Año 14 No. 612 28 de septiembre de 2015 • Publicación Semanal

Xalapa • Veracruz • México

Los nuevos primos

Contenido 12 de 46 del número 612
Los hongos son primos en primer grado de los animales

Los hongos son primos en primer grado de los animales

Jorge Suárez Medellín

Uno de los aspectos más sorprendentes de la vida, tal y como la conocemos, es su casi infinita variabilidad. Cuando pensamos en organismos tan distintos como las bacterias, las sequoias, las cucarachas y los diputados, pareciera que no tienen nada en común entre sí, aparte del obvio hecho de estar vivos. Pero si le dedicamos un poco más de tiempo y cabeza al análisis, podemos encontrar varias similitudes entre ellos, que van desde su composición química en general (que varía un poco) hasta la presencia de ciertas vías metabólicas ampliamente extendidas.

Sin embargo, la característica más importante que compartimos con el resto de los seres vivos, es que todos utilizamos la misma molécula para transmitir nuestra herencia a las siguientes generaciones. Me refiero, por supuesto, al archifamoso ácido desoxirribonucleico (ADN).

Si a usted como a mí, estimado lector, le gustan las series de televisión de género policíaco, probablemente habrá oído hablar acerca de las pruebas de ADN que se usan tanto en la ficción como en la realidad para muchas cosas, incluyendo la determinación de la paternidad biológica de los niños en aquellos casos en donde exista la duda.

Efectivamente, comparando la secuencia de nucleótidos (es decir, los eslabones que constituyen la cadena de ADN), es posible definir si dos personas pertenecen a la misma familia o no, lo cual además de ser muy útil a la hora de asignar herencias y pensiones alimenticias, también nos ayuda a entender nuestro parentesco con miembros de otras especies.

Tal vez le parezca extraña la sola idea de que usted o yo pudiéramos tener alguna relación de parentesco con una cebolla o un margaritón, pero debo informarle que todos los seres vivos descendemos de un antepasado común y, por consiguiente, todos somos parientes en mayor o menor grado. Eso sí, algunas ramas del clan se encuentran bastante alejadas de nosotros, como ocurre por ejemplo con las algas verde-azules, lo cual no quita que –como dice el refrán– al fin y al cabo «todo quede en familia».

Ahora bien, así como todos tenemos algún familiar que a pesar de ser consanguíneo no se nos parece en nada (o en su defecto, se parece más bien al lechero), resulta que nuestra relación de parentesco con algunos grupos de organismos muy distintos a nosotros es mucho más cercana de lo que se creía.

Tomemos como ejemplo a los hongos. Tradicionalmente se pensaba que eran un grupo de plantas que en algún momento de la evolución habían perdido su capacidad de fotosintetizar, por lo que eran estudiados por una rama de la botánica. A mediados del siglo pasado se descubrió que aparte del hecho de ser inmóviles, no tenían prácticamente nada en común con los miembros del reino vegetal, y hasta fueron clasificados en un grupo aparte conocido como reino fungi. Sin embargo, al aplicar técnicas de análisis genético análogas a las pruebas de paternidad a las que nos referimos más arriba, resultó evidente que nuestra idea de su árbol genealógico era bastante incompleta.

Para empezar, no todos los organismos que parecen hongos son parientes directos. Algunos como el parásito de las papas Phytophthora infestans (responsable de la gran hambruna ocurrida en Irlanda entre 1845 y 1849, y al cual hemos hecho referencia en otro artículo de esta serie), a pesar de tener toda la pinta de hongos, son en realidad familiares cercanos tanto de las minúsculas diatomeas que forman el fitoplancton, como de los sargazos gigantes Macrocystis pyrifera.

Y lo que es más sorprendente aún, los hongos verdaderos como los champiñones, las levaduras y el huitlacoche, no sólo no son vegetales como se pensaba, sino que son de hecho primos en primer grado de los animales. Dicho en otras palabras, tanto las setas, las orejas de palo y los mohos como los escarabajos, los ratones y, por qué no decirlo, hasta usted y yo, pertenecemos a un grupo de organismos conocido como Opistocontos.

¿Quién lo hubiera pensado? Ahora resulta que hasta la roya del café es nuestra prima. En fin, como dice otro refrán, «sucede hasta en las mejores familias».

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