Horizonte de la indianidad e interculturalidad en México

Horizonte de la indianidad e interculturalidad en México

Por Cuauhtémoc Jiménez Moyo

 

A Sergio Téllez Galván, por confiar en mí

 

Un beneficio de la polisemia es la creación de una pluralidad de posibilidades lingüísticas; en México, muchas palabras que utilizamos diariamente tienen varios significados, hecho que nos permite concebir universos paralelos de sentido, lo que nos provoca muchas veces grandes carcajadas. Sin embargo, cuando de ponerse de acuerdo se trata, la polisemia suele causar conflicto. Esto ocurre con un concepto ahora en boga: interculturalidad. Proliferando en los discursos académicos y en las enunciaciones políticas, orientando políticas públicas y movimientos sociales, el concepto ‘interculturalidad’ ha mostrado su eficacia. Debido a que se trata de un concepto que orienta reflexiones y prácticas sociales, se vuelve necesario reflexionar sobre él, máxime si observamos que no hay un acuerdo sobre su uso. El presente ensayo busca ser una contribución a dilucidar sobre las razones de la pluralidad de sentidos, en México, del concepto.

Todo concepto hace referencia a un hecho; intenta retratarlo, reflejar con justeza su naturaleza y cualidad. Nietzche pregonó la idea de que no había hechos únicamente interpretaciones, sin embargo ahora sabemos que sus intenciones se dirigían a cuestionar algunos elementos centrales de la metafísica moderna y no a negar toda referencia al mundo. Debemos partir de que hay interpretaciones y hay hechos. El concepto interculturalidad busca, como toda aproximación conceptual, retratar una realidad. En este caso la realidad que refleja es el efecto de la relación o interacción entre sujetos o comunidades culturales diversas. Muchas veces los teóricos al respecto olvidan mencionar que nos interesa el efecto que esas interacciones causan y no las interacciones en sí, es decir nos interesa estudiar la interculturalidad pues de las interacciones culturales surgen conflictos sociales y aprendizajes humanos. La interpretación de este hecho, claro, parte de reconocer una verdad acerca del mundo y del ser humano: la diversidad cultural es un modo en el que acontecen las comunidades humanas en este mundo.

Ahora, las interpretaciones de ese hecho son diversas. Tenemos por ejemplo, la realizada por Silvia Shmelkes (2004), quien piensa que si bien la realidad intercultural supone una interacción entre grupos humanos de distintas culturas, esa relación tendría que darse en condiciones de igualdad y equidad. Esta interpretación es importante en el ámbito del debate mexicano, pues ha trascendido a políticas educativas públicas federales (un ejemplo de ello son las Universidades Interculturales). En esta interpretación identificamos cómo se privilegia una visión que podríamos denominar político-teleológica, es decir, con ella, se busca orientar un hecho hacia una dirección deseable o utópica pues se concibe un escenario en el que la relación intercultural trascienda el conflicto.

Tenemos, por otro lado, interpretaciones como las expuestas por Fernando Salmerón (1998), Luis Villoro (1998) y León Olivé (2004) quienes apuestan por una visión pluralista de la interculturalidad, es decir, reconocen que las relaciones interculturales pueden basarse en una propuesta ética cultural que reconozca valores y criterios de evaluación transcultural, surgidos del diálogo, del reconocimiento de la autonomía y de la autenticidad cultural; estos valores y criterios deben tener características como ser históricos y relativos a la situación. La propuesta pluralista comparte con el relativismo la tesis de que una cultura no puede ser juzgada y evaluada desde unos criterios absolutos surgidos desde otra cultura. Sin embargo, el pluralismo se aleja de la parálisis en la relación intercultural y de la imposibilidad de lograr acuerdos, consecuencia inevitable del relativismo.

Podemos identificar otras interpretaciones que circulan en el ámbito académico nacional sobre el fenómeno intercultural, como, por ejemplo, la realizada por Nestor García Canclini (2009), quien define interculturalidad como aquello que sucede cuando grupos culturales entran en relaciones e interacciones, mismas que pueden ser de tipo económico, étnico o tecnológico. Canclini recomienda que para comprender este fenómeno debemos construir lo que podríamos denominar ‘mirada intercultural’, que es la consideración, en el estudio del fenómeno intercultural, de las diferencias e hibridaciones, de la definición de interacción como desigualdad (económica), conexión-desconexión (tecnológica) y como inclusión-exclusión (étnica). Tenemos también un par de interpretaciones que suponen que para comprender el fenómeno intercultural no importa tanto el hecho en sí sino nuestra manera de percibir este hecho: tanto Raúl Fort-Betancourt (2004; 2006) como Gunther Dietz y Mateos Cortés (2009; 2011) coinciden en heredarnos un desafío que resumo en la siguiente pregunta: ¿alcanzamos comprender el fenómeno intercultural sin una investigación intercultural? Puede desprenderse de sus textos que la investigación intercultural requiere del diálogo y negociación de diferentes códigos culturales y no de su imposición.

