Universidad Veracruzana

Kaniwá

Bibliotecas, Información y Conocimiento



Apuntes para una agenda educativa nacional que devuelva a las bibliotecas la función que les es propia: corazón de la vida académica en todos los niveles

«La Biblioteca es una esfera cuyo centro cabal es cualquier hexágono,
cuya circunferencia es inaccesible».
Jorge Luis Borges.

Por Carlos Alberto Sánchez Velasco

Creo que no soy el único que anhela ver que resultan exitosos los esfuerzos del nuevo gobierno, en todos los órdenes. Y en especial, para la educación, pasando -entre otros retos mayúsculos- por la depuración de toda la burocracia innecesaria en el ámbito educativo, por la eliminación de todos los aviadores en las escuelas, que cobran sin trabajar como maestros, sino aparentemente como administrativos o comisionados, etc. Se debe revertir y superar la segmentación en niveles -innecesaria y de origen político- a lo largo de todo el sistema educativo. Se debe abrir la educación superior a todos los que sepan leer y escribir bien. Deben dejar de darse títulos profesionales a personas adultas que mantienen desde la primaria, las mismas faltas de ortografía de siempre, solamente porque no se proponen leer lo suficiente. ¿Quién quiere que los líderes de la sociedad del presente y del futuro, sean unos calificados analfabetas funcionales, por muchos diplomas que cuelguen de sus paredes?

Esto sería magnífico: devolver a la Universidad, alma mater y casa superior de estudios, cuna de la inteligencia, la rectoría del nivel de enseñanza media y media superior, que anda dando bandazos, en el limbo de ser o educación para la vida, o para el trabajo, o semi-profesional -nadie sabe-. Causa del fracaso de muchos estudiantes y sus proyectos de vida, desde esos niveles. Se revertiría de esa manera, la medida políticamente interesada y violenta que, al menos en el caso del estado de Veracruz, se impuso a la Universidad Veracruzana, antes de que fuera autónoma. La separación, en 1968, de la educación media y media superior, de la Universidad, ello como resultado de la probada unidad de lucha que habían logrado los estudiantes de los tres niveles, durante el movimiento de 1968, movimiento que fue reprimido a sangre y fuego, frenando la evolución social y política del país durante cincuenta años. Es hora de resarcirnos de este crimen.

«Divide y vencerás…», dijo alguien… al parecer fue Maquiavelo. Pues bien maquiavélicamente, en los últimos años, la segregación de los profesionistas se ha acentuado, aún más, con la prevalencia de modelos que tienden a particularizar e individualizar las trayectorias educativas de los educandos, de modo que los que todo comparten -bibliotecas sin presupuestos, laboratorios sin reactivos, ni equipos, mobiliario y aulas en malas condiciones, aulas sin maestros-, se piensan egoísta y equivocadamente como únicos y responsables solamente de una diminuta parcela, la de su «muy suyo» y «muy propio» aprendizaje. ¿Y así se quiere que surja el sentimiento de unidad social, el espíritu de cooperación y un fuerte compromiso profesional con la paz y la democracia? Pamplinas.

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Quienes queremos que realmente funcione nuestra democracia, debemos tomar muy en cuenta los ejemplos históricos que han dejado otras naciones del mundo.

Estados Unidos de América sería impensable, como lo conocemos, sin un robusto sistema de bibliotecas municipales, escolares y académicas. Allá, para gestar sus leyes los representantes populares, ni más ni menos, cuentan con toda la Biblioteca del Congreso, la más rica del mundo. Acá, como parangón de nuestra flaqueza cultural, nuestros legislators cuentan con las chicas de las copias.

Las bibliotecas finlandesas, tanto como su sistema educativo, pueden hacer morir de envidia a cualquiera. A las pasadas autoridades federales, les deberían enrojecer la cara de vergüenza. Han robado tanto, que claro, jamás les interesó desarrollar algo como esto: las bibliotecas, hospitales del alma, fuente de alimento para el espíritu, semillas de todas las revoluciones que vendrán, viveros de los inventos y adelantos que nos conducirán de manera soberana e independiente en el futuro. ¿Por qué no hay innovación en México? ¿Por qué hay un déficit tremendo de científicos? ¿Cuántas patentes produce anualmente el estado de Veracruz? ¿Cuántas el país? Sabemos que la Universidad Nacional produce… ¿pero quiénes y cuánto más?

