Investigación e imaginación en un contexto creativo

Recuerdo haber tenido la oportunidad de estar departiendo unas cervezas con un grupo de amigos, entre los que se destacaba el escritor veracruzano Juan Vicente Melo (1932-1996), quien por entonces se encontraba escribiendo lo que terminaría por ser su última obra: La rueca de Onfalia (UV, 2020), una obra a través de la cual pasa revista al mito de helénico de Onfalia y el sometimiento que esta diosa hace del Hércules, quien enamorado de tal deidad debe soportar el menosprecio, la burla y cualquier otra forma de corromper su dignidad; todo esto trasladado al presente.

Más allá de la obra y su disfrutable historia, lo que quiero destacar es aquel momento cuando el escritor preguntó a los comensales que departíamos con él, sobre el nombre de un accesorio que antiguamente empleaban quienes se dedicaban a la costura. Hasta donde recuerdo, ninguno de los dos amigos dio con lo que Juan Vicente Melo esperaba recordar, un dato que necesitaba -justamente- para poder desarrollar un pasaje del libro en el que se encontraba trabajando. Muchos años después, tuve la certeza que aquella indagación informal era la evidencia del lugar que la investigación puede jugar en un proceso creativo.

Por ello mismo, hoy cuando tengo la oportunidad de leer una novela, no deja de sorprenderme la forma en que las y los escritores hacen de la investigación, no únicamente un espacio documental para el manejo informativo y la mejor comprensión de algún evento o personaje sobre el que recrean algún universo; sino también por la manera en que, a través de la imaginación, logran un complejo engranaje que le permite a quien los lee descubrir o asombrarse por el tratamiento y el tono desde el cual prosísticamente desarrollan sus ficciones.

Y no me refiero necesariamente a historias de personajes o eventos históricos que son novelados, sino a la forma en que la propia ficción da cobijo a recursos vinculados a la investigación: búsqueda, documentación, consulta y análisis de fuentes a las que tienen acceso l@s novelistas. En ese tenor, la manera en que se apropian el habla especializada muestra los alcances del lugar que en la reconstrucción de un hecho o el trazo de un personaje, tiene el lenguaje como poderoso medio para construir universos.

Así, en los últimos meses me he tropezado con El peligro de estar cuerda (Seis Barral, 2022) de Rosa Montero, Canción de antiguos amantes (Alfaguara, 2022) de Laura Restrepo, la edición conmemorativa de La hora sin diosas (Alfaguara, 2022) de Beatriz Rivas y Extrañas (Alfaguara, 2022) de Guillermo Arriaga; un puñado de obras memorables en las que sus páginas permiten intuir, reconocer, admirar la forma en que los autores hacen de la indagación un ejercicio que les permitiera registrar, compendiar, revisar personajes, situaciones y acontecimientos que terminan por resignificar en el contexto de su creación literaria.

Mientras Arriaga indaga sobre 4 personas que, en los orígenes de la ciencia, junto a sus malformaciones contribuyeron al desarrollo de la medicina en el importante siglo XVIII, su novela permite a quien la lee dimensionar el papel que jugó lo anómalo y diferente en aquellos años de desarrollo de la ciencia médica. En tanto que Rosa Montero, se posa frente al espejo para asumir un protagonismo narrativo que la lleva a recocer la vida de algunas personalidades que, aun padeciendo algún problema de salud mental, encontraron las vías para entregar al mundo sus grades obras; experiencia lectora que no deja de asombrarse al descubrir aspectos en la vida de grandes personajes, muchos de los cuales ocupan un lugar entre las querencias que podemos tener como lectores.

Por su parte, Rivas y Restrepo, desde referencias diferentes, emplean fuentes, acreditan a autoras y autores, para sostener algún pasaje, un planteamiento o un guiño en torno a alguna anécdota que articulan al universo narrativo en el que sitúan sus obras: la primera para echar a andar la imaginación y contarnos los amoríos de grandes mujeres (Luo Andrés-Salomé, Hanna Arendt y Alma Malher), quienes tuvieron sus queveres con Rilke, Nitche y Heidegger; para lo que se fundamenta en un puñado de importantes referencias desde las que extrae lo verídico para ser narrado con creatividad e imaginación, en el marco de un amante ficticio que rememora aquellos amoríos.

En tanto, Laura Restrepo, además de hacer citas en el contexto de una disertación ficticia sobre el feminismo y otros giros del género contemporáneo, recorre mundos en el que habitan hombre y mujeres quienes desde sus existencias, sus miradas y relatos, dan cuenta de sus vidas, a partir del esbozo de un cierto pasaje mítico, a partir de la invención de un personaje que anda en busca de la reina de Saba; lo que le permite el recuento y el descubrimiento de ella en un contexto atemporal.

Estas son apenas cuatro obras que he tenido ocasión de leer últimamente y que desde mi perspectiva, la investigación ocupa un lugar importante al favorecer el quehacer como la recreación de universos de ficción alimentados por la documentación que hacen quienes escriben para dar sentido, legitimar y enriquecer los mundos que a través de su imaginación y creatividad configuran para el disfrute de los lectores; algo que me gustaría hacerles dimensionar a mis estudiantes universitarios, pero que siempre se me queda en el tintero al no encontrar todas las resonancia que quisiera encontrar en ellos.

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