Ubicar también en trabajos como los de Mauricio Beuchot (2003) o de Ambrosio Velazco (2006) un impulso hermeneútico para comprender el fenómeno, uno buscando analogías entre culturas, por ejemplo en el tema de los derechos humanos y el otro identificando tradiciones que inciden en el acontecer presente de los fenómenos interculturales. Ambos conciben la interculturalidad como aquella interacción entre sentidos del mundo diferentes de comunidades culturales diversas.

Por otra parte, puede ubicarse también interpretaciones como las realizadas por María Bertely (2009) quien concibe la interculturalidad como la asunción de poder y de conocimiento por parte de los pueblos indígenas de México, con la finalidad de crear condiciones de interacción cultural justas entre la población mestiza de nuestro país y los pueblos indígenas. Finalmente, tenemos también una interpretación realizada por Hector Díaz Polanco (2006) quien sostiene la tesis de que parte de lo que podríamos llamar movimiento interculturalista, o sea aquel cuerpo de políticas e interpretaciones en torno al fenómeno intercultural, es un mecanismo del capitalismo global para absorber la diversidad cultural manifestada en, por ejemplo, las culturas indígenas de nuestro país.

Si observamos con detenimiento, todas estas definiciones del concepto ‘interculturalidad’, muestra representativa del debate nacional, parten de un acuerdo cuasi fundacional: la diversidad que afirman, en menor o mayor grado, es la que muestra la existencia de sujetos y comunidades indígenas al lado de sujetos y comunidades no indígenas; podríamos decir que se trata de un acuerdo ontológico. Para comprender las razones de este acuerdo debemos pensarnos como sujetos en nuestra historia nacional: en nuestro horizonte como pueblo siempre ha surgido, incólume, el ser del indígena. Es por esto que un concepto que considero logra reflejar este acuerdo que mostramos es el siguiente: horizonte de la indianidad.

Un horizonte podemos entenderlo como –siguiendo a Gadamer (2005), aunque no literalmente— el ámbito de comprensión histórica que orienta nuestra manera de entender el mundo y situarnos en él. El horizonte de la indianidad lo entendemos como el ámbito de comprensión que orienta las interpretaciones sobre las circunstancias de constitución y reconstitución de las naciones donde coexisten culturas indígenas y culturas caracterizadas por procesos históricos de mestizaje. Las mujeres y los hombres que han ideado la nación mexicana, por ejemplo, han considerado siempre la presencia de los indígenas, ya sea para suprimirlos, asimilarlos, integrarlos o exaltarlos. Desde lo que la memoria nacional alcanza a recordar, al buscar responder la radical pregunta ‘¿quiénes somos?’ surge el ser del indígena. En la mayoría de países de América Latina y específicamente en México vemos nuestra nación orientados por el horizonte de la indianidad.

El horizonte de la indianidad ha orientado, por ejemplo, las interpretaciones indigenistas y ahora las interculturalistas. El indigenismo puede entenderse, como lo ha mencionado Villoro (1996), “como un proceso histórico en la conciencia, en el cual el indígena es comprendido y juzgado (‘revelado’) por el no indígena” (la ‘instancia revelante’). Las interpretaciones indigenistas comprenden desde las expuestas por los colonizadores en el siglo XVI hasta las elaboradas a finales del siglo XX por grandes pensadores como Guillermo Bonfil Batalla. A pesar de que se persiguen finalidades diferentes a través de distintos medios, de acuerdo a cada circunstancia histórica, las interpretaciones indigenistas e interculturalistas tienen siempre en su horizonte al indio, origen de sus miedos o esperanzas, objeto de su ira, dádiva o solidaridad.

