Incógnita de un ensayo sentipensante: ¿Infancias?

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Incógnita de un ensayo sentipensante: ¿Infancias?

 

José Carlos López Hernández

 

Resumen

Las incógnitas son una parte fundamental de la vida, ya que despiertan la capacidad de búsqueda y asombro de las personas, pero sobre todo, incitan a cubrir necesidades invaluablemente humanas, tales como, las emociones, los sentimientos, la imaginación y la curiosidad. En ese sentido, el presente ensayo es un producto académico que busca sentipensar[1] e imaginar sociológicamente una temática de estudio: las infancias.

Por lo anterior, esta breve disertación es un intento por construir una alquimia artesanal y una invitación a partir de las reflexiones de la socióloga española Lourdes Gaitán, el sociólogo y educador chileno Claudio Duarte, y el antropólogo y psicoanalista mexicano José Eduardo Tappan Merino, para impensar dialécticamente los siguientes ejes de análisis: a) Infancias, b) Adultocentrismo, c) Sociología de las infancias, d) Instituciones disciplinarias adultocéntricas.

Palabras clave:  Infancias, Adultocentrismo, Sociología de las infancias, Instituciones disciplinarias adultocéntricas.

Abstract

The unknowns are a fundamental part of life, since they awaken the ability to search and amaze people, but above all, they incite to cover invaluable human needs, such as emotions, feelings, imagination and curiosity. In this sense, this essay is an academic product that seeks to think and imagine sociologically a subject of study: childhood.

Therefore, this brief dissertation is an attempt to build an artisanal alchemy and an invitation based on the reflections of the Spanish sociologist Lourdes Gaitan, the Chilean sociologist and educator Claudio Duarte, and the Mexican anthropologist and psychoanalyst Jose Eduardo Tappan Merino, for dialectically think about the following axes of analysis: a) Childhood, b) Adultcentrism, c) Childhood sociology, and d) Adult-centered disciplinary institutions.

Keywords: Childhoods, Adultcentrism, childhood Sociology, Adultcentric Disciplinary Institutions.

Incógnita de un ensayo sentipensante: ¿Infancias?

El título y el contenido del ensayo que comparto con ustedes a través de Sociogénesis, tiene que ver con las emociones que experimento cuando escribo, ya que estas últimas se codifican socioculturalmente en un sentimiento de incertidumbre que se traduce en múltiples reflexiones inquisitivas, es decir, incógnitas. Desde mi punto de vista, las emociones, los sentimientos y las reflexiones son los satélites de las incógnitas de la humanidad, por lo cual, he decidido comenzar, desarrollar y concluir el presente ensayo sentipensante con base en preguntas más que respuestas.

En ese sentido, lanzo la primera reflexión que después adquiere una forma de pregunta: sentir a las infancias se convierte en un acto de amor definido en tres tiempos: pasado, presente y futuro. Por lo tanto, ¿cómo se ha definido tradicionalmente a la infancia?

El Breve Diccionario Etimológico de la Lengua Española (1998) define a la infancia como: “´Los primeros años de vida´: latín infantia ´infancia; mudez´, de infant-, radical de infans ´infante, niño pequeño; mudo´ […]” (p. 376)

¡Tristemente interesante!

Bajo esa definición tradicional se esconde un discurso adultocéntrico que se ha encargado de legitimar ideas como:

  • Primeros años de vida es sinónimo de poca o nula experiencia significativa para los mundos adultos.
  • Mudez como sinónimo de silencio, obediencia o sumisión.
  • Niño o niña pequeña como sinónimo de subdesarrollo.

No obstante, ¿qué pasa si trastocamos dicha pregunta bajo el tamiz de la nueva sociología de las infancias?

Sin duda alguna, la pregunta transitaría de una definición simple y básica a una pregunta compleja con múltiples respuestas, ya que la nueva sociología de las infancias busca dar objeciones a la representación mental que por antonomasia los adultos hemos determinado sobre un conjunto de seres que forman parte de nuestras sociedades: las y los niños. Por otra parte, es de suma relevancia comentar que dicho concepto responde a la diversidad contextual que forma parte de los mundos sociales, así como también, a las áreas disciplinares desde donde se le piense.

