«The Post»: Los papeles del Pentágono

 

The Post

 Los papeles del Pentágono

Katharine Graham, Editora de The Washington Post, y la actriz Meryl Streep.

 

 Raciel D. Martínez Gómez

 

Aunque el papel de Daniel Ellsberg es secundario como el primer gran delator de la historia moderna de los Estados Unidos, su rol es contundente en la película The Post, dirigida por Steven Spielberg, para desencadenar uno de los escándalos políticos con mayor reverberación en EU.

El ex asesor en seguridad nacional de la Casa Blanca, el reputado Henry Kissinger lo calificó como “el hombre más peligroso de América”, por haber filtrado el estudio del Departamento de Defensa que evaluaba la Guerra de Vietnam durante el periodo comprendido entre 1945 y 1967, tema de la cinta The Post.

Y eso que Kissinger lo adjetivó antes de que Daniel publicara el libro La máquina del Juicio Final: confesiones de un planificador de la guerra nuclear que, a decir de los especialistas en política exterior, se trata de un secreto mucho más horadador del sistema que los propios documentos militares exhibidos frente a la opinión pública.

Daniel Ellsberg trabajaba como analista de las Fuerzas Armadas y es él a quien se le atribuye la filtración de 47 volúmenes del Pentágono en primera instancia a The New York Times y después a The Washington Post, que es donde se centra Spielberg.

El mismo Ellsberg afirma que hay una fuerte empatía entre el primer gran soplón y el exsoldado Bradley Manning y Edward Snowden, delatores contemporáneos, y a su vez una fuerte diferencia con Julian Assange, editor de Wiki Leaks, señalado de responder a intereses rusos. Daniel en este sentido fue la primera persona juzgada por espionaje de acuerdo a la ley de 1917.

Spielberg en consecuencia escoge la pátina del conflicto ético de, si es información pública o secreto de Estado, a partir de la óptica de la aquél entonces editora de The Washington Post, Katharine Graham, que a la postre se revelaría como la acérrima opositora del gobierno del Presidente Richard M. Nixon.

Como se aprecia, la batalla de The Washington Post en contra de Nixon, no inicia propiamente con la publicación de la intervención telefónica al Partido Demócrata, y que fue registrada en el libro Todos los hombres del presidente (1974), de los periodistas reporteros Bob Woodward y Carl Bernstein y adaptado al cine por el director Alan J. Pakula. 

El episodio de espionaje más vergonzoso para la política estadunidense, corona lo que en 1971 detonó, decíamos, una de las crisis más severas, de mayor envergadura y que pudo haber sentado las bases para una jurisprudencia que validara la censura, y que habría afectado a nivel mundial a la comunicación política en la era de las democracias, justo después de la Segunda Guerra Mundial.

El punto de inflexión al que nos referimos a menos de nada estuvo de tener como nefasto saldo, la consolidación del ocultamiento más autoritario de un Estado democrático en la actualidad. Pero un tribunal, por fortuna, falló a favor de la libertad de expresión y en contra de la opacidad del Leviatán.

 

La prensa y la redacción de The Washington Post.

 

Libertad es la máxima

No es ninguna casualidad que la película emblemática de la historia del cine en EU sea Ciudadano Kane (1941), de Orson Welles. Junto a la obra de David Wark Griffith, a quien debe reconocérsele El nacimiento de una nación (1915) e Intolerancia (1916), la película de Welles marcó la novedosa aparición del cuarto poder en las sociedades modernas con una agudeza narrativa que, además, se convirtió en un paradigma y hasta canon de los lenguajes fílmicos.

La controvertida trama dejó entrever la ambición y la tentación de manipular la opinión pública en pleno desarrollo del país industrializado más poderoso del planeta. El retrato de Welles era del magnate periodístico William Randolph Hearst y resultó un hito para las discusiones en torno a la codicia y sus rincones torcidos en el capitalismo.

De ahí hasta la fecha la libertad de expresión ha sido un tema toral para la sociedad estadunidense. Por eso la visibilización de los tabúes en el cine se erige en piezas de éxito como el asesinato del Presidente John F. Kennedy, el movimiento en pro de los derechos humanos, los black panthers, la revuelta hippie y muy en especial la intervención en Vietnam se transformó en una pesadilla popular.

Vietnam se yergue como un subgénero en sí, con cintas distintivas que van desde El francotirador (1978) de Michael Cimino, Regreso sin gloria (1978) de Hal Ashby, Cara de guerra (1987) de Stanley Kubrick, Pelotón (1986) y Nacido el cuatro de julio (1989) de Oliver Stone hasta otra película representativa que cronica el trauma interior de los EU: Apocalipsis now (1979) de Francis Ford Coppola.

Por donde se le mire Vietnam es motivo de debate sobre si fue pertinente una guerra que duró décadas. En este contexto el episodio del filme The Post conecta libertad de expresión y Vietnam. Se trata de los mencionados papeles del Pentágono, el informe de Robert McNamara, y que fueron filtrados a la gran prensa a inicios de la década de los setenta. Encabezó la difusión de este material discutiblemente considerado información de estado, el periódico The New York Times y secundado por The Washington Post.

