Karina de la Paz Reyes Díaz
Laura Emilia Pacheco, editora, traductora y narradora, prefiere describirse sólo como “Laura Emilia”, sin etiquetas. Ha trabajado para empresas como Anagrama, Fondo de Cultura Económica, Alfaguara, Clío, Plaza y Janés, Océano, Random House, Santillana-Miami, así como para editoriales más pequeñas en México y España.
Entre sus obras más recientes está José Emilio Pacheco: a mares llueve sobre el mar, biografía de su padre, reconocido escritor y creador de obras como Las batallas en el desierto, fallecido en 2014.
La escritora, quien recientemente participó en la Feria Internacional del Libro Universitario de la Universidad Veracruzana, concedió una entrevista a Universo, en la que habló sobre la traducción, una de sus pasiones, y de su experiencia en la edición y la narración literarias.
¿Cómo te describes: editora, traductora, narradora?
Sólo me puedo definir como Laura Emilia. Siempre he sido muy mala para pertenecer a grupos, sectas o clubes. Realmente no tengo ninguno y pertenezco un poquito a todos.
Entonces, Laura Emilia que hace muchas cosas, tiene muchos intereses y eso la lleva a rumbos que la sacan de otros caminos.
¿Es la traducción uno
de esos caminos?
La traducción es un rubro, desde luego. También soy narradora, quizá es una fase que se conoce menos. Yo soy sumamente tímida y me cuesta dejar ir las cosas, tengo 50 años y trabajo desde los 14.
He pasado por todos los procesos que tienen que ver con los libros, desde aprender a escribir a máquina con todos los dedos hasta corregir galeras. He trabajado en editoriales, revistas y televisión. Y en todo hay algo fascinante.
¿Por qué empezaste a
trabajar a los 14 años?
Por ignorancia. Me pidieron que tradujera unos poemas y dije que sí sin saber qué significaba. A esa edad publiqué mis primeras traducciones. Creo que de (Robert) Burns, no estoy muy segura.
Ahí empecé y no hubo vuelta atrás. Quise estudiar ciencia, me gustan mucho la astronomía y la física, pero las matemáticas me vencieron.
¿Te ha interesado
alguna en especial?
Todas en su momento, porque se vuelven parte de tu vida y de los que te rodean. Suena muy romántico, pero puede ser muy duro, porque te obsesionas de una manera que casi puedes llegar a la locura tratando de buscar cómo darle la vuelta a la frase.
El primer párrafo de la traducción de Estar enfermo, de Virginia Woolf, tiene 30 líneas y ni un solo punto; me tardé meses y finalmente tuve que ponerle un punto y seguido a la mitad, porque era imposible. Además, si Virginia Woolf lo hace es maravilloso, pero si lo haces tú y no te sale bien, eres un idiota.
¿Qué género literario es
el que más te gusta traducir?
Todos tienen algo. La poesía es fabulosa; la narrativa, maravillosa; la novela y el ensayo me encantan. Este trabajo nunca es igual, es como el tuyo, puedes hacer 100 entrevistas en un día y todas serán distintas, nunca te vas a aburrir porque siempre te encuentras personajes diferentes, unos buenos y otros malos, unos te caen mal y otros bien. Es un viaje interminable y nada repetitivo.
¿Hay algún idioma en
particular que te guste traducir?
Por motivos personales, el inglés. Desde chica tuve contacto con este idioma y me formé en la cultura inglesa. Me gusta muchísimo y me he concentrado en él porque no puedes abarcar todo.
¿Consideras que la traducción de las lenguas originarias del país está un poco marginada?
Sí. Se han hecho esfuerzos fantásticos últimamente. He visto unas colecciones magníficas, pero creo que necesitan más espacio. Además, necesitamos conocer más, porque hay un desconocimiento muy grande de las culturas que nos acompañan en este país, y siempre hay que hacer un mayor esfuerzo por comunicar qué son esas culturas.
Se habla de la traducción de esto o aquello, pero no sabemos qué significa, quiénes son esos pueblos, qué los rige, qué les interesa. Creo que eso sería fundamental en la educación cotidiana de todos nosotros.
¿Qué desafíos ves para el oficio de la traducción en el país?
Todos. Desgraciadamente el mundo es así, se ha vuelto veloz y la traducción y la creación requieren su tiempo. A menudo veo que la labor del editor es cada vez menor y me da mucha pena,
El editor es el encargado de encontrar aquello que no está bien o que puede mejorarse. Creo que los editores, al menos como yo los conozco, están en vías de extinción.
Por otro lado, veo que la gente no tiene el suficiente cuidado con el lenguaje, en la prosa todo va lleno de repeticiones y como no existen los editores, todo mundo escribe y no hay quien diga nada. Lo que conocemos como prosa se va descomponiendo. La de Alfonso Reyes es impecable, por ejemplo. Lee cualquier artículo de hoy y notarás la diferencia.
¿Están los editores
en vías de extinción?
Sí. Desde luego que sí.
A propósito de autores,
¿cuál es tu escritor favorito?
Tengo tantos. Según tu humor te caen cosas para traducir y también buscas autores para leer.
¿Se vive bien de la traducción?
Difícilmente. Es otro desafío en el país. Solamente conozco una traductora en México que ha logrado que le paguen regalías. A todos los demás nos pagan por trabajo, el que sea –bueno, malo o regular– y no vuelves a ver nada.
Hay trabajos que te llevan hasta cuatro años, dejas tu vida ahí, tus ojos; desde luego que fuiste muy feliz haciéndolo, pero desgraciadamente uno tiene que pagar papel, luz, entre otros servicios.
En ese sentido, la traducción sigue siendo un trabajo marginal y muy mal pagado.
¿Qué papel tienen las universidades como formadoras
de futuros traductores?
Por desgracia, ésa es una formación que no tengo. Empecé a trabajar muy joven por muchos motivos. Fui a la universidad, hice mi carrera e inmediatamente me puse a trabajar, no me quedé en la academia a perfeccionarme en ese sentido.
Creo que, de alguna manera, la diferencia entre la academia y el trabajo diario del traductor es que en la primera no conoces la presión de la editorial. En la academia te puedes extender y en la vida real no.
Me gustaría mucho que los muchachos tuvieran más contacto con la vida cotidiana del traductor, de la editorial y de todos los retos que se enfrentan, porque cada reto enfrentado tiene que ser un triunfo, si no es así estás perdido.
¿Cuáles son tus motivaciones
para trabajar?
Me fascina trabajar. Me encanta ese enfrentamiento cotidiano a lo desconocido, al reto de saber cómo lo vas a resolver, a veces conoces gente maravillosa, a veces no, pero todos los días aprendes. Eso me fascina.
Parte de tu trabajo es observar, tanto como escritor, traductor y ser humano. Lamentablemente la gente desaprende a observar, la gente no ve el cielo, todos estamos conectados a audífonos, pantallas. Me encanta la tecnología, pero hay un tiempo para ella y otro para el silencio. Creo que nos hace falta silencio.