Existen muchas formas de entrenar animales, pero no todas son éticas y muchas son crueles. Dado que las emociones influyen en los animales de la misma forma que lo hacen en los humanos, todos deberíamos esforzarnos por hacer que el entrenamiento sea un proceso placentero y no una obligación. Es cierto que las emociones negativas aceleran el proceso de aprendizaje, porque para un animal es mucho más importante recordar cosas que ponen en riesgo su vida, a aquello que sirve para encontrar alimento, pareja o refugio. Un pájaro aprende más rápido la forma de los insectos que le producen indigestión, que los colores de las mariposas que tienen un sabor exquisito. Sin embargo, esto no justifica el uso del dolor en el entrenamiento de animales. ¿Cuál es el propósito de entrenar una mascota?¿Mejorar la convivencia o crear un subordinado?, ¿Cual es el propósito de competir en una disciplina canina?, ¿Mostrar que tienes el mejor perro o que eres capaz de hacer cualquier cosa con tal de alimentar tu ego?
Dado que el aprendizaje es una función vital para la supervivencia, los animales tienden a generar asociaciones con gran facilidad, muchas veces sin que nos demos cuenta. Un perro que jala la correa cuando pasea por la calle, tenderá a hacerlo con mayor frecuencia e intensidad, porque al jalar obtiene algo que le agrada, como ahuyentar ardillas, olfatear un poste u orinar un árbol. El gran fracaso en el uso del reforzamiento como única vía para generar aprendizaje, radica en que fallamos en identificar los reforzadores funcionales, y en que nos enfocamos más en castigar e inhibir comportamientos indeseados, que en premiar los adecuados. Cuando un perro exhibe un comportamiento de calma en una situación estresante pocas veces se le premia, sin embargo cuando éste sucumbe a la presión y responde con vocalizaciones, agresividad o miedo, el castigo aparece.
En las últimas décadas, el entrenamiento de animales y particularmente el de perros se ha reinventado. Disciplinas como la etología y el conductismo han mejorado nuestro entendimiento sobre la forma en que los perros procesan la información y sobre el porque de sus conductas. Gracias a la etología, conocemos la importancia de la socialización temprana y su papel en la inhibición de la mordida, la prevención de problemas de conducta, el temperamento y el desarrollo de conductas que aparecen con la edad, tales como el marcaje, las montas, y la agresividad intraespecifica. Basado en el conductismo, hemos desarrollado técnicas que mejoran nuestra capacidad para construir y moldear conductas, incluso para redireccionar aquellas que son indeseadas para los propietarios.
Contrario a lo que pudiera pensarse, el entrenamiento de animales no es un proceso simple, por tanto, no debería ser practicado por quienes no entiendan la función biológica del aprendizaje. En mi opinión, el éxito del entrenamiento con refuerzo positivo depende de por lo menos 5 elementos:1) posicionar al animal en un estado emocional donde nada le preocupa y su atención está enfocada en aprender y obtener recompensas, 2) utilizar una gran variedad de reforzadores y hacerlo de manera funcional e impredecible, 3)valorar las cualidades sensoriales, emocionales y cognitivas del individuo con que trabajamos, 4) definir y premiar pequeños éxitos que de manera continua dibujen comportamientos más complejos y precisos, 5) enfocarnos en los éxitos e ignorar los fracasos. De acuerdo con el conductismo, los comportamientos reforzados incrementan su aparición, mientras que los ignorados se extinguen y desaparecen. Si somos capaces de cumplir con éstos y más factores, seguro seremos individuos capaces de entrenar animales sin tener que recurrir a la violencia, y podremos entrenar un cerdo, de la misma que forma en que entrenamos un feroz Rottweiler.