La necesidad de devolver su carácter central a las bibliotecas en la actividad educativa, ha sido señalada en múltiples documentos internacionales.

Vivimos en México, con muchos desfasamientos, la mal llamada sociedad de la información, del conocimiento y del aprendizaje. En buena medida y en nuestro caso, sería mejor denominarla: sociedad de la estupidez y de la ignorancia.

Los niños tienen pantallas de alta resolución, fabuloso ¿pero qué están viendo? Google Trends nos dice que probablemente estén viendo pornografía, fútbol o educándose en cinismo, con personajes lamentables como Werever2morro, Platanito o el Escorpión Dorado. Escribí cinismo, no civismo.

A través de la lectura de libros, lo subrayo, de libros, los niños y los jóvenes pueden llegar a constituirse como sujetos con una individualidad propia y con una estructura moral y ética capaz de superar pruebas y desafíos. Esto, desafortunadamente las evaluaciones por competencias no parecen ser capaces de medirlo. El lenguaje de la eficiencia y la «calidad», ha dejado atrás los supuestos fundamentales de la ética en la educación. No todo lo idóneo es necesario ni provechoso, ni útil, ni sabio, para una sociedad desangrada, violentada económicamente y sumergida en una pasmosa miseria económica y social. El individualismo, idóneo para las réplicas en grande y pequeño del neoliberalismo, por lo menos, no. Eso, sólo sirve para gestar las nuevas generaciones de delincuentes.

Parece que ha funcionado, para la elite que se ha beneficiado de ésto, el abandono neoliberal de instituciones como Museos, Zoológicos, Teatros, Bibliotecas y por supuesto, la Escuela. Aunque al centro del discurso oficial la Escuela aparece una y otra vez, asociada al concepto de “calidad”, hasta se escucha el tintineo del dinero que hace pensar que todo eso se trata en el fondo de un negocio… por ello, debemos cuestionarnos cuál es la intención y cuáles son los supuestos de dicho concepto.

¿Calidad para qué y calidad para quién? Si la educación es la misión liberadora del hombre, la dotación para apropiarse de la herencia cultural universal -quisiérase, cósmica- para que los hombres y mujeres del mañana entiendan -desde ahora- su sitio en el devenir natural y en la historia humana, es preciso que se restituya a la filosofía, como primera ciencia, su lugar privilegiado en la enseñanza, y el de todas las humanidades al servicio de la filosofía y viceversa, con el mismo énfasis que no puede obviarse requieren todas las ciencias y la tecnología. Se ha abandonado el humanismo y eso es terrible, porque los efectos deshumanizadores de esto perdurarán por décadas, si no acabamos antes con nosotros mismos y la naturaleza.

Pero volvamos al tema de las bibliotecas.

Repensar las bibliotecas como corazón de la actividad académica obliga a realizar inversiones generosas, con visión de largo plazo en los espacios que se destinan a dicha función. Apoyar y preparar a los bibliotecarios y con mayor razón a los que son maestros y bibliotecarios. Obliga a repensar las bibliotecas, ya no como los sitios de silencio obligado, vigilados por el bibliotecario amargo, que fueron cliché durante mucho tiempo. Eso se acabó. Ahora, debemos dividir inteligentemente, por zonas, esos espacios, de modo que en la biblioteca haya lugar tanto para la charla de viva voz, y la convivencia -elemento fundamental, que se ha perdido de la mano del abuso personal de la tecnología de información y sus pantallas Retina, enceguecedoras del Otro y de lo Otro- la biblioteca como espacio de encuentro humano, interpersonal, adonde se puede tejer y hacer evolucionar, el tejido y  las normas sociales que permitan hablar de una convivencia pacífica democrática, productiva, con calidad, capaz del debate informado y razonado de las ideas, en fin, democrática, y no lo que tenemos por ahora: la prevalencia del más picudo, del más fuerte, del mejor conectado, del que maneja más terabytes de información -incluso del que se reserva muchos terabytes de información y los oculta del escrutinio público-, y el intento de imponer a todos un pensamiento único, el neoliberal.

