Por: Teresa Pérez Ornelas
El Blog de Lectores y Lecturas de la UV presenta a continuación una reseña de la película basada en la novela del filólogo italiano Umberto Eco, realizada por la alumna de segundo semestre de la Especialidad en Promoción de la Lectura, Teresa Pérez Ornelas:
El personaje central, William de Baskerville, magistralmente representado por el actor Sean Connery, y su asistente novicio, Adso, llegan a una abadía en el extremo norte de Italia, para asistir a una discusión con otros miembros de la iglesia católica, sobre la pobreza de Cristo. William representa a la orden de los franciscanos, monjes que siempre se han distinguido por seguir las enseñanza de San Francisco de Asís quien, entre otras cosas, cultivó la pobreza y la protección a los más desvalidos.
La historia está situada en plena época medieval donde el pensamiento del hombre estaba dominado por el oscurantismo y las supersticiones, situación que gobierno e iglesia católica aprovechaban para dominar a los más débiles. En la abadía estaban sucediendo una serie de crímenes, y el abad esperaba que William, con su mente racional y espíritu observador, ayudara a esclarecer los oscuros acontecimientos que estaban asustando a los monjes. William representa el inicio de la ciencia y la investigación, en otras palabras, el empirismo, ya que su aguda observación sobre los acontecimientos y ayudado por los primeros instrumentos científicos, como el astrolabio, los espejuelos, etc., junto con su gran sentido de la investigación, así como de la búsqueda constante de información para llegar al conocimiento, fueron despejando las incógnitas y los hechos que por miedo se atribuían a entidades oscuras.
La historia incluye mitos como la historia del laberinto, representado por la inmensa biblioteca que encierra el conocimiento, y en donde William se enfrenta a la tarea de salir por medio de un hilo; una vez más otro mito está presente, el de Ariadna la tejedora. También encontramos otro elemento simbólico dentro de la biblioteca, el espejo que representa el pensamiento versus la práctica.
En cuanto a la película, se puede decir que está muy bien alcanzada. Los ambientes son oscuros, lúgubres, propios de una abadía del siglo XIII. La catedral
está llena de simbología en sus relieves con la intención de asustar a los mortales. Presenta también la variedad de lenguas y dialectos en boca del jorobado quien trata de comunicarse por medio de ellas, pero este manejo de lenguas, le sirve más bien para hundirlo ante la inquisición por sus crímenes del pasado. Los cambios de música y de luz son muy evidentes, las escenas están bien logradas, la música es lenta cuando suceden los crímenes y en la vida cotidiana de la abadía, pero se vuelve alegre cuando se da el encuentro con los libros: el conocimiento.
¿Por qué se dan los crímenes en la abadía?, precisamente por querer tener dominio de la información, por querer retener libros prohibidos que llevarían a los monjes a la apertura del pensamiento oscuro y medieval. El antagonista está lleno de complejos y frustraciones, no permite que los monjes jóvenes despejen sus miedos por medio del conocimiento.
Se presenta la vida de una abadía de esos tiempos con toda la carga social de dominio sobre los lugareños que tenían la obligación de sostenerla mediante la aportación de víveres, fruto de su trabajo y su pobreza, a una iglesia soberbia y arrogante, con su más reprobable entidad: la inquisición, que muy poco le importaba el abandono y las necesidades de los campesinos que la sostenían. En respuesta, para ellos solamente había sobras que eran arrojadas por un basurero. La necesidad está representada por una jovencita que vende su cuerpo por comida, misma que le da nombre a la historia.
En la vida de la abadía sucede de todo: miedo, dominio, asesinatos, así como también la pobreza y marginación del pueblo, situaciones bien llevadas a la pantalla con música adecuada y ambientes propios de la época. La película cumple sin duda y con apego a la obra escrita por Eco.
Hay que darse la oportunidad de verla y disfrutarla, pero es mejor darse el tiempo de disfrutar la obra escrita que siempre nos dejará vivir con la imaginación, hechos, ambientes y lugares.
Referencias:
Eco U. (1998). El nombre de la rosa. Barcelona : Lumen.
El nombre de la rosa [videograbación] por Eichinger, Bernd; Annaud, Jean-Jacques; Connery, Sean; Murray Abraham, F; Warner Home Video, Inc.

“Cuando leía sus ojos corrían por encima de las páginas, cuyo sentido era percibido por su espíritu; pero su voz y su lengua descansaban”. San Agustín de Hipona quedó estupefacto al ver a san Ambrosio de Milán leyendo en silencio en su celda monacal. Lo cuenta en las Confesiones. Corría el siglo IV y hasta entonces quien sabía leer lo hacía en voz alta. Las cosas cambiaron: los soportes para la escritura (arcilla, huesos, papiro, pergamino…); el tipo de lector (desde los sumos sacerdotes a esa señora del metro) y también los escritores… El cambio llevó siglos, pero ahora, en el breve espacio de una vida humana, la de usted, todo vuelve a cambiar. La camada de humanos que hoy puebla el mundo rico nació leyendo y escribiendo de una manera y morirá leyendo y escribiendo de otra.
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