- Expertas de la UV advierten que el estrés y la ansiedad influyen directamente en los hábitos alimentarios
- Comer por emociones no solo implica sobreingesta, también puede reflejarse en la restricción alimentaria

La Cátedra Mujeres en la Ciencia y la Tecnología fue la responsable de organizar la plática impartida por Yolanda Campos y Socorro Herrera
Paola Cortés Pérez
Fotos: Omar Portilla Palacios
09/07/2025, Xalapa, Ver.- En el marco de la Cátedra Mujeres en la Ciencia y la Tecnología de la Universidad Veracruzana (UV), las investigadoras Yolanda Campos Uscanga, del Instituto de Salud Pública, y Socorro Herrera Meza, del Instituto de Investigaciones Psicológicas, ofrecieron la charla “Estados emocionales y su relación con la comida”, en la que analizaron cómo el estrés, la ansiedad y la depresión inciden directamente en los hábitos alimentarios de las personas, así como las posibles alternativas para construir una relación más consciente y saludable con los alimentos.
Durante su intervención, Yolanda Campos explicó que las emociones –entendidas como reacciones inmediatas e intensas– pueden, cuando son recurrentes, transformarse en estados de ánimo más estables que afectan no solo el bienestar psicológico, también el comportamiento alimentario.
“Cuando una persona no tiene recursos para gestionar sus emociones, el alimento se convierte en un mediador o recurso de afrontamiento, ya sea mediante la sobreingesta o la restricción extrema”, destacó.
La especialista subrayó que el estrés —una de las principales alertas de afectividad negativa— suele ser la puerta de entrada a estados más complejos como la ansiedad y la depresión, los cuales no solo afectan la salud mental, también los patrones de alimentación se ven alterados al recurrir a la comida como una vía para obtener placer o aliviar la tensión.
Campos Uscanga hizo énfasis en que la alimentación emocional no está relacionada únicamente con el sobrepeso, sino con una ineficaz regulación de las emociones y más del 80 % de las personas muestran signos de comer por este motivo.

Estudios científicos han demostrado que el estrés, la ansiedad y la depresión se asocian con la alimentación emocional
“Cambiar un hábito alimentario implica renunciar a una fuente de placer, por eso es fundamental ofrecer nuevas rutas de satisfacción”, finalizó su intervención.
Por su parte, Socorro Herrera abordó las implicaciones de la publicidad y la industria alimentaria en la consolidación de hábitos no saludables, especialmente en contextos de estrés. El 58 % de las calorías provienen de los alimentos ultraprocesados, ejemplo de ello es el consumo de refrescos en la infancia temprana.
“Las porciones grandes y los precios bajos crean la falsa sensación de recibir más por menos, lo que refuerza decisiones alimentarias poco saludables”, puntualizó.
Como alternativa, la investigadora promovió el rescate de la “dieta de la milpa”, basada en productos tradicionales mexicanos como el frijol, maíz, calabaza y chile, que además de ser accesibles y nutritivos, están alineados con la identidad alimentaria del país.
También recomendó el consumo de alimentos ricos en polifenoles y antocianinas –como el betabel, zarzamora o cebolla morada– que han demostrado tener efectos neuroprotectores y beneficios sobre la salud mental.

Socorro Herrera abordó las implicaciones de la publicidad y la industria alimentaria en la consolidación de hábitos no saludables
Finalmente, Herrera Meza destacó la importancia de cuidar la microbiota intestinal, considerada por muchos estudios como el “segundo cerebro”, ya que influye en estados de ánimo y en la aparición de trastornos como la ansiedad o la depresión.
“Una alimentación rica en fibra, prebióticos y alimentos fermentados puede prevenir desequilibrios en la microbiota”, y complementó con consejos prácticos como preferir refrigerios naturales, limitar el tiempo frente a las pantallas y procurar el descanso, para promover una mejor calidad de vida.
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