecas-parque públicas y verdaderas bibliotecas escolares en los municipios y aún en las zonas apartadas, si se interconectaran plenamente, con texto, voz y video en la red, y se recrearan al menos virtualmente todas esas relaciones humanas que se han ido erosionando y deteriorando con la crisis?
¿La confianza así creada, no alentaría por lo menos el comercio, los intercambios de todo tipo entre regiones? ¿Los niños, olvidarían la llegada de los libros y las computadoras a esos espacios bien diseñados, atractivos, en nada semejantes a sus antiguas «bibliotecas públicas» oscuras, abandonadas, tristes, vacías? ¿Cuál sería el beneficio potencial para México si nos aseguraramos de crear las condiciones para formar, ya no digamos 8 millones de ninis bibliófilos, sino al menos 8 millones de ninis lectores?