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Auge y ocaso de los olmecas coincide con cambios en el clima 

 

  • La comunidad abocada al estudio de la cultura olmeca ha entendido que esta civilización tenía una estrecha relación con el entorno 

 

La meseta de San Lorenzo en temporada de secas

 

Karina de la Paz Reyes Díaz 

Fotos: Virginia Arieta y Ann Cyphers 

10/01/2022, Xalapa, Ver.- San Lorenzo, primera capital de la cultura olmeca y de Mesoamérica, se desarrolló en estrecha relación con su entorno: vivió su auge con clima húmedo y su decadencia con un desplome en la precipitación, explicó la investigadora del Instituto de Antropología de la Universidad Veracruzana (UV), Virginia Arieta Baizabal. 

Lo que hoy llamamos San Lorenzo, cuna de la primera civilización mesoamericana, se localiza al sur de Veracruz y su historia comenzó hace cuatro mil años. 

“Mientras más conocemos a los olmecas más los idealizamos. Realmente era una sociedad muy compleja y poderosa, en tiempos muy remotos; sin embargo, no dejaban de ser humanos y, como lo muestra la historia de la humanidad, todos los grupos pasan por una curva de inicio, auge y decadencia. Es parte del ciclo poblacional. Algunas sociedades desaparecen, otras se transforman”, planteó la académica universitaria. 

La especialista en la cultura olmeca fue entrevistada a propósito del cambio climático que actualmente vivimos –por ejemplo, desde octubre de 2021 la Organización de las Naciones Unidas advirtió que una sequía severa en Madagascar podría provocar la primera hambruna por el cambio climático en el mundo–, en aras de conocer si, de alguna manera, también hay antecedentes de esto en las primeras sociedades del pasado. 

Arieta Baizabal dejó en claro que la población olmeca vivió un cambio climático originado por causas naturales, no como el actual, cuyo origen es a partir de la Revolución Industrial y provocado por la actividad humana. 

Enseguida, explicó que los olmecas tenían una preferencia por el asentamiento sobre terrenos elevados rodeados de ríos, y su modo de vida estaba estrechamente vinculado con el agua. 

“El conocimiento y manejo que tenían sobre su entorno fue un factor que condicionó su auge y éxito, no sólo por el aprovechamiento de los recursos que provee la selva húmeda tropical, sino porque reconocían los riesgos y las épocas de crisis durante sequía (como la canícula) o en la gran inundación anual donde había (y hay actualmente) escasez de alimentos.” 

En tales periodos críticos debían tener un excedente de alimentos y diversificarlos –para lo que la selva se prestaba mucho porque había árboles, tubérculos y fauna silvestre–, mismos que eran administrados por la clase gobernante olmeca. 

De acuerdo con la coautora, junto con Ann Cyphers, del libro Dinámica y desarrollo de la población olmeca de San Lorenzo (UNAM, 2020), el colapso de esa cultura en ese lugar fue consecuencia de una serie de eventos: entre el 1200 y el 1100 a.C., fase de auge, hubo un cambio en el clima con una tendencia hacia una mayor humedad y después, en el 1000 a.C., un desplome en la precipitación, que coincide con la fase de decadencia. 

“Es decir, durante la fase de apogeo, el aumento poblacional y los cambios ambientales debieron provocar una importante necesidad de alimentos y la competencia por el manejo de zonas clave para su obtención. Cuando unos cuantos (la élite) controlan los recursos se crean deudas y eso a la larga trae descontento social y luchas internas. Los olmecas tuvieron que buscar opciones y reubicarse en otras regiones de la costa del Golfo.” 

 

La región era mucho más húmeda de lo que es actualmente 

La comunidad abocada al estudio de la cultura olmeca ha entendido con el paso del tiempo que esta civilización tenía una estrecha relación con el entorno. Tan es así que no es posible desvincular absolutamente nada, llámese aspectos económicos, políticos y religiosos, remarcó la entrevistada. 

“Todo era una configuración que estaba amalgamada perfectamente con los aspectos medioambientales. Entonces, si no lo vemos de una manera sociobiocultural no vamos a entender a profundidad qué era esta gran sociedad y sus modos de vida, respecto al entorno.” 

La evidencia arqueológica y geomorfológica permite decir que la región en que se asentó la cultura olmeca era más húmeda, existían muchos más ríos, así como fauna y vegetación; “era como un Amazonas, una selva profunda”, describió. Si bien sigue siendo un clima tropical húmedo, actualmente la región presenta áreas hasta de potrero. 

Es más, hasta hace algunos años los arqueólogos no sabían cómo entrar en ese pantano y ponían en duda que algún grupo se hubiera asentado ahí anteriormente. 

“Hemos aprendido que debemos pensar de manera distinta, ponernos otros lentes y cambiar nuestra perspectiva, porque el entorno era distinto”, remarcó Arieta Baizabal, cuya línea de investigación es el estudio de la “Dinámica poblacional y el desarrollo de los antiguos habitantes del sur de Veracruz” y es directora del Proyecto Arqueológico Antonio Plaza-Capoacán. 

En ese tenor, planteó que los estudios con enfoque sociobiocultural tienen un papel fundamental para la toma de decisiones. Por un lado, generan información sobre la relación humanos-naturaleza y, por otro, es posible construir propuestas sobre la creación de áreas de conservación cultural y ambiental. 

“Esta perspectiva interdisciplinaria explica y ayuda a interpretar transformaciones y sucesos del pasado y el presente, por lo que se sustenta en la noción de larga duración. Por ejemplo, un estudio histórico de consecuencias sociales a raíz de cambios ambientales puede tener gran impacto para el actuar de nuestra sociedad.” 

De acuerdo con ella, el enfoque sociobiocultural puede ser clave cuando se habla de patrimonio, tal es el caso de conocimientos ecológicos tradicionales, el intercambio de saberes, conservación de la biodiversidad, y la salvaguarda de sitios arqueológicos y su entorno. 

“Estrechar la brecha entre la dicotomía naturaleza-cultura nos permite comprender relaciones entre el ser humano y su entorno”, consideró al tiempo que citó un ejemplo: para explicar el caso olmeca y su intenso vínculo con el ambiente, ha sido indispensable que la arqueología reconozca la importancia del trabajo colaborativo con biólogos, ecólogos y geógrafos, desde una perspectiva sociobiocultural. 

“La complejidad humana nos obliga a construir nuevas formas de observar, analizar e interpretar, cuestionando formas de pensar establecidas. El enfoque sociobiocultural constituye una vía inter y transdisciplinaria para enfrentar retos en la investigación desde lo local hasta lo global.” 

 

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