- Fue el escenario donde colegas y amigos compartieron memorias de Francisco Beverido y Jorge Castillo
- Historias íntimas y profesionales revelaron la complicidad artística de ambos creadores
- Entre anécdotas, se recordó su legado en la Orteuv y en la formación de nuevas generaciones

La Caja se convirtió en un espacio de evocación y celebración de Francisco Beverido y Jorge Castillo
Paola Cortés Pérez
Fotos: Omar Portilla Palacios
05/09/2025, Xalapa, Ver.- El aroma del café se mezclaba con el murmullo de los asistentes al espacio teatral La Caja, que por décadas ha sido testigo de tantas aventuras y puestas escénicas. En esta ocasión la escena principal fueron las voces de amigos, colegas, alumnos y familiares, quienes entre risas, evocaciones y silencios reconstruyeron la memoria de Francisco Beverido y Jorge Castillo, dos pilares del teatro veracruzano y universitario.
Raúl Santamaría, actor e integrante de la Organización Teatral de la Universidad Veracruzana (Orteuv), dio la bienvenida y fue el moderador de la charla-café intitulada “Reconstruyendo la memoria teatral veracruzana”. Habló de la importancia de rescatar del olvido las historias compartidas: “Tenemos que hablar de ellas, registrarlas y documentarlas”.
Recordó la cercanía vital entre Beverido y Castillo, a quienes llamó “los hacedores del teatro xalapeño”. Para él, hablar de ellos no era solo rendir homenaje, sino continuar la trilogía que marcaron sus trayectorias: creación, provocación y evolución.

Julio Cacho dijo que La Caja es un laboratorio donde se generó mucho conocimiento
El primer participante fue Julio Cacho, su memoria lo llevó de regreso a su época de estudiante en Arquitectura; dijo que para él La Caja fue un laboratorio único, “un lugar donde se podían cometer errores y de ellos aprendíamos, aquí se generó conocimiento porque se podían cometer errores”, recalcó.
En su turno, Nazario Montiel trajo la emoción íntima de sentirse profundamente comprendido por Castillo en los ensayos: “Era como adivinarle el pensamiento o él me lo adivinaba a mí. Me felicitó en dos ocasiones, y esas palabras me acompañaron toda la vida artística”.
Con esa complicidad, Jorge Castillo dejaba que sus actores propusieran libremente y sólo al final intervenía para dar forma al montaje, logrando una comunicación artística “muy a fondo”, recordó.

Nazario Montiel compartió que Jorge Castillo dejaba que sus actores propusieran libremente
Entre risas y nostalgia, María Cristina León, segunda esposa de Jorge Castillo, compartió vivencias personales y profesionales. Narró cómo, entre talleres, montajes y embarazos, fue parte de la construcción de proyectos clave como Macario, obra que Castillo consideró “una de las mejores de su vida”.
Conmovida, compartió la última voluntad del maestro: “Jorge sentía que La Caja era su casa, por eso dejó instrucciones de que lo veláramos aquí. Y así lo hicimos”.
No olvidó mencionar la labor artística de Sofía, su primera esposa, cuyas escenografías, vestuarios y máscaras enriquecieron notablemente sus producciones.

María Cristina León, segunda esposa de Jorge Castillo, compartió anécdotas personales y profesionales
Miguel Ángel Aguayo Lozano hizo una retrospectiva a la década de los ochenta para revivir la energía de montajes como Las adoraciones: “Éramos muchos cuates, un grupo gigante, con una energía tremenda. Una experiencia padrísima”.
Recordó la capacidad de Jorge para ir más allá de su plaza como actor de la Orteuv; organizó puestas en escena en la Facultad de Danza, de Arquitectura y desde los Talleres Libres de Actuación. Trajo también la memoria de su amistad con el arquitecto Simón Benavides.
María Cristina León recordó: “Hicieron una mancuerna maravillosa. El día antes de su muerte, lo llamó desde Alemania para saludarlo. Jorge estaba emocionadísimo”.

Miguel Ángel Aguayo recordó la capacidad de Jorge Castillo para ir más allá de su plaza como actor de la Orteuv
La charla-café no fue un acto solemne ni un simple homenaje, fue una celebración de la vida, la audacia y la complicidad que Francisco Beverido y Jorge Castillo sembraron en cada generación; sus voces volvieron a encender la escena, al recordar que el teatro se mantiene vivo cuando la memoria se comparte.
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