Entrevista

La traducción sigue siendo un trabajo marginal: Laura Emilia Pacheco

 

  • “Me encanta la tecnología, pero hay un tiempo para ella y otro para el silencio. Creo que nos hace falta silencio”, compartió

 

 

Laura Emilia Pacheco

 

Karina de la Paz Reyes Díaz

 

Xalapa, Ver., 05/06/2017.- Laura Emilia Pacheco, editora, traductora y narradora, prefiere describirse sólo como “Laura Emilia”, sin etiquetas. Ha trabajado para empresas como Anagrama, Fondo de Cultura Económica, Alfaguara, Clío, Plaza y Janés, Océano, Random House, Santillana-Miami, así como para editoriales más pequeñas en México y España.

Entre sus más recientes obras está José Emilio Pacheco: a mares llueve sobre el mar, la biografía de su padre, el reconocido escritor y creador de obras como Batallas en el desierto (1939-2014).

Laura Emilia participó en una mesa sobre traducción literaria en la Feria Internacional del Libro Universitario (FILU) de la Universidad Veracruzana, junto con los poetas Forrest Gander y José Luis Bobadilla.

Tanto ahí como en entrevista dejó en claro que el oficio de la traducción es una de sus pasiones, pero no la única.

¿Cómo te describes: editora, traductora, narradora?

Sólo me puedo definir como Laura Emilia. Siempre he sido muy mala para pertenecer a grupos, sectas, clubs. Realmente no tengo ninguno y pertenezco un poquito a todos.

Entonces, Laura Emilia que hace muchas cosas, tiene muchos intereses y eso la lleva a rumbos que la sacan de otros caminos.

¿La traducción es uno de esos caminos?

La traducción es un rubro, desde luego. También soy narradora, quizá es una fase que se conoce menos. Yo soy sumamente tímida y me cuesta dejar ir las cosas, pero trabajo desde los 14 años, tengo 50 y empecé desde aprender a escribir a máquina con todos los dedos, corregir galeras.

He pasado por todos los procesos que tienen que ver con los libros, he trabajado en editoriales, revistas, televisión. Y en todo hay algo fascinante.

¿Por qué empezaste a trabajar a los 14 años?

Por ignorancia. Me pidieron que tradujera unos poemas y dije que sí sin saber qué significaba. Entonces, a esa edad publiqué mis primeras traducciones. Creo que de (Robert) Burns, pero no estoy muy segura.

Ahí empecé y no hay vuelta atrás. Una vez que entras a esta vida no puedes volver atrás. Quise estudiar ciencia, me gusta mucho la astronomía, la física, pero las matemáticas me vencieron. Sin embargo, la ciencia me fascina, soy una gran admiradora de ella y de los científicos.

¿Cuántas obras has traducido?

No tengo la más remota idea. He traducido de todos tipos.

¿Alguna te ha interesado en especial?

Todas. Todas en su momento, porque se vuelven parte de tu vida y de los que te rodean. Es una obsesión. Suena muy romántico, pero puede ser muy duro, porque te obsesionas de una manera que casi puedes llegar a la locura tratando de buscar cómo darle la vuelta a la frase.

En la traducción de Estar enfermo de Virginia Woolf (de la Colección Pequeños Grandes Ensayos de la Universidad Nacional Autónoma de México) el primer párrafo tiene 30 líneas, pero no tiene un solo punto; me tardé meses y finalmente tuve que ponerle un punto y seguido a la mitad, porque era imposible. Además, si Virginia Woolf lo hace es maravilloso, pero si tú lo haces y no te sale bien, eres un idiota.

 ¿Qué género literario es el que más te gusta traducir?

Prácticamente todos. Todos tienen algo. La poesía es fabulosa. La narrativa es maravillosa. La novela y el ensayo me encantan. Lo maravilloso de este trabajo es que nunca es igual, es como el tuyo, puedes hacer 100 entrevistas en un día y todas serán distintas, nunca te vas a aburrir porque siempre te encuentras personajes diferentes, unos buenos y otros malos, unos que te caen mal y otros bien. Es un viaje interminable y nada repetitivo.

