Universidad Veracruzana

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El hombre siempre busca evadir la muerte: Eduardo Matos Moctezuma

David Sandoval

A partir de la observación de la naturaleza y de su propia condición, el hombre sabe que va a morir y sin embargo trata de evadir la muerte mediante su intelecto y su poder creador, sostuvo en conferencia magistral el arqueólogo Eduardo Matos Moctezuma, dictada en el Simposio El Colegio Nacional y la Universidad Veracruzana, celebrado en el Museo de Antropología de Xalapa.

Bajo el título “El culto a la muerte o la muerte en el México prehispánico”, Matos Moctezuma planteó que “en general en todas las culturas, en todos los lugares del mundo, el hombre se ha negado a morir, no acepta morir; entonces, con ese poder creador que el hombre tiene, va a tratar de evadir” este suceso.

El integrante de El Colegio Nacional, subrayó que el ser humano sabe, “porque observa la naturaleza, que mueren las plantas, los animales; el mismo sol cae y muere en la tarde para renacer al día siguiente, es un mundo en el que vida y muerte están estrechamente unidos”, sin embargo no acepta ese destino.

Es entonces que acude a su intelecto y a su poder creador “para hacer dioses, demonios y más allá; es decir, trata de sobrevivir de alguna manera e intenta establecer los lugares a los que irá después de la muerte”.

De este modo surgirán, según las diferentes religiones en el mundo, “cielos, infiernos, Mictlán, toda esta gran variedad que tenemos de los diversos destinos a que el hombre es enviado”.

Dicho destino varía conforme a su propia cultura y la manera en que enfrenta ese aspecto, agregó; “por ejemplo, es muy común para nosotros en el catolicismo el predominio de un aspecto moral: si tú te portas bien y no pecas vas a ir a gozar eternamente, si te portas mal y pecas vas a ir, irremediablemente, al infierno”.

Este aspecto moral del comportamiento en la tierra es lo que va a determinar el lugar hacia donde se va a ir; por el contrario, en el mundo prehispánico era diferente, lo que condicionaba el lugar al que iría un individuo dependía de otros factores.

Matos Moctezuma explicó que ha sido posible conocer a través de las fuentes históricas del siglo XVI como Bernal Díaz del Castillo y fray Bartolomé de las Casas, en correlación con datos arqueológicos, que en el México prehispánico se concebían cuatro lugares distintos y cómo en el hombre prehispánico era condicionante la manera en que moría, muy diferente al concepto occidental.

“Como dijo Octavio Paz en El laberinto de la soledad, dime cómo mueres y te diré quién eres; eso operaba aquí. A las personas que morían en guerra, en combate o eran capturados para ser sacrificados a los dioses, se les destinaba un lugar de privilegio que era acompañar al sol. Así, los guerreros muertos le acompañaban desde el orto, desde que sale el sol hasta el mediodía, “ése era el rumbo, digamos, masculino del universo para los aztecas y otras sociedades mesoamericanas”.

Al llegar al mediodía y hasta el ocaso, el sol era acompañado por las mujeres muertas en parto “porque se le consideraba un combate, y si la mujer moría en el trance de dar a luz se le consideraba una guerrera”.

Los que morían en relación con el agua tenían otro destino, precisó, “ellos iban al Tlalocan, es decir, al lugar del dios Tláloc, donde dicen las fuentes históricas del siglo XVI era un lugar de constante verano y crecían las plantas constantemente”.

El tercer lugar era el Mictlán, dijo, “que reviste características muy interesantes porque era un lugar al cual iban todos los que morían no en relación a la guerra ni al agua. Para llegar a él se recorría un largo camino que duraba cuatro años y tenían que enfrentar ocho acechanzas para llegar al noveno lugar, el Mictlán”.

El último lugar estaba destinado a los niños, donde había un árbol nodriza al cual llegaban los pequeños y tenía hojas que daban leche, para amamantar a los niños en espera de que los dioses decidieran en qué momento volvían a colocarlo en el vientre materno para darle otra oportunidad con el nacimiento, comentó.

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