Los procesos territoriales hacen referencia a una secuencia de hechos y acontecimientos, ya sean naturales o humanos, los cuales se desarrollan en un momento y periodo de tiempo específico, cuya duración dependerá de la complejidad y del comportamiento del fenómeno o de la problemática a estudiar.
El concepto de territorio ha cobrado gran relevancia académica en las últimas décadas, al grado de convertirse en un concepto cada vez más utilizado en Geografía y otras ciencias (Capel, 2016). Su significado depende de los objetivos y de la intencionalidad del investigador. En el territorio se observan y analizan una diversidad de procesos, y sus significados y explicaciones se adaptan conforme se transforman las relaciones sociales de las comunidades académicas y sociales que lo construyen y usan (Llanos Hernández, 2010: 207).
Por su parte, y recurriendo a definiciones más operativas para los propósitos del análisis paisajístico que pretendemos en este grupo de trabajo, y que son retomadas de Aponte, Escobar y Molina (2017), se concibe al paisaje como “cualquier parte del territorio tal como la percibe la población, cuyo carácter sea el resultado de la acción y la interacción de factores naturales y/o humanos (Consejo de Europa, 2000)”; o bien, es “un espacio/tiempo resultado de factores naturales y humanos, tangibles e intangibles, que al ser percibido y modelado por la gente, refleja la diversidad de las culturas (Iniciativa Latinoamericana del Paisaje s.f.)” En este sentido, destacamos la dimensión dinámica del paisaje que introduce la definición latinoamericana, pues al ser un hecho eminentemente cultural, el paisaje es cambiante.