Recuerdos con maleta en mano

Enero 7 del 2017. Vuelo IB6400 a 10,464 m de altitud, atrás ha quedado la ciudad de México, atrás a quedado mi país. Después de 30 días de estancia en mi ciudad, me despido de mis padres, de mis hermanas, de mis amigos y de mis mascotas. Me resulta difícil ocultar el sentimiento y unas lágrimas ruedan por mis mejillas. 30 días resultaron insuficientes para demostrar a los míos todo lo que los extraño, todo lo que los quiero y todo lo que significan en mi vida. Son ellos mi alegría, mi faro de luz, mi brújula.

Han sido días alegres y provechosos que han llenado de recuerdos mis maletas. Tuve la bendición de regresar a mi ciudad, la encontré bastante cambiada en sus calles, sus portales, sus parques, sus aromas, sus ruidos matutinos y nocturnos, su gente, sus sabores y sus colores. El pasado y el presente se fundieron, regrese a donde comencé. Los sentimientos fueron tan intensos que parecía sonámbulo. Traté de despertarme a sacudidas una y otra vez en bruscos intervalos para caer, nuevamente, en mi trance. En todo ello destaca mi dicha al verme reflejado en los ojos de mis padres, compartir la mesa con ellos, caminar a su lado, abrazarlos y decirles cuánto los quiero y necesito. Mi madre, dedicada como siempre, me preparo toda variedad de platillos: mole, chilaquiles, tamales, barbacoa, licuados, gorditas, empanadas, arroz, frijoles, tortillas. Mi padre, entregado como siempre a su trabajo, se dio tiempo para prepararme algún desayuno y recordarme la gran variedad de sabores y colores de aguas que impregnan de mayor brillo a mi México: mango, tamarindo, jamaica, limón, melón, guayaba, horchata. Los aromas y colores que se hacian patentes en nuestra mesa impregnaban un brillo único en mis ojos pues todo aquello era producto del cariño más puro. Ningún restaurante, ni el más fino y elegante, de ninguna parte del mundo, se compara con la comida en casa.

¿Recuerdos especiales? La tarde que celebramos el cumpleaños 80 de mi abuelo, la taquiza en casa de Maggie, el emocionante partido de beisbol, la noche que vimos la luna y estrellas, la cena de noche buena en casa con toda la familia, la visita de mis tíos, el intercambio de regalos, los juegos con las mascotas, las tardes que intenté ayudar a mi padre en su trabajo, nuestra visita a Naolinco, las conversaciones con mis hermanas, los juegos de mesa con los primos de Maggie, la cena de fin de año y mi intento por afinar la voz en el karaoke familiar. Tuve la dicha de conducir el auto de mis amores por las calles de mis amores, de lavarlo, de apretarle alguna tuerca. De acompañar a mi madre a su trabajo, de pasar por mi padre después de un día de trabajo, de visitar a los padres de Maggie. La noche de reyes reunidos alrededor de la mesa listos para tomar chocolate y partir la rosca. Lamentablemente hay un recuerdo triste: la despedida de la mascota de Maggie y que no entendí a cabalidad hasta el día en que la mascota de mi hermana estuvo cerca de la misma situación. Ello me deja claro que el cariño que expresa una mascota es uno de los más puros.

A pesar de que el tiempo ha sido un tirano mi maleta rebosa de recuerdos y en cada uno de ellos encuentro una parte de mi, de lo que soy, de mi origen. He disfrutado a mi familia, de su tiempo y su espacio, he recordado que tengo a mi lado gente muy valiosa, desinteresada, sincera, transparente y atenta de mi persona. En todo ello me queda claro que mis padres, mis hermanas y Maggie son las grandes luces que iluminan cada recuerdo,

30 días me resultaron insuficientes para recordar que en mi corazón llevo grabada la imagen de mi familia. 30 días para caminar por cada espacio de mi casa, para pasar un rato en el taller de mi padre, para enterarme de los proyectos de mis hermanas, para platicar con la familia de Maggie. 30 días para recargar mis baterías, para definir objetivos. 30 días fueron necesarios para pensar cuál sería la mejor forma de evitar el llanto, qué palabras utilizar para el adiós, qué hacer para vencer la nostalgia. Menos de 1 minuto fue necesario para saber que ninguna estrategia resultó efectiva…

Enero 7 del 2017. Vuelo IB6400 a 10,464 m de altitud, atrás ha quedado la ciudad de México, atrás a quedado mi país. Después de 30 días de estancia en mi ciudad, me despido de mis padres, de mis hermanas, de mis amigos y de mis mascotas…