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Nota: El mundo feminizado en los tiempos del COVID 19

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Publicado por Oliva Noticias en Miércoles, 23 de septiembre de 2020

 

 

Hombres y mujeres tenemos diferencias biológicas. Nuestros cuerpos son distintos debido a su sexo, y el riesgo de enfermedad y muerte por COVID-19 también se ha mostrado diferente entre nosotros. ¿Pero a todos los hombres o a todas las mujeres les va igual? Como ya lo habrás observado, no es así de simple. Atribuir las diferencias en los resultados de COVID-19 únicamente a la biología, ignorando el papel que juegan el género, los entornos sociales, las estructuras y las normas, ocasiona situaciones inequitativas y desafortunadas.

México pertenece al grupo de países que lleva el registro de las estadísticas de la pandemia por sexo. Y aunque ya es un avance, los datos de COVID-19 desagregados por sexo no informan ni dan cuenta de la identidad de género ni de los contextos donde se vive la enfermedad. Tomar en cuenta datos más allá de la biología es necesario no sólo para diseñar mejores estrategias de salud pública, sino para transitar a una sociedad más justa.

Como todos sabemos las tasas de mortalidad por COVID-19 son más altas para los hombres que para las mujeres. Pero son las mujeres las que tienen más probabilidades de sufrir las consecuencias sociales y económicas de la pandemia. A principios de este año, el Secretario General de la ONU, Antón Guterres, señaló que el “COVID-19 podría revertir el progreso limitado que se ha logrado en la igualdad de género y los derechos de las mujeres”. Lo que podía parecer una advertencia, se pudo observar cómo hecho, con el repunte de violencia intrafamiliar desde los primeros meses de confinamiento.

Y es que, respecto a la pandemia, podemos ver dos tipos de consecuencias: las que provienen de ser infectado y las que se derivan de ser afectado. En casi todos los entornos laborales podemos observar la protección de aquellos cuya condición física (biológica) los convierte en sujetos de riesgo, pero la desprotección o incluso la sobre exposición de quienes están más afectados por la pandemia, por ejemplo: jefes y jefas de familia uniparentales, que para ir a laborar tienen que dejar a sus hijos solos, buscar guarderías o llevarlos al trabajo.

Volviendo a las diferencias biológicas, las diferencias entre hombres y mujeres no son tan altas en cuanto a contraer la enfermedad: de los casos confirmados hasta ahora en nuestro país, el 58% ha sido en hombres y el 42 en mujeres. Pero cuando se trata de casos que progresan a enfermedad grave y muerte, los hombres se encuentran en una desventaja considerable: del total de defunciones hasta ahora 70% han sido hombres y 30% mujeres. En otras palabras, los hombres en México tienen poco más del doble de probabilidades que las mujeres de morir después de haber sido infectados con el COVID-19, una tendencia muy similar se observa en todo el mundo.

La esperanza de vida en hombres ha sido constantemente menor desde que se registra, por lo menos en nuestro país. Por ejemplo, la esperanza de vida femenina al nacer para el período 2015-2020 es de 78 años, mientras que para los hombres nacidos en el mismo periodo es de 72. El  COVID-19 exacerba las diferencias subyacentes.

Las razones detrás de la disparidad aún no están claras. Hay hipótesis que apuntan a que el virus provoca una respuesta inmunitaria más potente en las mujeres que en los hombres. Pero lo más probable es que sea una combinación de biología y determinantes sociales de la salud. Quizás los hombres que mueren de COVID-19 tienen tasas más altas de obesidad, hipertensión, diabetes y enfermedades pulmonares, o podrían presentarse más tarde a la atención médica, todos los cuales son cuestiones de género, no sólo biológicas.

La pandemia está profundizando las desigualdades preexistentes, exponiendo vulnerabilidades en los sistemas sociales, políticos y económicos que a su vez están amplificando los impactos de la pandemia. En todo el mundo, las mujeres ganan menos, ahorran menos, tienen trabajos menos seguros, tienen más probabilidades de trabajar en el sector informal. Tienen menos acceso a las protecciones sociales y son la mayoría de los hogares monoparentales. Por lo tanto, su capacidad para absorber los choques económicos es menor que la de los hombres.

Antes de la pandemia las diferencias ya eran insostenibles: la participación femenina en la fuerza laboral en México más reciente (2018) nos dice que sólo el 44% de las mujeres participaban de la fuerza laboral, en contraste con el 79% de los hombres, por mencionar un aspecto. Aun no se tienen datos certeros, pero es probable que más del 20% de esas mujeres tuvieron que abandonar su trabajo durante el confinamiento para dedicarse al cuidado de la familia.

En el mundo la cosa no es tan distinta, se estima que 740 millones de mujeres están empleadas en la economía informal. En los países en desarrollo como el nuestro, ese trabajo constituye más de dos tercios del empleo femenino. Pero a medida que el confinamiento avanzaba en todo el mundo, estos trabajos desaparecían rápidamente. Eso puede tener consecuencias catastróficas para nuestro futuro.

Ganado menos, sin posibilidades de ahorro, para muchas personas, principalmente mujeres como hemos visto, si te despiden hoy, significa que nadie en la familia come esta noche. Muchas familias que perdieron a un hombre por la pandemia ahora se sostendrán de mujeres que nunca han tenido un empleo formal. Para muchas familias recuperarse de la pandemia es una propuesta difícil.

Antes de la pandemia el problema social de violencia de género tenía puesto el ojo de los medios llevando para allá la atención social y de las autoridades. La pandemia eclipsó el avance en materia de prevención y justicia, pero el problema persiste. Se estima que alrededor de 243 millones de mujeres han sufrido abusos sexuales o físicos a manos de una pareja íntima en algún momento durante los últimos 12 meses. Muchas de estas mujeres han quedado atrapadas con su abusador durante el confinamiento.

Con ellas, millones de personas en todo el mundo nos enfrentamos a un futuro incierto como resultado del COVID-19. La desigualdad de género es un problema por resolver que está ligado con un mejor futuro ¿Quieres saber que podemos hacer para contribuir con la equidad de género? Pues acompáñanos este martes 29 de septiembre en Tardes de Ciencia en https://tardesdeciencia.my.webex.com/meet/sabadosenlaciencia o directamente en Facebook Live en @SabadosenlaCienciaXal a la charla “El mundo feminizado en los tiempos del Covid 19”.

En la charla, la Dra. María José García Oramas experta en estos temas, nos platicará cómo la pandemia del COVID-19 ha “trastocado y reconfigurado nuestra vida cotidiana en términos de los espacios que habitamos, el tiempo que dedicamos a distintas actividades, la manera en que nos relacionamos con los demás”.

Nos comenta que “en función de estos cambios, se plantea que atribuciones comúnmente consideradas en nuestra sociedad como femeninas, tales como el confinamiento en el hogar, las labores de cuidado y el manejo de nuestras emociones, se encuentran ahora al centro de la vida social, a diferencia del mundo masculinizado donde la competencia social, el trabajo productivo y el desarrollo personal hacia el éxito individual”.

Hay muchas preguntas por resolver ante una enfermedad aún desconocida y también muchos cuestionamientos sobre si es momento de cambiar la forma en que habitamos este planeta y si cambiar desde los hogares sea la clave para un futuro mejor para todos.

Información con Ciencia para Oliva Noticias Multimedios

Gladis Yañez y Rodrigo López de Sábados en la Ciencia
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