¿Ideología de género?

¿Ideología de género?
Por María José García Oramas

En el día de su cumpleaños, el cardenal Norberto Rivera reunió a las cúpulas empresariales y políticas del país para reforzar su agenda clerical: sí a la vida, familia natural, continuar con la reforma al artículo cuarto constitucional y eliminar de la agenda legislativa el matrimonio igualitario.

A partir de entonces, la embestida se ha agudizado. Huestes de organizaciones sociales, hasta entonces nunca conocidas, han aparecido convocando a la gente a manifestaciones callejeras, foros de discusión, eventos culturales, etcétera. A la par, gobernadores como Javier Duarte, necesitado del apoyo eclesial ante el descrédito de su gobierno (hoy en día es el gobernador que cuenta con el mayor índice de desaprobación en el país, un deshonroso 83%, según las encuestas más recientes), facilitó la aprobación de la reforma al artículo cuarto constitucional en un movimiento de fast track, apoyado por la mayoría priísta en la Cámara de Diputados y sus partidarios. Con verdadero cinismo, anunció este decreto en un acto realizado en una escuela religiosa (la misma en la que estudiaron el grupo de los llamados Porkys), franqueado por jerarcas locales de distintos credos religiosos.

La última estrategia de estos jerarcas es convocar a la sociedad civil a manifestarse a favor de la «familia natural» y contra la «ideología de género». Al respecto, afirman que la familia natural es la base de la sociedad y que hay que mantenerla y defenderla de ideas extranjerizantes, que tienden a destruirla. Por ello, dicen, las niñas y los niños no debieran recibir una educación que les desorienta y atenta contra su sano desarrollo, como aquella que promulga que las personas pueden tener identidades y orientaciones sexuales diversas. A eso le llaman «ideología de género».

En realidad, la «ideología de género» no es sino la última ocurrencia clerical para detener los avances de la comunidad LGBTTTI, a favor de sus derechos humanos, entre otros, a una educación sexual laica, amplia, pública y diversa. Además, para poner freno a su legítima exigencia de que el Estado les reconozca legalmente como parejas y familias, sin ningún distingo. Ninguna familia debe ser discriminada por su forma de crearse, ni por la comunidad que habitan, su situación social o la conformación de sus integrantes.

La «familia natural», como se analiza desde los estudios de género, es en realidad una construcción social hegemónica y normativa, que ha sido naturalizada a lo largo de la historia mediante mecanismos de control, vigilancia y castigo, a fin de que las personas crean que es la única y legítima manera de formar una pareja y una familia, manteniendo así el orden social vigente y, con ello, las diversas formas de opresión que sufre la mayoría de la población en beneficio de unos cuántos.

Como ha sucedido en otros países, la comunidad LGBTTTI continuará con su lucha apropiándose de diversos medios para lograr una ciudadanía plena, el reconocimiento de sus derechos y la no discriminación, por la vía legal, judicial y de organización civil. Con el correr de los tiempos, este aparente retroceso no será sino, de hecho, un impulso para saltar más y mejor, como bien lo plantean estos grupos. Así pues, más tarde que temprano, el matrimonio igualitario y los derechos sexuales y reproductivos de todas las personas serán una realidad en nuestro país, beneficiando a todas las personas que hoy en día sufren múltiples formas de discriminación y violencia por sus identidades y orientaciones sexo-genéricas.