Año 14 No. 608 Agosto 24 de 2015 • Publicación Semanal

Xalapa • Veracruz • México

Los documentales, parte sustancial del foro

Contenido [part not set] de 47 del número 608

Roberto Ortiz Escobar

Imagen de Made in Bangkok, de Flavio Florencio

Imagen de Made in Bangkok, de Flavio Florencio

El documental es parte sustancial en la programación de los foros fílmicos promovidos por la Cineteca Nacional; en Xalapa, la emisión 35 del evento contempla dos obras latinoamericanas: la de un cineasta mexicano debutante y la de un chileno de amplia trayectoria.

Made in Bangkok (México-Alemania, 2014, de Flavio Florencio) aborda la participación de Morgana Love en el concurso Miss International Queen celebrado en Bangkok, donde representó a México. Amén de su entusiasmo, su plan consistía en ganar los 10 mil dólares del premio al primer lugar para aplicarse una operación que lo convirtiera en mujer.

La narración sencilla se centra en el concurso y en cómo Morgana experimenta emociones fuertes y adopta actitudes espontáneas de amistad en las que el cambio de sexo se manifiesta como una elección radicada en la infancia.

Exceptuando la no muy afortunada voz en off del director, éste grabó los entretelones del concurso y los preparativos de las participantes en las diferentes modalidades, presentando el lado amable del evento.

No se interesó en plantear la problemática que entraña cambiar de sexo, sino en documentar un caso de éxito con una Morgana Love entusiasta, empeñosa y jamás doblegada por circunstancias adversas como la falta de dinero para su operación.

Sobre el tema de la transexualidad en el documental mexicano reciente, Made in Bankok estaría en las antípodas de Quebranto (2013, de Roberto Fiesco), ya que mientras la lucha de Fernando García-Coral Bonelli en el segundo filme se mueve entre la desilusión y el fracaso a pesar de los esfuerzos de muchos años, para Morgana Love (Made in Bankok) los condicionamientos de clase y la falta de dinero no son problema por su perseverancia que concreta objetivos.

Cuando empieza la proyección de El botón de nácar (Chile-Francia-España, 2015, de Patricio Guzmán), la primera consideración que puede hacer el espectador conocedor de la obra del cineasta, es que éste se desprende de un tema central en su filmografía: el proyecto democrático de Salvador Allende y su derrocamiento por la dictadura de Augusto Pinochet en los setenta.

No es así porque Guzmán retoma este tema de manera ingeniosa y propositiva al conectar el aniquilamiento en el pasado de los hombres de los archipiélagos chilenos con la desaparición de cientos de ciudadanos tirados al mar durante la dictadura; aunque esta conexión va más allá de los sucesos históricos al observarse la existencia originaria del agua en la Tierra y otros sistemas del universo.

En el caso de los pueblos originarios que desaparecieron con la colonización europea, el director pone a hablar en sus lenguas nativas a algunos de los descendientes de comunidades que se mantuvieron por más de mil años en las islas chilenas, y que en muy poco tiempo, desaparecieron en medio de la barbarie.

Por lo que se refiere al oprobio de Pinochet, se hace una reproducción de la forma como los cuerpos de las personas fueron conducidas y tiradas al mar.

Curiosamente, la conexión de ambas tragedias se hace a través de dos botones: uno que sirvió para que un indígena viajara durante un año a Europa en la era de la colonización chilena, y otro que fue portado por uno de los cuerpos lanzados al mar en los setenta.

El tratamiento lírico de la primera parte es sustituido por un experimento frío que a más de 40 años de la dictadura chilena constata el terrible exterminio de vidas.

De tono pausado y gratificante por momentos, El botón de nácar confirma a Guzmán como cronista fílmico de un momento crucial en la historia latinoamericana de la segunda mitad del siglo XX.

Su tozudez en conservar la memoria está presente en otros documentos: La batalla de Chile (1975-1979), Chile la memoria obstinada (1997), El caso Pinochet (2001) y Salvador Allende (2004), donde reunió material de archivo para dibujar la vida del presidente chileno.

Pero no es la nostalgia la que ha urgido al director de 74 años en sus más de 20 documentales. Preocupado por el olvido social de la historia reciente de su país, ha construido con pasión una filmografía comprometida políticamente. Su lucidez creativa sigue firme, negándose en cada cinta a hacer de la historia una cadena de sucesos fragmentados.

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