Por ejemplo, al especialista José Eduardo Tappan Merino le inquieta:

La manera en que la psicología esquematiza sin ningún pudor, por ejemplo, cuando define sin más qué es la infancia, entre otras cosas, afirmando que se caracteriza por el juego, por la falta de responsabilidad, por las ganas de divertirse. Desde luego, se olvidan de África, Asia, América Latina o los niños en las comunidades indígenas o en contextos rurales de México; ahí, digamos, no aplica para nada ese esquema pues vemos a los niños del todo insertos en el mundo laboral, apoyando en las labores familiares, es decir, con muchas responsabilidades […] (Tappan, 2008, p. 72)

La cita anterior, deja al descubierto la manera descontextualizada con la que comúnmente hemos visualizado a las infancias bajo tres premisas fundamentales:

  • Todos los niños y niñas sólo se dedican a jugar
  • Todos y todas las niñas carecen de responsabilidades
  • Las y los niños sólo viven para la diversión

Pero, no hay que dejar de lado que:

“El niño” es un producto histórico, en el caso de Europa un efecto cultural pues un siglo antes eran considerados como larvas humanas. Las grandes tradiciones burguesas alejaban lo más posible de sus padres a los hijos, quienes eran juzgados como profundamente molestos. Razón por la cual se creó una compleja burocracia de servicios: las nanas, las institutrices, las amas de leche, los maestros, etc. Los niños así debían comportarse de un modo que fuese adecuado a los usos y costumbres del refinamiento familiar y de su nivel “social”. (Tappan, 2008, pp. 72-74)

Cabe recalcar que las ideas de niño, niña, infante, infanta o infancias están íntimamente ligadas a tiempos, espacios y lugares y no escapan de los discursos sexistas y clasistas, pero sobre todo, adultocéntricos.

No obstante, ¿cuál es la diferencia entre niño/a, niños/as, infancia?

La distinción entre infancia, niños y niño es más que una cuestión terminológica, pues obedece a una razón conceptual. Los conceptos son los significados de los términos e implican una interpretación de la realidad fundamentada en distintas concepciones del mundo, apuntan a diversos fenómenos e indudablemente tienen diferentes implicaciones, tanto para la investigación como para las prácticas sociales. Así, cuando hablamos de niño estamos hablando de un ser individual que se define por su naturaleza tanto física como psíquica; si hablamos de niños nos estamos refiriendo a un grupo de seres humanos que comparten unas ciertas características; el término infancia es una abstracción que expresa la condición común que comparten un conjunto de individuos. (Gaitán, 2016, pp. 17-18)

Lo que vemos entonces, es que las ideas, reflexiones y juicios que hacemos sobre la infancia/s o el ser niño/a, niños/as encierran complejidades, dificultades y obviedades que pasan o se quedan en el sentido común, en el rasero de la experiencia o en la vigilancia de la ciencia. Entonces, tenemos expresiones clásicas como la de un abuelo a su nieto: Más sabe el diablo por viejo que por diablo; una madre diciéndole a su hijo o hija: Madura, ¿no quieres ser alguien en la vida?; o la de un docente que trata de legitimar su discurso al interior de un aula: Esto es así, se los digo por experiencia.

Y también tenemos anécdotas como:

[…] el caso particular del hijo del famoso filósofo romántico Jean-Jacques Rousseau, quien creía que debía educarlo como a un proletario, para que encarara sin problema y sin vergüenza el trabajo en las fábricas, ya que era una necesidad social. Y el filósofo pensaba que los hijos, como las abejas de la colmena, debían realizar las tareas que les fueran requeridas; el deseo personal ni siquiera se tenía en cuenta. (Tappan, 2008, p. 74)

Una segunda pregunta que me gustaría plantear es:

¿Cómo mirar sociológicamente a las infancias?

Recuerdo haberla formulado al redactar la tesis con la que me titulé de la licenciatura; recuerdo que me preguntaba ¿mirar qué?; ¿cómo?; ¿dónde?; ¿para qué?

Al redactar este breve ensayo sentipensante podría decir que mi oficio sociológico interesado en el tema de las infancias se preguntaba lo anterior, ya que inconscientemente sabía que existía una complejidad inherente en el acto de mirar sociológicamente los sujetos-objetos de estudio delimitados y problematizados. Es decir, mirar sociológicamente a las infancias te permite identificar, delimitar y construir una problematización bajo la lógica de la indagación social, pero sobre todo, siguiendo una de las premisas centrales de la nueva sociología de las infancias: mirar activamente, lo que significa, interactuar con las infancias.

La complejidad en la mirada de un investigador/a influenciado por la nueva sociología de las infancias conlleva a tener en cuenta ciertas restricciones para aprehender el mundo de las niñas y los niños, restricciones que circulan desde lo sensorial, perceptivo, cognitivo y disciplinar, así como también, el ocultamiento en lo que se pretende mirar.

