La Real Academia Española (RAE) en aprietos

La Real Academia Española (RAE) en aprieos
Por María José García Oramas

Hablar nunca es neutro es el título de una de las obras pioneras que versa sobre la falsa neutralidad en el lenguaje, de la autoría de Luce Irigaray y de un grupo de lingüistas en Francia, publicado en 1985. La obra es el resultado de un amplio y profundo estudio sobre la forma en que se construye socialmente el lenguaje, particularmente la lengua francesa.

La lengua, lo que nos caracteriza como seres humanos y lo que, a diferencia de otras especies, nos permite comunicarnos y construir vínculos sociales complejos, es una construcción social que refleja las maneras en que se estructuran las sociedades humanas. Luce Irigaray argumenta que dado que el lenguaje se construye permanentemente, puede por tanto ser de-construido a fin de revelar su carácter no neutral, develando con ello las estructuras hegemónicas de organización social, particularmente masculinas, que lo rigen. Una de ellas, la que hoy en día produce mayor controversia, es el uso del masculino en el genérico universal, es decir, el uso del «hombre», para hablar de la especie humana y del «todos» para referirnos a un conglomerado humano, incluso si en el mismo la mayoría está compuesto por mujeres. El uso del femenino «todas» o «mujer» sólo puede utilizarse en ausencia de varones y basta con que uno de ellos forme parte del grupo en mención para que lo correcto sea utilizar el masculino, de acuerdo a las normas establecidas por la Real Academia Española (RAE).

Todo ello ha derivado en que grupos de feministas reivindiquen la necesidad de re-construcción del lenguaje para volverlo incluyente. Para ello han propuesto muchas fórmulas tales como el uso del femenino y masculino: (las y los); el uso de un símbolo neutro: la arroba (@), o bien de una letra neutra: la (e). Todas estas propuestas han sido rechazadas por la RAE argumentando que ello implica una alteración del lenguaje que es injustificable dado que el genérico masculino no excluye ni discrimina a las mujeres.

En medio de esta discusión, hace unos meses se nombra, por primera vez en España, un gabinete de gobierno en el cual la mayoría de sus integrantes son mujeres. Esto genera un debate sobre si este consejo debiera ser nombrado como «gabinete de ministras» y no de «ministros». La RAE, conformada en su gran mayoría por varones –como sucede en prácticamente todos los grupos de expertos en todos los ámbitos de la vida pública como es el caso de la industria, las ciencias, las artes e incluso los deportes– ratificó su posición: el consejo es de ministros porque el genérico masculino, que rige la lengua española, no discrimina a las mujeres.

Sin embargo, las cosas no se quedaron allí. Ahora la ministra de la Presidencia le ha pedido a la RAE se pronuncie sobre si la Constitución española, en la forma en que está redactada, implica alguna forma de discriminación contra las mujeres. En consecuencia, la RAE se encuentra en aprietos y por el momento, uno de sus integrantes más reconocidos, varón, ya ha dicho que de cambiarse la Constitución española él renunciará a la Real Academia. Otras de sus integrantes, las pocas mujeres que la conforman, aún no se pronuncian al respecto.

Mientras tanto, el resto de hispanohablantes tendremos que esperar a que sea un selecto grupo de expertos el que dictamine si el genérico masculino discrimina o no a las mujeres, aun cuando ya hemos demostrado en múltiples estudios interdisciplinarios, lo que hace ya más de 30 años Luce Irigaray manifestó con toda claridad: el lenguaje nunca es neutro y dado que somos las y los humanos quienes lo construyen, es una herramienta humana de comunicación y transmisión de saberes que se de-construye, construye y re-construye permanentemente. Y eso, aun cuando los integrantes de la RAE se rasguen las vestiduras y las Constituciones tengan que cambiarse.

Los tiempos cambian y con ellos nuestras leyes y formas de comunicarnos. Inevitablemente el lenguaje español y muchos otros tendrán que volverse, incluyentes, diversos, dialógicos y plurales, como los son nuestras sociedades actuales.