De un pensamiento siempre de paso

Entre mis querencias, como aficionado a la música y académico, el acercamiento más allá del gozo placentero de escuchar una buena canción, ha pasado por la apropiación y la resignificación que, en el contexto pedagógico, termino por hacer con las letras de algunas canciones, tal y como ya he tenido ocasión de comentar en este mismo espacio, en otras entregas.

Así, recuerdo que cuando tuve ocasión de ser el responsable de la dirección de Investigación en la Universidad Cristóbal Colón, en una de las reuniones con mis colaboradores, tuve ocasión de referir la estrofa de una de las canciones de Luis Eduardo Aute, uno de mis compositores de cabecera y que, en aquel entonces como ahora que escribo, venía muy oportuno cuando tratábamos de impulsar nuevas rutas para el acercamiento a objeto de conocimiento: La ciencia es una estrategia/ es una forma de atar la verdad/ que es algo más que materia/ pues el misterio se oculta detrás.

Y es que en aquel entonces, el predominio era el enfoque positivista, negando otras posibilidades de explicación, para hacer de la comprensión de ciertos fenómenos que ya se revelaban como de interés para apostar por nuevos abordajes y derroteros epistémicos, un punto de inflexión para repensar el mismo mundo; por lo que -consideraba- teníamos que replantear nuestras propias concepciones de ciencia; por lo que la canción De paso (Del disco Albanta, 1995), era una suerte de provocación que se coronaba con su estribillo: «¡Que no, que no! Que el pensamiento no puede tomar asiento. Que el pensamiento es estar siempre de paso, de paso, de paso… ¡Siempre de paso…!»

En el fondo, era poder vivir una ruptura epistémica que nos condujera a poner a dialogar entre distintos paradigmas; después de todo, ya desde las ciencias exactas, hacía años, nos venían convocando a repensar aquellas certezas y premisas que -cual verdaderas absolutas-, habían conducido el quehacer científico. Físicos teóricos y experimentales, cientistas cognitivos, epistemólogos, venían hablando del lugar que el sujeto cognoscente tienen en el acto de construcción de conocimientos, lo mismo la importancia del contexto que los recursos y condiciones que se tienen o disponen para indagar y también saber emplear el lenguaje que pueda nombrar lo que se quiere investigar; así como el tipo de saber que sea revelable tras las pesquisas que el sujeto realiza, donde la condición de subjetividad termina por ser un punto de llegada epistémico de quien tiene los atributos para conocer.

En esa perspectiva, comencé a promover el acercamiento a la lectura de textos especializados, que obligaran a la comunidad universitaria a reflexionar en términos ontológico, epistémicos, teóricos, retóricos y axiológicos; lo que no fue fácil entonces, como tampoco lo es ahora, pues como algunos autores dicen, así como ocurre entre los estudiantes, suele ser que muchos docentes tampoco tienen como práctica social la lectura, en tanto experiencia vital para revitalizar sus propias concepciones y representaciones de lo que es la investigación, pues pareciera que mucho piensan que por osmosis se aprende y es posible dimensionar la complejidad de los objetos que solemos investigar desde las múltiples disciplinas.

Así que, como suelo recomendar a mis estudiantes: si no suelen tener el hábito de la lectura, por lo menos pasen de oír a escuchar las canciones que consumen, para reflexionar sobre lo que dicen, tanto como para darse la oportunidad de descubrir de qué se vale quien compone, pero sobre todo, si en el trato y la calidad lírica de las letras, es decir, detrás de la arquitectura de una canción, se puede reconocer que quien ha compuesto la letra, tiene como hábito la lectura; algo que -dejó entrever Joaquín Sabina-, le faltaba a Alejandro Sanz, cuando lo un día le preguntó que para qué tenían tantos libros.

Así las cosas y, no por menos, sigo a Aute cuando nos recuerda, «Ah, el mundo es lo que a él traemos, todo existió porque existí. Hay, porque vemos, ¡Y hay mundo, porque yo lo vi!» Es decir, antes que una prescripción cientificista, el conocimiento depende de uno y cómo vivamos el mundo. Apostemos, por ello, de hacernos de un pensamiento que esté de paso en forma permanente.

Comentarios
  • Eduardo Gabriel Barrios Pérez
    2024-04-10 7:52 AM

    Me encantó su texto. Cómo siempre muy acertado pero sobretodo reflexivo del tipo de pensamiento que cultivamos. En efecto el aprendizaje no entra por ósmosis ni son recetas de cocina. Desde siempre se le han caracterizado a sus clases por acercar lecturas reflexivas en lo ontológico, epistemológico pero también en este recurso musical que refiere y me parece una muy buena estrategia. Yo recuerdo cuando puso en una clase «El circo de la realidad» y me quedé encantado con Pedro Guerra.

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