Universidad Veracruzana

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Enfermedades prostáticas podrían tener origen neuronal

María Elena Hernández y su  equipo de trabajo.

 

Medir niveles de prolactina y testosterona ayudarían a detectarlas

Elizabeth Vázquez Narváez

En el tratamiento de enfermedades de la próstata una terapia recurrente es reducir, a través de fármacos, los niveles de las hormonas masculinas conocidas como andrógenos, pues se sabe que éstas promueven el crecimiento de las células prostáticas.

Sin embargo, aunque temporalmente se logra disminuir el tamaño de los tumores o su crecimiento es más lento, al paso del tiempo este método deja de ser efectivo en algunos individuos y el padecimiento se torna más agresivo.

Ante la insuficiencia de los tratamientos que actúan a nivel endocrino, María Elena Hernández Aguilar, del Centro de Investigaciones Cerebrales, sugiere que la degeneración del sistema nervioso periférico (nervios de la médula espinal) podría estar jugando un papel decisivo en las patologías de este órgano glandular y explicar por qué en ciertos individuos no hay respuesta ante los tratamientos hormonales.

Para comprobar esta hipótesis, María Elena y su equipo estudian los nervios pélvico e hipogástrico, ambos no más grandes que la cabeza de un alfiler y situados en un segmento de la médula espinal.

“Trabajamos con modelos animales (ratas) cortando los nervios pélvico e hipogástrico para analizar qué pasa en su próstata, y lo que vemos es que cuando quitamos estas inervaciones se provoca una desorganización morfológica de la próstata muy parecida a lo que serían las displasias y las metaplasias (células anormales), que son la antesala del cáncer.”

Una característica interesante es que estas patologías se consiguen en periodos muy cortos (un mes) y a nivel hormonal se obtienen hasta en 90 días de tratamiento, “lo cual deja en claro que son más rápidos los efectos nerviosos que los hormonales”, explicó la neurofisióloga.

El siguiente paso de esta investigación es determinar cómo se vinculan estos dos sistemas, “y la hipótesis que manejo es que las enfermedades en la próstata inician con la degeneración del sistema nervioso periférico y se mantienen por el sistema hormonal”, aclaró la investigadora.

Lo cierto es que las patologías de la próstata, de acuerdo a las estadísticas, están generalmente asociadas con el envejecimiento y se estima que más de 85 por ciento de las muertes por cáncer en este órgano glandular se dan en hombres de 65 años o más.

“Conforme el individuo va envejeciendo el sistema nervioso se va degenerando y la información que está mandando hacia la glándula se va perdiendo. Ahí es donde se inicia la patología”, dijo María Elena.

Por otro lado, la también integrante de la Academia Mexicana de Ciencias dirigió su atención a la prolactina, una hormona secretada por la hipófisis que aunque ha sido menos protagónica que los andrógenos, incide tanto, o quizá más que éstos, en la proliferación y supervivencia de las células prostáticas normales o malignas.

“No descubrimos el hilo negro; sin embargo estamos profundizando en el proceso a través del cual esta hormona conjunta esfuerzos con los andrógenos y establece vías de señalización que actúan como mensajeros, para desencadenar respuestas a nivel celular que favorecen el mantenimiento y la progresión del cáncer”, explicó.

Considerando lo anterior, la especialista sostuvo que medir los niveles de prolactina y testosterona podría resultar mucho más eficiente que el actual marcador de Antígeno Prostático Específico (PSA) para detectar de forma temprana patologías prostáticas.

Finalmente la especialista mencionó que en esta investigación participan, además de Fausto Rojas Durán, becarios y estudiantes del Doctorado en Investigaciones Cerebrales.

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Neurona, imagen de Nicolas P. Rougier

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