La biblioteca debe contar además, por supuesto, con zonas para la lectura concentrada y silenciosa, y para el monólogo, que son los momentos del verdadero parto de las ideas. Y también con zonas intermedias, adonde por parejas o tríos, estudiantes, maestros, o ambos, se reúnan a deliberar sobre sus intereses, sus problemas, y además sobre los avances en los aprendizajes y para intercambiar nuevos conocimientos, tener acceso compartido a recursos audiovisuales, a la red, etc..

Tenemos una gran ventaja para empoderar a las bibliotecas y a los bibliotecarios: las nuevas tecnologías son perfectos auxiliares -incluso para hacerlo a distancia, de manera remota- para atender y apoyar a los grupos de educandos -que en esta etapa incluyen, junto a los alumnos, a sus maestros- en un proceso de aprendizaje colaborativo, desterritorializado, y también vinculado a lo local, a lo global –glocal, como suelen decirlo en la jerga millenial. O, como diría un clásico mexicano de la autodidaxia, Guillermo Michel, construir y brindar en la biblioteca “el Mundo como escuela”, la mayúscula enfática es mía. Necesitamos urgentemente esta apertura, que hará evidente la miseria cognitiva de la mayoría de los programas académicos actuales, y la inoperancia de los enfoques pedagógicos en boga. Hay infinidad de experiencias exitosas que se pueden retomar, adaptar y recrear, con el propósito de mejorar la educación, pero sobre todo para lograr que los estudiantes y maestros de México sean felices, estudiando, aprendiendo, creando, descubriendo, en condiciones de paz, nutridos, seguros… aunque toda la verdad sea amarga.

En todos los espacios de actualización docente se habla de aprendizaje basado en proyectos y de aprendizaje basado en la resolución de problemas, de blended learning y de aprendizaje invertido y, la pregunta obligada ante ello es ¿y en qué momento se habla de la obligación de los académicos de conocer, utilizar, aprovechar y apoyar a sus bibliotecas? ¿En qué momento las autoridades actuarán y rescatarán del polvo y del olvido los tesoros desaprovechados que son las bibliotecas, patrimonio de la nación y no pretextos para el desfalco?

Voy a los fundamentos: ¿qué concepciones imperan sobre las ideas de información, conocimiento y aprendizaje entre las autoridades educativas y entre los académicos?

Y aún más ¿qué noción domina el pensamiento educativo sobre lo que es el Hombre? La educación está destinada al Hombre , por ello hacemos todo esto pero ¿qué es el hombre?

Hago esas preguntas, con frecuencia, a diferentes educadores, y otros profesionistas disciplinares y cada uno da una perspectiva y un enfoque, con dificultades, en el mejor de los casos. No hay acuerdo, la polisemia es pavorosa, no hay asideros, todo el edificio conceptual que hermoseamos para los informes de auto-elogio se derrumban. No hay un acuerdo, además, de manera conveniente para las bestiales fuerzas del mercado, de la explotación de todo tipo, de la segregación. Porque si nos apostamos teóricamente en el paradigma de la complejidad o incluso en el marxista, claro que sí hay un concepto cognitivamente poderoso de la vida y del hombre, que debemos operacionalizar, es decir, un concepto que podemos desarrollar y practicar, como enseñantes y como aprendices a la vez. Véase: El Método de Edgar Morin, y las diversas obras que existen sobre el concepto del «hombre» en Marx.

Debemos superar el rezago mental y conceptual de las autoridades, que han empleado las bibliotecas incluso, como lugar de castigo -¡qué barbaridad, hasta ahí llegan en su ignorancia!- para alumnos con capacidades y estilos de aprendizaje sui generis, y como congeladora de maestros o en el peor de los casos como hangar de aviadores. Todos ustedes saben perfectamente de lo que hablo.

Vivir en el siglo XXI, donde las bibliotecas están llamadas a ser el faro, el GPS, que puede guiar el uso inteligente de las tecnologías de información florecientes,  y tratarlas como si siguiéramos en el siglo XVIII o XIX, es imperdonable.

