Universidad Veracruzana

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Fragmentación del ecosistema

 

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Paulo Quintana Morales*

Tengo un amigo que nunca aprendió a pelar naranjas con cuchillo. Para mí era un arte que aprendí de niño y me costó varias cortadas en las manos; con los años perfeccioné el oficio de sacar una perfecta serpentina anaranjada y dejar los gajos cubiertos con una telita blanca, casi transparente. Mi amigo nunca pudo: pellizcaba la cáscara dejando siempre “lunares” de pulpa al descubierto, y parches de cáscara que amargaban la mordida con el zumo, digamos que quedaba pelada de una forma más irregular y fragmentada.

Pensemos ahora en la corteza terrestre, donde existe gran cantidad de plantas y animales. Aunque el planeta está cubierto por océanos, lagos y lagunas; desiertos, bosques y selvas; cada una de estas regiones o ecosistemas, presenta cierta continuidad natural en la superficie que abarca. A medida que se extraen “pequeños trozos” de esas regiones, estas irán perdiendo gradualmente su continuidad e irán fragmentándose poco a poco.

La fragmentación del ecosistema incluye desde luego una pérdida de la superficie que cubren estas regiones, pero se caracteriza principalmente por la falta de continuidad entre sus partes. Esta alteración implica una modificación de temperatura, humedad, radiación solar, o exposición al viento, que afectan la supervivencia de las especies silvestres que ahí habitan. Por tanto, la fragmentación del hábitat es un proceso de deterioro ecológico.

Causas de la fragmentación en México

La pérdida y fragmentación de los bosques en México tiene implicaciones políticas, económicas y sociales. Aunque hoy en día la principal causa es la ganadería, el contexto histórico y social de nuestro país dio pie a una repartición masiva de tierras. Inicialmente se expropiaban tierras hacendarias para otorgarlas a los campesinos; posteriormente, comenzó el parcelamiento incluso, de importantes áreas de bosque.

El parcelamiento del territorio origina en el interior de una comunidad decisiones diferentes entre los dueños de parcelas. Cada propietario decide con base en sus necesidades cuánto terreno dedica a cada actividad productiva (ganadería, agricultura, etc.). Si observáramos desde lo alto el conjunto de estas parcelas, veríamos un paisaje complejo que puede variar, incluso, con respecto al paisaje de una comunidad vecina.

Debido a esta variación en las decisiones de los campesinos, el paisaje que cubre al territorio estará constituido por vegetación en forma de corredores a lo largo del cause de un río, hileras de árboles que sirven como cercas vivas, o algunos árboles aislados. Contendría también algunos fragmentos de selva con diferentes formas y tamaños, campos agrícolas, y desde luego algunas áreas dedicadas a la ganadería que en muchas casos son las que predominan.

 Consecuencias

Aunque México es uno de los países con mayor biodiversidad, muchas especies de fauna se encuentran hoy en peligro de extinción a causa de la fragmentación del ecosistema. Los animales que viven en los árboles resultan ser los primeros damnificados en la naturaleza por causa de un fenómeno originado por los seres humanos.

El problema no termina ahí; junto con la disminución de las poblaciones de animales silvestres, disminuye también la posibilidad de restaurar el ambiente. Una de las funciones de los animales silvestres que se alimentan de hojas y frutos, es la de dar mantenimiento a la selva mediante la dispersión de sus semillas. Si no hay dispersores, por ejemplo, como los monos araña o mono aulladores (actualmente en peligro de extinción) la selva no se regenera.

Debemos entender que en términos de diversidad, el ecosistema terrestre más rico es precisamente la selva húmeda. En el continente Americano, este se distribuye a partir de la zona de Los Tuxtlas, en el estado de Veracruz. En dicha zona existe la Reserva de la Biósfera Los Tuxtlas, una importante zona que provee servicios ambientales a un buen número de comunidades urbanas y rurales.

Los Tuxtlas, un ejemplo de selva fragmentada

Durante los últimos 50 años, la principal decisión de sus habitantes en esta región en torno al paisaje ha sido convertir parte de la selva en áreas dedicadas al pastoreo. A pesar del auge ganadero, las comunidades rurales de Los Tuxtlas viven en la marginación y pobreza. Como una forma de subsistir ante la falta de empleos, estas explotan el único recurso que tienen a su disposición, es decir el suelo, sumando efectos negativos a la naturaleza.

En este sentido los campesinos continúan estableciendo áreas para la ganadería, pero desde cualquier ángulo que se analice, el problema ecológico que esto ha generado es evidentemente una tragedia. Desafortunadamente, a la par de la deforestación y fragmentación de la selva, la marginación social cada vez es más dolorosa y los recursos naturales útiles para el ser humano son cada vez más escasos.

El agua que se obtiene por el escurrimiento de las lluvias, la regulación de vientos y temperatura, la obtención de madera y leña, o el oxígeno, son recursos vitales para el ser humano. Por si fuera poco, los bosques atrapan las emisiones de nuestros contaminantes; sin los bosques, el bióxido de carbono (CO2) se va directamente a la atmósfera, acelerando el aumento en la temperatura del planeta.

¿Qué hacer?

Resulta injusto exigir que sólo las comunidades rurales se esfuercen en conservar la naturaleza. Para ello se requiere un equilibrio en el bienestar social e igualdad entre las zonas urbanas y las zonas rurales. Se requiere dirigir mayor presupuesto a programas basados en buenos diagnósticos y no sustentados sólo en clientelismo político. ¿Cómo?, Comencemos por conservar la vegetación a orilla de ríos y arroyos y agilizar los apoyos económicos a la reforestación.

Durante años los campesinos han padecido de una burocracia brutal y de una serie de lineamientos y requisitos, cuando de hecho, sus comunidades han estado aisladas, sin servicios básicos y sin medios de comunicación. Los apoyos tendrían que ir a donde están dichas comunidades; los campesinos no tendrían que venir a pedirlos. Las áreas naturales están “allá”, pues “allá” deberían estar las oficinas y los funcionarios responsables.

Considerando que estamos frente a un desastre natural, ¿acaso no deberíamos implementar verdaderos programas de rescate económico y ecológico para los damnificados sociales y ecológicos? Tal como no bastaría con sólo llevar programas de orientación ante una desgracia por inundación; tampoco basta con implementar programas de educación ambiental. Urge atender a los damnificados en este desastre llamado deforestación y fragmentación del ecosistema.

 

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Comentarios y preguntas: dcc@uv.mx

Investigador del Instituto de Neuroetología.

Ilustración: Sergio A. Segura Medrano

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