La nueva prensa en el México convulso

La Universidad Veracruzana (UV) preside el jurado del Premio Nacional de Periodismo (PNP), iniciativa ciudadana que cuenta con la participación de las más destacadas instituciones de educación superior (IES), públicas y privadas del país, así como cámaras y asociaciones civiles.

PNP_banner1200x448

El PNP entrega un reconocimiento al trabajo periodístico publicado a partir del primero de enero y hasta el 31 de diciembre de 2015; la convocatoria, que se puede consultar en el sitio de Internet www.periodismo.org.mx/bases.html, expira el 17 de junio. Para ponderar la valía de este esfuerzo ciudadano que registra el pulso de una nueva prensa en México, abriéndose paso ante un considerable número de imponderables, conviene hacer un breve repaso al contexto actual de la libertad de prensa.

(Un poco más de la historia del Premio Nacional de Periodismo en la reseña sobre la edición 2013)

La separación del Estado para el reconocimiento de los periodistas, coincide asimismo con la atmósfera mediática que vive el país derivada de la globalización y de circunstancias concretas que han transformado el equilibrio de poderes en México.

Los medios crecieron y las relaciones con el Estado se complejizaron conforme se modificó en la década de los 90 la plataforma de comunicación, y con ello, se apertura un sistema democrático con al menos los tres partidos políticos que se alternan el poder.

Hablamos de un contexto de confusión mediática, donde el periodismo ha tenido una desaforada bifurcación a través de las tecnologías de la comunicación –nacimiento anárquico de blogs y versiones electrónicas.

En esta prodigalidad periodística, se observa un periodismo plagado de imprecisiones, y hasta de precipitaciones, derivadas de la situación paupérrima en el terreno financiero les rodea. Se comprende su impronta: la de padecer precisamente la penuria de un Estado-Nación, subsidiario de la libertad de expresión, pero que no justifica su consecuente espectacularización amarillista con tal de asegurarse un nicho de mercado, por lo regular restringido al círculo rojo con el que mantienen una relación discrecional.

Y es que atraviesan los medios de comunicación masiva por un descrédito tal, que muchos tendrán que renovarse, migrar a otras plataformas –como los medios impresos a lo digital–, o de plano desaparecer.

El Estado ha solapado la pésima costumbre de subsidiar a los medios masivos de comunicación. Pero, por diferentes razones, se han limitado los apoyos estatales a los medios periodísticos, a los que por tantas décadas se les puso a sus órdenes para mantener un mudo equilibrio en lo que durante mucho tiempo fue una inmadura y conservadora opinión pública.

La situación degeneró en una inflación del mercado periodístico, provocando una burbuja mediática; artificial porque en muchos casos no corresponde el nivel de impacto social con las ínfulas que cada medio ofrece en su perfil de servicios, inclusive, la televisión abierta. Lo que otrora parecía en México un duopolio inquebrantable, hoy en día resiente los cambios de hábito de los consumidores que abandonan ese mercado por uno en donde deciden su propia secuencia de contenidos audiovisuales.

En una economía como la mexicana, que no acaba de transitar a lo liberal pero que tampoco se mantiene el Estado como rector de la vida social, las empresas de medios de comunicación no terminan de desarrollar su proyecto financiero.

Es lamentable observar que los medios tengan que ceñirse al proyecto político en turno, ya sea el que está en los poderes o el que prevén, sea la futura administración. Sin embargo, precisamente por la misma coyuntura tecnológica, se abrió un abanico de posibilidades en México, donde existe un periodismo de jóvenes que sí investigan y desarrollan géneros que son los reconocidos como informativos.

Por lo anterior, es relevante distinguir que todavía en este país se despliega una actividad periodística con alto nivel de profesionalismo. De ahí la importancia de mantener tradiciones como la de estimular a los profesionales de la información.

Ahora, insistimos: el Premio Nacional de Periodismo lo otorga un Consejo Ciudadano integrado por una veintena de universidades, instituciones de educación superior, dedicadas a la formación de comunicólogos y/o periodistas, y una decena de asociaciones y fundaciones basados en un formato que intenta tomar distancia de ese evento, en donde el propio Estado, galardonaba a los periodistas.

Originalmente este texto se publicó en La Jornada Veracruz