Universidad Veracruzana

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Los pininos de la educación intercultural para la sustentabilidad en Veracruz. Visión retrospectiva, a diez años

 Gerardo Alatorre*

Corría el año 2005 cuando, gracias a una coyuntura política favorable, los anhelos y esfuerzos de una gran cantidad de personas, dentro y fuera de la academia, cristalizaron en la apertura del programa intercultural de la Universidad Veracruzana, un espacio para formar en temas de sustentabilidad a jóvenes de las regiones veracruzanas con mayor presencia de pueblos originarios.

Me dio mucho gusto recibir la invitación a participar en el diseño de la oferta educativa de la Universidad Veracruzana Intercultural (UVI). Me atraía la conjunción de lo pedagógico con lo filosófico, lo ético, lo epistemológico y lo político: una bella oportunidad para avanzar de manera interdisciplinaria e intercultural en colaboraciones plurales encaminadas a la sustentabilidad.

Pusimos manos a la obra. Diseñamos la licenciatura en Desarrollo Regional Sustentable (DRS). Desde un inicio fue patente la tremenda paradoja en la que nos encontrábamos: ¿Cómo formular un programa educativo en temas de sustentabilidad con comunidades que han venido heredando, readecuando y reactualizando una enorme riqueza de saberes prácticos y espirituales sobre sus ecosistemas, y cuya huella ambiental es, además, particularmente modesta?, ¿qué tipo de educación intercultural podíamos proponer a las comunidades que, por una razón u otra, desde hace siglos ya manejan distintos códigos lingüísticos y culturales? ¿Quiénes necesitan educar a quiénes?

Paulo Freire nos respondería: Nadie educa a nadie, todos nos educamos al participar juntos en la lucha emancipadora, en el tránsito hacia un mundo más justo, al poner en diálogo nuestros saberes y nuestro ser.

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Efectivamente, lo que nos interesaba como equipo de diseño del programa DRS y del proyecto UVI no era crear una universidad para indígenas ni transmitir saberes prefabricados, sino dinamizar el diálogo de saberes para profesionalizarnos y “empoderarnos” todos: los propios jóvenes de las comunidades, los sabedores de las comunidades, los académicos y muchos otros actores; producir de manera conjunta y complementaria nuevos saberes para enfrentar retos socioambientales cruciales, en una época en la que la sobrevivencia misma de la especie humana está en entredicho.

Nos interesaba valorar (críticamente) los saberes y los anhelos de los pueblos campesindios en de México (como los llama A. Bartra), y valorar a la vez (críticamente) los de los “agentes externos”, que en realidad somos agentes internos, porque lo que está en juego es nuestra base de sustento vital como humanos.

La columna vertebral del diseño DRS fue la colaboración de equipos de estudiantes con familias, grupos y/o comunidades, en iniciativas de investigación e intervención orientadas a cuidar la calidad de vida, el territorio, la economía, la gobernanza y el ejercicio de los derechos individuales  y colectivos. En 2007 las nombramos investigación vinculada. Nos apoyamos en insumos teóricos para propiciar la profundización analítica y expandir el alcance espacio-temporal de los saberes, para una más inteligente comprensión de las problemáticas y una más estratégica planeación de las iniciativas a emprender.

En medio año había que concluir el diseño curricular y no fue posible hacer un diagnóstico detallado de necesidades formativas o de mercado laboral; nos apoyamos en una percepción de las principales funciones que desempeñan en diversas regiones indígenas y campesinas los jóvenes profesionistas implicados en procesos comunitarios: la función de antenas (para captar información útil y oportunidades exógenas de todo tipo), la de altavoces o bocinas, para dar a conocer las problemáticas, las fortalezas, las iniciativas endógenas, la de asesores (apoyando a las iniciativas locales en aspectos técnicos y organizativos, diagnosticando de manera participativa, sensibilizando, formando, gestionando proyectos) y la de articuladores o puentes (propiciando el diálogo de saberes y haceres entre una gama de actores internos y externos).

En este conjunto de funciones y habilidades reside buena parte de lo que se concibe como gestión en la actual Licenciatura en Gestión Intercultural para el Desarrollo, misma que desde 2007 toma el relevo de las anteriores licenciaturas de la UVI, y de la cual existen actualmente seis generaciones de egresados(as).

Fuimos haciendo camino al andar. Cometimos errores, de los cuales surgieron muy ricos aprendizajes. Abordaré dos de ellos:

Por un lado, la importancia de una política institucional y consensuada de articulación en redes. Las sedes de la UVI fueron posicionándose (se lo plantearan o no) en el tablero de las interacciones políticas regionales, donde se juegan alianzas y conflictos, intereses económicos y de prestigio, tensiones partidarias y religiosas, y otras.  La UVI no se dotó (hasta el año de 2013, cuando salí de esa entidad) de criterios claros para la articulación de esfuerzos con los muy heterogéneos actores de cada región. Había en general entusiasmo, pero en ocasiones también torpeza a la hora de gestionar institucionalmente las relaciones; resultaba difícil conducir de manera firme, respetuosa y transparente las negociaciones necesarias para establecer acuerdos de co-responsabilidad.

Si en las sedes regionales de la UVI se fueron tejiendo diversas redes en las escalas local y regional fue por los contactos y motivaciones de algunos docentes y sobre todo por la labor de investigación vinculada de los y las estudiantes.DCF 1.0

El otro aspecto a considerar es la estructura de control administrativo en las universidades convencionales. Ha faltado flexibilidad para el libre flujo de saberes y para la colaboración co-responsable entre el ámbito escolar y el extra-escolar. Las lógicas de la universidad, CONACyT y otras instituciones (semestres, calificaciones, indicadores de productividad, etc.) pueden dificultar su conectividad con los diversos espacios y canales de formación, generación de saberes, profesionalización de prácticas y participación ciudadana hacia la sustentabilidad.

Existe ahí cierto anacronismo, porque en estos tiempos todos (o por lo menos muchos) podríamos estar diseñando, desarrollando y valorizando nuestra formación profesional de maneras muy flexibles y libres. La interculturalidad se expande avanzando sobre terreno monocultural. Pero la monoculturalidad arraigada en nuestras universidades y en nuestras estructuras sociales y políticas no cede terreno tan fácilmente. Una de las injusticias que hoy sufrimos es epistémica, y para frenarla necesitamos una estrategia audaz de alianzas dentro y fuera del país.

La UVI de 2015 está propiciando ya, de manera proactiva, encuentros e intercambios con actores de distintas regiones, dentro y fuera de México. La formación y profesionalización docente tiene aquí un papel multiplicador clave. Se abren panoramas y se despliegan sinergias para construir saber y poder desde el tejido social y construir así otros mundos posibles.

 

 

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*Profesor-investigador del Instituto de Investigaciones en Educación (UV).

Coordina la Maestría en Educación para la Interculturalidad y la Sustentabilidad.

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