Para empezar, hay que tener tantita cara para, como es la norma, ni siquiera dotarlas de un presupuesto, ya no digamos de un presupuesto decente.

Haré una especie de resumen. Esta parece la consigna neoliberal medular del sistema educativo neoliberal imperante en nuestros tiempos:

QUE DEJEN DE LEER, QUE DEJEN DE PENSAR, QUE DEJEN DE CUESTIONAR, POR ESO DÉNLES TABLETAS*, Y LAS SOBRAS A LAS BIBLIOTECAS.

Sobras de lo económico, de lo pedagógico, de lo curricular, de lo profesionalizante, de equipo de cómputo… de todo.

De acuerdo con un índice de muchos conocidos, debe existir una biblioteca pública por cada 10 mil habitantes, al menos con cinco mil volúmenes. A esa tasa, en la capital de Veracruz, Xalapa, debería haber entre cincuenta y sesenta bibliotecas públicas. Si hay diez, aleluya. Una revisión del estado de las bibliotecas revelaría que no alcanzamos, en la mayoría de los casos, ese indicador interesante.

Existe, dicen, un problema de “escasez” provocada y de “fuga» de recursos, que impide el correcto, armonioso y provechoso desarrollo de las bibliotecas públicas, escolares y universitarias: no hay dinero, no alcanza, no hay. Para publicidad de Enrique Peña, para la de la reforma del ex-secretario de Educación, Nuño, sí había y mucho, pero para bibliotecas decentes para los niños y jóvenes de México… Para eso: naranjas.

En el caso de las bibliotecas escolares,  es necesario revisar todos los supuestos que rigen la operación de la famosa Comisión Nacional del Libro de Texto Gratuito (sic). Engañosa denominación, para una entidad que gasta miles de millones de pesos, anualmente, para la impresión y adquisición de decenas de millones de volúmenes que, lamento decirlo, pero debemos saber y reconocer, que acaban vendiéndose por kilos para el reciclado de papel, formando colecciones inútiles en las casas, junto al docto TV Novelas, obras con contenidos tan efímeros, que parecen hechos para el instante, libros desechables, para consumir el tiempo de los estudiantes en las aulas, pura paja, para entretenerlos en puro activismo, libros para que al final detesten la lectura y para que no piensen. Por ello, por su escaso valor humano, millones de esos libros acaban en la basura. ¡Qué oportunidad tan grandes desaprovechada! Recursos que servirían para estimular la industria editorial nacional, en todos los estados de la república, y para promover en los niños y jóvenes de todo el país, el amor por la lectura, el desarrollo del lenguaje, y con ello, el del pensamiento y, como corolario, el del pensar crítico y creativo. El libro de texto, como se maneja hasta ahora, gratuitamente en apariencia, pero a un altísimo costo humano, propicia el desencuentro de los niños y jóvenes mexicanos con los grandes intelectuales de la humanidad, los grandes artistas y poetas, y los grandes científicos. Eso es algo imperdonablemente caro.

¿Qué pasaría si se destinaran esos miles de millones de pesos anuales al desarrollo y enriquecimiento de las colecciones de las bibliotecas públicas-escolares, para dotarlas del acceso a los mejores libros que se editan en el mundo, para que México edite más y mejores libros para el mundo, y de paso, para que no falte nada, conectarlas todas sin excepciones a Internet?

Seguro que mucho, mucho, cambiaría. Sería una novedad para todos entrar a la biblioteca. Ver que está integrada a la comunidad a la vez que integra a la comunidad, que sirve a la escuela, a los estudiantes y maestros, pero también al obrero, al trabajador, a la ama de casa. Salud, cocina, entretenimiento, cultura, actividades, sustentabilidad, habilidades digitales, todo podría nutrirse, alimentarse: una vida mejor para todos.

Estas ideas son el resultado de algo de reflexión personal y búsqueda, la mayor parte cobijado precisamente por una biblioteca universitaria. Pondré como muestra un solo ejemplo, una sola anécdota personal: tuvieron que pasar más de 40 años de mi vida, para enterarme, para saber, para darme cuenta, de que una fábula empleada en uno de mis libros de textos del primer año de la primaria, se trataba de una obra atribuida al poeta persa, del siglo XIII, de nombre Jalal al-udin Rumi.

