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Académicos narraron experiencias vividas en la pandemia

 

  • En el 2º Seminario Internacional “Perspectivas, retos y horizontes en la educación superior: post-pandemia 2022”

 

La mesa redonda se tituló “Reflexiones y aportes desde la vida académica en la educación superior”

 

Karina de la Paz Reyes Díaz

Foto: Omar Portilla Palacios

15/06/2022, Xalapa, Ver.- Académicos de la Universidad Veracruzana (UV) y de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla (BUAP) participaron en la mesa redonda “Reflexiones y aportes desde la vida académica en la educación superior”, en el marco del 2º Seminario Internacional “Perspectivas, retos y horizontes en la educación superior: post-pandemia 2022”.

Se trató de la segunda actividad del seminario, que se desarrolla del 13 al 15 de junio, organizado por el cuerpo académico (CA) Sustentabilidad, Innovación en Educación y Procesos Psico-Socio-Culturales de la Facultad de Pedagogía de la UV.

El panel estuvo integrado por Dulce María Cabrera Hernández de la Facultad de Filosofía y Letras de la BUAP; Martha Edith Morales Martínez, de la Facultad de Ingeniería Mecánica y Eléctrica; Silvia Ivette Grappin Navarro y Arturo Herrera Melo, de la Facultad de Pedagogía de la UV.

Los cuatro académicos hablaron de los procesos de transformación que ha tenido su vida profesional en este tiempo pandémico. Así, Dulce María Cabrera dejó en claro que no es posible desligar la vida académica de la personal, a grado tal que “hay momentos en los que es difícil establecer una brecha”.

Para ella, las transformaciones derivadas de la pandemia trastocaron la vida en general, porque las lógicas presenciales se llevaron a la virtualidad.

“Creo que uno de los espacios académicos más trastocados fueron nuestros horarios. De pronto, se borró el tiempo que había que estar conectado en clase y eso lo resintió mucho nuestra familia.”

Los cuidados y autocuidados también se trastocaron: “Era increíble cómo en plena pandemia, sufriendo duelos, pérdidas, había que estar disponible, a costa de nuestra propia salud, de nuestro balance mental y emocional”.

En tal contexto sí hubo una baja en los índices de producción de las académicas que, a su vez, son madres o encargadas de los cuidados familiares. “Ese déficit en la productividad académica es de lo que más vamos a sentir, las repercusiones en términos de evaluaciones y procesos de acreditación”, lamentó.

Martha Edith Morales aportó a la mesa redonda desde su experiencia como par evaluadora de programas educativos. Para ella, deben flexibilizarse las modalidades de formación.

“Es necesario que se reinventen los entornos de aprendizaje. Sin duda alguna la digitalización viene a ampliar y a complementar este proceso de enseñanza. Hoy en día está más que probado que todos los programas educativos, a nivel licenciatura, se pueden ofrecer tanto en presenciales, modalidad en línea o combinados.”

Un aprendizaje que dejó la pandemia, de acuerdo con ella, es la importancia de la relación presencial estudiante-profesor, pues enriquece los procesos formativos.

Silvia Ivette Grappin habló de lo vivido desde dos momentos diferentes: cuando de manera drástica inicia el confinamiento y la vida académica a través de la virtualidad, y el que se vive actualmente, para regresar a la presencialidad.

Compartió del trabajo didáctico en sí y la mediación pedagógica: “De manera personal, para mí fue un reto muy fuerte porque me gusta el contacto humano, el diálogo, incluso los abrazos, los apapachos, el cotorreo con los muchachos, y de repente verme en una pantalla negra emocionalmente fue un impacto muy fuerte”.

También citó la brecha digital, porque la mayor parte de la población de la Facultad de Pedagogía es foránea y las situaciones de cada estudiante eran muy particulares: desde tener una conexión deficiente, tener como única opción el conectarse con los datos del teléfono celular, verse perjudicados por las inclemencias del tiempo, entre otros.

“En muchas ocasiones les llamaba por teléfono y los tenía, por lo menos, oyendo la clase. Se trató de improvisar mucho”, rememoró; “en casa somos seis personas, entonces el Internet estaba usándose todo el tiempo, por lo que tuvimos que contratar doble servicio, ubicarnos y reubicarnos para que no chocaran los audios”.

Para ella, también hubo situaciones buenas, pues se pudieron potenciar las actividades académicas vía virtual, “pero efectivamente, el desgaste físico, mental y visual fue terrible”.

Arturo Herrera señaló que las crisis ponen en evidencia las virtudes y defectos de las personas, y la pandemia mostró cómo quienes tenían más capacidades y recursos sacaron el mayor provecho posible de la situación.

“No podríamos trazar una geografía universal a los efectos que trajo la pandemia en el caso de los profesores. Yo puedo decirles de manera franca y personal que a mí la pandemia me permitió producir como jamás pensé que podría hacerlo.”

En su caso, los trayectos que dejó de hacer de un lugar a otro en una semana –alrededor de 40 horas– los capitalizó en lectura y escritura. Fenómeno que también observó en el estudiantado.

“Aquellos estudiantes que tenían convicciones académicas más profundas fueron los que aprovecharon las ventajas”, dijo; por el contrario, hubo quienes vivieron una orfandad académica.

Otros planteamientos de la mesa redonda, cuya moderadora fue la académica Elizabeth Salazar Ayala, fueron sobre la manera en que atendieron las necesidades e intereses del proceso de enseñanza-aprendizaje, y cuáles consideraban acciones a corto y mediano plazo necesarias para atender los problemas más apremiantes de la educación superior.

Este ejercicio reflexión puede verse de manera íntegra en el Facebook de la Facultad: https://www.facebook.com/secretaria.xal/videos/740013587312507/

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