Año 16 No. 661 Diciembre 5 de 2016 • Publicación Semanal

Xalapa • Veracruz • México

Jefe político, institución fundamental en el México pre-revolucionario

Contenido 19 de 42 del número 661
Romana Falcón Vega

Romana Falcón Vega

 

Carlos Hugo Hermida Rosales

El jefe político fue una institución fundamental durante el México pre-revolucionario, pues fungió como mediador entre los campesinos y el gobierno central al realizar las negociaciones necesarias para que éstos tomaran acuerdos, afirmó Romana Falcón Vega, catedrática del Centro de Estudios Históricos de El Colegio de México.

La académica participó en el debate “El jefe político. Un dominio negociado en el mundo rural del Estado de México, 1856-1911”, realizado el 29 de noviembre por el Taller de Historiografía Contemporánea del Instituto de Investigaciones Histórico-Sociales (IIH-S), en las instalaciones de esta institución.

Romana Falcón comentó que los jefes políticos fueron personajes muy poderosos que ostentaban diversos cargos como presidentes municipales y gobernadores. Debido a este poder, añadió, los campesinos debían luchar para conservar algunos de sus derechos básicos.

La profesora aseguró que en la mayoría de los casos las relaciones entre campesinos y jefes políticos eran brutales, pues además de que en estos últimos se centralizaban las funciones fiscales y de justicia que rara vez eran aplicadas con imparcialidad, eran los encargados de llevar a cabo prácticas impopulares como la “leva” y la “contribución de sangre”, mediante las cuales se proveía de personas al ejército.

“En los jefes políticos también recaía la gestión de las reformas agrarias liberales, instrumento usado para llevar a cabo la repartición de tierras. Como existía un alto grado de corrupción, muchas veces éstas terminaban en manos de amigos y familiares de estos personajes”, compartió Romana Falcón.

Explicó que estos personajes desaparecieron como autoridad con la Constitución de 1917, que los dejó fuera de los procesos democráticos que empezaron a gestarse; incluso una de las peticiones de la Revolución Mexicana, iniciada por Francisco I. Madero, fue la derogación de éstos, ya que eran el centro del odio popular.

La docente enunció que pese a todas las prácticas autoritarias que realizaban los jefes políticos, el estereotipo con “horca y cuchillo” que se concibe de ellos en la actualidad no es exacto, ya que si bien es cierto que muchas veces impusieron mano dura, en la gran mayoría de ocasiones debieron pactar sus acciones.

Romana Falcón explicó que aunque en el país ya no existen jefes políticos, éstos aún se encuentran presentes en naciones con formas de gobierno muy distintas entre sí, como Ecuador, Bolivia, Japón y Francia; en la nación, el poder que ostentaban estos personajes recayó en las autoridades municipales, cuyas relaciones con los campesinos en ocasiones aún son muy tensas y debatidas.

La docente expresó que si bien los procesos de dominación transforman a las ciudades, en México este mando fue moldeado y resistido desde abajo, ya que en el pasado muchas veces los pueblos indígenas y grupos populares rurales fueron actores informados y creativos capaces de adaptar, modificar, resistir e incluso llegar al extremo de la insurrección, para modificar su vida colectiva y personal.

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