Cultura

Aristeo Jiménez, fotógrafo que hace de la imagen un poema

  • “Mis ojos son la cámara, desde el momento que veo una escena, sé que ahí está la poesía”, dijo 
  • Dictó ponencia a estudiantes y profesionales de la Unidad de Artes de la Universidad Veracruzana (UV) 
  • Detrás de una imagen siempre habrá una historia, afirmó el fotoreportero con poco más de 50 años de experiencia 

 

Aristeo Jiménez, fotógrafo que hace de la imagen un poema.

 

José Luis Couttolenc Soto 

Fotos: Luis Fernando Fernández y cortesía Aristeo Jiménez 

17/09/25, Xalapa, Ver.- Aristeo Jiménez, fotógrafo avecindado en Monterrey, Nuevo León, en donde ha desarrollado su trayectoria laboral, se caracteriza por no tener una oficina, laboratorio fotográfico ni tarjetas de presentación; su área de trabajo es la ciudad, donde ha registrado miles de imágenes, todas ellas en barrios bajos, “de borrachos, prostitutas, porque eran mis vecinos”. 

El fotoreportero con más de 50 años de experiencia, dictó la conferencia “Entre sombras y luz; Una historia visual”, a estudiantes y profesionales de la fotografía reunidos en la Galería AP de la Unidad de Artes de la Universidad Veracruzana (UV), como parte del Festival Internacional de Fotografía Distancia Focal 2025. 

Aristeo Jiménez compartió sus inicios en el arte fotográfico, al que su primer acercamiento fue a los 12 años de edad, trabajando como asistente de un fotógrafo ambulante; luego, a los 15 años, fue ayudante de Patricia Curiel que realizaba el documental “Tierra y Libertad”, que se puede encontrar en Youtube. 

 

En la Galería AP de la Unidad de Artes de la UV, se efectuó la charla “Entre sombras y luz; Una historia visual”

 

Recordó que Patricia Curiel le prestó una cámara metálica, “muy pesada”, con la que se inició a hacer fotografía en el barrio en el que vivía; allí tomaba fotos a borrachos, prostitutas, a personajes de la vida sórdida en calles y cantinas, “todos eran mis vecinos”, asienta sonriendo. 

Para él la fotografía lo es todo, “es mi forma de vida, una forma de vivir porque siempre estoy viendo a través de una cámara, y si no la tengo en ese momento, mis ojos son la cámara, sé que cuando veo una escena ahí está la poesía, detrás de una imagen siempre habrá una historia, yo creo que por eso en Monterrey me llaman “el poeta de la imagen”.  

Se dijo influenciado por fotógrafos mexicanos como Lázaro Blanco y Mariana Yampolsky, así como por la obra de Manuel Álvarez, entre algunos otros; también gusta del trabajo de fotógrafos extranjeros como el francés Eugéne Atget, y el alemán August Sander, de quien refirió es un excelente retratista.  

A la pregunta de ¿por qué la ciudad es su centro de trabajo?, Aristeo, como gusta que le llamen sus amigos, mencionó que desde su llegada a Monterrey, a los ocho años de edad, siempre ha vivido en barrios obreros. 

 “Monterrey es una ciudad industrial, hay mucha migración, se mueve mucho capital, pero también hay desigualdad social”. 

Reconoció que por el alto consumo de cerveza, “la hace una ciudad de doble moral, en donde se trata de esconder lo que no se quiere que la gente vea, hay muchas injusticias y eso me ayuda mucho para desarrollar mi trabajo. 

 

Detrás de cada imagen hay una historia, afirma el reconocido fotógrafo

 

“En ciudades bonitas como San Francisco no podría hacerlo, pero en Monterrey, en donde hay casas entre los barrancos y la gente batalla en los camiones, ahí está mi trabajo, todo se lo he dedicado a Monterrey”. 

“Para qué fotografiar lo bonito si ya está bonito, lo mejor es buscar lo hermoso en lo abyecto, en donde con imaginación y creatividad se puede encontrar la belleza, hay que crear belleza observando”, puntualizó el reconocido fotógrafo regiomontano por adopción, cuyo trabajo ya ha sido expuesto en colecciones colectivas e individuales en Monterrey, Ciudad de México, San Antonio, Texas; Los Ángeles y San Francisco, California; New York; Madrid, París y Roma. 

Sin embargo, considera que aún no ha logrado la foto de su carrera, “mi fotografía son los retratos, son una fotografía más de las personas que encuentro en la ciudad; de un vendedor de chorizo, de otro que está detrás de un mostrador, de un vendedor de juguetes, incluso de un vaquero urbano que viste sombrero, camisa a cuadros y botas, pero no conoce una vaca ni un caballo”.  

Por último, recomendó a las nuevas generaciones de fotógrafos “no clavarse en la tecnología, que si es importante, pero ahora con un teléfono celular hasta un niño de dos años puede tomar fotos; lo importante es hacerse de un estilo propio, personal, y para eso hay que ver mucha pintura, cine, leer mucha literatura, ver exposiciones fotográficas; hay fotógrafos jóvenes que son buenos, pero tienen todavía camino por recorrer”.