¿Por qué nos privaron, mediante esos libros hechos de retazos, pero aún mejores que los actuales, de la oportunidad de conocer a aquel hombre y su obra completa?

Si aquellos libros hubieran citado al autor, mencionado otras de sus obras, incluso reproducido el contenido de muchas de ellas, nos habríamos ahorrado -me habrían ahorrado- cuarenta años de extravío, buscando entre los innumerables teóricos de las humanidades y de la filosofía, ante los problemas de la existencia, cuando el buen y sencillo Mevlana Rumi, describió profusamente las bases del verdadero humanismo, hace ya casi mil años, solo antes que Immanuel Levinas.

Pero ésto que se dice en un párrafo, podría dar origen a una tesis entera. La CONALITEG no entrega libros «gratuitos», esos millones de volúmenes le salen a la sociedad mexicana y a la naturaleza -sus miles de toneladas de papel- muy caros. Son libros de desecho, que no propician ni amparan los procesos más elevados del pensamiento -procesos a los que parecen temer los súbditos del FMI y de la BM que pedalean hacia Oz en la SEP, el CONACULTA y otras instancias-, sirven, si acaso, para activar eficiencias obvias, verificables y medibles, son si caso como inmensos Sudokus con ínfulas de libros.

Pero lo que queremos todos los maestros que deambulamos diariamente en este planeta, es que aflore la autoconciencia en nuestros estudiantes, y no sólo eso, sino las formas de autoconciencia más elevadas, sin caer por ello en el misticismo o el iluminismo. Me atrevo a pensar sin embargo que tendemos hacia ello. Es lo que secretamente anhelamos. Darle a la vida humana profundidad filosófica, sustancia que es, a la vez, amarga y heroica. Vivimos tiempos que están señalados por esto, precisamente**. Pregunto ¿hay escalas en el INEE para medir eso? Por eso y por muchas otras cosas, por afrentar a los seres humanos que son mis compañeros maestros, me disgusta una reforma educativa inconsulta -porque si a mí me hubieran preguntado, habría dicho todo lo que enuncio en este texto- que considera a los maestros al nivel de máquinas de la enseñanza. ¿Puede haber algo más deplorable?

Se podrían ahorrar muchísimo dinero, en las evaluaciones, en la burocracia requerida,  e intentar destinarlo a la creación de un Tutor Virtual Idóneo: eternamente joven, nunca explotado, nunca ninguneado, siempre eficaz, un excelente, simpático, asertivo, dispositivo de enseñanza (sic), adaptable a todos los niveles, capaz de saberlo todo, ducho en artículos e incisos legislativos, ya conectado al saber mundial, que escuche patrones y que hable, como un videojuego que apasione y atraiga a los niños y jóvenes, y ofrecerlo en forma estandarizada en un espacio web, a todos los niños de México De esa forma, sí tendrían todas las métricas con que, en su cuantofrenia y aritmomanía, intentan medir lo inmedible.

¿Qué alternativa tenemos?

Retornar a los orígenes, al peripatetismo, reconstruir los jardínes-bibliotecas-museos. Apagar las interfaces, encender los cerebros. Salir, vernos, caminar, respirar aire. Hablar. Observar la naturaleza, recrearnos en su protección. Y desarrollar bibliotecas que sean lo que han debido ser siempre: templos del conocimiento, salones de la sabiduría. Puentes y faros hacia la producción mundial del saber. No bodegas para los tambores de las bandas de guerra escolares. No sitios de tercera o cuarta categoría política, empolvándose, desorganizados, adonde apenas llegan las migajas de las migajas del presupuesto. Debe acabarse para siempre, en nuestro país, eso de que la Biblioteca aparece en los organigramas administrativos junto a los baños y la intendencia.

¿Quiénes son capaces de tenerla en ese sitio, en su mente?

 

* Propuesta del ex-candidato panista a presidente de la república, Ricardo Anaya.

** El presidente electo lo ha mencionado cada vez que puede, que admira a los hombres de nuestra historia y eso sólo puede hacerlo alguien que lee y que, como él, escribe. No los analfabetas funcionales que conocemos de toda la vida.