Crónica

Cuando crezca… ¡Quiero estudiar en la universidad!

El mural de la primaria de El Conejo representa un mapa del pueblo

El mural de la primaria de El Conejo representa un mapa del pueblo

 

Carlos Hugo Hermida Rosales

31/05/19, Xalapa, Ver.- Ajenos a las altas temperaturas que imperan en la mayor parte del territorio veracruzano y debidamente abrigados con el suéter que forma parte de su uniforme, alumnos de la escuela primaria de El Conejo observan con sorpresa desde las ventanas de sus salones que integrantes de la Universidad Veracruzana (UV) descargan tres grandes bolsas con lonas en su interior las cuales, pasados unos minutos, se convierten en un castillo, un barco y un cuadrilátero inflables. 

Los niños no salen de su asombro y no es para menos. No es común que los habitantes de esta localidad, ubicada en el valle de Perote, vean este tipo de atracciones, llevadas en esta ocasión por el Voluntariado de la Universidad para festejar –de manera extemporánea– el Día del Niño. 

La carretera a El Conejo está impecablemente asfaltada y ese dejo de modernidad contrasta con la sensación de que en este lugar el tiempo se detuvo y quedó congelada la estampa de la provincia mexicana de la segunda mitad del siglo pasado. 

 Las personas aún platican en los pórticos de sus casas, mismas que lucen sin adornos ni remozamientos típicos de las zonas urbanas. De su interior salen columnas de humo producto de la leña que se utiliza para cocinar. Los automóviles son escasos, y es común ver a las personas trasladarse a caballo, o incluso recorrer grandes distancias a pie. 

La emoción de esta visita puede describirse mirando la reacción de Enrique –o “El Pollo” como lo llaman sus amigos por la semejanza de sus cabellos rebeldes con la cresta de esta ave de corral–, quien observa desde un escondite, ubicado atrás de los baños escolares, cómo alumnos y maestros de la Universidad descargan de automóviles dulces, regalos, e incluso media docena de piñatas. 

Con un brillo de picardía en su mirada y una sonrisa que deja ver unos dientes de un blanco difícil de encontrar en un pequeño de la ciudad, hace señas a sus compañeros para que se escapen del salón como él lo hizo minutos atrás al aprovechar un descuido de su maestra, y así puedan ver todos los regalos que recibirán en unas horas. 

En El Conejo las personas son sencillas y amables, que respetan celosamente las costumbres y tradiciones heredadas por sus antepasados. Su principal forma de subsistencia es la agricultura, dentro de la que sobresalen los cultivos de papa y maíz, además de la ganadería en menor escala. 

La tasa de natalidad es más alta que en la mayoría de las ciudades del país, ya que alcanza un promedio de tres hijos por matrimonio, aunque ésta no se compara con la de medio siglo atrás, tiempo en que no era raro en el pueblo encontrar familias que llegaban a engendrar una docena de niños.

 

La ganadería es una actividad secundaria que se realiza en este lugar

La ganadería es una actividad secundaria que se realiza en este lugar

 

“Mi tía Perla tuvo 17 hijos, y de los 15 que aún viven sólo tres continúan aquí, ya que los demás se fueron a distintas ciudades de México y Estados Unidos”, relató Consuelo –señora de la tercera edad– mientras servía un delicioso plato de mole negro, acompañado por una taza con café de olla calentado a la leña. 

Doña Chelo explicó que, ante la falta de recursos económicos, la partera es un personaje de gran importancia en la localidad, ya que es ella quien ha traído al mundo a la mayoría de pequeños de la región. 

“En Xalapa o Perote el parto más barato cuesta ocho mil pesos y aquí la partera cobra tres mil 500 que se le pueden dar en pagos; además su servicio incluye vendajes para reafirmar el vientre, sobadas y tres baños en temazcal”, explicó mientras mueve los leños para avivar el fuego en que se calienta el mole. 

Una hora más tarde, en el jardín de niños de la localidad los pequeños rompen las primeras piñatas en un perfecto orden; los varones y las mujeres se forman en filas diferentes, ya que las maestras explican que los primeros son más rudos y pueden llegar a lastimar involuntariamente a sus compañeras. 

En la escuela se logra observar que el reciclaje más que una moda pasajera corresponde a una necesidad; envases vacíos de refresco decorados por los niños sirven como pequeñas macetas en las que se siembran hierbas aromáticas y plantas medicinales, que son utilizadas por quien las necesite. 

En el patio de juegos sobresalen partes de llantas de varios tamaños y colores, que sirven para que los pequeños realicen ejercicio físico; esto es un fiel reflejo de cómo ante la ausencia de recursos económicos, maestros con verdadera vocación utilizan aquello que tienen a su alcance para ejercer lo mejor posible su labor formativa. 

En la escuela primaria el movimiento es mayor. Enrique y otros niños juegan con media docena de perros del pueblo que se introdujeron al patio escolar por un hueco en la malla que lo circunda, guiados por su olfato y el olor a comida.

Macetas fabricadas con envases de refresco

Macetas fabricadas con envases de refresco

Los pequeños preguntan insistentemente al personal de la Universidad en qué momento podrán subirse a brincar en los juegos inflables, sin despegar la vista de los dulces y las pelotas que serán repartidas en cuestión de minutos. 

A un costado, ajena a todo el ajetreo, una señora introduce por la reja de la escuela un traste con comida casera que le entrega a su hija, acción cada vez más difícil de observar en las grandes ciudades en donde la escasez de tiempo y la practicidad orillan a los pequeños –con el beneplácito de sus padres– a preferir los alimentos preparados que venden en los centros escolares, que en la mayoría de los casos tienen un nulo valor nutricional. 

El festejo comienza. Un gran número de zapatos quedan en el piso y los primeros niños suben a los juegos inflables, mientras otros rodean a quienes empiezan a colgar la primera piñata de uno de los aros en los que se juega basquetbol. 

Hay algarabía, las risas abundan y los ojos de los niños se ven más grandes y luminosos que de costumbre cuando reciben juguetes e incluso algunas prendas de ropa propias para el frío de la región. Al romperse, las piñatas inundan de dulces el patio escolar… por unos segundos, pues rápidamente desaparecen en manos de los niños, quienes comparten entre ellos las golosinas obtenidas. 

Finalmente, después de un par de horas de diversión los pequeños marchan a sus casas para poner a resguardo sus tesoros y apoyar a sus papas en las labores del campo o del hogar, que nunca faltan en la comunidad. 

Unos minutos después de terminado el convivio, con el sol aún en su punto más alto, se logra ver a Enrique caminar al lado de su hermano mayor mientras conducen a un rebaño de ovejas a pastar a un campo cercano. 

Antes de desaparecer entre el camino rodeado por árboles, éste le dice a su hermano: “Cuando crezca… ¡Quiero estudiar en la Universidad!”, palabras que cargadas de esperanza se sostienen en el aire, antes de dar paso al silencio y a los ruidos propios de la montaña.

Llantas de automóviles forman parte del campo de juegos del jardín de niños

Llantas de automóviles forman parte del campo de juegos del jardín de niños

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