Mirar desde la nueva sociología de las infancias conlleva tener cautela, puesto que es necesario romper con los lugares comunes construidos por el sistema de creencias adultocéntrico. En ese sentido, mirar sociológicamente al adultocentrismo y a las infancias conlleva tres posiciones:

  • Pararte desde un ángulo de análisis y hacer frente a lo incierto
  • Posicionarte desde una dimensión de análisis y hacer frente a lo complejo
  • Aprovechar las bondades del riesgo de mirar in situ

Sin embargo, qué podría decirles un sociólogo que en ese momento estaba cumpliendo uno de los rituales centrales del acto investigativo y con eso me refiero al hecho de estar en campo, es decir, trabajando durante un año en una escuela primaria:

  • Investigar a las infancias se vuelve un acto de sorpresa, asombro y complejidad, ya que es un tejido con hilos complicados, ambiguos, caóticos, inciertos, pero también, simples, lúdicos, claros, ordenados y certeros.

El acto de mirar sociológicamente con y para las infancias es un acto que conlleva: observar observaciones propias y ajenas; observar al observador; observarse a sí mismo mientras observa; dejarse observar por los sujetos observados.

En síntesis, la mirada de un sociólogo de las infancias y el adultocentrismo, consiste en aprender a mirarse mirando, ya que la realidad de los mundos infantiles y los sistemas adultocéntricos entran por los ojos, pero pueden observarse, describirse, comprenderse, interpretarse y tratar de explicarse por y con una mirada influenciada por una nueva sociología sentipensante de las infancias que intente construir una esfera dialógica entre lo  subjetivo y lo objetivo, buscado superar las barreras intergeneracionales que devienen de un sistema etario que construye jerarquizaciones a partir de la edad.

Pero… ¿Cómo sentipensar imaginativamente a las infancias?

Sentir, pensar e imaginar a las infancias a través de la investigación sociológica es pasar de la infancia en la sociología a una sociología de las infancias, ya que:

Como otros movimientos intelectuales, científicos o sociales, la Nueva Sociología de la Infancia nace de una insatisfacción que, en este caso, se refiere a las explicaciones habituales sobre la vida y el comportamiento de los niños, a la consideración de los mismos en la sociedad y en el conjunto de las ciencias sociales, así como a los métodos y técnicas de investigación aplicados en el estudio de las actividades individuales o colectivas de las personas que se encuentran en esa etapa de la vida que denominamos infancia. (Gaitán, 2006, p. 11)

No obstante, ¿la infancia sólo debe considerársele como una etapa biológica y mental de la vida de un ser humano?

¡Alegremente no!

Me atrevería a sostener que es más que una etapa biológica y mental, son tiempos, espacios y lugares socioculturales externos, coercitivos y colectivos que todos y todas hemos compartido, unas y unos más, otros y otras menos, pero también, hemos imaginado o creemos conocerla o reconocerla.

O cómo se pregunta Gaitán (2016):

¿Qué es la infancia? ¿Una etapa del ciclo vital de las personas? ¿El espacio social que reservamos a los niños? La primera pregunta no es obvia ya que una de las peculiaridades de la infancia es su “invisibilidad” y su indefinición. La segunda aproxima una de las respuestas de sentido común: la etapa infantil como hecho “natural”. La tercera apunta al conflicto: un espacio definido externamente, de algún modo ajeno a sus protagonistas. La existencia de la infancia forma parte de la experiencia de la vida cotidiana. Ser niño, vivir con niños, tener o no tener niños, es algo normal y natural. La propensión a rutinizar y naturalizar la infancia, expresada en el discurso de la vida cotidiana, sirve para considerarla necesaria e inevitable, parte normal de la vida. Y también para desproblematizarla: es un tránsito necesario, una etapa que se supera con el paso de los años y cuya resolución satisfactoria desemboca en la madurez. (p. 15)

Los cuestionamientos que Gaitán formula sobre la infancia nos permiten argumentar que existe un sistema de creencias denominado adultocentrismo que ha naturalizado la siguiente idea:

  • No vale la pena sentir, pensar y repensar las implicaciones históricas, sociales, culturales, políticas y económicas que giran en torno a las niñas y los niños, ya que son seres subdesarrollados que en algún momento dejarán de serlo y se convertirán en seres sociales desarrollados: adultos y adultas.

¿Qué dicen las ciencias al respecto?

Cada disciplina, bajo sus cánones, ha construido distintos modelos interpretativos y representaciones mentales sobre la infancia, por ejemplo, tenemos teorías y conceptos médicos, psicológicos, históricos, jurídicos, sociológicos, antropológicos, sin embargo, todas estas han cometido el mismo error:

  • Teorizarla y conceptualizarla a priori de manera singular y de lo que se trata es de sentirla, pensarla, interrogarla y conversar con ella bajo la lógica de la pluralidad: infancias.

