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Relata años oscuros Salman Rushdie

“Joseph Anton” es una obra apasionante en la que Salman Rushdie rescata memorias enterradas y saca a la luz los días más oscuros de una carrera que lo llevó a ser condenado a muerte por el antiguo líder supremo iraní ayatolá Jomeini.

“Cuando era joven me oponía a la idea de escribir una autobiografía, estaba completamente desinteresado porque mi vida no era el punto, el lector era la razón por la cual me convertí en escritor, pero de repente mi vida se volvió muy interesante”, dice Rushdie en entrevista exclusiva con Grupo REFORMA.

“Cuando salí de ese túnel de 10 años de oscuridad, lo último que me interesaba era volver a esos días, así que me dediqué a escribir historias y novelas, pero siempre hubo esa voz dentro de mi cabeza que me decía que tenía que narrar esa historia, porque existía el riesgo de que, de no hacerlo, alguien lo haría de manera equivocada, y además había aspectos importantes que narrar”.

Fiel a sus principios de libre expresión, el escritor está dispuesto a asumir los riesgos de revivir el fundamentalismo que lo condenó a muerte en 1989 por haber escrito Los versos satánicos, una novela tachada en Irán de libro contra el Islam, el Profeta y el Corán, aunque está convencido de que la amenaza ha desaparecido y la retórica es lo único que perdura.

Para el autor de El último suspiro del moro, la obra no es una provocación, es la historia de cómo se vio obligado a vivir en la clandestinidad y a renunciar a su identidad adoptando el nombre falso de Joseph Anton, el protagonista de la obra y al cual detesta hasta el día de hoy.

“A pesar de que yo lo elegí, siempre odié usarlo, porque era como perder la identidad, así que el día en que él murió fui sumamente feliz porque sentí que había vuelto a la vida”, confirma Rushdie.

“Anton fue sólo un instrumento. Estamos hablando de un ser humano en crisis y lo que estoy tratando es hacer un retrato de esa crisis. Me sentía desequilibrado, era muy difícil saber cómo actuar o juzgar situaciones, así que intento mostrar cómo ese yo joven aprendió poco a poco a defenderse del ataque”.

La historia inicia cuando un periodista se comunica con el escritor para decirle que el ayatolá había ordenado su ejecución y a partir de allí relata la odisea de sumirse en la clandestinidad y de ponerse en manos de unos servicios de inteligencia británicos que habían elevado la alerta a niveles que sólo otorgan a la Reina y al Primer Ministro.

El escritor habla de su familia, de su comportamiento con la justicia inglesa y estadounidense, de la frustración de no poder escribir más y de cómo lucha por recobrar su libertad tras una situación oscura y deprimente.

“¿Si fue una derrota o una victoria? Fueron ambos, trataron de silenciar la voz y no pudieron, trataron de matar al escritor y tampoco, pero si vemos el efecto de este ataque en un espacio editorial más amplio, espantó a personas, y no dudo que hoy la gente sea más reticente a publicar un material visto como crítico del Islam”, afirma.

El escritor está convencido de que el ataque a su persona fue un error, pues en su momento generó tensión hacia la comunidad musulmana y, dos décadas después, terminó haciendo famoso al fugitivo.

“Por eso pienso que es improbable que algo como eso ocurra de nuevo”, señala.

Confirma Rushdie que en los últimos años han intentado espantarnos y silenciarnos, y que no debemos tener miedo, debemos continuar viviendo en la sociedad abierta en la que afortunadamente vivimos.

“El ataque por los Los versos satánicos fue porque se consideró un asalto a santidades, este libro es solo la descripción de un evento que tiene el enorme mérito de ser verdad”, asegura.

‘Están perdiendo influencia’

En Londres, una semana antes de estallar las protestas en el mundo islámico por el video “La inocencia de los musulmanes”, Rushdie asegura que el terrorismo sectario está perdiendo la batalla.

“Los fanáticos extremistas tipo Al Qaeda y la yihad, están perdiendo influencia”, sostiene.

“Uno de los efectos de la llamada primavera árabe fue debilitar la retórica de la yihad, demostró a la gente que era posible cambiar su sociedad de otra forma”.

Aun cuando es prematuro saber cuales son las consecuencias reales de los cambios registrados en la cúpula de Túnez, Libia y Egipto, asegura que hay señales alentadoras.

Afirma que, “hay un cambio en el lenguaje. Incluso, la hermandad egipcia no está hablando la lengua del fanatismo. Uno de los primeros actos del nuevo presidente fue condenar las atrocidades en Siria, algo que (el ex mandatario Hosni) Mubarak nunca hubiera hecho, porque esa pandilla de dictadores se hubiera unido”.

“Esto es negativo para los yihadistas, porque la gente se está dando cuenta de que hay maneras distintas de cambiar el mundo a ponerse un cinturón y hacerse volar por los cielos”.

En cuanto a Irán, el país donde se emitió la fatua en su contra, no ve cambios y asegura que la enorme movilización diplomática que realiza Teherán para cambiar su imagen es solo una forma de ganar tiempo para continuar con sus planes nucleares.

“No creo que los iraníes estén cambiando, es un mal gobierno, y para ser honestos lo único que he sabido de Irán es que me querían matar”.

El autor recuerda que cuando inició su trabajo pensó en las memorias de Gabriel García Márquez y el resultado es una obra que se lee como el resto de sus libros y que cuida los detalles de la novela sin llegar a la ficción.

ASÍ LO DIJO

“Trataron de silenciar la voz y no pudieron, trataron de matar al escritor y tampoco, pero si vemos el efecto de este ataque en un espacio editorial más amplio, espantó a personas, y no dudo que hoy la gente sea más reticente a publicar un material visto como crítico del Islam”.

Salman Rushdie, escritor.
Tomado de: www.reforma.com