¿Hay algún idioma en especial que te guste traducir?

Por motivos personales, el inglés. Desde chica tuve contacto con este idioma y me formé en la cultura inglesa. Entonces me gusta muchísimo. Me he concentrado en él porque no puedes abarcarlo todo.

¿Consideras que la traducción de las lenguas originarias del país está un poco marginada?

Sí. Se han hecho esfuerzos fantásticos últimamente. He visto unas colecciones magníficas, pero creo que necesitan más espacio.       Además, necesitamos conocer más, porque hay un desconocimiento muy grande de nosotros mismos sobre las culturas que nos acompañan en este país, y siempre hay que hacer un mayor esfuerzo por comunicar qué son esas culturas.

Se habla de una traducción de esto o aquello, pero no sabemos qué significa, quiénes son esos pueblos, qué los rige, qué les interesa. Creo que eso sería fundamental en la educación cotidiana de todos nosotros.

¿Qué desafíos ves para el oficio de la traducción en el país?

Todos. Desgraciadamente el mundo es así, se ha vuelto veloz y de dinero, y la traducción, así como la creación, requiere su tiempo. Veo muy seguido, y me da mucha pena, que la labor del editor cada vez se hace menos.

El editor es el encargado de encontrar aquello que no está bien o que puede mejorarse. Creo que los editores, al menos como yo los conozco, están en vías de extinción.

Por otro lado, veo que la gente no tiene el suficiente cuidado con el lenguaje, como es prosa va lleno de repeticiones y como no existen los editores, todo mundo escribe y no hay quien diga nada. Entonces se va descomponiendo lo que conocemos como prosa. Ve la de Alfonso Reyes y es impecable, y lee cualquier artículo de hoy y notarás la diferencia.

Así de contundente, ¿los editores están en vías de extinción?

Sí. Desde luego que sí.

A propósito de que citas un autor, ¿cuál es tu escritor favorito?

Tengo tantos. Según tu humor te caen cosas para traducir, y también buscas autores para leer.

¿Se vive bien de la traducción? ¿Se obtiene el sustento económico necesario?

No. Muy difícilmente. Es otro de los desafío en el país. Solamente conozco una traductora en México que ha logrado que le paguen regalías. A todos los demás nos pagan por trabajo, el que sea –bueno, malo o regular– y ‑no vuelves a ver nada.

Hay trabajos que te llevan dos, tres, cuatro años, dejas tu vida ahí, tus ojos; desde luego que fuiste muy feliz haciéndolo, pero desgraciadamente uno tiene que pagar papel, luz, entre otros servicios.

En ese sentido, la traducción sigue siendo un trabajo marginal y muy mal pagado.

¿Qué papel tienen las instituciones, las universidades formadoras de los futuros traductores?

Por desgracia ésa es una formación que no tengo. Por muchos motivos empecé a trabajar muy joven. Fui a la universidad, hice mi carrera e inmediatamente me puse a trabajar, no me quedé en la academia a perfeccionarme en ese sentido.

Creo que, de alguna manera, lo que diferencia la educación académica al traductor del día a día es que ahí no conoces la presión de la editorial. En la academia te puedes extender y en la vida real no. Eso hace mucha diferencia.

Me gustaría mucho que los muchachos tuvieran más contacto con lo que es la vida cotidiana del traductor, de la editorial y de todos los retos que se enfrentan. Porque cada reto enfrentado tiene que ser un triunfo, si no es así estás perdido.

En otras entrevistas has mencionado que por las cosas buenas uno tiene que trabajar mucho, ¿cuáles son tus razones o motivaciones para trabajar?

Me fascina trabajar. Me encanta ese enfrentamiento cotidiano a lo desconocido, al reto de saber cómo lo vas a resolver, a veces conoces gente maravillosa, a veces no, pero todos los días aprendes. Eso me fascina.

Parte de tu trabajo es observar, tanto como escritor, traductor y ser humano. Lamentablemente la gente desaprende a observar, la gente no ve el cielo, todos estamos conectados a audífonos, pantallas. Me encanta la tecnología, pero hay un tiempo para ella y otro para el silencio. Creo que nos hace falta silencio.

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