Desde mi punto de vista, seguramente por mi oficio, considero que hay una ciencia fáctica que se ha tomado muy en serio dicho papel:

  • La sociología, ya que:

El nacimiento y desarrollo de esta subdisciplina sociológica es muy reciente, apenas alcanza los veinte años, pero en este breve período de tiempo ha desplegado una intensa actividad, tanto en el plano de la investigación, como en el de la reflexión teórica, orientada por una triple motivación: contribuir al crecimiento de las ciencias sociales en general, incorporando la visión de uno de los grupos componentes de la sociedad, a menudo olvidado; aportar explicaciones sociológicas en el necesario enfoque interdisciplinar de un fenómeno complejo como lo es la infancia; y por último, pero quizá más importante, dar visibilidad a los niños como actores sociales, en línea con las orientaciones de la Convención Internacional que reconoce a los niños y niñas como sujetos de derechos. (Gaitán, 2006, p. 11)

Veremos entonces, que las tres motivaciones antes expuestas comparten un elemento en común:

  • Contrarrestar los procesos sociohistóricos de invisibilidad que han mantenido a las infancias como un grupo presente pero ausente de la sociedad.

Es decir:

El mundo de los niños es definido por los adultos, que actúan conforme a todas las prerrogativas que acompañan a un grupo dominante, produciéndose así unas relaciones asimétricas entre niños y adultos, que se ven como naturales en cuanto que el niño no es considerado como un “ser humano” (human being) sino como un “potencial humano” (human becoming) […] (Gaitán, 2016, p. 15)

Y, ¿dónde podemos observar claramente esas dinámicas asimétricas de poder que las y los adultos ejercen sobre las infancias?

Después de varios años de trabajo de investigación sobre esta temática, podría invitar a un debate crítico en torno a lo que Claudio Duarte (2015) ha denominado en su tesis doctoral el adultocentrismo como paradigma y sistema de dominio, o a lo que he concebido como las cuatro instituciones disciplinarias encargadas de mantener el statu quo del adultocentrismo:

Familia Iglesia Escuela Estado
Preservar el adultocentrismo con base en crianzas asimétricas que no permiten la autonomía, ya que asumen a los y las menores de edad como sujetos y sujetas subordinados, lo que a su vez, les otorga condiciones de dependencia. Por lo tanto, la familia es una institución que se ha estructurado con el propósito de ejercer una autoridad unidimensional y arbitraria. Regular patrones socioculturales adultocéntricos enmarcados en sistemas de creencias que enaltecen la fe en la figura adulta, puesto que esta última es la encargada de salvaguardar la vida de las y los menores. En ese marco, la iglesia cumple la función de regular los rituales sacramentales que permiten el paso de la infancia, adolescencia y juventud hacia la adultez.

Reproducir el adultocentrismo a partir de dinámicas escolares que perpetúan relaciones de poder intergeneracionales que establecen códigos de jerarquía basados en la edad y que son aprendidos al interior de las aulas. Es decir, la escuela es una institución que ha cumplido la función de configurar una diferenciación etaria que define roles y características institucionalizadas tales como: docentes (adultos) conocen y estudiantado (niños, niñas, adolescentes y jóvenes) desconocen.

Institucionalizar el adultocentrismo bajo la lógica de un sistema sociopolítico, legal y normativo de subordinación que posiciona a las y los menores de 18 años a la sombra de las y los mayores. Por otra parte, el Estado ha tenido la función de generar un orden social de corte adultocéntrico.

Referencias Bibliográficas

Duarte Quapper, C. (2015). El adultocentrismo como paradigma y sistema de dominio. Análisis de la reproducción de imaginarios en la investigación social chilena sobre lo juvenil (Memoria para optar al grado de Doctor en Sociología). Recuperado de https://ddd.uab.cat/pub/tesis/2016/hdl_10803_377434/cdq1de1.pdf

Gaitán, L. (2006). Sociología de la infancia. Nuevas perspectivas. Madrid, España: Síntesis.

Tappan Merino, J.E. (2008). Notas preliminares sobre la infancia y adolescencia. ERINIAS. Revista de Psicología, Psicoanálisis y Cultura, (9), 72-83.

 

 

[1] El concepto sentipensar se recupera del sociólogo, investigador y escritor colombiano Orlando Fals Borda quien asumía que el acto sentipensante busca unir corazón y cabeza, para después, juntar acción y pensamiento.

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