Previo al escándalo mayúsculo del Watergate, donde el presidente Nixon quedó involucrado directamente como autor intelectual de la escucha ilegal a los demócratas, los papeles del Pentágono significaron para la gran prensa un despegue del resto, ganando en audiencia y respetabilidad, en una sociedad que se jacta de defender con el cuchillo entre los dientes las libertades individuales.

Spielberg aprecia el peso simbólico de los papeles del Pentágono. Conoce, a su vez, el valor de Welles en la historia fílmica de su país y a ello agréguele como antecedente Todos los hombres del presidente de Pakula, que también significó un antes y un después en el cine político.

Sabíamos de la mano escrupulosamente fina y objetiva de Spielberg para filmar cine político. Munich (2005) fue un claro ejemplo donde el cineasta iba más allá del efectismo de Tiburón (1975) y de la saga de Indiana Jones (1981, 1984, 1989 y 2008). De unos seis años a la actualidad, Steven ha filmado lo que han sido sus más mesuradas películas: Lincoln (2012) y Puente de espías (2015), lo que sería una obviedad por el nivel de decantación que cualquier creador tendría a su edad.

Creemos que The post se liga mucho más a estas tres películas mencionadas, pero aún más a la tesitura de Lincoln y Puente de espías, en donde el guion fue escrito por los hermanos Coen.

 

Tom Hanks y Meryl Streep.

El Midas de la pantalla

No extraña que un director de cine como Spielberg, muchas veces reconocido y denostado al propio tiempo por su ficción infantil –no es lo mismo ET, el extraterrestre (1982) que Hook (1991)-, ahora retorne a un clasicismo narrativo para filmar The post, una película sobre política y periodismo y, más aún, sobre la libertad de expresión, germen y columna vertebral de la democracia. Spielberg añade que un tópico central en The post es el feminismo; y es cierto, con unas de las actuaciones más matizadas de Meryl Streep.

Muchos han señalado un presunto conservadurismo de Spielberg, incluso le endechan su posicionamiento partidista. Sin embargo, a lo largo de su trayectoria ha mostrado, al reverso de los ataques, un espíritu progresista que no siempre evade la realidad.

Recordemos que Spielberg tiene en su haber dos cintas sobre el racismo en los Estados Unidos: El color púrpura (1985) y Amistad (1997). El imperio del sol (1987) me parece una pieza acertada sobre la guerra, eso sí desde la mirada de un niño –agregándose en este terreno a La esperanza y la gloria de John Boorman y a El tambor de hojalata de Volker Schlondorff.

También viene a colación La lista de Schindler (1993), ovacionada de forma unánime y Salvando al soldado Ryan (1998), filme virtuoso en la sintaxis pero que su corola patriotera le hizo pagar cara su admisión en el gusto de la crítica tanto que, no obstante sus nominaciones, salió prácticamente derrotada.

El cine estadunidense a su vez muestra una serie de claroscuros en torno al papel de los medios masivos de comunicación. Pensemos en la satírica Network: poder que mata (1976) de Sidney Lumet; Nightcrawler  (2014), thriller dirigido por Dan Gilroy; Leones por corderos (2007) de Robert Redford, ensalzando el periodismo de investigación; Buenas noches, y buena suerte (2005) de George Clooney que plantea el periodo de cacería de brujas de Joseph McCarthy; o en Wag the dog (1997), escrita por David Mamet y dirigida por Barry Levinson que expone la distorsión política a través de la televisión.

Entre el mosaico evidente del cine sobre periodismo y política, The Post no recurre al martirologio de la prensa. Procura presentar una profesión no victimizada a pesar de las presiones del poder. A diferencia de Nixon (1995) de Oliver Stone, Spielberg no opta por la caricatura ideológica. The Post es más sutil que Frost/ Nixon (2008) de Ron Howard.

Observamos a un Spielberg con el talento de la iluminación de Welles, sobre todo el de la parte del Ciudadano Kane que muestra al magnate en decadencia. Es curioso que, mientras Orson infla al personaje que disfraza a Hearst, Spielberg con mínimos trazos logra una estampa humanista de la señora Graham, editora de The Washington Post. Lincoln hacía lo propio con el padre de aquella nación y Puente de espías conseguía un cuadro asimismo de especulación ambigua.

The Post nos reafirma dos asuntos concluyentes: el primero, la cultura de la libertad de expresión como garantía primordial en una sociedad como la estadunidense; y, en segundo término, la llana precisión con la que el estilo de Spielberg se ha vuelto magistral para seguir contando los hechos con una solidez que nos recuerda la aportación del lenguaje fílmico para que su representación sea estimada como real, así, tal cual actúa Meryl Streep como la dubitativa Graham en medio de la jungla de accionistas del periódico.

Primero filtraron los papeles del Pentágono a The New York Times. Secundó la publicación The Washington Post.