El cerebro que ladra

El cerebro que ladra

En los tiempos en que el hombre aún era nómada, se vestía de pieles de oso, y su principal fuente de alimentación era la recolección de frutos, bayas y hongos, la doma o amansamiento de lobos representó la oportunidad de contar con un aliado que ayudara en las labores de vigilancia, rastreo de presas, protección de niños, y que incluso fuera soldado durante enfrentamientos con otros grupos humanos.

Desde los primeros contactos, el lobo aprendió que la cercanía con los humanos tenia importantes ventajas, por ejemplo aumentaba la probabilidad de no ser atacado por otros lobos, de obtener alimento, y al mismo tiempo satisfacía su necesidad de afiliación, por ser un animal gregario. Con el paso de los años, éstos lobos se reprodujeron entre sí, procreando individuos cada vez más dóciles, educables y afectivos. De este modo, al cabo de varios siglos, la mano del hombre y la capacidad adaptativa del lobo dieron origen a una nueva especie, que pasó de animal salvaje, a animal doméstico y de compañía.

                                       

Si bien parte de las características conductuales y cognitivas  del perro pueden ser entendidas por su historia evolutiva, así como  por su íntima conexión con el humano. En los últimos años, la ciencia nos ha permitido conocer con mayor precisión, como piensan y sienten los perros, como procesan e interpretan el lenguaje humano, como se comunican entre ellos, y como muestran una asombrosa flexibilidad y adaptación a los cambios. A pesar de que el viaje hacia el descubrimiento de las emociones y pensamientos del llamado «mejor amigo del hombre» apenas comienza, diversos estudios indican, que tal y como ocurre con los humanos, lo que hace especial y único al perro, no es su talla, ni la cantidad de pelo, si no su cerebro.

Aunque pocas veces lo reflexionemos, es gracias al cerebro, que tanto perros, como humanos, somos capaces de disfrutar el perfume de las flores, experimentar tristeza y alegría, recordar el rostro de nuestros seres queridos e incluso de soñar mientras dormimos. Todo lo que somos, o lo que creemos ser se lo debemos al cerebro, a la forma en que está organizado, a la forma en que sus neuronas se comunican, y a la forma en que éste responde a los desafíos de la vida.

Esto implica que si bien el cerebro es responsable de mantenernos vivos, es también éste quien nos define como especie y como individuos, y por tanto es gracias y a consecuencia de éste, que un lobo aúlla, un humano habla y un perro ladra… (continuará)