Universidad Veracruzana

Blog de Lectores y Lecturas

Literatura, lectura, lectores, escritores famosos



Yo te conjuro a que te dejes atrapar por Conjuros

Por Susana Vázquez Pérez

 En el momento que recibo la invitación para presentar el Libro Conjuros, del Mtro. Felipe Garrido, lo cual considero un halago,  pues esta obra  fue ganadora del Premio Javier Villaurrutia 2011, distinción que recibió el maestro en el Palacio de Bellas Artes en la Ciudad de México.

 Me doy a la tarea de buscar el ejemplar que adquirí en el Puerto de Veracruz al término de un curso que él impartió a los académicos de la Universidad Veracruzana.

 Y lo primero que me pregunto es porque el maestro lo tituló Conjuros, será acaso que en su interior hay una serie de conjuros dedicados a alguien que se estima, se añora, se ama.

Al buscar  la palabra Conjuro  en el diccionario se define  como una invocación que se hace bajo la emanación lumínica de un ser superior para que un inferior la cumpla. Conjuro es un ruego.

 Doy un vistazo al libro  y al comenzar a hojearlo me encuentro  un texto breve llamado Conjuro Primero, que describe una condena inscrita en la arena.

 Reviso el índice y veo que hay tres conjuros,  el conjuro primero, el conjuro segundo y el conjuro tercero y que su obra se integra de  303 textos breves plasmados en 292 páginas.

 Comienzo a revisar el libro y observo que cada texto está representado con una imagen, los títulos llaman mi atención, Despertar, Teresa, Placeres, Lecturas, Ángel roto.

Y doy inicio a la lectura de la obra, sin un orden a donde mis ojos y mis dedos me lleven y descubro que en esos escritos hay historias de vida, de personajes de carne y hueso que se ubicaron en un tiempo y espacio.

Al leer la obra e ir adentrándome en sus líneas, me ha permitido conocer más al Mtro. Felipe Garrido. Aunque  el maestro define sus 303 textos breves una aproximación al cuento, no semblanzas, no aforismos.

Algunos cuentos nos muestran  personajes  de su infancia, su juventud, su madurez, historias que quizá  vividas por el autor, escuchadas o platicadas por grandes amigos.

 El libro Conjuros es una obra que llevó tiempo su creación y publicación, según datos recabados se comenzó a escribir  en 1984,

resultado de un ir y venir del andar literario, algunos escritores la han definido como el mundo apresado en un texto. Otros señalan el acierto de su lenguaje y la maestría con la que maneja el texto breve.

Me imagino  a través  de sus escritos  inolvidables momentos  al lado de una abuela, la presencia   este ser  excepcional en la vida de muchas personas y el momento doloroso de su partida, reflejado en el texto titulado  el Último acto.

Una madre cariñosa, una madre que comparte su gusto por la lectura a sus hijos cada día, cada verano, con las mismas risas, exclamaciones y la misma pasión.

Conjuro es buscarse en el texto y encontrar  parte de nuestra vida, la inocencia, el miedo a lo desconocido, la travesura, como en el fragmento del cuento Ángel Roto.

Es volver a vivir a través de las líneas del Mtro. Felipe Garrido, su propia vida nuestra vida.

Conjuro es despertar al amor, la seducción, el placer. El amor que prevalece a través del tiempo encerrado en el cuento Despertar.

 Conjuro es una fotografía de la vida,  las costumbres y  los sabores de nuestro México, lugares que ha pisado el autor. Conjuro es la riqueza culinaria,   la crema de aceitunas negras, los pimientos rellenos de cangrejo, los turrones cubiertos de chocolate, el helado de capulín, preparada por La Toña y degustada por La Beba, La Tía Celia, Fermín, Martín, Herminio.

 Conjuro es la amistad eterna.

Conjuro lo que creemos  que es y no es.

Conjuro es encontrar lo que busca, es una identificación, es una comunión, es una delicia a la vista, al olfato, al gusto, al tacto.

Conjuro es el resultado del pensamiento, de la memoria, de una constante escritura, un registro de imágenes, momentos, anhelos de muchos años, que guardan parte de la vida del autor y que no sólo quedaron en el aire sino que fueron plasmados por el autor para deleite de sus lectores.

Agradezco al Mtro. Felipe Garrido la publicación de este libro y así como lo expresa Usted en la contraportada de la obra  El libro es un único conjuro que lleva a cada quien a encontrar lo que cada quien busca.

Yo los conjuro a todos ustedes a disfrutar del placer de esta obra, que se pierdan en cada  uno de los cuentos, a buscarse y  encontrarse.

Porque cada quien se busca en lo que lee y se construye a partir de lo que lee.

Mtra. Susana Vázquez Pérez

Región Poza Rica-Tuxpan



El amante del volcán

Por Susan Sontag

 

PRIMERA PARTE
1.
Su primer permiso de vuelta a casa había concluido. El hombre que el Nápoles cortés
conocería en adelante como II Cavaliere, el Caballero, principiaba el largo trayecto de vuelta a
su puesto, al «reino de las cenizas». Así lo había denominado uno de sus amigos de Londres.
Al llegar, todos pensaron que parecía mucho más viejo. Seguía aún tan delgado: un
cuerpo hinchado por los macarrones y los pasteles de limón poco habría encajado con una cara
alargada, inteligente, de nariz aguileña y cejas muy pobladas. Pero había perdido la palidez de
su casta. Algunos observaron el oscurecimiento de su blanca piel desde que se había ido, siete
años antes, con algo parecido a la desaprobación. Sólo los pobres —es decir, la mayor parte de
la gente— estaban tostados por el sol. No el nieto de un duque, el hijo menor de un lord, el
compañero de infancia del propio rey. Leer más…



Los de Abajo

Por Mariano Azuela

PRIMERA PARTE
I
—Te digo que no es un animal… Oye cómo ladra el Palomo… Debe ser algún cristiano…
La mujer fijaba sus pupilas en la oscuridad de la sierra.
— ¿Y que fueran siendo federales? —repuso un hombre que, en cuclillas, yantaba en un rincón, una
cazuela en la diestra y tres tortillas en taco en la otra mano.
La mujer no le contestó; sus sentidos estaban puestos fuera de la casuca.
Se oyó un ruido de pesuñas en el pedregal cercano, y el Palomo ladró con más rabia.
— Sería bueno que por sí o por no te escondieras, Demetrio.
El hombre, sin alterarse, acabó de comer; se acercó un cántaro y, levantándolo a dos manos, bebió
agua a borbotones. Luego se puso en pie. Leer más…



Miércoles 22. Shanghai-Pekín. Presentación en Pekín The Adventures of a Cello.

Por Carlos Prieto

El vuelo sufrió  un gran retraso y, ya en Pekín, apenas tuve tiempo de llegar al hotel, cambiarme y salir a presentar el libro en la librería Bookworm, cuyos clientes, de diversas nacionalidades, hablan todos inglés.

Yo había llevado conmigo una docena de libros y el embajador de México, un número  mayor, encargados a Amazon.

Bookworm estaba atestado de público. Hice la presentación  en inglés; toqué  algunas piezas y contesté  un  alud de preguntas.  Todos los libros de vendieron y dediqué un   buen rato a firmarlos.

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Federico en su balcón

Por Carlos Fuentes

Lo conocí por casualidad. Era una noche más que caliente, pegajosa, enojosa, inquieta. Una de esas noches que no alivian el calor del día, sino que lo aumentan. Como si el día acumulase, hora tras hora, su propia temperatura sólo para soltarla, toda junta, al morir la tarde, entregársela, como una novia plomiza y mancillada, a la larga noche.

Salí de mi cuarto sin ventilación, esperando que el balcón me acordase un mínimo de frescura. Nada. La noche externa era más oscura que la interna. A pesar de todo, me dije, estar al aire libre pasada la medianoche es, acaso psicológicamente, más amable que encontrarse encerrado sobre una cama húmeda con el espectro de mi propio sudor; una almohada arrojada al piso; muebles de invierno; tapetes ralos; paredes cubiertas de un papel risible, pues mostraba escenas de Navidad y un Santaclós muerto de risa. No había baño. Una bacinica sonriente, un aguamanil con jarrón de agua –vacío–. Toallas viejas. Un jabón con grietas arrugado por los años.

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Suspiros

Por Criseria  Escudero Ortiz

Sin perder la esperanza, lloro,

aun con la fe en alto, me ensombrezco,

convencida de de que el girar del mundo tiene un sentido

no lo cuestiono, no lo discuto

mas no siempre lo concibo.

Pido por una paz que no se alcanza,

pido por una paz que no se ha existido,

imploro no obstante y, sin dudarlo,

me vence la fuerza de soñar, mis pulmones se niegan a reusar

este aire que respiro.

La fuerza que los amos me estampan

desaparece por momentos, se evapora,

más resurge ante los que me rodean

por aun los que no están, nos acompañan por siempre,

nos impulsan a lidiar.

Tomado de: Poemas para un poeta que dejó la poesia. Antología de Eusebio Rubalcaba. Ed. El Financiero.



Steve Jobs, la biografia

Steve Jobs

Mi pasión siempre ha sido la de construir una compañía duradera en la que la gente se sienta motivada para crear grades productos. Todo lo demás era secundario. Obviamente, era fantástico obtener beneficios, porque eso es lo que te permite crear grandes productos. Pero la motivación eran los propios productos, no los beneficios… es  una diferencia sutil, pero acaba por afectar a todos los campos: la gente a la que contratas, quien recibe ascensos, qué se discute en las reuniones.
Algunas personas proponen: “Dales a los clientes lo que quieren”. Pero esa no es mi postura. Nuestro trabajo consiste  en averiguar que es lo qué van a querer antes de que lo sepan. Creo que fue Henry Ford quien dijo una vez “Si les hubiera preguntado a mis clientes qué querían, me habrían contestado: “Un caballo más rápido””. La gente no sabe lo que quiere hasta que se los enseñas.  Por eso nunca me he basado  en las investigaciones de mercado. Nuestra tarea estriba en leer las páginas que todavía no se han escrito…
No creo que haya sido desorientado con los demás, pero si algo es un asco, se lo digo a la gente en su cara. Mi trabajo cosiste en ser sincero. Sé de lo que estoy hablando, y normalmente acabo teniendo la razón. Es la cultura que he tratado de crear.  Somos brutalmente honestos los unos contra los otros, y cualquiera pueden decirme que creen que no les cuento más que chorrada,  y yo puedo decirles lo mismo. Hemos tenido algunas discusiones en las que nos hemos arrojado al cuello del otro, en que todos nos chillamos, y han sido algunos de los mejores momentos que me a pasado. Me siento completamente a gusto al decir: “Ron, esa tienda tiene un aspecto de mierda” ante el resto de los presentes. O podría decir: “dios mío, la hemos podido bien en estos circuitos” frente a la persona responsable. Ese es el precio que hay que pagar por entrar al juego: tienen que ser capaz de ser sincero al cien por cien. Tal vez haya una alternativa mejor,  como un club inglés de caballos en que todos llevemos corbata y hablemos una especie de lenguaje privado con aterciopeladas palabras en clave, pero yo no conozco esa alternativa, porque provengo de una familia californiana de clase media.

Texto tomado de: Steve Jobs, Walter Isaacson, Debate, pag. 703-705.



Pancho Villa una biografía narrativa

Paco Ignacio Taibo II
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Aquí  se encuentra la vida de un hombre que solía despertarse, casi siempre, en un lugar diferente del que originalmente había elegido para dormir. Tenía este extraño hábito porque más de la mitad de su vida adulta, 17 años  de los 30 que vivió  antes de sumarse a la revolución, había estado fuera de la ley; había sido prófugo de la justicia, bandolero, ladrón, asaltante de caminos, cuatrero. Y tenía  miedo de la debilidad de las horas de sueño fuera su perdición.
Un hombre que se sentía  incómodo teniendo la cabeza descubierta, que había sido llamado en su juventud “el gorra chueca” no solía quitarse el sombrero para ni para saludar. Cuando después de años de estar trabajando en el asunto el narrador tuvo la visión de que Villa y sus sombreros parecían inseparables, Martin Luis Guamán, en El águila y la serpiente, colaboró: “ Villa traía  puesto el sombrero  […] cosa frecuente en él cuando estaba  en su oficina  o en su casa”.  Para darle sustento científico al asunto el narrador revisó  217 fotografías. En ellas  sólo aparece en 20 sin sombrero ( y en  muchos casos  se trataba de situaciones que hacían de la ausencia  del sombrero obligación: en una está mandando,  en otras cuatro asiste  a funerales o velorios, en varias más se encuentra muerto y el sombrero debe de haberse caído en el tiroteo.En las 197 restantes porta diferentes sombreros; los hay stetsons texanos simples, sombreros de charro, gorras de uniforme federal de visera, enormes huaripas norteñas de ancha falda y copa alta, tocados huicholes, sombreros anchos de palma comprimida, texanos de tres pedradas, salacots  y gorras de plato de las llamadas en aquellos años rusas.  Su amor  por el sombrero llegó a tanto que una vez que tuvo que ocultar su personalidad,  consiguió un bombín  que lo hacía parecer “cura de pueblo”.
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El amor es una rifa. Javier Marías presenta ‘Los enamoramientos’, su nueva novela

Por Javier Rodríguez Marcos

«Descuiden, no lo voy a encender», dice Javier Marías con un cigarrillo en la mano. El escritor madrileño, de 59 años, acudió al Círculo de Bellas Artes para presentar a Los enamoramientos, su nueva novela. Como el resto de sus libros publicados por Alfaguara, también este está disponible desde hoy en versión electrónica. Ante un grupo de periodistas repasó las claves de una obra cuya salida coincide con la reedición de Los dominios del lobo -su primera novela, publicada hace ahora 40 años- y con la publicación en Reino de Redonda, la editorial del propio Marías, de El coronel Chabert, una novela corta de Balzac de la que se habla en su propio libro. Si, además del de bellas artes, hubiese algún círculo que cerrar, lo cerraría el hecho de que la traducción de la obra balzaquiana se debe a Mercedes López-Ballesteros, una de las dos personas a las que está dedicada Los enamoramientos. He aquí algunas de las claves de la novela según su autor.

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Libro

Por Fco. Calvo Serraller

Como un náufrago que se agarra a una tabla flotante aun sin saber si será la de su salvación o la que prolongue cruelmente su agonía, así se nos presenta George Steiner (1929) en su ensayo titulado El silencio de los libros (Siruela), cuya traducción española acaba de publicarse junto con otro de Michel Crépu (Étampes, 1954), que se titula Ese vicio todavía impune, formando ambos parte de un mismo libro. La edición original conjunta de estos dos escritos es de 2006, pero el segundo es una continuación o réplica del primero, un dato interesante, porque, abordando un mismo tema, Crépu es un cuarto de siglo más joven que Steiner.

¿Dos náufragos, así, pues, tratando de solventar un mismo apuro y compartiendo un mismo tablón de incierto destino? Esa tabla de salvación o de perdición que les mantiene eventualmente a flote es, en todo caso, el libro, un artefacto material que ha servido como soporte de la memoria humana escrita durante unos pocos miles de años. Si pensamos que las pinturas de la cueva prehistórica de Chauvet datan de unos 32.000 años antes de Cristo, el libro es comparativamente un invento muy reciente, pero el dibujo, el canto, la danza y la palabra nos remiten, como quien dice, a la noche de los tiempos, a ese momento histórico indeterminado en que el hombre halló su identidad en el lenguaje.

¿Por qué entonces ese empeño por tomar como tabla de salvación a un libro, que no deja de ser un pecio más entre los múltiples recursos empleados por el hombre para recordar? Quizá porque, yéndonos la vida en ello -en la memoria-, ninguno de los archivos empleados está de más. Y no está de más no sólo por la información que recoge, sino porque cada archivo, cada forma de atesorar los recuerdos, representa un modo de ser y un modelo de conciencia. En este sentido, ahora que parece amenazada la supervivencia del libro por otros medios más rentables de acumular y usar la información, Steiner y Crépu meditan sobre las consecuencias antropológicas de su hipotética pérdida, que es, sobre todo, la pérdida de, en efecto, una forma de ser; esto es: una forma de vivir, de pensar y, por encima de todo, una forma de recordar. Una forma, por consiguiente, de reflexionar, ese atributo humano de crearse un intervalo -de darse una pausa, construirse un espacio- en la inexorable carrera temporal hacia la muerte.

Tiznada su frente con el signo de la caducidad, todos los productos del hombre son asimismo frágiles y perecederos. La propia aparición histórica del libro ya anunció su final. Pero no hay que equivocar el final de alguien o de algo con su fin, porque éste, termine o no termine, es siempre proyectivo. El hombre muere, pero no es ése su proyecto. Su auténtico proyecto es vivir, y vivir más allá de su final material, más allá de la muerte; o sea: recordar y ser recordado. No simplemente durar más, sino revivir, que es vivir más intensa, más profundamente. Steiner nos recuerda el adagio clásico que entroniza a la memoria como «madre de las musas». No hay, por tanto, más arte que el de la memoria, que no retiene sino la celebración de la humanidad por el hombre, ese ser frágil que supo proyectarse más allá del propio final. ¿Cómo entonces ese náufrago puede mantenerse a flote despreciando su tabla de salvación?

Tomado de: http://www.elpais.com