Acompañarse de los grandes

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Primero lo hablé con un amigo y colega, unos días después con un grupo de estudiantes de doctorado: encontrarme en mi adolescencia con el libro Cartas a un joven poeta (Briefe an einen jungen Dichter, 1929) de Rainer Maria Rilke, fue particularmente significativo, al grado tal que hasta la fecha sigue siendo una de las lecturas más entrañables con las que me he encontrado en mi camino como lector.

En él, como lo recuerdo, el autor realiza una serie de reflexiones sobre el acto creativo como excusa, para terminar por hablar de muchos otros temas sobre la vida y la muerte, la belleza y todo aquello que puede llegar a ser inquietud e incertidumbre en una etapa de ruptura y definiciones como es la juventud. A partir de aquella obra, sin pretenderlo me hice algo así como aficionado a la literatura en donde el autor asume una mirada reflexiva (de segundo orden, en todo caso) para hablar de la escritura, de sus lecturas o de todo aquello que inspira y conduce a la creación de algún tipo de obra, especialmente en la literatura y la academia.

Por eso leer a autores con trayectorias o biografías tan distintas ha sido una experiencia lectora profundamente emocional y enriquecedora para mi vida como persona, académico e investigador. En autores como García Márquez, Eco, Serrano, Mankel, Ferrante, por ejemplo, he tenido la ocasión de reconocer las travesías, los dilemas, los desencuentros, las angustias que se viven como escritores.

Por ejemplo, En sus Doce cuentos peregrinos (Diana, 1992), el Gabo habla sobre el itinerario y los vagabundeos que vivieron esos doce relatos que pudiera nacer como ideas para cuentos, novelas, guiones de cine, «algunos de los cuales terminaron en el bote de basura,»un incesante peregrinaje de ida y vuelta en el cajón de la basura» (p. 4) antes de llegar a la compilación de ellos. O ese Umberto Eco que en sus Apostillas al nombre de la rosa (Editorial Lumen, 1988) le cuenta al lector sobre aquella idea primigenia que lo llevó a escribir una de sus obras más reconocidas; lo que termina por ser un ejercicio docto de un autor que observa «Mi novela tenía otro título provisional: La abadía del crimen. Lo descarté porque fija la atención del lector exclusivamente en la intriga policíaca, y podía engañar al infortunado comprador ávido de historias de acción, induciéndolo a arrojarse sobre un libro que lo hubiera decepcionado» (p.3)

Y es que el propio Sabina en uno de los muchos libros que han hecho sobre su arte musical, se llega a plantear como inquietud, saber cómo le hacen algunos cantautores que admira para encontrar la forma lírica que mejor cuadre con la arquitectura de su canción; un interés que más o menos otros compositores también se cuestionan frente al trabajo creativo de algún colega compositor. Incluso, Luis Eduardo Aute realiza una canción donde habla del papel que en el acto creativo tienen las musas, lo que también llevó a Ismael Serrano para que en un material extra, presente algunas entrevistas donde le pregunta a algunos cantautores cómo le hacen para escribir.

Y si pensamos que esto sólo ocurre en la literatura o la canción, hay que decir es una equivocación, pues también existen consejos cartas pensadas para los jóvenes científicos, como los libros de Edward O. Wilson y Peter B. Medawar, en donde es posible acercarse al pensamiento de un par de científicos quienes se da a la tarea de sugerir, de proponer recorridos, decisiones que en el campo de la investigación debe plantearse quien desea dedicarse a la investigación. Un poco lo que hace Vargas Llosa con su Cartas a un joven novelista (De Bolsillo, 1997) una obra que igual que las anteriores, parte de la propia mirada y experiencia de quien firma el libro, el Premio Nóbel de literatura peruano.

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Por eso y otras razones, en algunas ocasiones comparto lecturas como esas, algunos de sus fragmentos para que los estudiantes conozcan o ser acerquen al oficio de crear, de imaginar, de contar desde la mirada de quienes han hecho del un oficio una práctica profesional. Un poco lo que Margaret Atwood, nos plantea en su obra Blancos Móviles (UV, 2022), cuando en unos de sus capítulos nos narra la forma en que escribió, todo lo que leyó e investigó para crear su famosa obra El cuento de la criada (Salamandra, 1985); por lo que un aprendiz de lo que sea, pero sobre todo cercano a la imaginación, la inventiva, la creatividad o la búsqueda del conocimiento debe aprender a reconocer: la imaginación arborece cuando se le posibilita.

Y ello pasa por la misma actitud de quien así lo desea, no los dicen Eduardo Sacheri en una conversación TED, lo mismo al hablar de identidad narrativa a partir de Paul Ricoeur, que nos hace Alicia Aradilla en otra charla TED, quienes dan la oportunidad de conocer qué te recomienda un autor para sentarte a escribir, donde antes te pregunta qué es lo que lees, para que en esa tesitura, reconozcamos que nuestra identidad narrativa se configura a partir de todo aquello que ha abonado y sedimentado tus prácticas como sujeto de conocimiento, en particular todo lo leído y escrito.

Comentarios
  • Anónimo
    2023-03-27 12:08 PM

    Estimado Lalo:
    Gracias por tu comentario.
    Es algo que me parece debemos promover mucho entre los jóvenes y nosotros mismos.
    Saludos

  • Eduardo Gabriel Barrios Pérez
    2023-03-27 11:17 AM

    Estimado Dr. Genaro,
    Como siempre es un gusto leerlo. Me parece destacable lo que ha comentado a propósito de lo creativo, imaginativo en la búsqueda del conocimiento, los referentes son particularmente significativos y claro que le abonan a la compresión del tipo de inventiva que en sus recorridos uno puede asumir a propósito de aquello que nos interesa.
    Para quienes estamos en un proceso de formación doctoral resulta muy interesante aquello que tienen que decir los más expertos a propósito de su formación y la manera en la que vienen dando cabida a sus inquietudes.

    Un abrazo.

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