Núm. 3 Tercera Época
 
   
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Adrián Mendieta
METÁFORAS DE LA LUZ
 
 
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Ilustraciones Aram Huerta

 
     

Esta región peruano-colombiano-venezolano-brasileña no dispone de una literatura propia, pero sí deuna “corriente” literaria transnacional que sigue las “corrientes” de sus grandes ríos. Al mismo tiempo sigue las “corrientes” de la literatura hispanoamericana desde los cronistas de la Conquista –Carvajal entre Medievo y Renacimiento– pasando por la prosa ilustrada dieciochesca de Gumilla y Humboldt, el nativismo de los años veinte de J. E. Rivera y Gallegos, hasta el realismo mágico de Uslar Pietri de los años treinta/ cuarenta y la Nueva Novela de Carpentier, Otero Silva y García Márquez.

Los conquistadores, aunque funcionarios del rey de España, llevaban a cabo sus empresas por cuenta propia. El país más importante en oro era el Perú, donde mataron al último inca, Atahualpa, en Cajamarca, para extorsionarle cámaras enteras llenas de oro. Después, pensaron encontrar el metal precioso en el cono sur oriental, donde hallaron sólo plata, y ni siquiera mucha. Para consolarse bautizaron a la región con el nombre de Argentina, y al río principal, Río de la Plata. En seguida se dirigieron hacia Amazonia, siguiendo los ríos, que eran en aquel entonces las únicas vías de circulación masiva, en bergantines, únicos medios de transporte para los cerca de mil expedicionarios, con su séquito de caballos, vacas, gallinas, arcabuces, reses de matanza, criados, prostitutas y alimentos. El nombre de esta nave de tamaño medio con vela posterior cuadrada se deriva, nomen est omen, del italiano brigante, pirata.

Los conquistadores, dada su composición social, no sabían hacer otra cosa que realizar la búsqueda de oro y canela, así como la caza de esclavos, ya que no eran campesinos ni artesanos, sino soldados, vagabundos, salteadores, marineros. Como vagabundos y marineros les gustaban las errantes andanzas fl uviales; como salteadores eran profesionales en robar; como soldados, acostumbrados a masacrar.

Los indígenas que se daban rápidamente cuenta de que podían deshacerse de los intrusos antipáticos y codiciosos enviándolos a otras direcciones, les contaban historias de tesoros y oro en abundancia escondidos en lo profundo de la selva. Así, de tribu en tribu, Eldorado retrocedía constantemente como una fata morgana, y ellos continuaban persiguiéndolo por selvas y ríos, atravesando y conquistando, sin el resultado deseado, todo el territorio.

La conquista se realizó o desde el Perú por el Marañón, afl uente del Amazonas, río abajo hacia las embocaduras, o desde las ciudades caribeñas recién fundadas en Santa Marta, Cartagena de las Indias y Caracas, navegando desde el mar hacia las fuentes. El primer invasor fue Diego de Ordás en 1 531, que viajaba desde la embocadura del Amazonas río arriba sin poder atravesar los 6 400 km de longitud, obligado por una tormenta a volver y navegar el Orinoco río arriba, descubriendo que ambos ríos son un sistema coherente.

Otra expedición la realizaba, desde Santa Marta, Gonzalo Jiménez de Quesada, que iba por el Magdalena, de 1 500 km de longitud, hasta el altiplano deCundinamarca, donde encontró a dos rivales: Sebastián Belalcázar que venía del Sur, y, del Este, Nikolaus Federmann, gobernador del banquero Welser de Habsburgo, que había recibido Venezuela como prenda por una suma gigantesca prestada al emperador alemán Carlos V, rey de España. Los sucesores de Federmann eran el suizo Ambrosius Ehinger (Alfi nger) y el teutón Hohermuth, tan crueles como los españoles. Philipp von Hutten, llamado Felipe de Urre, capitán general que investigaba por barco el Orinoco, fue asesinado en una sublevación. Los Welser renunciaron en 1540 a su imperio trasatlántico.

En 1541, hubo otra expedición importante bajo el mando de Francisco de Orellana que no buscó el Eldorado, sino el país de la canela, pasó el Amazonas de Oeste a Este. Pedro de Ursúa y Lope de Aguirre recorrieron en 1 560 todo el Amazonas partiendo de Trujillo en Perú, siguiendo el Marañón hasta la Isla Margarita en el Caribe. Además, estaban los piratas británicos Francis Drake y Sir Walter Raleigh, quienes devastaban las ciudades criollas costeras. La historia amazónica estuvo movida por la fata morgana del oro que nunca se encontró.

 

 
 
 
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