«Elle» de Paul Verhoeven

Clásicos menores

Elle de Paul Verhoeven

 

Raciel D. Martínez Gómez

 

Próximo a ser octogenario, el director holandés, Paul Verhoeven, filmó con Elle su probable obra maestra.

La película no traiciona un ápice las inquietudes del primer Verhoeven europeo – desde las dos Delicias, allá en el inicio de los setenta-, así como tampoco se deslinda de su discurso más efectista ya producido en el Imperio -formal y temáticamente-, que desarrolló a partir de la mitad de la década de los ochenta.

Luego de iniciar su periplo comercial con Conquista sangrienta y por supuesto con la inolvidable por sarcástica Robocop, hoy lo tenemos con una historia que no aspira mas que alterar el estadio del pensamiento actual, muchas veces enviciado por una lógica binaria y dialéctica entre víctimas y victimarios.

Lo que hace Elle es revertir y reinventar una triste situación en el universo cotidiano del París contemporáneo, como es el abuso sexual en contra de las mujeres, para detonar otras historias igualmente torcidas.

El ángulo que decide Verhoeven se adelanta a debates ultra militantes y se instala en una vanguardia exquisita y sugestiva, comparándola al nivel de provocaciones como la de Michel Houllebecq y su novela Sumisión.

Elle revela en su postura misántropa una novedad axiológica relacionada con la experiencia del director y su distancia de la ideología, pantano que jamás ha influido en él para montar panfletos.

La cinta muestra además el regreso a un cine que busca la densidad del encuadre más allá de los sobresaltos sintácticos y de la parafernalia tecnológica, cuestión que obliga a referir los recientes desafíos propuestos por Steven Spielberg y Robert Zemeckis en Puente de espías y Aliados, respectivamente.

 

El holandés shocking

Recordemos que estamos frente a un autor dentro de la complicada industria del cine. Los proyectos que emprende Paul siempre los madura en tres años en promedio y por eso resultan no fáciles de clasificar.

En poco más de tres décadas rodó diez películas. En 1985 hizo la citada Conquista sangrienta y salta a la palestra en 1987 con Robocop, versión editada de uno de los discursos más incendiarios que señalan el fin del estado.

Total recall fue una aceptable interpretación del relato de ciencia ficción de Philip K. Dick; la versión del holandés sacrificaba el conflicto identitario por las vueltas de acción.

Siguió el ejercicio de estilo más eficaz en el thriller posmoderno: Bajos instintos. La película emula la estética de Alfred Hitchcock por su nivel de cálculo emocional y la mezcla con una sofisticada puesta en escena del cinismo, que sería el reverso de la fuente del género: la hipocresía.

Showgirls en 1995 nos recordó, más que Bajos instintos por cierto, la vena erótica de Verhoeven que en Holanda inició con la película de culto Delicias turcas.

Y en 1997 Paul realizó una cinta poca mencionada y que, nos parece, entraña una miga fundamental que valdría extendernos en algún otro espacio. Se trata de Starship troopers, una delirante pieza mega violenta de ciencia ficción que deja atrás a Total recall y se coloca en el rumbo insolente tanto de Robocop como de Bajos instintos.

Este ángulo profesional y artístico del viejo Verhoeven nos hace recodar asimismo lo último de George Miller, Mad Max: furia en la carretera, pues ambos filman en sus terceras edades sin dejos nostálgicos ni afanes testamentarios; al contrario, tienen un impulso libertario tan ancho que su creatividad se vuelve corrosiva.

 

Misantropía y humor negro

La subversión de Verhoeven ahora no ocupa un sentido lineal para espantar al público rebasando los límites de un conservadurismo visual que no ve sangre, ni pubis o penes –ni mojones.

Ya lo hizo Paul apostando por la violencia y el sexo implícitos ajustándose a los géneros, Elle en cambio gana en complejidad y ofrece un vaivén donde se pierde, precisamente, la dualidad que sostiene al drama de la violación.

Pensemos en lo que hacen directores como Lars von Trier para mortificar o lo que significa horadar almas puras con el mal gusto deliberado tipo Irreversible de Gaspar Noé y Viólame de Virginie Despentes.

Elle no pretende manejar esos niveles de burda manipulación psicológica, que en múltiples ocasiones es donde se concentra la fuerza de la película en menoscabo del discurso fílmico.

Propone Verhoeven en todo caso un ritmo y un manejo de situaciones con un tono más neutral, como el mismo carácter tenue de la fotografía y el estupendo trabajo de diseño de arte para mantener un atmósfera cool tanto en los ambientes de trabajo, en la casa y la soberbia decisión de los colores del vestuario que jamás se notan en el personaje principal.

Pero, sobre todo, ante el propósito de exentar a la narrativa de juegos artificiales, Elle adquiere un tono realista que le sirve para esconder el humor negro que no responde a ninguna fórmula, y se oculta todavía más gracias al maravilloso papel contrito de Isabelle Huppert.

El viejo lobo holandés engaña a medio mundo con la silueta indestructible de Isabelle. Aunque forzado, Elle nos evoca a las tremendas féminas de La muerte le sienta bien de Zemeckis y La guerra de los Roses de Danny DeVito. Elle se suma a una larga lista de películas vengadoras de la condición femenina, solo que ahora no va tras el violador exclusivamente, sino que en un efecto dominó despanzurra todo un entorno donde también hay una violencia ética y que sale a flote con el singular humor negro de Verhoeven.