Tenemos entonces que en la pluralidad de concepciones sobre el fenómeno intercultural en nuestro tiempo emerge un acuerdo ontológico que puede comprenderse pues compartimos un mismo horizonte para pensarnos como nación: el horizonte de la indianidad. Partiendo de ese acuerdo surge la pluralidad de sentidos del concepto, debido, a mi juicio, a que aún no sabemos cómo responder nuestra pregunta primigenia: ¿quiénes somos? Algunos pensadores mexicanos quisieron responder esta pregunta a mediados de siglo pasado buscando una esencia que compartiéramos todos los mexicanos: ya indios, ya mestizos, ya mulatos. Esta respuesta fue magistral, aunque insuficiente: ¿puede ser posible, para complementar esa reflexión, pensar el ser desde la pluralidad, siguiendo aquella máxima aristotélica que explicaba que el ser se dice de muchas maneras?

Configurar una respuesta a esta pregunta excede el objetivo del presente ensayo, sin embargo propongo un par de ejes para pensarla: a) La reflexión sobre lo que somos, no como seres en sí sino lo que somos como nación, ha de partir de pensar el ser de manera situada e histórica: no somos la misma nación de mediados del siglo XIX ni la misma que en inicios del XX, nuestras circunstancias son diferentes, estamos situados en un mundo globalizado, con áridas tensiones culturales y económicas; b) Debemos considerar que el horizonte de la indianidad, del cual participan quienes configuran el ser de nuestra nación, es un horizonte que orienta las reflexiones de mujeres y hombres que piensan la circunstancia indígena y que en muchas ocasiones no son indígenas; de esta manera, para enriquecer nuestra visión de nosotros mismos debemos aperturar un diálogo de horizontes, por decirlo de alguna manera: el horizonte del indígena, quien ha tenido la tarea de idear su vida asumiendo que convive con comunidades culturales hegemónicas que no coinciden con su forma de vida y el horizonte de la comunidad mestiza de nuestro país. Además, con la conciencia de la pluralidad, podríamos transitar a un horizonte más complejo: que no reconozca únicamente indígenas y no indígenas sino la existencia de muchas diversidades.

Finalmente una pregunta ha de servir como corolario al presente ensayo: Es verdad que el fenómeno de la interculturalidad convoca a pensarlo como un problema ético, pues resulta indispensable solventar sus efectos inmediatos, sin embargo no debemos olvidarnos del ser, de enfocarlo también como un problema ontológico, pues ¿cómo podremos convivir juntos sin saber quiénes somos?

 

Referencias bibliográficas

 

Bertely, Busquets, M. (coord.) (2009) Sembrando nuestra propia educación intercultural como derecho. Diálogos, experiencias y modelos educativos de dos organizaciones indígenas del estado de Chiapas. México: UNEM / ECIDEA / CIESAS-PAPELES DE LA CASA CHATA / IIAP / OEI / EDICIONES ALCATRAZ

 

Beuchot Puente, Mauricio (2003). Hermenéutica analógica: aplicaciones en América Latina. Madrid, España: ediciones El Búho

 

Canclini, Nestor (2009). Diferentes, Desiguales y desconectados. Madrid, España: Gedisa

 

Díaz Polanco Héctor (2006). Elogio de la Diversidad. Globalización, multiculturalismo y etnofagia. México D.F., México: Siglo XXI

 

Dietz,  Gunther y Mateos C. Laura (2011). Interculturalidad y Educación Intercultural en México. México D.F., México: SEP

 

Dietz, Gunter (2003). Multiculturalismo, interculturalidad y educación: una aproximación antropológica. Granada, España: Universidad de Granada y CIESAS

 

Gadamer, Hans-Georg (2005). Verdad y Método. Salamanca, España: Sígueme

Olivé, León (2004). Interculturalismo y justicia social: autonomía e identidad cultural en la era de la globalización. México D.F, México: UNAM

 

Salmerón, Fernando (1998). Diversidad Cultural y Tolerancia. México D.F, México: Paidós y UNAM

 

Schmelkes, S. (2006) (coord.). El enfoque intercultural en la educación. Orientaciones para maestros de primaria. México, D.F., México: SEP, CGEIB

 

Velasco, Ambrosio (2006). Republicanismo y multiculturalismo. México D.F., México: Siglo XXI

 

Villoro, Luis (1996, 3ª. Edición). Los grandes momentos del indigenismo en México. México D.F., México: FCE, COLMEX y El colegio Nacional

 

Villoro, Luis (1998). Estado plural, Pluralidad de culturas. México D.F., México: Paidós