Adiós a Haku

Hoy cumplimos ocho días desde aquel lunes doloroso cuando Haku, dejó de estar entre nosotros. Fue el 9 de enero cuando mi hija Ximena y yo lo llevamos al veterinario y nos despedimos de él antes que entrara al quirófano, no imaginamos que ya no lo veríamos con vida y que su muerte provocaría un profundo dolor en nuestra familia, como no lo hubiésemos imaginado.

Y es que debo decir que, en lo personal, no me considero afecto a los animales. Si bien cuando Xime era pequeña tuvimos un par de peces y luego un hámster que tuvo una muerte dolorosa, Haku -formalmente- fue nuestra primera mascota, un gato que mis hijos salieron a buscar en el barrio una tarde tras regresar de un paseo campestre y convencer a su mamá y a quien les escribe, que si se encontraban un gato se lo podían quedar. En espera que esto no ocurriera, sus papás dijimos que lo veíamos bien.

Unos minutos después, Ximena y Emi, llegaron con un gato entre sus brazos, comentando que entre un puñado que se encontraron por el rumbo, únicamente él, cuando lo llamaron, se les acercó y a partir de ahí (a excepción de una noche que se fue y no volvió hasta días después), estuvo en casa. Pero fue cuando lo llevamos al veterinario a que lo vacunaran y procedieran para protegerlo, que se nos preguntó «si ya veíamos cómo respiraba». «¡No!», fue nuestra respuesta. Es en ese momento cuando nos dimos cuenta que su respiración no era normal. Todo hace suponer que tuvo una mal formación genética, pues una vecina nos dijo que Haku tenía un hermano viviendo con ella, ambos recogidos de la calle con el mismo problema de respiración. Que el suyo ya había sido operado.

Ese gato que al inicio pudo sufrir un problema de identidad, pues le llamábamos de distintas formas, se fue acostumbrando a mi hija, quien le daba de comer y levantaba su popó, hasta que -poco a poco- yo comencé a tener una relación particularmente con ese minino. Así, aun cuando solía decir que no podía decir que lo quería, sí es verdad que pronto se hizo mi compañero: para sentarse junto a mí a ver la TV, pues era quien le abría la ventana de la sala para que saliera un rato, a oler las plantas que tenemos frente a nuestra casa, como también a recuperar su esencia callejera, para que unas horas después regresara como si nada.

Fue un gato de pandemia, no solo porque llegó en el 2020, sino porque en mis clases solía echarse sobre mi regazo mientras daba clases, o bien se tiraba sobre el teclado de la computadora, para terminar por presentarlo a mis estudiantes. Tanta cercanía me prodigaba Haku que nos poníamos a ver la TV y al cabo de unos minutos ambos nos dormíamos, a un lado mío o echado sobre mi barriga; un hábito que adquirió también por las noches, cuando tumbado en cama iba y si estaba leyendo o viendo la televisión, se acercaba a mí ronroneando para que le hiciera «piojito», pues era el único tipo de caricia al que me acostumbré y él respondía echándose sobre mis piernas.

Al cabo del tiempo, cada uno de nosotros tejió una relación con Haku de manera diferenciada: Silvia en medio de una suerte de esquizofrenia materna, pues era quien más lo regañaba cuando se salía a la calle, para que luego le prodigara tanto amor que el propio Emilio llegó a reclamarle la forma en que se dirigía al gato. Ximena, su dueña, llegaba a la recámara y si lo veía tumbado en el sitió que se le dispuso, lo cogía y se lo echaba al hombro para llevárselo un rato con ella; mientras que Emi, se mostraba rejego para relacionarse con él.

Cuando comencé a ir al gimnasio, Haku se acostumbró a esperar abriera el portón para salirse durante el tiempo que estaba fuera, pues al regreso, ya estaba esperándome para meterse antes que Silvia se diera cuenta que lo había dejado salir un rato. Así, desde que estuvo con nosotros se sumó a nuestras vidas, tanto como para que viajara con nosotros a lugares, donde -por cierto-, no solía probar alimento. Un día nos lo llevamos a La Laguna y estuvo perdido algunas horas, hasta que llegó Xime y le habló, para que el condenado gato se dignara a maullar y ubicarlo en medio de un potrero enmontado.

Hoy, ya no está con nosotros y nos ha dolido, por ello fueron dos días de llanto y aún se le guarda luto; pero sobre todo, se le extraña un chingo. Cuando me siento en la sala, cuando me tumbo en cama, al salir por las mañanas. Incluso, los reclamos de Silvia, quien le exigía, le explicara en donde se había pasado algunas horas, sobre todo en los últimos meses, cuyo maullar no había sido el mismo. Por eso lo llevamos el veterinario, quien tras unos análisis dijo tenía una hernia diafragmática. Que era riesgosa la operación, pero en casa y hablando entre todos, acordamos su intervención. Y si bien salió avante en la cirugía, sus pulmones ya en la recuperación no respondieron como se esperaba.

Con Haku se ha ido la primera experiencia familiar con una mascota. Será insustituible, sin duda. Hoy quien les escribe, sabe que si llega otro gato a casa (como lo hemos podido pensar), no sé si mi trato vaya a ser el mismo, pues nunca podrá borrar de mi memoria su compañía; pero sobre todo, aquella última mirada cuando tras pasar una media hora echado sobre mi estómago la noche antes de su operación le dije era hora de dormir, se me quedó viendo con una tristeza que, al recordar, hace que mis ojos dejen escapar algunas lágrimas, pues -dicen- los animales tienen un sentido superior a nosotros y quizá él intuía que aquella sería la última noche en casa, pues al otro día, ya no nos despertó a las 3, 4 o 5 de la mañana como acostumbraba, sino a la hora en que sonó mi alarma y como siempre, al salir de la habitación me acompañó y buscó comer, pero no podía, porque debería estar en ayunas para la operación. Me volvió a ver y se sentó junto a la puerta como otras veces, pero ese día decidí no acudir al gimnasio para estar en casa esperando la hora para llevarlo al veterinario.

Ese 9 de enero de 2024, seguro no lo olvidaremos, pues la tarde de aquel día, el dolor no unió en casa alrededor de la muerte y la memoria de un gato callejero que nos robó el corazón.

Adiós, Haku.

Comentarios
  • Iván Vázquez Rodríguez
    2024-03-08 5:59 AM

    Qué tal, Doctor. Soy Iván Vázquez, catedrático de la Udlap. Nos urge comunicarnos con usted. ¿Sería tan amable de responder los correos que le hemos enviado para la publicación del monográfico, por favor?

  • Magaly Corona
    2024-01-15 4:36 PM

    Ay, te pasas justo tu publicación va a tono con el #Bluemonday: el 3er lunes de enero -dicen- es el Día Más triste del Año…

    • Anónimo
      2024-01-15 5:24 PM

      Pues mira nada más Magaly. De esas extrañas o sorprendentes coincidencias
      Saludos

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *