Universidad Veracruzana

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Miércoles 22. Shanghai-Pekín. Presentación en Pekín The Adventures of a Cello.

Por Carlos Prieto

El vuelo sufrió  un gran retraso y, ya en Pekín, apenas tuve tiempo de llegar al hotel, cambiarme y salir a presentar el libro en la librería Bookworm, cuyos clientes, de diversas nacionalidades, hablan todos inglés.

Yo había llevado conmigo una docena de libros y el embajador de México, un número  mayor, encargados a Amazon.

Bookworm estaba atestado de público. Hice la presentación  en inglés; toqué  algunas piezas y contesté  un  alud de preguntas.  Todos los libros de vendieron y dediqué un   buen rato a firmarlos.

Lunes  26 de abril. Pekín – Cantón.

En poco menos de tres horas recorrimos los 2000 kilómetros que separan a Pekín de Cantón, o, en ortografía  pinyin, de Guangzhou.

Aterrizamos  a las 3:00 p.m. El cónsul  Alejandro Rivera  nos recibió  en el aeropuerto y nos condujo a nuestro hotel, atravesando una ciudad que, por supuesto,  se ha transformado radicalmente desde la primera instancia en 1979, hace 31 años.

La tarde era libre y aprovechamos para hacer un recorrido por varios de los puntos esenciales de la ciudad,  capital de la provincia de Guangdong.

Cuando estuve en  1979, Guangdong  estaba experimentando apenas los primeros cambios, resultado de la apertura económica china. La ciudad fue uno de los primeros centros de la política  de reforma y apertura instaurados en 1978 por Deng Xiaoping. Desde entonces Guangdong se ha convertido en uno de los principales polos del desarrollo chino. Es la tercera ciudad de China en cuanto a población, y es el centro de desarrollo económico, político, educativo, científico y cultural del sur de china.

La cocina cantonesa tiene una bien ganada fama internacional. Decidimos esa noche ir a cenar al restaurante cantonés  Bing Shen, considerado de los mejores.

Resultamos los únicos extranjeros en el restaurante. Los menús  estaban escritos con caracteres chinos y sólo  nos parecieron algo comprensibles por las fotos que ilustraban los diversos platos. Las meseras no hablaban ni una palabra de inglés pero nos endilgaban largas frases de mandarín ( o en cantonés). Nuestras respuestas en inglés sólo les causaban  una  gran risa. La comunicación  era nula. Nos salvamos  gracias a una joven y muy amable china que desde una mesa cercana se percató  de nuestros problemas y acudió en nuestro auxilio.  Gracias a ellas disfrutamos una memorable cena.

Texto tomado de: Las aventuras de un violonchelo, historias y memorias. Carlos Prieto,  FCE, 2011