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Nota: ¿Qué es el sistema inmunitario?

#InformaciónConCiencia ¿Qué es el sistema inmunitario?

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Publicado por Oliva Noticias en Miércoles, 1 de abril de 2020

 

El sistema inmunitario es la defensa del cuerpo contra las infecciones. Ataca los agentes patógenos que entran en nuestro cuerpo y nos ayuda a mantenernos saludables.

Se compone de muchas células, tejidos y órganos que trabajan juntos. Funcionalmente, estos componentes se clasifican en primarios y secundarios. Los primarios son la médula ósea y la glándula del timo, que proporcionan las condiciones internas para la producción y maduración de los linfocitos de la inmunidad adquirida. Los secundarios son los ganglios linfáticos, el bazo, el tejido linfoide asociado a las mucosas (y en parte la propia médula ósea) que ayudan al cuerpo a reconocer y combatir microbios, infecciones, otras sustancias extrañas y células muertas para desechar.

Existen otros órganos que también colaboran conformando diferentes frentes defensivos ante los patógenos. En el primer frente son la piel y todas las superficies mucosas del organismo (tracto gastrointestinal, respiratorio, genitourinario, así como la conjuntiva ocular), es decir todo lo que nos aísla del medioambiente, por dentro y fuera. Claro que hay patógenos que logran penetrar, entonces se activan los siguientes frentes de protección o inmunidad.

Los seres humanos tenemos tres tipos de inmunidad: innata, adaptativa y pasiva. Todos nacemos con el primer tipo, esta ofrece una respuesta inmediata a los patógenos que logran entrar en nuestro cuerpo, es un tipo de protección general.

La inmunidad adaptativa acompaña al desarrollo y consiste en respuestas específicas ante cada infección, que quedan registradas para mejorar el reconocimiento del agente patógeno y la forma de combatirlo. Es decir, después de una infección, se conserva la información en forma de memoria inmunitaria, que permitirá, en caso de volver a enfrentar al mismo patógeno, desencadenar respuestas más rápidas y efectivas. Este tipo de inmunidad tarda en desarrollarse y por ello necesita ayuda de las vacunas, para acelerar y hacer más segura su adquisición.

La inmunidad pasiva se toma «prestada» de otra fuente y dura poco tiempo. Por ejemplo, los anticuerpos que en la leche materna: por medio de la lactancia, una madre le da a su bebé inmunidad temporal a enfermedades a las que ha estado expuesta.

Existen otras funciones orgánicas asociadas con el sistema inmunitario:  la saliva, las lágrimas, la leche materna, secreciones, el ácido gástrico, entre otras.

Los “socios” defensivos no sólo pertenecen a nuestro cuerpo, también contamos con diminutos defensores: la microbiota o flora intestinal. Dependiendo de su composición puede servir como una barrera biológica contra patógenos, reduciendo la probabilidad de infección. Sus beneficios son tangibles, aunque su función se está empezando a investigar a profundidad.

Entre las respuestas del cuerpo promovidas para nuestra defensa se encuentran la fiebre y la inflamación. Aunque estas dos reacciones corporales también pueden presentarse por motivos distintos a la presencia de patógenos, normalmente se activan en su presencia. Existen otras reacciones como la producción de proteínas y el aumento en la producción de células específicas características del sistema inmunitario.

El sistema inmunitario tiene una gran familia de células, que en su conjunto se conocen  como leucocitos o células blancas de la sangre. Estas células actúan como organismos unicelulares independientes, ya que se mueven hacia donde se requieren de forma autónoma, sin depender únicamente del flujo sanguíneo. Ayudan a combatir infecciones y otras enfermedades. Los tipos de leucocitos son los granulocitos (neutrófilos, eosinófilos y basófilos), los monocitos y los linfocitos (células T y células B). Cada una tienen una función y características importante en el sistema de defensa, pero en esta ocasión sólo platicaremos algunas generalidades.

​Los granulocitos destruyen patógenos fagocitándolos (aspirándolos) o liberando sustancias destructoras, los linfocitos permiten al cuerpo recordar y reconocer a los invasores, también ayudan a destruirlos y los monocitos fagocitan patógenos y además los presentan a las células T para su conocimiento y registro.

Los linfocitos pueden ser de tipo B y T. Las células B son como el sistema de inteligencia militar del cuerpo: encuentran sus objetivos, los etiquetan y registran y envían defensas para bloquearlos. Mientras que las células T son como los soldados: destruyen a los invasores que encuentra el sistema de inteligencia.

Cuando un patógeno (bacteria, virus, hongo o sustancias tóxicas) ingresa a nuestro cuerpo, las células B se activan para producir anticuerpos. Los anticuerpos son proteínas especializadas que se adhieren a antígenos específicos. Los antígenos son sustancias generalmente producidas por los patógenos que el cuerpo puede identificar. El cuerpo humano posee una memoria de ambos, de esa forma, si el sistema inmunitario encuentra ese antígeno nuevamente, los anticuerpos estarán listos para hacer su trabajo.

