Año 14 No. 580 Noviembre 3 de 2014 • Publicación Semanal

Xalapa • Veracruz • México

Son jarocho llegó consolidado al siglo XX

Contenido [part not set] de 46 del número 580

Habló acerca de los orígenes del género en el Sotavento veracruzano

Rafael Figueroa Hernández

Rafael Figueroa Hernández

Es reflejo de resistencia entre la comunidad migrante en EU: Daniel Sheehy

David Sandoval Rodríguez

El son jarocho llegó al siglo XX plenamente hecho y conformado, muy cercano a lo que conocemos ahora, con un repertorio y un protocolo musical muy claro, aseveró Rafael Figueroa Hernández, investigador del Centro de Estudios de la Cultura y la Comunicación (CECC).

Así lo planteó en su conferencia “Rumberos y jarochos. Crónica musical de un pedacito de patria que sabe reír y cantar” en el Coloquio Veracruzano de Otoño 2014.

Figueroa Hernández, quien cursó estudios en la Escuela Superior de Música, es doctor en Historia y Estudios Regionales por el Instituto de Investigaciones Histórico-Sociales.

Daniel Sheehy

Daniel Sheehy

Para un género que se consolidó durante los siglos XVIII y XIX, a la llegada del XX “se sabe qué tocar y qué no, se sabe cómo bailarlo, hay estructuras líricas muy claras que se ejecutan en cada son y entonces podemos hablar de que el son jarocho llega al siglo XX plenamente conformado”.

Los orígenes de esta música provienen de la ruta comercial del mar Caribe, cuando varios países intercambiaban las tradiciones musicales; desarrollo que se interrumpió con los movimientos sociales que comenzaron con la independencia de Haití en 1795.

Las regiones dejan de convivir y esta música comienza a tener mayor presencia tierra adentro, como es el caso de la guaracha, el son montuno, el bolero y el danzón en Cuba y el son en la región de Sotavento de Veracruz. Actualmente su investigación rastrea la presencia del son jarocho en el cine mexicano, por lo que presentó en el auditorio de la USBI extractos de películas como Huapango de 1937 y Alma jarocha de 1942, en esta última debutó María Félix.

Durante la presidencia de Miguel Alemán Valdés y posteriormente de Adolfo Ruiz Cortines se apoyó la presencia de grupos de soneros veracruzanos en eventos oficiales, así como también en lo que se denomina la “Época de oro del cine mexicano”, destacando la figura del compositor e intérprete Lino Chávez y la de Andrés Huesca.

Las charlas congregaron a jóvenes interesados en el género

Las charlas congregaron a jóvenes interesados en el género

No obstante, apuntó el ponente, “el cine mexicano trató realmente muy mal al son jarocho, hubo muchas películas en las que no había muchas ganas de ser auténticos, no había mucho respeto por la autenticidad, simplemente utilizaban las músicas regionales de todos lados para los fines de los filmes.”

En los fandangos, por ejemplo, hay una sola pareja bailando “y como los directores querían espectáculo y exuberancia ponían a bailar a 50 parejas o cosas por el estilo; realmente el cine mexicano nunca se preocupó por la autenticidad de las músicas regionales desde siempre”.

Respecto al concepto de jarocho, explicó que al término de la Revolución Mexicana y el proyecto de nación de los gobiernos posrevolucionarios se trató de incorporar a “lo nacional” todos los géneros regionales, desde el esfuerzo de las misiones culturales de José Vasconcelos.

“Esto tiene su precio; por un lado, se ganó en exposición, por primera vez el país conocía lo que había en todas sus regiones”, agregó, “pero al mismo tiempo, como pasó con el son jarocho, al sacarlo de su contexto rural, algunas cosas se perdieron y otras se ganaron.

Lo que se perdió fue el contexto de la fiesta y se tuvo que adaptar a una nueva forma de hacer música que ya no incluía el baile y la fiesta comunitaria, pues se tenía que hacer en centros nocturnos”. A partir de la década de los sesenta comenzó un movimiento de reivindicación del son jarocho tradicional, creando “un fenómeno bastante interesante que ahora tiene ramificaciones internacionales”.

Fenómeno identitario en EU Daniel Sheehy, director del Centro de Folklor y Patrimonio Cultural del Instituto Smithsoniano de Estados Unidos (EU), presentó la ponencia “El son jarocho. Sonido, significado y sustentabilidad” donde habló de su relación personal con el son y su descubrimiento.

El investigador dijo que este género musical se ha convertido en reflejo de la identidad y de la resistencia que acompaña los movimientos sociales de los migrantes desde la época del activista César Chávez. Fue cuando Sheehy estudiaba Dirección Musical en la Universidad de California en Los Ángeles que conoció a un músico proveniente de África y se acercó a las músicas afroamericanas.

“Una grabación cambió mi vida y ésta fue el fandanguillo que escuché de los hermanos Gutiérrez”, comentó ante el auditorio de la USBI. Desde entonces se interesó por conocer más acerca de esta música y viajó a Veracruz en 1968, donde inclusive tocó con algunos grupos en Boca del Río.

Posteriormente, gracias a una beca de la Fundación Fulbright pudo volver en 1977 para hacer investigación y recolectar instrumentos, así como grabaciones.

Sheehy subrayó que en Los Ángeles se encontró de vez en cuando con manifestaciones de los campesinos con César Chávez, en eventos sociales, en la UCLA durante la época del movimiento chicano por los derechos civiles y era muy obvio que el son jarocho tenía ese valor, ese sentido de causa, de identidad mexicana, de resistencia social.

Planteó que al día de hoy este significado se ha ampliado, “el significado viene de los seres humanos, de los seres que viven la realidad en EU y tienen otra situación, por lo que le dan otro significado, como un acto de resistencia social”.

Otra vertiente que ha generado interés y cada vez mayor presencia de grupos es el movimiento de los jaraneros, a los que reconoció: “La idea fue muy inclusiva, rescatar todos los recursos que había en cuanto a instrumentos, en cuanto a contextos y hacer algo de comunidad, esto tuvo un gran efecto en Estados Unidos en términos de inclusión social”.

Ejemplificó estos cambios con la realización anual del “Fandango Fronterizo”, evento que reúne en Tijuana a soneros y jaraneros en ambos lados de la reja que establece la frontera entre EU y México, donde celebran un fandango con bailadores y músicos tocando simultáneamente en los dos países.

“Yo diría que el son jarocho está en una muy buena posición para ser sostenible, para avanzar, para crecer, se ve por todos lados e incluso estaba pensando en los nuevos significados que se le da en Estados Unidos y en otras regiones y que será casi como era antes, que no era una sola cosa, cada comunidad tenía su estilo y ahora a un nivel más amplio estamos llegando a ese punto”, concluyó.

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