Universidad Veracruzana

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Comunicar la ciencia, un debate sobre la pertinencia

 

Mtro. Marcos Javier González

 

Hablar de ciencia-01Dice el científico social Roger Bartra que cuando partimos de una definición para desarrollar un tema polémico damos la idea de “cerrar el círculo”, como si antes de llegar a un punto crucial estuviéramos clausurando el tema sin haberlo puesto a discusión. En cambio, cuando proponemos debatir abrimos el campo de acción y ampliamos el abanico de posibilidades. Más que observadores pasivos tenemos la oportunidad de ser protagonistas de la ciencia y establecer su pertinencia en el escenario político actual. Debatir permitirá el surgimiento de contestatarios, defensores y críticos, cuyas ideas encontrarán un punto de convergencia para enfrentar los contrastes de la realidad.

Hablar de ciencia resulta sencillo para quien sólo está acostumbrado a recibir de ella la parte más atractiva: artefactos y tecnologías producidos con la finalidad de brindar comodidades y beneficios al consumidor. Basta con preguntar cuál es el smartphone más avanzado y en seguida surgirán opiniones sobre el prestigio de determinadas marcas como si se nos estuviera convenciendo de comprarlas. Incluso hablar hoy en contra o a favor de una empresa o de algún servicio de internet detonará charlas combativas donde cada quien defenderá “su” compañía como si se discutiera sobre religión. El tema de la ciencia es también un tema sobre gustos y preferencias.

¿Cuántas veces pensamos en erradicar el hambre o en acabar con la desigualdad cuando pensamos en ciencia? ¿Imaginamos a la ciencia acabar con la corrupción o los crímenes mientras publicamos la última fotografía en nuestra red social para comentar sobre nuestras vacaciones o sobre nuestros exquisitos placeres? ¿Por qué estas preguntas parecen estar negadas a nuestra conciencia cuando solo pensamos en productos tecnológicos o en la última película de ciencia ficción que, para variar, fomenta la guerra y el uso de armas sofisticadas y mortíferas? La respuesta o parte de ella está en los objetivos que asumen los reproductores del conocimiento para brindar una imagen positiva o negativa, útil o equívoca, censurada, maquillada o sesgada de determinados modos de concebir la ciencia, ya sea como bien comercial, instrumental o, en el peor de los casos, como un masa ininteligible designada a expertos.

¿Y quiénes son esos reproductores del conocimiento? Parecerá absurdo de mi parte decir que esos reproductores somos todos. Cuando digo que todos somos reproductores de la ciencia indico aquí la idea de que el Hombre tiene la necesidad de comunicar aquello que es convertido en mensaje para dotarlo de sentido y utilidad. Diría más bien que existe la ciencia porque el hombre y su curiosidad infinita tienden a transformar los misterios en lenguajes formales o comunes para su mayor comprensión y convertirlos paradójicamente –en algunos casos– en nuevos misterios. Misterios como la desaparición de urnas electorales y desfalcos financieros donde predomina la magia o la maldición. Con la ciencia el hombre revela, crea y descifra pero también codifica, oculta, restringe, por ello la ciencia está en constante acecho. ¿Acaso Sócrates no hacía ciencia al descubrir nuevos saberes tan solo por preguntar la misma pregunta a diferentes caminantes dudando siempre de la verdad? Si no fueramos exigentes diríamos que fue el primer filósofo periodista.

Es posible debatir la ciencia cuando la entendemos también como un discurso complejo, un discurso con muchos lenguajes, un metalenguaje, donde los encargados de difundirla dependerán de los instrumentos de poder que posean. Si se difunde un mensaje como “estamos en crisis”, tal vez se evitó decir “necesitamos tu dinero” por impedimento democrático o por mera prudencia. Al final, siempre se aprueban los impuestos. Sin profundizar demasiado, lo que yace en la sociedad es una contención y lucha de deseos que son administrados por el Estado y por el mercado. Si alguien tuviera un salario “decoroso”, tipo diputado o magistrado, su conocimiento sobre la realidad cambiará al saberse en la posibilidad de satisfacer los placeres que le fueron negados por el orden político y económico o, dependiendo de su formación cultural, emprenderá acciones benéficas sin poner en peligro su estado de bienestar. Hay ciencias que manipulan, ciencias ordenadoras y ciencias del equilibrio puesto que son herederas de un poder y una tradición que las legitima.

Cuando la empresa cultural estadounidense produce cine, series de televisión, moda, libros y científicos al por mayor como huevos de granja, y se promueve la conquista de nuevos mundos, la guerra contra los malos y los feos, las luchas por la paz, lo que promueve fundamentalmente es la justificación global de que la ciencia está al servicio de los grandes consorcios para el supuesto bien de la humanidad. Medios de comunicación y grupos políticos de determinados países asimilados al sistema financiero mundial ayudan a mantener este proyecto. El tema del terrorismo como cliché atrae al receptor cuando se usa la imagen del enemigo con distintos matices, así procedan de Oriente, del Sur, de Marte o del más allá. Desafortudamente las balas y los muertos sí son de verdad. La ciencia es un diálogo de tensiones, cuyos lenguajes están en constante resistencia y luchas de interés. La ciencia es conflicto.

Cifras de la Asociación Mexicana de Internet estiman que cuatro de cada diez mexicanos acceden a la gran red; indica que el ciudadano le dedica seis horas al internet y el usuario potencial más joven es de 6 años. Para finales de 2014 seremos 56 millones de mexicanos aproximadamente, quienes recibiremos la mayor parte de información cultural a través de la red. En un futuro, los “retiros espirituales” serán vivir sin celular o cancelar nuestra suscripción de internet para poder dialogar con nuestro interior y desentoxicarnos de los fetichimos tecnológicos y del fenómeno de la virtualidad.

Actualmente puede desencadenarse más rápido una protesta social por la restricción del internet o de cualquier transgresión a las libertades virtuales que por la lucha contra los grandes pendientes de nuestra sociedad como la corrupción, el fuero político o la democratización de los medios de comunicación. Aceptar la bandera contra las acciones agresivas de las farmacéuticas o de las industrias puede resultar más fácil que recomendar el uso “correcto” de las llamadas TICs, la regulación de los contenidos de internet o la promoción de actividades que no dependan de la tecnología. La difusión de la ciencia tiene varios retos que enfrentar si desea despertar en el receptor la atención a temas prioritarios.

Comunicar la ciencia debe considerarse una acción permanente, en constante dinamismo, de dominio público y dirigido a los distintos actores de la sociedad para su retroalimentación. Antes que buscar afanosamente la excelencia académica las universidades deben fomentar el gusto por la lectura, distribuir sus productos científicos y culturales, y despertar en el estudiante el interés por la innovación y el conocimiento compartido.

La ciencia no es un monolito sagrado, es un proyecto de vida, y en una sociedad altamente fragmentada debe recuperar su misión de guía y evitar ser cómplice de la inoperancia y la simulación intelectual.

 

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Egresado de la Facultad de Letras Españolas,

Universidad Veracruzana.

Dudas y comentarios: dcc@uv.mx

Diseño e ilustración:  Sergio Adrián Segura Medrano

 

 

 

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