Seguro habrás observado que cuando alguien que se enferma de varicela, por ejemplo, no volverá a enfermarse de varicela de nuevo o no con la misma intensidad.  Así funcionan también las vacunas para prevenir enfermedades graves o epidémicas. Las vacunas introducen al cuerpo un antígeno (de poliomielitis, sarampión, varicela, neumococo, etc.,) de una manera que no nos enferma, pero sí permite que se produzcan anticuerpos que protegerán a la persona si ese antígeno vuelve a ingresar.

Aunque los anticuerpos pueden reconocer un antígeno y fijarse en él, no pueden destruirlo sin ayuda. Ese es el trabajo de las células T, destruyen los antígenos y patógenos capturados. Es por ello por lo que a algunas células T también recibe el nombre de «células asesinas», también avisan o reclutan a la batalla a otras células (como a los granulocitos) para que hagan su trabajo.

El sistema inmune es increíblemente complejo ¿Verdad? y absolutamente vital para nuestra supervivencia. Es increíble como las diferentes partes del cuerpo, incluso con otras funciones principales y tantos tipos diferentes de células nos defienden en perfecta sincronía (la mayoría de las veces). Y trabajan todo el tiempo, pues todo el tiempo intentan ingresar patógenos y todo el tiempo se eliminan células muertas.

Sin embargo, se debilita a medida que cumplimos años, por ello nos volvemos más susceptibles a las infecciones. Esa es una razón clave por la cual las personas mayores de 70 años están en mayor riesgo de contraer enfermedades como el Covid-19. Pero la edad es sólo un factor para el deterioro del sistema inmunológico. Algunas personas tienen un sistema inmune significativamente más viejo o joven que ellas, por ejemplo, una persona de 40 años puede tener el sistema inmunitario de una persona de 60 y viceversa.

¿Cómo pasa esto? ¿Podemos mejorar nuestro sistema inmunológico? ¿Es posible estimularlo para que trabaje mejor? ¿Funciona mejorar la dieta? ¿Tomar ciertas vitaminas, aceititos o preparaciones herbales? ¿Hacer otros cambios en el estilo de vida con la esperanza de producir una respuesta inmune perfecta?

La idea de aumentar nuestra inmunidad es atractiva, pero la capacidad de hacerlo es otra cosa. Pensemos, el sistema inmune es precisamente eso: un sistema no una sola entidad, un gran jardín  más que una planta. Para funcionar bien, requiere equilibrio, armonía y cuidados integrales de todo el cuerpo. Además, se requiere más investigación científica para conocer las complejidades y la interconexión de la respuesta inmune. Por ahora, no hay evidencia clara sobre la capacidad de mejorarlo.

Se sabe que el estilo de vida tiene un fuerte efecto en él. Las personas dedicadas a la investigación científica están explorando los efectos de la dieta, el ejercicio, la edad, el estrés psicológico y otros factores sobre la respuesta inmune, tanto en animales como en humanos.

Así que, si quieres que tu sistema inmune se mantenga en buen estado, practica un estilo de vida saludable. Cada parte de tu cuerpo, incluido el sistema inmunológico, funcionará mejor si:

  • No fumas.
  • Procuras una dieta rica en frutas y verduras.
  • Practicas ejercicio regularmente.
  • Mantienes un peso saludable.
  • Evitas beber alcohol, o lo bebes con moderación.
  • Duermes lo suficiente.
  • Tomas medidas para evitar infecciones, como lavarte las manos con frecuencia, cocinar las carnes a fondo y evitar consumir alimentos cocinados con dudosa higiene.
  • Mantienes el estrés dentro de un límite aceptable.
  • Evitas intentar mejorar tu sistema inmune de formas irracionales.

Hablaremos de la relación de cada uno de los puntos anteriores con el sistema inmune en la próxima nota. Respecto al último punto, muchos productos comerciales afirman aumentar o potenciar la inmunidad. Pensemos, el mismo concepto de aumentar la inmunidad en realidad tiene poco sentido científico. Aumentar la cantidad de células del cuerpo (células inmunes u otras) no es necesariamente algo bueno.

Como ya vimos hay muchos tipos de células en el sistema inmunitario que responden a un gran número de patógenos de muchas maneras. Entonces, ¿Qué células debes aumentar y en qué número? Hasta ahora, no existe una respuesta científica para ello. Lo que se sabe es que el cuerpo genera continuamente células inmunes. Ciertamente, produce más linfocitos de los que posiblemente necesita. Las células adicionales se eliminan a través de un proceso natural de muerte celular llamado apoptosis, algunas antes de participar en una batalla de defensa y otras después de haberlas ganado.

No existe una mejor combinación de células del sistema inmune más que las que genera antes de cada caso para funcionar a su nivel óptimo. Por lo mientras cuida tu estilo de vida y si puede quédate en casa. Que mejor ayuda a nuestro sistema inmunitario que no enfrentarlo a patógenos peligrosos sin una necesidad extrema.

Informando con ciencia para Oliva Noticias Multimedios

Gladis Yañez y Rodrigo López

De Sábados en la Ciencia

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